3.000 km por el este de Canadá ✏️ Blogs de CanadaRelato en ocho etapas de un recorrido de más de 3.000 km por las provincias de Quebec y Ontario de Canadá, durante 24 días en el verano de 2018.Autor: Ambior Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (11 Votos) Índice del Diario: 3.000 km por el este de Canadá
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Etapas 4 a 6, total 8
Toronto Como nuestra segunda ciudad iba a ser Toronto, decidimos acercarnos a Niágara, quedarnos una noche y ver las cataratas. Ya la autopista desde Toronto a Niágara es horrorosa: polígonos industriales, chimeneas, contaminación… Nada que ver con la zona de Mil Islas. Curiosamente, a la vuelta, el navegador (vaya usted a saber por qué), nos llevó por otra ruta totalmente distinta, verde y rural, muy diferente de la primera. Niágara es un remedo desafortunado de Las Vegas. Lleno de gente cubierta de tatuajes y peinados estrambóticos y con montones de atracciones ruidosas para niños y mayores en las calles principales. Encima los hoteles son escandalosamente caros y las cataratas, aunque impresionantes, no se pueden comparar con Iguazú. Es bonito el paseo y el parque delante de ellas y se pueden contemplar perfectamente sin necesidad de contratar ninguna visita especial, a no ser que se desee. Por la noche, iluminadas, resultan aún más llamativas, sobre todo con el espectáculo de fuegos artificiales. Llegamos a Toronto con mucho calor y con problemas para aparcar el coche por la zona del puerto que queríamos ver antes de ir a nuestro apartamento. Los precios del parking en el centro son desorbitados: 30 dólares canadienses, unos 20€ por 20 minutos. Naturalmente no nos quedamos y seguimos hasta el barrio en el que habíamos alquilado con Airbnb: Yorkville village, que sin saberlo se trata del barrio más selecto y sofisticado de la ciudad. Sin embargo, en los años 60 era el barrio bohemio de Toronto, signo de cómo van cambiando las ciudades con el paso del tiempo. Ahora se concentran allí las todas las tiendas de lujo y se ven aparcados en la calzada coches imponentes. Sigue siendo una zona agradable para pasear por su aspecto de antiguo pueblo de casitas victorianas con calles tranquilas y arboladas. Por la tarde fuimos hasta Kensington Market, pasando por Chinatown, también con casas victorianas pero éstas más bien desvencijadas, con las calles llenas de cables y los cubos de basura delante de cada casa en lo que antes fueron los jardincillos entre la acera y la vivienda. Kensington Market -justo el polo opuesto de Yorkville Village- es un barrio contracultural, mestizo y bohemio, de casas viejas y descuidadas con una calle principal llena de cafés, comercios y chiringuitos coloridos y desenfadados y un público joven de orígenes diferentes con ganas de conversar. Porque Toronto es una ciudad mestiza al mismo tiempo que muy americana. Pateando una parte mínima del plano lo que vimos fue una ciudad moderna, muy cosmopolita, con un alto nivel de vida, sin demasiado atractivo pero en la que hay, como en cualquier gran ciudad, islotes tranquilos y cómodos como, por ejemplo, toda la zona del campus de la Universidad de Toronto, al estilo de los campus americanos de grandes zonas verdes y edificios neogóticos, que imitan, al igual que los americanos, el estilo inglés de campus universitarios. En la zona centro (Downtown) es donde se concentran los rascacielos. Allí se encuentra la estación central y la famosa CN Torre que es la imagen de Toronto, dicen que es la más alta de América y la quinta del mundo. El barrio se extiende hasta el paseo marítimo y el lago, desde cuyo embarcadero se puede coger un barco hasta las islas Toronto. Nosotros no fuimos pero parecen tener mucho atractivo porque la cola para los tickets era enorme a pesar del sol que caía a plomo. Paseamos por St. Laurens Market, cerrado ese día aunque permanecían los puestos de antigüedades, más bien “brocantes”, es decir entre antigüedades y rastro. Hay restaurantes con terrazas en las que se puede comer Muy cerca de allí los edificios fabriles de ladrillo rojo de la histórica Destilería, antigua fábrica de licores ahora convertidos en un lugar atractivo -parece ser- para los reportajes de boda. Hay tiendas curiosas y galerías de arte además de actividades al aire libre: música en vivo al estilo country (también delante de la estación central Union Station) agradable para descansar un rato a la sombra y meterse dentro de la atmósfera americana que se respira en Toronto Pero después el Old Town -lleno de cables- es un barrio anodino con poco de viejo y poco que destacar salvo el ayuntamiento en dos edificios, uno moderno y otro antiguo. También el Eaton Centre, inmenso, con cientos de tiendas que comunican con los pasillos del metro y la ciudad subterránea. La última tarde, después de una visita guiada en francés en el Museo Real de Ontario (nos interesó sobre todo la sección dedicada a las poblaciones autóctonas, lo que ahora llaman “las primeras naciones”), paseamos por la calle Yonge, dicen que la más larga del mundo, muy comercial pero nada glamurosa como Bloor Street que la atraviesa, en donde están las grandes marcas a la altura de Yorkville. Yonge es anárquica, de edificios dispares y sin ningún encanto. Y ya íbamos a decidir que definitivamente Toronto es una ciudad fea, cuando tomamos una tansversal a Yonge y nos encontramos con el barrio gay: Village Church, de casitas bajas, tranquilo y arbolado. Y, después, parecía que habíamos dejado la ciudad en Carbaggetown -que es como un pueblo- para acabar más tarde en Gloucester, otra zona elegante con casas muy bonitas de jardines delanteros y calles arboladas, un reducto de tranquilidad a dos pasos de la gran ciudad caótica llena de torres altísimas mezcladas con edificios bajos sin ninguna armonía ni espacios verdes ni arbolado, toda ella bastante deshumanizada. Imagenes relacionadas Etapas 4 a 6, total 8
Algonquin Dejamos Toronto para dirigirnos al parque nacional de Algonquin. Dentro del parque hay algunos alojamientos, pocos, pero en agosto lo que nos convenía estaba completo y el complejo más apetecible era terriblemente caro. Hay mucha gente que hace camping, con tiendas o con autocaravanas, pero, francamente, a mí no me hubiera gustado: eran espacios boscosos y sombríos, nada atractivos, y supongo que con miles de mosquitos, porque mosquitos hay por todas partes, pero en los parques más todavía. Conviene venir bien protegidos con repelente y si se puede pantalón largo y mangas largas también. En todas las casas en las que estuvimos tienen en las ventanas mosquiteras inamovibles y un sistema curiosísimo de manivela para poder abrir la ventana desde el interior sin tocar la mosquitera. Así que nosotros nos quedamos en un complejo vacacional a unos 20 km del parque, en Golden Lake, en una cabañita sobre el lago con una pequeña playa, embarcadero, canoas y chalecos salvavidas para los clientes, en absoluta paz, para después dedicar un día completo a Algonquin. El día que visitamos el parque nacional de Algonquin no tuvimos suerte con el tiempo porque llovió durante un rato. Entramos por la puerta Este y nos paramos a ver una proyección sobre los leñadores en el s. XIX para después hacer el circuito en donde se ven las artes para cortar y trasladar los árboles por el río hasta el mundo exterior. Muy interesante descubrir ese mundo durísimo que procuraba a los hombres unos ingresos mediante un trabajo que duraba los meses de invierno, durmiendo amontonados en barracones, al principio dos en cada litera, y exponiendo constantemente su vida para que las grandes compañías obtuviesen enormes beneficios con la venta de la madera. En el Centro de visitantes se puede comer en un selfservice. Hay además una proyección y una documentada exposición fotográfica sobre todo el contenido del parque, formación, tipo de flora y fauna, explotación del parque hasta que el ferrocarril lo atravesó propiciando el primer hotel y la llegada de los turistas. Los parques nacionales están pensados –creo- para hacer actividades al aire libre: senderismo descubriendo paisajes (los circuitos están siempre señalados y con el grado de dificultad), a veces hay pequeñas playas en los lagos y la gente se baña, pero sobre todo la actividad principal es la canoa. Por todas partes se pueden alquilar y en todos los lagos hay gente remando. Algunos, equipados con tienda de camping, van lejos con la canoa para acampar en otro lugar, supongo que con el deseo de explorar nuevos sitios. Imagenes relacionadas Etapas 4 a 6, total 8
Mont-Tremblant Dejamos el Golden Lake para dirigirnos hasta Mont-Tremblant, ya en la región de Québec y por tanto francófona. En el camino hicimos un alto para conocer Otawa, la actual capital, mucho más amable que Toronto. Otawa es una ciudad pequeña con zonas verdes río y canal que rodea la zona del Parlamento y los edificios oficiales. Un conjunto armonioso en estilo neotudor y neogótico. Parece una ciudad agradable aunque sin el paisanaje tan peculiar que se veía en Toronto y que resultaba tan curioso. Tiene a la ciudad de Gatineau justo enfrente, separadas únicamente por un puente sobre el omnipresente río San Lorenzo, en este caso diferenciando dos áreas lingüísticas: mientras que Otawa pertenece a Ontario y es por tanto anglófona, su ciudad hermana, Gatineau ya está en Québec y por tanto de lengua francesa. Difícil equilibrio canadiense: mitad, pues Ontario, mitad Québec. La carretera desde Otawa hasta Mont-Tremblant es muy bonita: pinos y rocas bordeándola, pequeños pueblecitos con el mismo tipo de casas de madera color pastel, también con sus porches y sus jardines sin cercar como si no tuvieran nada que esconder. A medida que nos acercábamos a Mont-Tramblant apreciábamos la mayor actividad turística que tiene este parque en comparación con Algonquin. Mont-Tremblant, aunque su principal actividad son los deportes de nieve, tiene además muchas otras actividades durante el verano para los veraneantes, fundamentalmente de Montréal, que queda tan sólo a hora y media de coche. Nada, en este país de distancias inconmensurables. El nombre de Mont-Tremblant corresponde a varios sitios: Por una parte el parque nacional, que ocupa una gran superficie de los montes Laurentinos, en la región de Quebec. Pero también tienen la misma denominación dos poblaciones que se encuentran al pie del parque: la “ville” y el “village”. Y, para aumentar la confusión (ojo con los navegadores), se llama igual la estación de ski situada en la misma zona -una de las más importantes del mundo- atestada ahora de gente en verano, con edificios como de paquete que parecen un poco de cartón piedra. El “village” y la propia “ville” de Mont-Tremblant tienen mucho más sabor porque son lugares de veraneo tradicionales. Por todas partes hay lagos y en el parque centenares. Nosotros tuvimos la suerte de estar en uno de los sitios más bonitos de nuestro viaje que me llenó de imágenes que no olvidaré: el Lago Superior. Un apartamento en un lugar idílico al borde del lago. Una maravilla para los sentidos: amaneceres limpios, aguas inmóviles, el sol iluminándolo despacio, rodeado de vegetación, sobre todo oscuros abetos reflejándose más tarde, al atardecer, en el agua. A veces una piragua deslizándose perezosamente en ese momento todavía de quietud absoluta. Después llegaban los veraneantes y el lago aumentaba de actividad: niños y adultos, todos con piraguas o planchas, niños pequeños, que apenas sabrían andar solos, en un kayak, moviendo el remo ya con destreza. Con la caída de la tarde venía el otro momento de relax absoluto. Veíamos, sentados en los omnipresentes butacones de madera del embarcadero, cómo el agua cambiaba de color oscureciéndose con el reflejo de los árboles duplicados en el agua. Y luego la noche. En el jardín un fuego para una barbacoa. Y silencio. Mientras, alrededor del lago se encendían las luces de los privilegiados que viven justo en el borde y que tienen acceso directo al agua, porque allí todo es propiedad privada y si no vives en primera línea tienes que acudir a un club privado. En algunas partes hay también pequeñas playitas públicas, pero salvo en el parque natural de Mont-Temblant donde hay una muy grande (o quizás más, nosotros sólo vimos una) las playas son minúsculas. En la visita al parque nacional de Mont-Tremblant hay muchas posibilidades para las actividades al aire libre. Además de la canoa, la piragua o el kayak para practicar en sus seis ríos o en sus más de 400 lagos, se puede pescar, hacer escalada, caminatas por las numerosas colinas cubiertas de arces (ahora verdes pero llenos de color dentro de poco) para llegar a miradores, o senderos fáciles como los que nosotros hicimos en el sector del río La Diable para caminar, ver naturaleza, y sobre todo la cascada que forma el río, muy bonita, tanto la cascada como su entorno. Imagenes relacionadas Etapas 4 a 6, total 8
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