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RUMANÍA: DRÁCULA, PAISAJES Y MONASTERIOS PINTADOS

RUMANÍA: DRÁCULA, PAISAJES Y MONASTERIOS PINTADOS ✏️ Blogs de Rumania Rumania

Un bastante completo recorrido por el país de Vlad el empalador
Autor: Ctello  Fecha creación:  Puntos: 5 (2 Votos)
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DÍA 7. PELES-BUCAREST

DÍA 7. PELES-BUCAREST


Localización: Rumania Rumania Fecha creación: 08/06/2018 16:31 Puntos: 0 (0 Votos)
Abandonamos Brasov después del desayuno. El viaje aparentemente empieza a terminarse.

Pasamos por Predeal, el pueblo más alto de Rumanía, a 1200 metros, y por Bustein, que también tiene pistas de esquí.

La primera visita del día está en la ciudad de Sinaia, un regreso a la montaña de alguna manera. La ciudad tomó su nombre del Monasterio de Sinaia, fundado por el príncipe Mihail Cantacuzino en 1695 y que se llama así inspirándose, a su vez, en el monte Sinaí, en Egipto.

El palacio de Peles era la residencia de verano del rey Carol I (1875) y para construirla se tardó 40 años. Al parecer el monarca estaba buscando un sitio donde su pequeña hija (ya sabemos que murió) pudiera disfrutar del aire puro. Y como suele pasar en estos casos, los nobles no tardaron en hacerse casas en el mismo sitio.

En su testamento el rey dejó dicho que se convirtiera en museo y así fue hasta que Elena Ceaucescu quiso convertirlo en su residencia personal. Según parece le engañaron un poco (quizás para que no se deshiciera de las maravillosas colecciones que alberga o hiciera cambios irreparables). Murió antes de poder hacer nada.

Dejamos en autobús en un determinado punto y ya empezamos a darnos cuenta de que todo lo que nos rodea tiene un determinado aspecto austriaco o alemán de montaña. En realidad te da un poco la sensación de haber cambiado de país.

Se nos acercan sin insistencia unas mujeres que venden cestitas con fresas. La guía dice que no es producto rumano pero… ¡huelen de maravilla!.

Atravesamos un arco bajo una torre con reloj, al lado de una tienda de recuerdos y llegamos a un punto (rodeados de algunas cafeterías con encanto) desde donde se vislumbra, a pesar de los árboles, el castillo de Peles.

Bajamos la cuestecilla hasta llegar al palacio y dejamos que la guía vaya a comprar las entradas. Si queremos hacer fotos dentro cuesta 35 RON por lo que sólo unos pocos compran el billete.

Pasamos por un arco de seguridad y nos ponemos en los pies esas bolsitas protectoras de plástico (como también haremos en Bucarest en la casa de Ceaucescu).

Pronto nos damos cuenta de que estamos en un verdadero palacio real, a pesar de ser “de campo”. La decoración, bastante recargada, puede agobiar un poco pero es lo que esperas de una vivienda de este tipo. En la entrada vemos una Virgen de Nuremberg (recordemos la procedencia alemana del rey). Subimos la escalera, monumental, para llegar al salón de honor. Hay suntuosos muebles, retratos, mucha madera tallada…En el techo vemos… una enorme cristalera que se puede abrir con un motor eléctrico. Y eso se hizo en la época de construcción del castillo.

Pasamos luego a la armería, con una impresionante colección en la que, entre otras cosas, vemos una espada que se usaba en el siglo XVI para decapitar a los nobles que eran condenados. No falta una sala de armas orientales.

Pasamos luego al despacho del rey con el escritorio de Carol I y una copia de un cuadro de Rembrandt.

La biblioteca está recubierta de cuero cordobés y oculta un pasadizo secreto. Seguidamente llegamos a la sala del consejo que no se terminó aunque se elaboró en estilo neorrenacentista.

La sala de lectura es una de las piezas donde se encuentra más el gusto de la reina. Está decorada con alegorías de las estaciones del año (menos el inverno) y con fábulas de la tradición rumana. Se tiene que recordar que la reina escribía (vimos un libro suyo en Curtea de Arges), aunque bajo el seudónimo de Carmen Sylva.

Luego vienen unas salas de inspiración italiana, con copias de obras de Miguel Ángel, una chimenea de mármol de Carrara, vidrieras de cristal de Murano…

Posteriormente encontramos las salas orientales, una de estilo morisco y la otra turco.
Cabe destacar un friso en el Teatro de cámara que elaboró nada más y nada menos que Gustav Klimt.

Como curiosidad debo decir que el palacio contaba con adelantos para la época ya que, por ejemplo, tenía energía eléctrica, calefacción, un ascensor, montacargas para subir la comida…Aquí se han llevado a cabo importantes reuniones políticas como el Consejo de la Corona desde 1914 (allí se decidió la neutralidad de Rumanía en la Primera Guerra Mundial). Se alojaron importantes personajes como Francisco José I de Austria, nació Carlos II de Rumanía o se casó la princesa Ileana (la que luego fue propietaria de Bran). Hoy en día es el segundo monumento más visitado del país.

Tiene una superficie de 3200 metros cuadrados, 160 habitaciones (de las que sólo vemos una pequeñísima parte en la visita) y más de 30 baños. La torre principal, decorada de Navidad con motivo de un rodaje, mide 66 metros de altura.

Después de la visita tuvimos un poco de tiempo (muy escaso) para dar una vuelta por los alrededores. Delante de la fachada, preciosa, vemos una estatua del rey que mandó construirlo. Hay varias fuentes y estatuas pero creo que lo más bonito es el entorno natural, tan cerca de las montañas. También son muy bonitas las pinturas que hay en el patio interior (a la izquierda del patio está la entrada a los WC), que recuerdan a Alemania o Austria.

Existe la posibilidad de ir a la tienda y comprar un pequeño libro con muchas fotos (texto sólo en rumano) por 10 RON.

Después, subiendo por una pequeña cuesta, llegamos a otro palacio más pequeño que el anterior pero no menos bonito. Se trata de Pelisor, que mandó construir el siguiente rey y sobrino del anterior, Fernando I. Parece que a la reina María, su esposa, la decoración recargada de Peles le agobiaba y decidió tener uno más moderno y práctico. Aunque el aspecto exterior concuerda con los edificios que le rodean, tipo chalet de lujo de montaña, Pelisor es más pequeño y su interior es de estilo art nouveau. Pero que nadie piense que se práctico significa austeridad absoluta. La sala Dorada donde murió la reina María, sin ir más lejos, tiene las paredes forradas en pan de oro. También se puede visitar.

Bucarest no es una de las capitales más conocidas de Europa y en parte quizás se debe a su fama de fea. Sí es cierto que sigue teniendo puntos muy descuidados pero empieza a renovarse poco a poco y con la ayuda del cada vez más abundante turismo no tardará en ser una ciudad estéticamente moderna en la que abundan los coches. Pese a todo no es tan caótica como ciudades como El Cairo.

El apelativo de “fea” lo ganó gracias a los edificios de época comunista que aún se ven en distintos puntos. Pero no podemos dejar de lado esos otros que se construyeron en el siglo XIX y que hicieron que también se le llamara “pequeña París”.

Como ya dije la ciudad cuenta con un aeropuerto que dista de ella unos 18 km pues está en la población de Otopeni (igual que el de Barcelona está en el Prat). La conexión en transporte público se puede hacer en taxi (ojo porque nos han dicho que algunos engañan con el precio) o con el bus 783. Dentro mismo del aeropuerto se puede comprar la tarjeta y se marca en una máquina dentro del bus. Tarda unos 40 minutos en llegar a la para final, Plaza Uniriï, pero tiene muchas paradas a lo largo del recorrido. Lo malo como pasa siempre en estos casos es que no hay mucho sitio para maletas. La frecuencia de paso es de unos 20-30 minutos.

De camino hacia el centro encontramos otro aeropuerto, mucho más pequeño, que se llama Aurel Vlaicu. Aurel Vlaicu fue un ingeniero, inventor, constructor de aeronaves y piloto rumano, considerado uno de los pioneros de la aviación mundial. El aeropuerto se fundó en los años 20. En época comunista desde allí salían los vuelos nacionales. Después fue para las compañías de bajo coste y actualmente salen de allí vuelos privados y de urgencias.

La ciudad se fundó realmente el 14 de septiembre de 1459 cuando Vlad Tepes levantó una ciudadela donde había un bosque. Parte de ese bosque queda aún donde está el zoo de la ciudad. La leyenda, en cambio, atribuye la fundación de la ciudad al pastor Bucur. Sea como sea quizás Bucur fuera realmente el propietario de la tierra sobre la que Vlad construyó su fortaleza. El nombre de la urbe significa, por cierto, ciudad de la alegría. Y en aquellos alrededores donde antes había árboles frutales ahora encontramos centros comerciales como el IKEA.

No tardamos en alcanzar la Plaza de la Prensa libre, donde se alza el edificio del mismo nombre de estilo tarta de boda estalinista. Fue la sede de Scantei, el órgano de propaganda oficial del Partido Comunista hasta 1989 y a partir de ese año ha sido sede de varios periódicos. Enfrente se alzaba una estatua de Lenin que ahora ya no está. Sí hay una estructura de metal que recibe el nombre de “Alas” por tener esa forma.
Muy cerca de allí encontramos también el Pabellón central, un enorme edificio circular que sirve como pabellón de exposiciones.

En esa zona el tráfico es muy abundante pero más o menos circulamos con normalidad. También circula el tranvía (en Bucarest hay un metro más o menos moderno con 4 líneas y una quinta en construcción, tranvías, trolebuses y autobuses, estos tres últimos medios de transporte bastante viejos y destartalados).

Seguimos por la avenida Kisileff y llegamos al Arco de Triunfo, erigido para conmemorar a los caídos en la Primera Guerra Mundial y la coronación del rey Fernando I en 1922. Originalmente se hizo en madera y unos años más tarde se sustituyó por hormigón. Se parece mucho al de París. Tiene 27 metros de altura y está decorado con bajorrelieves.
Dejamos a un lado el Palacio de Elisabeta. Fue construido en 1930 para la princesa Isabel, hija de Fernando I y de su esposa María. Siete años más tarde la princesa se divorció de Jorge II de Grecia, tío de la reina Sofía, y se instaló allí. Apenas 10 años más tarde Miguel I, su sobrino, dio un golpe de estado contra el gobierno nazi y se instaló en el palacio, viéndose obligada Elisabeta a trasladarse. Se dice que conspiró con los rusos para deponer al rey. Sea como sea el palacio estuvo en desuso hasta que en 2001 la familia real volvió del exilio. El presidente de entonces, Traian Basescu, llevó al parlamento una ley que les concedía el uso del palacio. Desde la muerte de Miguel lo usaban su hija y su yerno.

El Museo de la aldea, Museo Satului, es uno de los más bonitos de la ciudad. Hablaré de él más adelante puesto que lo visitamos. Está muy cerca del Parque Herastrau, una de las zonas verdes favoritas de los habitantes de Bucarest. Cuenta con un lago, uno de los doce embalses artificiales del río Colentina que se diseñaron en época comunista.
Siguiendo nuestro recorrido con autobús pasamos por una zona llena de árboles y bonitos chalets, muchos de ellos embajadas como las de Grecia, Venezuela o Suecia. No tan bonita es la de Canadá, situada en un edificio muy nuevo de color verde de bastante pésimo gusto.

Pasamos cerca del palacete donde vivió el rey Miguel en su infancia, la embajada rusa, de fachada color amarillo y no tan espectacular por fuera como seguro que lo es por dentro y la plaza del rey Miguel (la Placeta Regelui), con un busto del monarca.
Más allá queda la bonita Casa Doina, sede de un restaurante.

Entramos ya en una zona de museos. El Museo de Campesino rumano se inauguró en 1906 y acoge una colección de herramientas, cerámica, iconos, textiles y artesanía de todos los rincones del país. Fue sede del Partido comunista entre 1906 y 1990 como aún se puede ver en el museo. También podemos ver una muestra de huevos pintados e incluso una recreación de una casa campesina. Al lado está el Museo Nacional de Historia natural, también llamado Grigore Antipa. Se fundó en los años 20 del siglo pasado y conserva animales disecados, 130.000 mariposas e incluso algún esqueleto completo de dinosaurio.

Enfrente encontramos el Museo de Geología.

Alcanzamos la Plaza Victoria, en la que confluyen las avenidas más importantes de la ciudad. Queda en el punto donde la Avenida Pavel Dimitrievici Kiseleff y el Boulevard Aviatorilor se encuentran y forman una V. Desde allí parece que las calles se unan, formando el Boulevard Lascar Catargiu. A un lado dejamos el feo Palacio Victoria, sede del gobierno de Rumanía y también de estilo estalinista.

La prolongación de la Avenida Kiseleff pero mucho más estrecha es la famosa Calle Victoria. Calle y plaza llevan el nombre que recuerda a la victoria de los rumanos frente a los turcos. Toda la calle está llena de palacetes, museos, tiendas de ropa (algunas de firmas muy caras) y hoteles.

El primero de los palacios que encontramos es el Cantacuzino, que fue residencia de uno de los hombres más ricos de Rumanía en el siglo XX y que ocupó el cargo de primer ministro dos veces. La familia del susodicho prohombre descendía de emperadores bizantinos y de los voivodas de Valaquia y como tenía posibles en 1906 se mandó construir una suntuosa residencia, mezcla de estilo Art Nouveau y neoclásico. La puerta, con una especie de marquesina de hierro y cristal con forma de concha y flanqueada de dos leones, es espectacular. En su interior alberga el Museo de la música dedicado a George Enescu. Enfrente está la iglesia de Vasile el Grande.

Siguiendo por la misma calle encontramos el Palace Casino y la Casa de Lens Vernescu, palacio de 1820 que alberga un prestigioso y caro restaurante. Cerca está el museo de la Literatura rumana y más allá la Academia Rumana, dedicada a dicha lengua. Se creó a finales del siglo XIX y tiene una biblioteca con más de 3 millones de libros.

Más abajo está el Museo de Colecciones de arte, situado en un edificio del siglo XIX conocido como Palacio Ghica que perteneció a un noble boyardo y desde 1834 a Alexandru Ghica. Cuando pasó a formar parte del patrimonio del Estado se ubicó allí la Corte judicial de Valaquia (1859). Se fue ampliando con los años y dándosele varios usos hasta que se convirtió en museo en 1979. Enfrente está el edificio (eternamente en obras según parece) del Ministerio de economía.

Unos pasos más allá en la misma acera está el Palacio Stirbei, residencia del voivoda Barbu Stirbei en 1835 que durante mucho tiempo fue sede del Museo de artes aplicadas y ahora es restaurante. Por una calle cercana se llega a la Catedral Sfantu Iosif, católica, construida en 1875. Es una mezcla con aires románicos y góticos.

Otra iglesia, ésta al otro lado de la calle, es la Biserica Alba, por el color blanco de su fachada y del siglo XVIII.

El Ateneo rumano fue construido en 1886 y es sede de la Filarmónica George Enescu. Por fuera parece un templo griego con una cúpula inmensa. En el interior encontramos mármol de Carrara, paredes decoradas con frescos y una magnífica acústica. En el jardín hay una estatua de Mihai Eminescu, importante compositor.

Y llegamos a una de las plazas más importantes de la ciudad y punto destacado de su historia más o menos reciente, la Plaza de la Revolución. El primer edificio en el que nos fijamos es el Palacio del Senado de la República, bastante feo como todos los edificios de su época. Fue sede del Comité central del Partido comunista y desde su balcón Ceaucescu acostumbraba a dar sus discursos. Allí estaba el día 22 de diciembre de 1989 cuando la gente, en lugar de aclamarle, como solía hacer y estaba “protocolizado”, empezó a gritarle. Presa del pánico, él y su mujer tomaron un helicóptero en el tejado del edificio y huyeron. Horas después fueron capturados en Targoviste. Les fusilaron el 25 de diciembre.

En la Plaza se alza un monumento a los que murieron en la revolución. Pero lo que más destaca es el monumento con forma de palo blanco que simboliza al pueblo que atraviesa a una especie de patata, que es el partido comunista (en realidad es una corona con forma de cesta). Recibe el nombre de monumento al Renacimiento y dicen (no me extraña) que ha sido objeto de burlas de todo tipo. No es feo, no; es peor.

Otro de los monumentos es el que se dedica al político liberal Iuliu Maniu, que se opuso al partido comunista y murió en prisión después de recibir la sentencia de cadena perpetua con trabajos forzados. Muestra al hombre sentado y con una especie de olivo a su lado.

Un poco más allá vemos un edificio de ladrillo en ruinas sobre el que se ha levantado una estructura de vidrio. En origen era sede de una editorial pero acabó albergando a la Securitate, policía secreta en la época comunista. Se supone que ha sido una de las fuerzas policiales secretas más brutales del mundo, responsable del arresto y muerte de miles de personas.

Mucho más bonito es el Palacio real, construido durante el reinado de Carol I después de que un incendio quemara el que le precedió. Para construirlo se tuvo que demoler algunos edificios y reurbanizar la zona para dejarla como la vemos hoy en día. Se usó brevemente como residencia oficial de Carol II y de Miguel I y en época comunista lo fue de los presidentes menos Ceaucescu. Desde los años 50 del siglo pasado es Museo nacional de arte. Dada su cercanía con la antigua sede del comité central del partido, sufrió grandes daños en la Revolución y muchos objetos de arte fueron destruidos. El museo está dividido en secciones (en un ala encontramos arte europeo y en otra arte rumano). Tiene 100.000 obras y es uno de los museos más importantes del país, con cuadros de El Greco, Rembrandt, Delacroix, Monet o Velázquez. Al lado está la sala de conciertos del palacio, Sala Palatului, construida en 1960 para las reuniones del Partido comunista.

Las salas del palacio también quedaron muy dañadas en la revolución. Después se han reconstruido el comedor y el salón del trono.

Enfrente del Palacio encontramos la Biblioteca central Universitaria Carlos I, originalmente sede de la Fundación Carol I (1891-1895). Quedó en ruinas en la revolución, como muchos libros destruidos. La estatua ecuestre es la del mismo rey, réplica de la que se hizo en 1930 y que demolieron los comunistas en 1948.
El otro lado de la calle, más allá del Palacio real, está la iglesia de Cretulescu, obra del siglo XVIII mandada construir por la hija del voivoda Constantin Brancovenau, Safta, y su marido, el boyardo Mihai Cretulescu. Sufrió muchas reformas en el siglo XIX cuando se le quiso dar un aire neoclásico que hiciera juego con los edificios de la calle. Está construida en ladrillo y es ortodoxa oriental.

Bajando la calle a la izquierda encontramos el Gran Hotel Continental, de hermosa fachada blanca. Desde uno de sus balcones Miguel (el antiguo Miguel I) saludó a la población congregada, un millón de personas, en su regreso al país, del que había sido expulsado en 1947. En 1997 se le permitió volver al país y se le concedieron algunas propiedades que le habían sido confiscadas, como el castillo de Peles. En 2001 se le volvió a dar el título de rey, reconociéndosele como antiguo jefe de Estado. Desde entonces su labor fue únicamente de carácter social, ejerciendo el patronazgo de obras de beneficiencia. Murió en 2017 en su casa de Suiza.

Enfrente del hotel encontramos otro hotel, el Novotel, que debería haber sido el nuestro de no ser porque éramos demasiados y no cabíamos. Conserva la antigua fachada del Teatro nacional, que fue bombardeado, y detrás se ha anexado otro acristalado muy moderno.

Siguiendo la calle encontramos los edificios del Teatro dramático a la izquierda y del Teatro de la Comedia a la derecha. Más allá está el Palacio de Comunicaciones, oficinas centrales de una compañía de teléfonos, el gran edificio (en obras) que alberga el Círculo Militar, la fuente Sarindar delante y escondida entre los edificios más modernos al otro lado una iglesia del siglo XVII, la Biserica Doamnei. Frente al Círculo Militar se alza la Casa Capsa, hotel frecuentado por los artistas e intelectuales.

Dos grandes construcciones, una frente a otra, llaman nuestra atención. A la derecha nos queda la principal Caja de ahorros del país. Al otro lado, el imponente Museo nacional de Historia rumana.

Nos fuimos a comer a un restaurante de comida tejana, muy cerca del Parlamento y justo enfrente de la construcción que debía albergar una especie de instituto de investigaciones de Elena Ceaucescu (las alas están ocupadas pero la parte central nunca se terminó). Nos dan de comer sopa, costillas con ensalada y plum cake.

Después de la comida nos dirigimos al edificio más importante de Bucarest, el imponente Parlamento. Para entrar nos dirigimos a la puerta establecida al efecto y nos fuimos a los mostradores, donde la guía (una nueva porque la nuestra tuvo que irse) se identificó. Esperamos un poco para que pagara las entradas (bastante caras y con suplemento muy elevado para fotos- se pueden hacer gratis con el móvil), pasamos por un control donde entregamos los DNIs y empezamos la visita al edificio con guía. Dura unos 45-60 minutos y apenas si vemos un 3% de la superficie construida.

El edificio, una de las obras mastodónticas de Ceaucescu, es hoy en día el segundo edificio más grande del mundo después del Pentágono y el edificio civil más grande. Ocupa unos 340.000 metros cuadrados en varias plantas (12 en la superficie y 8 subterráneas) y para hacerlo tuvieron que demolerse 12 iglesias, 2 sinagogas, 3 monasterios y más de 7.000 casas.

La idea era construir un centro cívico pero cuando ves los materiales que se emplearon empiezas a dudar de ese propósito y piensas más en una idea megalómana de los Ceaucescu. 20.000 obreros trabajaron durante día y noche para hacer aquella obra mastodóntica en la que usaron mármoles, alfombras tejidas a mano, candelabros que pesan varias toneladas, etc. Según nos cuentan todo debía hacerse en moldes de tamaño original que debían recibir la autorización del matrimonio, puesto que Elena decidió mucho en la ejecución. Dedicación en vano porque les fusilaron antes de verlo terminado.
Después de 1989 parece ser que se pensó en demolerlo. No obstante al final pensaron que sería un buen lugar para poner el Parlamento, el Senado, algunos museos y dedicar otras salas a conferencias. Ni siquiera con eso se puede llenar. Un 70% del edificio está vacío. No podemos olvidar que hay más de 1000 habitaciones y que una de las salas de reuniones tiene el tamaño de un campo de fútbol.

En algunos momentos tienes un poco la sensación de estar en uno de esos edificios con espacios enormes e inútiles.

El lugar donde se ubica es una pequeña colina, en parte porque es el lugar más seguro y en parte también, pienso yo, para que se vea. Al lado del palacio encontramos el enorme parque Izvor.

Casi al final de la visita nos dejaron salir al balcón desde la que se puede contemplar la gigantesca Avenida Uniriï, de 4 km de largo, que Ceaucescu mandó construir a imitación de los Campos Elíseos de París y con la idea de superarlos. Toda la calle está llena de fuentes ornamentales que le dan al conjunto un aire más agradable de lo que esperas en una ciudad como ésta. En total son 41, una por cada una de los departamentos en los que se divide Rumanía (aunque su poder es limitado porque queda centralizado en Bucarest).

Cuando salimos de hacer la visita (habiendo recuperado nuestros documentos de identidad) paramos cinco minutos para hacer unas fotos desde la semicircular Plaza de la Constitución.

Nos vamos dirigiendo hacia la Plaza de la Unión para dejar el autocar y adentrarnos a pie en el casco antiguo (o lo poco que queda de él). Nuestra primera parada fue en Hanul Iui Manuc, actualmente un restaurante. Se trata de una antigua posada de comerciantes edificada en el siglo XVIII sobre los restos de un palacio de los voivodas por un rico armenio llamado Manuc bei Mirzain. En 1812 tuvieron lugar allí las conversaciones preliminares del Tratado de Paz que puso fin a la guerra ruso-turca. Se trata del único caravasar completo del país de que no puedes gozar en su totalidad (apenas meter la nariz) si no tomas algo allí. Aún mantiene un poco de su esencia original, con barandillas y suelos de madera. Precisamente el suelo de la entrada, con adoquines hechos con trocitos de madera, se supone que es el que había antaño en la ciudad.

No nos trasladamos mucho para ver el siguiente monumento porque está enfrente. Se trata de la Iglesia de la Anunciación de Curtea Veche (de la Corte vieja, también llamada san Antonio), construida a mediados del siglo XVI y que es la más antigua de la ciudad en estilo valaco. Tiene una sencilla fachada de ladrillo que poco hace pensar que en ella se coronaban los príncipes desde el siglo XVI hasta el XIX. Al lado (aunque es un museo no hace mucha falta entrar porque se ve casi todo lo que queda desde la calle) encontramos las ruinas de la Corte y el palacio de los voivodas presididas, cómo no, por un busto del querido amigo Vlad. Se trata de la pequeña ciudadela que mandó construir el Empalador en el siglo XV y que él mismo, años más tarde, destruyó cuando quiso recuperar el trono. En el siglo XVIII la amplió Constantin Brancovenau aunque el tiempo y las desgracias no han sido amables con ella. Prácticamente lo único que no se ve desde fuera son las mazmorras. Por cierto, los hallazgos arqueológicos han sido significativos y se ha encontrado también el documento más antiguo que habla de Bucarest y que data de 1459 (el año en que Vlad Tepes la fundó). Vemos arcos y restos de columnas.

Continuamos paseando por las calles del centro, atestadas de tiendas, bares y restaurantes. Pronto nos detuvimos en el más puro ejemplo de la ciudad moderna en la que Bucarest se va convirtiendo poco a poco. Y no tiene nada qué ver con un monumento sino que es una tienda, una librería preciosa llamada Carturesti Carusel, blanca, luminosa. No se trata de una librería al uso sino que tiene seis plantas y mil metros cuadrados en los que hay incluso un restaurante y una cafetería. Así que en sus estanterías tanto podemos encontrar libros como té o chocolate. Todo muy bonito y bien puesto.

Desde allí nos dirigimos al pasaje comercial Macca-Vilacrosse, cubierto con techos de cristal de colores de finales del siglo XIX. En sus dos calles hay restaurantes, bares, lugares donde fumar con cachimbas (como hacía mucha gente) y locales de artistas. No sé si es bonito o decadente. Allí cerca estaba la Hanul cu Tei (la Posada del tejo), construida en 1833 por dos comerciantes. Estamos inmersos ya en la zona de Lipscani, el corazón medieval de Bucarest (aunque poco hace sospecharlo hoy en día). El nombre proviene de Leipzig porque allí se instalaban los mercaderes de esa ciudad, los más ricos e influyentes. Al parecer aún se conservan talleres de artesanos por la zona.
Aquellas estrechas y oscuras calles empiezan a abrirse y salimos ante lo que fue la Biblioteca Nacional de Rumanía, un imponente edificio de 1907 que hoy ya no alberga libros y que está a la espera de convertirse en Cámara de comercio. Enfrente encontramos la enorme Banca nacional rumana.

Después del paseo nos vamos a dejar las maletas al hotel para salir un poco más tarde a cenar. Tenemos muchas expectativas puestas en esa zona puesto que se supone que vamos a una brasería y habrá espectáculo.

Fuimos en bus al cercano restaurante Hanu' Berarilor. El ambiente es muy bonito y empezamos a imaginarnos lo mejor… hasta que llegó la comida. De primero nos dieron una sopa de tomate que era simplemente un sofrito. Muy bueno para poner de salsa con unos macarrones pero extraño para comer con cuchara. Los picatostes, eso sí, muy bien. Lo peor llegó con el segundo, un bol lleno de encurtidos (coliflor, remolacha, zanahoria…) avinagradísimos y muy duros. No le gustó a nadie ni entendimos qué necesidad había de darnos aquello. El tercer plato no tenía nada qué ver con salchichas a la brasa. Eran unos míseros trozos de pavo hervido con kilos de bechamel encima y más verdura (esta vez más tierna). El postre fue un flan que, visto lo visto, resultó de lo mejor.

El espectáculo, al estar en salas separadas por paredes y columnas, apenas lo pudo ver nadie pero parecía que no era nada del otro mundo.

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DÍA 8. BUCAREST

DÍA 8. BUCAREST


Localización: Rumania Rumania Fecha creación: 08/06/2018 16:33 Puntos: 0 (0 Votos)
Después del desayuno y de dejar las maletas en la consigna del hotel salimos (por primera vez solos) para explorar la ciudad.

Empezamos por la Gran Sinagoga que, aunque cercana, nos costó encontrar puesto que quedó literalmente engullida por feos edificios comunistas. Se construyó en 1845 por los judíos polacos de Bucarest y fue restaurada varias veces. En la parte trasera hay un memorial a aquellos judíos que vivían en Bucarest y que murieron en 1941 cuando el país se puso de lado de los nazis. Entre 1940 y 1944 gobernó el país Ion Antonescu, que no dudó en apoyar a los alemanes. Cuando la guerra empezó a decantarse a favor de los aliados toleró que hubiera contactos con estos. Cuando los soviéticos se encontraban ya a las puertas del país el rey Miguel I le destituyó y le mandó arrestar. El edificio es hoy sede del Museo de Historia judía.

Seguimos el paseo caminando por la ciudad, viendo lo que queda de tiempos comunistas y cómo se han colocado en algunas paredes placas que recuerdan el lugar donde había una iglesia que fue demolida por el régimen. Es la otra Bucarest, la alejada de las grandes avenidas y edificios a estilo parisino.

Llegamos a la Sinagoga Templo Coral, de mediados del siglo XIX con torres de aspecto morisco. Arriba de todo de la fachada vemos unas tablas de la ley. Tenemos que recordar que Bucarest tenía más de 10 sinagogas en el siglo XIX ya que había una importante población judía, sobre todo sefardí. En las paredes de fuera se detallan las víctimas por regiones.

Seguimos el recorrido hasta llegar a la Iglesia de Sfantul Gheorghe-Nou (de san Jorge, vamos). Se empezó a construir en 1670 gracias a la financiación de Constantin Brancovenau, príncipe que fue decapitado por los turcos junto con sus hijos varones y su yerno y que ha sido (con todos los demás) declarado santo y mártir. En esta iglesia se conservan su tumba y sus restos (menos la cabeza). El interior es bastante bonito pero lo que más destaca, desde luego, es el sepulcro de Brancovenau, muy dorado.

Frente a la iglesia hallamos la estatua del fundador y más allá, donde se alza una estatua, copia de la Loba capitolina, el kilómetro cero de Rumanía. Muy cerca está también el moderno edificio del Teatro nacional.

Seguimos caminando hasta regresar a la Iglesia de la Corte vieja, que visitamos por dentro, y a los restos del Palacio.

Impactante por sus dimensiones es también el Palacio de Justicia, diseñado a finales del siglo XIX a la orilla del río Dambovita. Tiene nada más y nada menos que casi 700 habitaciones.

La siguiente parada fue enfrente de la Domnita Balasa, iglesia de estilo neorromántico y neobizantino que se levanta en el lugar donde se construyó otra en el siglo XVIII fundada por Balasa, hija de Brancovenau, y su esposo Manolache Rangabe (también conocido como Lambrino). En este lugar nunca se han celebrado misas pero sí conciertos. Por cierto, la tumba de la dama está en el interior.

Seguimos hasta el Boulevard Uniriï y seguimos caminando hasta llegar al Complejo patriarcal. Allí podemos ver la residencia del Patriarca, el palacio y la catedral. El Palacio del Patriarca de la Iglesia ortodoxa, la gran personalidad de esa iglesia, es un edificio imponente construido a principios del siglo XX con una enorme fachada de 80 metros de largo. Hasta 1996 el Parlamento estuvo aquí.

Al lado vemos la iglesia patriarcal, una especie de catedral no en vano se trata de la principal iglesia ortodoxa de Rumanía y donde oficia el Patriarca (de hecho allí estaba dando misa). Se empezó a construir en 1656 a instancias de Constantin Serban Basarav, se consagró en 1658 y se terminó en 1669. Tiene 4 torres cilíndricas que se retuercen un poco y que recuerdan vagamente al monasterio de Curtea de Arges.

Bajando encontramos la estatua de Alejandro Juan Cuza, príncipe de Valaquia y Moldavia en el siglo XIX, estados que consiguió unir. Se le considera el padre del estado rumano moderno.

Bajamos hasta la Plaza Uniriï para coger el metro, bastante moderno aunque en estaciones que huelen un poco a humedad. Comprar los billetes es sencillo porque sólo tienes dejarte guiar por la máquina. No se pueden comprar billetes individuales sino de 2 viajes, 10 o de todo el día. Nos decantamos por uno de 10 por 20 RON.

Cogimos la línea azul y nos fuimos hasta la parada de la Universidad. Debe su nombre, como no puede ser de otro modo, a la universidad que se abrió en Bucarest en el siglo XIX a instancias de Cuza. Esa plaza fue uno de los lugares más activos en la revolución de 1989 y hubo una durísima represión a los estudiantes que llevaban en huelga desde el 30 de abril. El régimen culpó a los universitarios de los desórdenes. La brusca represión, con francotiradores, acabó con varias decenas de muertos. Aún se ven placas con sus nombres.

Al oeste de la plaza está la Universidad, un elegante edificio estilo parisino frente al que se ve la estatua ecuestre de Miguel el Valiente, que en 1599 unificó, por muy poco tiempo, los dos voivodatos de Moldavia y Valaquia.

Bajando un poco por una de las calles que se encuentran frente a la Universidad vemos, en obras, la llamada Iglesia rusa o de los estudiantes en la que destacan sus cúpulas doradas. Se construyó en 1905 para servir de templo a los trabajadores de la embajada de Rusia y a la comunidad rusa de la ciudad. Actualmente está en manos de la Iglesia ortodoxa de Rumanía y se le llama de los estudiantes por su cercanía con la Universidad. Está consagrada a san Nicolás, patrón de la ciudad.

Regresamos frente a la Universidad y seguimos hasta el Ayuntamiento, resultón edificio de fachada color crema clarito que tendrá unos 100 años de antigüedad. Enfrente está el parque Cismigiu, diseñado en 1860 y que es uno de los lugares favoritos de los habitantes de la ciudad. Es un sitio bastante bonito, con plantas, flores, árboles y un estanque. Aquel día estaban haciendo una fiesta de los países de la Unión europea, con algunas degustaciones (gratis o pagando) y espectáculos gratuitos.

Regresamos a la calle Victoria y nos dirigimos hacia la iglesia de Stavropeleos, en la calle del mismo nombre. Se trata de una pequeña y bonita edificación construida entre 1724 y 1730, financiada por el fanariota (gobernantes griegos durante el reinado otomano) Nicolae Mavrocordat. Conserva a las pinturas y un bonito iconostasio aunque es bastante oscura.

En la misma calle, unos pasos más abajo, está el famoso restaurante Caru’cu bere (carro de cerveza), en el que la guía nos había reservado mesa. Se trata de una auténtica institución en la ciudad, con buena comida, y a la que van turistas y lugareños. El edificio, con madera, pinturas y vidrieras, es muy bonito. Pedimos uno de los platos más famosos del local, un codillo acompañado por pimientos, pepinillos, mamaliga y col que sirve para dos personas con hambre (comimos tres tranquilamente). Pedimos unas botellas de agua, dos cervezas, un pan entero recién hecho y unos deliciosos y grandes Apple strudel acompañados de helado de vainilla delicioso. Todo salió por unos 50 euros. Hay que tener en cuenta que se trata de uno de los platos más caros de la carta pero se pueden encontrar opciones mucho más baratas e igual de buenas. Un día es un día (y estábamos de celebración anticipada del día de la madre).

Desde allí cogimos el metro y nos fuimos a la parada de Aviatorilor del metro. Salimos a la Plaza Charles de Gaulle y como no sabíamos si estaba cerca o no cogimos un taxi para dirigirnos al Museo Nacional de la aldea (Satului). Pagamos 10 RON. La entrada al museo cuesta 15 RON para adultos, 8 para jubilados y 4 para estudiantes. Se trata de un museo al aire libre con casas, iglesias y molinos antiguos de toda Rumanía. No son copias sino edificios reales que se trasladaron al museo. Se construyó en 1936 y tiene un estilo como otros museos del mismo tipo que hemos visto en el norte de Europa (Oslo, Estocolmo, Tallin, etc). Está terminantemente prohibido hacer fotos dentro de las casas aunque por fuera no hay ningún problema. Merece la pena verlo aunque sólo sea por poder contemplar una de las iglesias de madera de Maramures que aún conserva parte de sus pinturas. Allí puedes pasarte un buen rato.

Caminando, puesto que no estaba tan lejos, una media hora a pie, regresamos al punto de partida para ir a la casa de Ceaucescu, el Palacio de Primavera. Está abierta de martes a domingo entre las 10 y las 17 horas según su página web (aunque nosotros hicimos una visita que empezaba a las 17 horas y terminaba sobre las 18 horas). Recomiendan hacer la reserva por Internet y es mejor hacerlo porque va más gente de lo que parece y porque al hacerse en otro idioma es mejor tener claro si podrás tener un guía. Las visitas sólo son guiadas y los idiomas son rumano, inglés y francés bajo petición. Lo del precio también es bastante significativo. Si la haces en rumano cuesta 35 lei; en cambio en inglés vale 50 para adultos y 40 para estudiantes o jubilados. Creo que es con mucho la entrada más cara que he visto en Rumanía.

La casa fue la residencia de los Ceaucescu, Nicolae, Elena y sus tres hijos, Nicu, Zoia y Valentín, desde 1965 hasta 1989, fecha en que fueron fusilados. Se construyó a mediados de los años 60 y se fue ampliando entre 1970 y 1972. Vista a simple vista es un palacete con su jardín, poco apropiado para las ideas que defendía su propietario. Ocupa una superficie de 4000 metros cuadrados y tiene 80 habitaciones (entendidas como estancias, no como sitios donde dormir). Por todas partes se ven regalos que fueron ofrecidos por diferentes jefes de estado como de Gaulle y cuenta con una bodega, una sala de cine privada, salón de belleza, spa, sauna, una piscina espectacular con todas las paredes llenas de mosaico, una especie de invernadero…

Por todos lados vemos lámparas de cristal veneciano, muebles de estilo Luis XIV o Luis XIV (en algunos de esos sofás dicen que dormían Corbu y Sarona, los dos perros labrador de Ceaucescu).

Los tres hijos de la pareja contaban con su propio “apartamento” dentro de la casa, con despacho, vestidor, cuarto de baño y dormitorio.

Un lujo al alcance de muy pocos, la verdad.

Vista la casa y bastante rápidamente fuimos a buscar un taxi para regresar al hotel. La visita había empezado un poco más tarde de lo previsto y eso hizo que nos retrasáramos. Teníamos que estar a las 18.35 para que nos recogieran para llevarnos al aeropuerto.

Ahí empezó el desastre. Llegamos al aeropuerto de Otopeni a las 19.30 de la tarde. Los compañeros que venían con nosotros y que iban a Madrid, como su vuelo salía una hora antes que el nuestro, pasaron rápidamente. La tarde se había quedado mala, con tormenta eléctrica.

Nos sentamos a esperar delante de las pantallas y cuando dieron las 20 horas vimos que el vuelo se había retrasado una hora y que saldría a las 23.30 horas. Primer varapalo puesto que llevábamos todo el día dando vueltas y eso haría que llegáramos a Barcelona muy tarde.

No tardaron en abrir los mostradores de facturación y hasta allí fuimos, esperanzados con salir a la hora o quizás algo antes. Hicimos todo lo que teníamos que hacer y nos dispusimos a esperar.

Llegaron las 23 horas y no había ni rastro de aviso de embarque. La gente empezaba a impacientarse porque el avión aún no había llegado. Sería alrededor de las 00.00 cuando alguien dijo que ya estaba allí. Ninguna información por parte de Vueling ni el aeropuerto en esa espera.

Bien, había llegado el avión… pero nadie nos hacía subir. Seguimos esperando, la gente cada vez más enfadada. Las pantallas seguían avisando de una hora de salida a las 23.30 horas.

Los rumanos empezaron a cruzar unas palabras con las dos personas de la puerta de embarque, que parecían desentenderse de todo. Subió el tono, vino un policía… Seguíamos sin noticias. Algunos decían que en Barcelona se comentaba que el avión había salido a su hora de Bucarest.

Alrededor de las 2.30 de la madrugada uno de los españoles que venían en el grupo que hacía el mismo tour que nosotros dijo que en la página web de Vueling avisaban de la cancelación del vuelo. Mutis. No fue hasta un poco después que nos dijeron por megafonía que pasáramos de uno en uno a coger un bus para ir a recoger las maletas a las cintas trasportadoras. Nada más.

Ahí estalló la tensión. Más gritos pero todos fuimos a por nuestra maleta. Una mujer rumana que vivía en Catalunya y hablaba muy bien el español nos animó a ir todos a la zona de salidas. Y todos fuimos siguiéndola como corderos. No había mucho más qué hacer.

Ante el mostrador correspondiente, la misma gente de la puerta de embarque pero con actitud mucho más pasota. Más gritos. No fue hasta al cabo de mucho rato que empezaron a decirnos que nos apuntáramos en una lista (en teoría para darnos un hotel). Los rumanos sobre todo estaban muy exaltados.

Otra española llamó a la embajada y nadie daba por seguro que hicieran nada hasta que un representante de la misma llegó para asegurarse de que se cumplía con la normativa. Alojamiento y comidas hasta que nos pudieran asegurar otro vuelo. Él se encargó de comprar unas botellas de agua (hasta el momento, después de horas, ni palabra sobre lo que había pasado por parte de la compañía o el aeropuerto y por descontado ni un vaso de agua).

El problema del siguiente vuelo prometido vino luego. Vueling opera sólo martes y sábados y no todo el mundo podía o quería esperar más. No están obligados por normativa (antes sí pero se cambió) a fletar un avión de otra empresa. Más gritos y más tensión.

Sería sobre las 6 ó 6 y algo de la mañana cuando nos subimos en un bus para ir a los hoteles del aeropuerto que nos habían adjudicado. Nosotros parecía que salíamos para Barcelona el martes por la noche. 3 días más en Rumanía.

Llegamos, cansados, enfadados y algo perdidos, al hotel Ángelo-Vienna House y después de recibir las llaves (estábamos en dos habitaciones distintas) nos fuimos a desayunar un poco.

No tardamos en caer rendidos en la cama. Y tengo que decir que el hotel, de 4 estrellas, apenas a un kilómetro del aeropuerto, estaba muy bien.

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DÍA 9. BUCAREST

DÍA 9. BUCAREST


Localización: Rumania Rumania Fecha creación: 08/06/2018 16:35 Puntos: 0 (0 Votos)
No dormimos mucho. A las 12 o antes ya estábamos despiertos. Y la cosa era qué hacer en el país.

Vueling no cogía ninguno de los teléfonos y el chico de la embajada nos dijo que a él tampoco. Intentamos que un grupo de 26 catalanes mayores a los que les había pasado lo mismo nos admitieran en unas excursiones que su agencia de referencia en Rumanía les había organizado. Su guía acompañante catalana nos dijo que era un grupo cerrado y ni nos dio un teléfono al que llamar.

Después de semejante muestra de colaboración decidimos como último recurso llamar a la guía que habíamos llevado durante el recorrido. Y fue gracias a su gestión que conseguimos las dos excursiones que haríamos, a modo privado, lunes y martes.

Con eso solucionado y un poco más animados nos fuimos a comer. Nos dieron un menú ya cerrado compuesto de una crema de verduras y una hamburguesa con pollo rebozado. No había postre pero la comida era buena y suficiente.

Después de haber llenado el estómago teníamos que hacer algo. Decidimos ir a Bucarest a dar una vuelta. Para llegar teníamos que coger el bus 783 (compramos las tarjetas en el mismo hotel con 3 viajes cada una por 20 RON/tarjeta). La parada está al lado de la salida del hotel.

El trayecto hasta la Plaza Uniriï, final del viaje, no está cerca. Se tarda unos 45-60 minutos en llegar. Y como viene del aeropuerto va bastante lleno. Eso sí, es una manera sencilla y bastante económica de hacer ese trayecto.

Por fin podemos explorar la Plaza, que hasta la fecha sólo habíamos visto un poco de refilón. La preside una fuente enorme (que no tiene todos sus recovecos llenos de agua ni mucho menos) pero también hay algunas zonas verdes. Lo primero que hicimos fue ir a unas tiendas que hay enfrente a comprar algo de ropa de verano. No íbamos suficientemente bien preparados para enfrentarnos sin algo fresco a lo que nos quedaba por delante, con temperaturas en Bucarest de unos 31ºC. Después empezamos un pequeño recorrido.

La primera parada de la tarde, y bastante importante, es el Museo Nacional de Historia. La entrada cuesta 10 RON y da derecho a ver las exposiciones temporales.

Primero fuimos a ver una de las exposiciones temporales dedicada a Esteban el Grande, donde vimos, entre otras cosas, muchas alusiones a los monasterios de Bucovina.
Después pasamos a la zona de la exposición permanente. Fuimos en primer lugar a la planta inferior para ver el espectacular tesoro. Cuenta con unas 3000 piezas en unas 40 vitrinas. Básicamente se ven joyas aunque también hay algunos objetos religiosos que van desde la prehistoria hasta el siglo XX. Varios tesoros antiguos, diademas, tiaras, una mitra, joyas que pertenecieron a Alexandru Ioan Cuza o a la casa real rumana…Podemos ver la corona del rey Carol I, las coronas de las reina Isabel (su esposa) y María, un libro de poemas de la reina Isabel, el cetro de Fernando I, la maza de Carlos II…La verdad es que sólo por eso ya vale la pena la visita. Pero no acaba aquí porque aún tenemos que ver el Lapidarium (una colección importante de lápidas, incluso romanas) y sobre todo la réplica (aunque desmontada) de la Columna Trajana.

Para quien no lo sepa la Columna Trajana es un monumento conmemorativo que se encuentra en la ciudad de Roma y que se erigió por orden del emperador Trajano (un vídeo del museo de Bucarest explica cómo se hizo). Se construyó en el año 113, mide 30 metros de altura y como si de un comic se tratara explica con bajorrelieves cómo el emperador venció a los dacios.

Los dacios ocupaban una zona comprendida entre las actuales Rumanía, Moldavia, una parte de Bulgaria, Serbia, Hungría y Ucrania. Su capital estaba en Sarmizegetusa, en Rumanía.

El más famoso de los reyes dacios era Decébalo (cuyo busto vimos en el aeropuerto de Otopeni). El emperador Domiciano (el de Los asesinos del emperador de Santiago Posteguillo, libro que recomiendo encarecidamente) mandó a su ejército a castigarles y conquistarles puesto que los dacios no perdían el tiempo y solían atacar ciudades romanas. No salió bien como tampoco tuvieron éxito campañas posteriores. Hasta que llegó Trajano. Derrotó al ejército dacio cerca de Tapae pero sufrieron grandes bajas. El año siguiente Decébalo lanzó un duro contraataque pero los romanos le derrotan y ganan más territorio en sus dominios. No obstante el rey dacio atacó de nuevo. Trajano hizo construir entonces a Apolodoro de Damasco una obra de ingeniería única, un fortísimo puente sobre el Danubio, algo que parecía casi imposible de lograrse. Medía 1135 metros de largo y 19 metros de alto y en cada extremo había una fortificación. Contaba con 20 arcos de madera asentados sobre pilares de ladrillo, mortero y cemento.
Dacia cayó en manos de los romanos definitivamente en el año 106 y se incorporó al Imperio. De hecho Rumanía le debe mucho a los romanos, hasta su nombre y su lengua. ¿Y qué fue de Decébalo?. Pues como la columna narra magistralmente una vez vencido se suicidó.

Yo he visto la columna original pero recomiendo a todos los que tengan opción que vean esta réplica. Es una manera magnífica de ver todos los detalles.

El museo de Historia tenía hasta hace poco una estatua muy polémica de Trajano desnudo con una loba capitolina en los brazos (la cabeza de la loba se unía a la cola de un dragón, símbolo dacio). Se encargó a un artista rumano prestigioso y al parecer pretendía rendir homenaje a los orígenes de la nación. Sea porque era objeto de muchas burlas (estaba nada menos que en la escalera de entrada al museo) sea porque ni al director del museo le gustaba, lo cierto es que ahora de ella sólo queda el pedestal. He visto unas fotos y la verdad es que dejaba bastante que desear.

Nos dedicamos luego con ahínco a recorrer entera la calle Victoria, de principio a fin. Y no está nada mal porque es bastante larga. Así nos pudimos detener a observar algunos de los edificios que hasta el momento sólo habíamos visto desde el autobús.

Dimos una vuelta luego por la zona antigua, de manera rápida, y fuimos a Plaza Uniriï a coger el autobús. Llegamos al hotel a la hora de cenar. Una sopa y un poco de lomo a la brasa con patatas.

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comment_icon  Últimos comentarios al diario RUMANÍA: DRÁCULA, PAISAJES Y MONASTERIOS PINTADOS
Total comentarios: 3  Visualizar todos los comentarios
Luchino  luchino  09/06/2018 12:09   📚 Diarios de luchino
Veo que ya pones fotos, me alegro mucho, aunque algunas estén giradas.
A mi también me costó aprender, no creas.
Felicidades por tus curradisimos diarios.
ALFMA  ALFMA  12/06/2018 16:27
Ctello muy buena información que algún día cuando me decida a visitar esta zona me vendrá muy bien. Te dejo las 5*. Un saludo!!
Marimerpa  marimerpa  15/06/2018 11:19   📚 Diarios de marimerpa
Un diario muy completo, gracias por compartirlo.
En cuanto a las fotos, veo que algunas te salen giradas, y en otras tienes código [img] de sobra. ¿Por qué no las subes desde la galería? Una vez las tienes en las galerías, solo tienes que insertarlas en el texto, como te he hecho yo en la primera etapa.
Saludos.
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Fecha: Vie Mar 15, 2024 12:49 pm    Título: Re: Viajar a Rumanía: Dudas, que ver, rutas

Del 18/08-31/08. Lo veis factible para los que habeis estado allí?
RealMccoy
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Fecha: Sab Mar 16, 2024 04:43 pm    Título: Re: Viajar a Rumanía: Dudas, que ver, rutas

¿Cómo veis mi planning de viernes a viernes para otoño? Estaría genial que los expertos me dijeran si añadirían o quitarían algo. Tengo la sensación de que quizá invierto mucho tiempo en Bucarest, pero no sé donde distribuirlo. Día 1: Llegada de noche. Dormir al lado del aeropuerto. Día 2: Alquiler de coche - Sinaia - Castillo Peles - Castillo Bran - Rasnov - Dormir en Brasov Día 3: Brasov - Sighisoara Día 4: Targu Mures - Salina Turda - Alba Iulia Día 5: Castillo Hunedoara - Sibiu - Devolver coche aeropuerto Bucarest Día 6: Bucarest Día 7: Bucarest Día 8: Mañana en...  Leer más ...
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Fecha: Dom Mar 17, 2024 11:58 am    Título: Re: Viajar a Rumanía: Dudas, que ver, rutas

Pero el día 4 dónde duermes ? Has hecho el cálculo de kms de los días 4 y 5 ? Podrían ser demasiados, aunque ahora no me hago una idea precisa. Yo no llegué a ver el castillo de Hunedoara, pero me consta que está un poco lejos de todo y además todo el mundo coincide en que su interés es relativo: muy vistoso por fuera pero vacío (remodelado) por dentro, y el resto de la ciudad bastante feo.
RealMccoy
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Fecha: Dom Mar 17, 2024 03:48 pm    Título: Re: Viajar a Rumanía: Dudas, que ver, rutas

Ok, gracias por tu ayuda. Entonces el castillo de Hunedoara queda un poco a desmano con lo cual una cosa que ya adapto.

Todos los días duermo en los últimos sitios que escribo. Respecto a lo que comentas del día 5, sí, sé que son unas 4 horas de coche, pero no he encontrado nada destacado que hacer en esa ruta desde Sibiu a Bucarest como para hacer una parada. Además, de esa forma ya estaría establecido en la ciudad. Algún cambio más o algo que pueda añadir cambiando el planning?

Gracias
Abdelkrim
Abdelkrim
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03-04-2008
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Fecha: Dom Mar 17, 2024 05:27 pm    Título: Re: Viajar a Rumanía: Dudas, que ver, rutas

Si el día 4 duermes en Alba Iulia y el 5 empiezas por ir a Hunedoara y terminas en Bucarest… A mí me salen casi 600 kms. Luego añadir el tiempo que te costará echar un vistazo a dos sitios: Hunedoara y Sibiu. Para el estado de las carreteras en Rumanía esos kilómetros podrían ser demasiado, aunque supongo que la mayor parte ya serán autovías.
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