Habíamos puesto el despertador a la 7h y cuando quisimos mirar por la ventana, el cielo estaba completamente despejado. Según el móvil, en la calle había 13ºC, así que no estaba nada mal.
Desayunamos tranquilamente en la habitación, recogimos todo, bajamos a recepción y nos despedimos.
Cargamos todo el equipaje en el coche y pusimos rumbo a la garganta de Cheddar, nuestra primera parada del día. Entre pitos y flautas serían aproximadamente las 8h30 cuando arrancamos.
Tomamos la autopista M4 hasta Almondsbury y luego la M5 hasta el pueblo de WestWick. A partir de allí y, fuera ya de la autopista, seguimos por carreteras secundarias hasta que llegamos al famoso pueblo de Cheddar.
Sabíamos de antemano que los parkings eran de pago y así lo pudimos comprobar nada más llegar. Llegamos antes de las 10h por lo que aún no había mucho movimiento en el pueblo. Entramos en el parking en el que estaba el centro de información, pero aún estaba cerrado. Encontramos a un lugareño que nos comentó que siguiendo carretera hacia arriba encontraríamos un montón de sitio libre donde dejar el coche todo el día. Elegimos el parking que mejor creímos que podría venirnos y estacionamos, previo paso por la máquina expendedora de tickets para introducir el importe de £5 (5,88€).
Aunque cuando planificamos el viaje y buscando información del sitio, leímos que había que pagar entrada para poder hacer la caminata que rodea la garganta, no lo teníamos del todo claro. Así que cuando bajamos un pequeño tramo desde el parking hasta las primeras casas, preguntamos en un par de sitios pero todos nos remitían al centro de información que estaba un poco más abajo. Cuando llegamos, nos atendió un chaval joven que nos dio más información de la que se “supone” que debería darnos ya que estaba en el sitio donde se vendían las entradas para recorrer la garganta.
En resumidas cuentas nos explicó que, sí solo queríamos hacer la caminata, realmente no hay que pagar entrada porque se puede acceder al sendero callejeando por el pueblo. No nos dio referencia del punto exacto pero nos lo indicó “más o menos”.
Seguro que os estáis haciendo la misma pregunta que nosotros en ese momento …..¿entonces, por qué cobran entrada? Pues porque la caminata es una más, de las actividades que se pueden hacer en la garganta. Hay unas cuevas y un mirador en una torre metálica (estaba cerrada en las fechas en que fuimos nosotros). Y para llegar a la torre, desde la que continúa el sendero, se suben unas escaleras empinadas y se accede a ellas, a través de ese punto de información.
Como a nosotros lo que nos interesaba era hacer la caminata, decidimos ir en busca del sendero por nuestra cuenta. Y con las “pocas” indicaciones que nos dio el muchacho, encontramos las señales que indicaban la dirección para acceder al camino público que accedía a la garganta.
La garganta de Cheddar es una garganta de piedra caliza en las colinas de Mendip, cerca de la localidad de Cheddar, en el condado de Somerset. Dentro de la garganta se encuentran las cuevas del mismo nombre y donde se encontró en 1903, el esqueleto humano completo más antiguo de las islas británicas, al cual se le atribuye una antigüedad de unos 9000 años. Debido a la acción de un río subterráneo, en las cuevas se pueden ver estalactitas y estalagmitas.
Apenas salimos de las calles de Cheddar, comenzamos a subir pequeñas cuestas, primero de asfalto y después ya de tierra. Al poco nos juntamos con el camino “oficial” y dimos directamente al mirador de la torre (aunque como hemos dicho antes, estaba cerrada por mantenimiento).
Hay bastante señalización vertical, con paneles explicativos donde te muestran información sobre la formación rocosa y sobre la fauna y flora característica de ese lugar.
Seguimos subiendo y subiendo y nos vamos encontrando con más excursionistas y gente más loca aún que asciende corriendo. Y tras un rato, se empieza a ver la garganta que se va mostrando a medida que avanzamos. Desde este punto se puede ver el pueblo y el embalse que lleva el mismo nombre. Se trata de una reserva de agua artificial construida en la década de 1930 y con una capacidad de 512 millones de litros de agua.
Sobre las 12h15 llegamos a la zona más alta del recorrido y decidimos que era un buen momento para parar y reponer fuerzas. Desde aquí se podía apreciar la garganta con más detalle y la carretera serpenteante que la atraviesa.
Tras la breve parada, seguimos el sendero circular. Se baja hasta la carretera para cruzarla y volver a coger el sendero que asciende por el otro lado de la garganta. Desde aquí no puedes asomarte prácticamente nada así que se anda un poco más ligero. Hay gente que hace el recorrido en este sentido hasta llegar al punto donde lo comenzamos nosotros.
Bajamos al pueblo por una senda bastante empinada llena de rocas y árboles. Una vez abajo vimos que por este lado también había indicaciones de camino público pero la subida es, en nuestra opinión, peor que la que hicimos nosotros. Incluyendo el tiempo que estuvimos parados, dedicamos unas 2h30 en hacer el recorrido completo.
En el pueblo hay baños públicos, así que realizada nuestra parada técnica, empezamos a buscar un sitio donde comer. A esta hora, ya había bastante gentío paseando calle arriba y abajo. Nos decidimos por un bar/restaurante que tenía buena pinta por fuera y con bastante movimiento en el interior: Tuckers y su especialidad era el fish & chips, aunque nosotros no nos apetecía algo tan grasiento y para llevar la contraria, pedimos unos wrap de pollo con patatas y refrescos. La comida para los dos, nos salió por £16,70 (19,64€).
Para bajar un poco la comida, dimos un paseo por la calle principal de Cheddar, llena de familias con niños. Y antes de irnos, grabamos un pequeño vídeo desde el coche recorriendo la carretera que atraviesa la garganta. En muchas de las paredes, vimos escaladores.
Abandonamos Cheddar y poco después de las tres de la tarde, llegamos a la ciudad de Wells y tras localizar un parking donde dejar el coche, fuimos directos a ver la catedral, situada junto al casco histórico de la ciudad. El parking nos costó £1,50 (1,764€)
La catedral de Wells es una iglesia de estilo gótico y fue construida entre los siglos XII y XV, y es la sede de los obispados anglicanos de Bath y Wells.
El obispo Reginald de Bohun llevó hasta Wells la idea de un estilo arquitectónico revolucionario desde Francia, siendo la primera catedral inglesa construida íntegramente con este nuevo estilo gótico.
La primera fase de construcción tardó aproximadamente ochenta años en completarse, finalizando con la magnífica fachada oeste. Unas 300 de las estatuas medievales originales permanecen en la catedral.
Mientras nos acercábamos hasta la entrada, vimos un grupo folklórico que se estaba en plena actuación. Terminado el número, decidimos quedarnos para ver cómo seguía el siguiente y uno llevó a otro y a otro ……
La persona que hacía de “maestro de ceremonia” (el que aparece en las fotos vestido de arlequín), se acercó a saludarnos y preguntarnos si estábamos haciendo algún reportaje. Le dijimos que estábamos de paso y al final de la actuación, intercambiamos mails para poder mandarles algunas de las fotos que les habíamos hecho. También nos dio la dirección de su página de Facebook.
El espectáculo duró aproximadamente media hora y la verdad es que estuvimos entretenidos viéndoles bailar ataviados con sus trajes típicos tan variopintos, sacando un montón de fotos y algún que otro vídeo.
Para el último número aprovecharon para invitar y sacar a bailar a todos los niños que estaban muy animados aunque también pasando algo de vergüenza al verse en mitad de todo. Algún mayor también se unió a la fiesta pero en menor número, todo hay que decir.
Al acabar, todos los miembros del grupo posaron para que les pudiéramos sacar una foto.
Y por fin, comenzamos con la visita a la catedral, cuya entrada es gratuita aunque aceptan donativos. También hay posibilidad de visitar la catedral apuntándose a uno de los tours gratuitos que se llevan a cabo de lunes a sábado.
Destacan tres puntos en la catedral: por un lado los arcos de tijera (se pueden ver en la foto superior izquierda). Aunque se suele confundir con un arte más moderno, este tipo de arcos, datan del siglo XIV.
Por otro lado, el reloj de Wells, construido alrededor del año 1390 d.c. y con una de las esferas medievales más antiguas del mundo.
Y por último, la magnífica sala capitular de forma octogonal se acabó de construir alrededor del año 1306 d.c. y donde los miembros del clero de juntaban para tratar temas relacionados con la catedral. A esta sala se accede por unas escaleras que, como se puede ver en la foto, están ya un poco desgastadas de tanto trajín, idas y venidas, subidas y bajadas.
Desde Wells, hay unos 20 minutos en coche para llegar al pueblo de Glastonbury donde teníamos previsto visitar la abadía del mismo nombre. ¡Pero resultó que no!
Tras aparcar el coche y pagar £1,5 en el parking al lado de la Abadía, nos acercamos hasta la entrada para darnos de bruces con la puerta cerrada. Un cartel anunciaba que ese día, precisamente ese día, celebraban un festival. Así que, dimos media vuelta y nos conformamos con dar un paseo por el centro del pueblo, que estaba repleto de gente, seguramente asistentes al evento.
Tras la efímera, fugaz y breve visita a Glastonbury, pusimos rumbo a Braunton donde teníamos el alojamiento para los dos próximos días. Antes hicimos una parada para echar gasolina, £30,16 (35,47€) y también para comprar la cena de ese día ya que teníamos la intención de ir a ver y fotografiar el faro de Bull Point, al atardecer. Las compras nos salieron por £14,76 (17,36€).
Abandonamos el condado de Somerset y nos adentramos en Devon, condado que, según pone en la Wikipedia, fue uno de los primeros lugares habitados de Inglaterra, al final de la edad de hielo.
Sobre las 19h nos presentamos en la casa donde habíamos reservado alojamiento para los dos días siguientes. Nuestro anfitrión nos enseñó nuestra “little cabaña” (cottage) y aprovechó para preguntarnos a qué hora nos apetecía desayunar y qué nos apetecía. En esto no hay otra posibilidad para mí: un “english breakfast” como manda la tradición. Y algo más sencillo para Anna. No os exagero cuando os digo que algunos alojamientos los hemos reservado en función del desayuno porque para mí, y de vacaciones, es uno de los momentos que más disfruto.
Y para las 20h15, estábamos ya en Mortehoe, pueblo más cercano al faro de Bull Point. Aunque nos acercamos con el coche hasta la entrada, el acceso estaba cerrado. Justo al lado hay un camping pero no hay un sitio concreto para dejar el coche y no queríamos arriesgarnos a aparcar sin más. Así que volvimos hasta el centro del pueblo donde vimos el aparcamiento al llegar. Como ya no era hora de turisteo, no tuvimos que abonar ningún importe. Hay baños públicos.
Volvimos andando hasta la puerta que nos habíamos encontrado cerrada con el paso para personas en el lateral. Desde aquí hasta el faro había aprox. 2,5 kms. por una pista asfaltada con algún repechito pero llevadero y con las ganas que teníamos de hacer nuestro primer atardecer, no se nos hizo largo ni a la ida ni a la vuelta, con el “trabajo” ya hecho.
Poco antes de las 21h llegamos a los alrededores del faro y la típica luz de atardecer ya se entreveía. El cielo estaba bastante despejado pero se iba formando alguna nube salpicando el cielo.
Habíamos mirado la hora prevista para el atardecer (21h:30) y una vez montamos todos los artilugios, aprovechamos para cenar, poniéndonos una “rebequita” por encima de los hombros.
El faro de Bull Point lleva guiando a los barcos de la bahía de Hartland desde 1879. El faro original fue renovado y automatizado por la organización Trinity House en 1975. La lámpara emite tres destellos de luz cada 10 segundos y es visible a una distancia de 24 millas náuticas.
Es un faro habitado aunque desconocemos sí se puede pasar la noche en él.
Puntual, el sol fue descendiendo sobre el horizonte hasta tocar el mar e ir desapareciendo, mientras nosotros disfrutábamos de las vistas.
En cuanto la luz bonita fue disipándose, recogimos todo y volvimos sobre nuestros pasos.
Entre una cosa y otra, serían casi las 23h cuando llegamos al alojamiento. Nos acostamos un poco tarde teniendo en cuenta que ya habíamos quedado para el desayuno.
*** final del día 3 ***
Ajustamos un poco la hora de levantarnos para ducha rápida y vestirnos. Por las ventanas entraba el sol y el móvil decía que en la calle hacía 18ºC.
Aunque fuimos puntuales, cual inglés que se precie, nuestro anfitrión nos estaba esperando ya con la mesa preparada. Di buena cuenta a mi rico desayuno y entre bocado y bocado, estuvimos de charla con el matrimonio.
A las 9h nos despedimos de la pareja y pusimos rumbo a nuestro primer destino del día, la Abadía de Cleeve. Durante el trayecto pudimos disfrutar de tramos de carreteras con cierto ambiente bucólico y donde los árboles de ambos lados, forman túneles de hojas que a intervalos impedían que apenas se entreviese el cielo por encima nuestro.
La Abadía de Cleeve es un monasterio medieval situado cerca de pequeño pueblo de Washford, condado de Somerset. Llegamos al parking que se encuentra situado al otro lado de la carretera. Hay sitio de sobra. Una vez al otro lado de la calzada, nos dirigimos hacia la entrada por una especie de torre. Entramos en la zona ajardinada y de frente, la oficina-tienda donde nos atienden. Los baños están a la vuelta.
La abadía fue fundada a finales del siglo XII como una casa para monjes de la austera orden cisterciense. En 1536, la abadía fue clausurada por Enrique VIII en el curso de la “Disolución de los Monasterios” y la abadía se convirtió en una casa de campo. Posteriormente, la presión de la corona disminuyó y la abadía se utilizó como edificios agrícolas hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando se tomaron medidas para convertirlo en monumento histórico.
En el siglo XX, la abadía pasó a manos del estado, gestionada por English Heritage que se encarga de su explotación y mantenimiento. En la actualidad, la abadía de Cleeve es uno de los monasterios cistercienses medievales mejor conservados en Gran Bretaña. Han pasado muchos siglos y aunque la iglesia ya no está en pie, los edificios anexos a ella, conservan la techumbre y albergan referencias históricas de cierto interés como son el que denominan techo 'ángel' en el refectorio y las pinturas murales en la cámara pintada.
Desde el propio punto de información, se accede a las primeras estancias que están reformadas y donde han situado paneles explicativos para ponerte en contexto, explicarte la fundación e historia del sitio a través del discurrir de los tiempos.
En una habitación contigua, en una de las paredes, conservan los restos originales de lo que en su día fueron dos hornos de pan. ¡ay pan casero, qué rico y qué hambre!
Ya en el exterior pudimos ver las ruinas de lo que en su día fue el claustro. Como en todo monasterio, este espacio es el corazón del recinto y está rodeado por los edificios utilizados a diario por los monjes, todos ellos conectados por un callejón cubierto que discurre alrededor de las cuatro alas.
Se cree que esta pequeña habitación es la oficina del abad, donde trabajaban sus empleados y en ella se conservan unas pinturas originales. Como el refectorio, es parte de la remodelación del Abad David Juyner a mediados del siglo XV, cuando creó todo un conjunto de salas privadas para él (también construyó algunas salas públicas).
El refectorio fue completamente remodelado en el siglo XV por el abad David Juyner. Creó una gran sala, como la sala de un señor secular, donde los monjes se juntaban para la comida comunitaria, y utilizándola también, como sala de entretenimiento para los invitados. Todo esto, claro está, te lo tienes que imaginar porque está completamente vacía.
En la estancia que albergaba los dormitorios de los monjes, aún se pueden ver los azulejos con los que los monjes decoraban sus espacios personales. Algunos de bastante bien conservados en los que se aún son visibles las formas geométricas que dan forma a las decoraciones.
Volviendo al exterior, nos alejamos un poco para tener un poco de perspectiva sobre el monasterio. La parte de la derecha, la que está totalmente en ruinas, correspondería a otros edificios también adicionales.
Por lo que pudimos leer en los paneles, hace poco se ha completado la construcción de un nuevo recinto para proteger el pavimento del refectorio con azulejos del siglo XIII, volviendo a ser, uno de los mejor conservados en Europa. Descubierto en 1876, fue enterrado posteriormente y nuevamente excavado y revelado en 1951, cuando se abrió definitivamente al público.
En un principio habían sido colocados dentro del primer refectorio, el pavimento sobrevivió milagrosamente a su demolición en algún momento durante el siglo XV. Las algunas zonas se dañaron y otras se volvieron a recolocar durante las obras de conservación modernas, aunque la mayor parte de su distribución original se ha conservado. Los tres leones representan los reyes de Inglaterra; los galones, a los condes Clare de Gloucester; el león rampante a los condes de Cornualles y el águila con dos cabezas, representa a Ricardo, Rey de los Romanos.
La visita a la abadía nos resultó tan interesante que sin darnos cuenta, eran casi las 12h. por lo que finalizamos la visita y nos dirigirnos a nuestro siguiente destino, el Castillo de Dunster.
El castillo de Dunster es una antigua fortaleza reconvertida, en la década de 1870, en una casa de campo. Se encuentra en el condado de Somerset y toma el nombre del pueblo donde está situado.
Localizado en la cima de una colina, un poquito empinada y de nombre de Tor, ha pertenecido a la familia Luttrell desde hace 600 años.
A pesar de su aspecto imponente y robusto, el destino del castillo has estado en peligro dos veces. Durante la Guerra Civil Inglesa, en 1650, Oliver Cronwell ordenó su destrucción, sin embargo, a petición de la propia familia Luttrell, que habitaba en castillo en aquella época, revocó la orden de derribo.
En 1949, el castillo fue vendido a un constructor que no tenía claro qué hacer con él. Afortunadamente, Geoffrey Luttrell, en 1954 recompró la propiedad y lo devolvió al patrimonio familiar. En 1976, su hijo Sir Walter lo donó al National Trust, organismo que lo gestiona, explota y mantiene desde entonces.
Para tener una vista general del castillo hay que alejarse un poco y parar en el borde de la carretera A-39, porque lo rodea un espeso bosque.
Buscamos un sitio para aparcar en un extenso parking que estaba bastante repleto. Pagamos £4,50 (5,28€). El lugar está preparado para disfrutar de un día de campo, con amplias campas y mesas donde disfrutar de un picnic en familia.
Conocíamos de antemano el precio de la entrada para visitar el castillo y es un poco elevado a nuestro parecer: £23,20 (27,28€). Reconocemos que dudamos pero al final, nos decidimos y entramos. Como podéis ver, están permitidas las fotografías. Controlan la entrada y te dan información en castellano sí lo solicitas para poder hacer la visita, habitación por habitación.
Las habitaciones están profusamente decoradas, muy bien conservadas y mantenidas. Salones con enormes chimeneas, comedores imponentes y una impresionante biblioteca. Retratos en pintura y fotografías de los miembros de la familia. Grandes arañas, camas con dosel, porcelana fina, piano de cola...
Una de las estancias que más nos gustó fue la sala de juegos, con una sensacional mesa de billar y un “artilugio” de madera para hacer el conteo de los tantos.
Nos sorprendió la cocina “moderna” de mediados del siglo XX, con electrodomésticos, aparadores y alacenas que usaron en ese tiempo. ¡Todo muy vintage años 60!
Salimos al exterior a través del mirador de cristal de la biblioteca. Hay un pequeño bar donde te ofrecen tentempiés y refrescos. Nosotros decidimos seguir con la visita porque en el mapa habíamos visto que cerca del molino, hay un restaurante y preferimos sentarnos un poco. Como punto final, bajamos a la zona de la bodega donde los señores del castillo guardaban las provisiones y de ahí pasamos a las caballerizas.
Tras un breve paseo, el recorrido nos lleva a un puente que llaman “del amor”, con dos arcos y construido en 1782. Nos dimos de bruces entonces con el molino hidráulico de doble rueda construido en el siglo XVIII. Como las ruedas están situadas en dos niveles diferentes, hay un mirador en la parte superior donde se puede observar mejor su funcionamiento.
Dentro del molino hay un pequeño museo y una tiendita donde te venden productos típicos.
Y, ¡por fin!, llegamos al pequeño restaurante, que tiene una zona exterior con mesas para comer. Nosotros decidimos comer dentro un par de empanadas típicas de Cornualles con ensalada y refrescos por £16,65 (19,58€).
Para variar, y sin que sirviese de precedente, la comida nos la tomamos con calma y estuvimos un buen rato de sobremesa. Pero ya cerca de las cuatro, como teníamos más planes para el resto de la tarde, decidimos dar por finalizada la visita.
Al no tener que desviarnos de nuestra ruta para llegar a nuestro siguiente destino, el pueblo costero de Clovelly, decidimos intentar, aunque fuera brevemente, visitar el faro de Foreland.
Desde Dunster, seguimos por la A39 durante unos 30 kms, hasta que llegamos al desvío que localizamos aunque estaba sin señalizar. Nos llevamos un poco de sorpresa cuando vimos que el camino de acceso al faro estaba cerrado al público y solo podían acceder vehículos autorizados. Podríamos intentado ir andando pero eran 5kms (ida y vuelta) sin saber sí podríamos acercarnos siquiera al faro, así que decidimos pasar de la visita y seguir hacia Clovelly.
Cuando atravesamos Braunton, muy cerca de nuestro alojamiento, hicimos una parada técnica para llenar el depósito de gasolina. 19,86L x £1,319 = £26,20 (30,82€). También compramos un refresco de ½ litro por £1,69 (2€).
A las 18h15 llegamos a Clovelly. Se dice, se comenta, se rumorea que es uno de los pueblos con más encanto y más bonitos. Y la verdad es que lo tienen bien montado. Una gran explanada convertida en parking con un centro de información donde pagar una tasa por visitar el pueblo. El precio por persona era de £7,50, ¡nada más y nada menos!, aunque a la hora que llegamos nosotros ya habían cerrado y pudimos ahorrarnos un dinerito.
Clovelly es un pequeño pueblo de pescadores en la costa norte del condado de Devon. En los últimos años se ha convertido en un lugar muy turístico y todo, a cuenta de su calle principal empinada y que lleva directamente al puerto.
Al ir “fuera de las horas oficiales de visita” pudimos disfrutar del pueblo para nosotros solos, sin “turistas” y con los lugareños recogiendo y mirándonos como sí nos hubiésemos extraviado. Tampoco encontramos ya ninguna tiendita abierta y hasta que no llegamos al puerto, no vimos dónde se reúnen todos tomar unos tragos. En la bajada, por cierto, hay baños públicos.
Al llegar a la zona del puerto, fuimos hacia el rompeolas buscando la foto de las casas y calles empinadas bajando hacia el mar. Quizás nos habíamos hecho a la idea de encontrarnos un Cudillero en Asturias o Elantxobe en el País Vasco. Sí somos sinceros, a decir verdad, nos defraudó un poco
Después de bajar, siempre hay que subir y hay que decir que la ascensión hasta el parking, es bastante empinada.
Sobre las 20h15 llegamos al pueblo de Harland y siguiendo las indicaciones que encontramos, nos fuimos acercando a la zona del faro. Cuando quedaba algo menos de 1 km, según el GPS, nos encontramos con una caseta donde había una señal que indicaba que había que pagar para pasar y que la puerta la cerraban por la noche.
Aunque no vimos a nadie en la caseta, nos dio un poco de recelo por si al volver de hacer el atardecer en el faro, nos encontrábamos la valla cerrada, así que decidimos dejarlo aparcado por fuera. ¡Somos un poco caguetas!
No se puede acceder porque está cerrado al público. Sin embrago, siguiendo el sendero de la costa, se tienen muy buenas vistas. Sólo tuvimos que dar un pequeño paseo hasta llegar a la zona donde nos pareció que podíamos sacar nuestras fotos.
¡Y resultó que no estábamos solos!. Otra pareja de fotógrafos estaban igual que nosotros. Nos comentaron que eran Oxfordshire y que estaban de vacaciones en el sur.
El faro de Harland fue construido por Trinity House en 1874 para ayudar a la navegación en el sur de Inglaterra y Gales. Tiene 18 metros de altura y los destellos de su lámpara se pueden ver hasta 25 millas náuticas. La luz parpadea 6 veces cada 15 segundos.
Automatizado desde 1984, se intentó cerrar hace unos años, pero gracias a la presión popular, sigue en funcionamiento.
De vuelta a casa, al pasar por Barnstaple, encontramos un supermercado Spar (de los que abren 24h) y como no habíamos cenado, paramos a comprar unos “hot chocolate” con unos bollos. £5,70 (6,70€).
Tras hacer las tareas del final del día (descarga de fotos, etc…) nos fuimos a dormir. Y como es habitual en nuestras vacaciones, otro día que no conseguimos acabar antes de medianoche. Como no habíamos vuelto a ver a nuestros anfitriones, la hora del desayuno, era la que les habíamos comentado el primer día.
Prontito por la mañana, volvimos a disfrutar de un magnífico desayuno y charla entretenida. Como anécdota, nos comentaron que les visitan muchísimos alemanes en comparación con otras nacionalidades, influidos por un montón de novelas ambientadas en esta zona.
A las 8h el aparcamiento volvía a ser de pago así que antes de desayunar, pusimos un poco de tiempo para no andar con prisas. En la calle la temperatura era de 17ºC y el cielo estaba bastante despejado.
Como el B&B no tiene parking propio, incluye en el precio el parking público que está muy cerca y te abonan ellos el importe del tiempo que tienes que pagar en caso de necesitarlo.
El planing para la mañana es dirigirnos hacia las ruinas del castillo de Launceston, ya dentro del condado de Cornualles.
El castillo de Launceston, fue construido, o por lo menos eso se cree, durante el siglo XI (a partir del año 1068) y domina el paisaje de los alrededores. Fue construido en lo alto de un gran montículo natural. El castillo era el último símbolo de estatus de la riqueza y el poder de la Edad Media. Está estratégicamente situado y en su época, controlaba todo lo que pasaba alrededor del río Tamar.
Debido a su ubicación privilegiada, se convirtió en la sede administrativa de los grandes Condes de Cornualles, donde podían controlar las vastas propiedades que poseían en toda el área. Durante el siglo XIII, Richard, conde de Cornualles, un hermano menor de Enrique III comenzó la reconstrucción del edificio en piedra.
La entrada principal a Cornwall hace 1000 años se hacía por un vado sobre el río Tamar. Una pequeña ciudad había crecido alrededor de un viejo priorato llamado "Lan Stefanston" que miraba una colina llamada Dunheved (“dun” significa colina en idioma céltico). Robert de Mortain pensó que era el sitio ideal para construir un castillo.
Como el castillo no dispone de parking privado, pero encontramos un parking bastante cerca del castillo y no nos complicamos. Por tres horas pagamos £2 (2,45€).
Para ser sinceros, la fortaleza no da para mucho porque está en ruinas y no es muy grande. Peeeero, desde parte alta del castillo hay unas magníficas vistas de la ciudad y todo el valle. En el centro de información, tienen una mini-exposición con utensilios encontrados en este lugar.
Damos por terminada la visita cuando un grupo alborotado de escolares uniformados, va acercándose a la escalinata de acceso. Aún nos quedaba tiempo en el aparcamiento, así que decidimos deambular entre calles y escaparates, parar a tomar un café con un rico trozo de tarta en el Costa coffe. £12,10 (14,20€)
Encontramos el centro de información y aprovechamos para entrar y curiosear. Nos recomendaron la visita a un museo que estaba a pocos minutos andando de allí y un pequeño mercado cubierto.
El mercado lo encontramos sin ninguna dificultad y aunque entramos y es curiosín, la mayoría de las tiendas estaban cerradas así que, entrar y salir.
El museo Laurence House, es un museo local, situado en una preciosa casa georgiana. Su interior se divide en tres plantas con habitaciones temáticas, repletas donde se respira historia por los cuatro costados. El museo pertenece al National Trust, pero la visita es gratuita (aunque aceptan donativos).
Todo el personal que estaba atendiendo a los visitantes, eran personas mayores y estuvieron encantados y volcados en responder a las preguntas que les hicimos. Una de las señoras hablaba un poco de español y estuvimos charlando con todos ellos al final del recorrido. Tenían información en castellano para que pudiésemos seguir la visita.
Las habitaciones cuentan con historia local de la ciudad, una maqueta de la antigua Southern Railway Station, una sala de juguetes con juguetes para jugar y una dedicada a los hijos ilustres de Launceston: John Couch Adams, astrónomo y descubridor de Neptuno, Philip Gidley King, primer gobernador de Nueva Gales del Sur, Charles Causley, poeta y William Wise, botánico y coleccionista de plantas (llegó a tener más de mil diferentes).
La sala de los juguetes es como echar la mirada a los últimos 150 años en lo que respecta al mundo del juguete. Además de una impresionante casa de muñecas victoriana, hay algunos juguetes de diferentes épocas, así como soldados de plomo y animales de granja que pertenecieron al poeta Launceston, Charles Causley.
El museo resultó un auténtico descubrimiento del que salimos encantados pero antes, compramos algunas postales de entre las que tenían a la venta.
Con la visita al museo “apuramos” bastante y volvimos al parking a paso muy ligero para recoger el coche a tiempo y poner rumbo hacia Tintagel. No fuimos directos porque nos desviamos un poco para hacer una visita a la ermita de St. Michael de Rupe en Brenton Tor.
St. Michael de Rupe fue fundada en 1130 por el terrateniente local Robert Giffard. Es la cuarta iglesia parroquial más pequeña del Reino Unido, y según ellos, posiblemente la más alta de Inglaterra.
Aunque la fundación es del siglo XII, la mayor parte de la iglesia, tal como se ve hoy, data de los siglos XIII y XIV, cuando la capilla original se amplió para actuar como iglesia parroquial. Sin embargo, la iglesia se ha actualizado continuamente a lo largo de los años para satisfacer las necesidades de la comunidad local. En 2016 hubo una gran renovación que acabó con la sustitución completa del techo. La visita a la ermita es gratuita, aunque agradecen donativos.
Desde lo alto del promontorio donde está ubicada la ermita hay unas vistas, que en días despejados como éste, abarca todo el Parque Nacional de Dartmoor.
Tras nuestra breve excursión por tierras del condado de Devon, regresamos a Cornualles para dirigirnos hacia el pueblo de Tintagel, donde está situado el castillo del mismo nombre.
Sobre las 15h llegamos Tintagel y lo primero que hicimos fue buscar un parking donde dejar el coche. Tenemos que decir que hay un montón de parkings y cada uno con un precio diferente, así que nuestro consejo es que no dejéis el coche en el primer parking que os encontréis. Nosotros, aprovechando que había un parking justo detrás del restaurante donde íbamos a comer, decidimos dejarlo allí. El parking nos costó £4,40 (5,18€) para 4 horas de estancia. Fue el primer parking donde tuvimos que meter la matrícula del coche y como tuvimos dudas sobre el formato de la matrícula, tuvimos que preguntar para no equivocarnos.
La comida, en el restaurante King Arthur´s Arms, nos salió por £26,90 (31,56€).
Sobre las 16h30 fuimos al centro de información del castillo de Tintagel para validar nuestro pase ya que también pertenece al English Heritage y por lo tanto gratuito. La cuesta es bastante pronunciada a la vuelta, sobre todo al final pero se puede subir poco a poco y llegar arriba, con suficiente aire. Para los que quieran o necesiten, hay un servicio de transporte hasta la playa donde está la cueva de Merlín. Un Land Rover de los de toda la vida está constantemente bajando y subiendo visitantes. El precio de ida y vuelta es de £2.
El castillo de Tintagel es un vestigio de la época medieval situado en la pequeña península de Tintagel Island, junto al pueblo de Tintagel. Los historiadores creen que el sitio fue muy probablemente utilizado en el período romano-celta y hay muchas pistas de que el lugar fue un asentamiento que actuó como un importante puente comercial entre las Islas Británicas y la región mediterránea. También se ha asociado siempre con la leyenda del Rey Arturo.
En una roca situada en el punto más alto de la parte sur de la isla, hay un hueco artificial que se conoce localmente como "Huella del Rey Arturo".
Durante la época victoriana, el castillo se volvió un reclamo turístico a cuenta de las leyendas sobre el Arturo, reclamo que sigue estando vivo, ya que en actualidad, muchos visitantes viajan hasta esta zona de Cornualles para ver el lugar donde se supone que nació el mítico personaje.
Una vez en la playa, pudimos comprobar que la marea estaba alta por lo que no pudimos bajar a ver la Cueva de Merlín. Una pena, pero es lo que tiene no haber mirado la información previamente . En esta zona están los baños públicos y gratuitos, las tiendas, restaurante y la taquilla por sí no has comprado la entrada arriba.
Para realizar la visita al castillo, la marea no influye para nada, así que, subimos las escaleras y antes de pasar el puente, enseñamos nuestro pase en la caseta que se encuentra a esta altura y que controla el acceso a la península.
El castillo está completamente en ruinas, pero como nosotros nos entretenemos con cualquier cosita que nos llame la atención, estuvimos una hora y media recorriendo las diferentes zonas marcadas con lo que debieron ser las diferencias estancias del castillo, el túnel, la capilla o la escultura del mismísimo Rey Arturo.
A las 18h decidimos ir subiendo poco a poco la cuesta hasta llegar a la zona del pueblo donde aprovechamos para hacer unas comprillas y también la cena para la noche £24,82 (29,12€).
En la tienda oficial del castillo, nos atendió un chico, que al saber que éramos del País Vasco, nos dijo que él había estado Mundaka haciendo surf. Con la “tontería”, estuvimos un rato hablando con él mientras decidíamos sí comprábamos o no una figura del rey para llevarnos para casa.
Hoy cambiábamos de alojamiento y no nos gusta llegar muy tarde el primer día, así que marchamos directamente hacia Wadebridge.
Nuestra anfitriona, Tamsin, nos estaba esperando y después de las oportunas presentaciones, nos enseñó nuestra habitación. Aunque el baño era compartido para dos habitaciones, nos dijo que durante nuestra estancia éramos los únicos huéspedes, así que el baño era para nosotros solos.
Como aún nos quedaba una cosa por hacer, no paramos mucho en la casa y nos dirigimos hacia el faro de Trevose Head que estaba a una media hora de viaje.
Como llegamos con tiempo suficiente y el parking está prácticamente al lado del faro, aprovechamos para cenar antes de ponernos con las fotos.
La primera vez que se habló de construir un faro en esta zona de Cornualles, fue en 1809, ya que ya que no había ninguna ayuda para guiar a los barcos que comerciaban en el canal de Bristol, aparte del faro de Longships al sur y el antiguo faro de Lundy al norte.
No fue hasta el 1 de diciembre de 1847 cuando el faro de Trevose Head lució por primera vez. El faro está situado en el extremo noroeste de la costa, con gigantescos acantilados de granito gris que se elevan desde el mar hasta una altura de más de 50 metros.
Después de varias modernizaciones a lo largo de los años, Trevose Head fue automatizado en 1995 y los fareros dejaron de habitar el faro. La óptica existente se mantuvo, pero la velocidad de rotación se redujo a un flash cada 7,5 segundos y las pantallas rojas se han quitado para dar una luz blanca. La señal acústica para la niebla suena, en la actualidad, cada 30 segundos y el faro es monitorizado desde el Centro de Planificación de Trinity House en Harwich, Essex.
Como tuvimos un atardecer increíble, estuvimos sacando fotos hasta pasadas las diez de la noche, así que, entre recoger todo, volver a casa y hacer las tareas del final del día, nos dieron la una de la madrugada. ¡Vamos camino de batir nuestro propio récord!
*** final del día 5 ***
A las 8h cuando abrimos la puerta de nuestra habitación, el rico olor del desayuno recién preparado nos fue guiando hasta el comedor donde ya estaba todo preparado para nosotros. Mientras nos traían el café recién hecho, pudimos ver en una esquina del comedor colgando, varias medallas. Alguien en esta casa, parece que se dedica a correr. Así que cuando tuvimos oportunidad, le preguntamos a Tasmin por las medallas y nos dijo que eran de su marido. Participa en maratones de capitales europeas así que aprovechamos para contarle que en Bilbao también se celebra una carrera y que tiene el “aliciente” de que es nocturna y hay muy buen ambiente.
Cuando estuvimos cruzándonos correos con Tamsin para cerrar la reserva del alojamiento, nos dijo que sabía un poco de español, así que estuvimos hablando con ella en castellano y así pudo practicar un poco con nosotros.
Como la visita a Tintagel, el día anterior, se había quedado a medias (por el tema que os comentamos de la marea alta), decidimos aprovechar que teníamos la English Heritage Pass para regresar y repetir la visita, pero esta vez, haciéndolo bien y con marea baja.
Y entre una cosa y otra, nos dieron las 9h cuando quisimos ponernos en marcha. El tiempo, con respecto a lo que habíamos tenido, había cambiado: cielo cubierto, bruma baja y unos 15ºC.
Sabíamos que el castillo no abría hasta las 10h así que aprovechamos para pasar por el super, un Tesco y hacer unas compras para pasar el día, £22 (25,87€).
Una vez en Tintagel, sin complicarnos, dejamos el coche en el mismo parking que el día anterior. Por 3h pagamos £2,30 (2,70€).
Habíamos pensado intentar sacar fotos del castillo sin gente por lo que nos dividimos: Anna bajó directamente a la playa y yo subí al castillo. Después de esperar un ratito para que pasase la gente que había subido a la vez que yo, pude sacar las fotos que quería.
Al pasar por el puesto de control que da acceso al puente para subir al castillo, la persona encargada del acceso, me señaló que la entrada que llevaba era para dos personas y que tendría que volver a bajar la empinada escalera sí esa persona quería acceder al recinto. Con mi inglés básico le dije que esa era la idea y a mí me tocaba hacer un extra de ejercicio.
Después de un rato, bajé a la playa. Anna me recibió con la noticia de que había perdido las gafas de sol en algún momento en el que estaba ensimismada sacando fotos, así que volvimos a desandar lo andado, a pasar por todos los recovecos, pero sin ninguna suerte. Las gafas no eran nuevas pero ella les tenía cariño y después del rato de disgusto, las dimos por perdidas.
Pasamos un buen rato recorriendo la playa y ¡por supuesto! nos adentramos en la cueva de Merlín. La cueva tiene un tamaño considerable y se puede atravesar para aparecer en la otra parte de la península donde está el castillo. Dentro, como no podía ser de otro modo, fresco y humedad. El suelo muy resbaladizo y zonas llenas de balsas rebosantes de agua. A pesar de llevar calzado Goretex, no quisimos arriesgarnos a resbalar y caer con las cámaras, así que después de un rato, volvimos sobre nuestros pasos para volver a ver la luz del sol.
Como no podía ser de otro modo, decidimos hacer la última subida al castillo para sacarnos la foto de recuerdo con el imponente Rey Arturo. Con tanta subida y bajada, ¿dónde estaría ya mi “cornish breakfast”.
No quisimos abandonar el sitio sin pasar a despedirnos de nuestro amigo el sufista. Le habíamos comentado el tema de las gafas y nos confirmó que nadie les había entregado nada esa mañana. Fue muy amable y nos pidió nuestro móvil por sí alguien durante el día se las entregaba y se lo dimos, pero sin esperanza ninguna de recibir una llamada suya.
Una vez subimos y llegamos al pueblo, aprovechamos para comprar unas galletas típicas de la zona. Encontramos una asociación de mujeres donde vendían cosas tejidas y cosidas a mano y les compramos algunas cosillas para nosotros y para regalar. También compramos unas gafas de sol para salir del paso. Y nos fuimos.
De camino a nuestro siguiente destino, hicimos una breve parada en Bodmin para repostar. 25,54 x £1,299 = £33,18 (38,89€).
El Castillo de Restormel se construyó por primera vez, antes del desarrollo de Lostwithiel, alrededor del año 1100 d.c. para controlar uno de los puntos de cruce del río Fowey. El castillo perdió su importancia estratégica con la construcción de un puente en la ciudad, la creciente prosperidad de Lostwithiel llevó a los Condes de Cornwall a trasladar aquí su centro de administración desde Launceston.
En el siglo XVII el castillo ya se encontraba en ruinas y hubo quien pidió demolerlo, ya que sólo quedaban en pie las paredes exteriores, pero parece ser que costaba más tirarlo que dejarlo en pie y así ha quedado para disfrute de los visitantes.
Es una fortaleza que no está excesivamente cuidada. Los paneles informativos que solo están en inglés, están un poco desgastados y en alguno que otro, incluso no se puede leer bien la información. ¡Una pena!
Para nosotros, el mayor atractivo del castillo es que se puede caminar por lo alto de la muralla y disfrutar de las magníficas vistas de 360° de los alrededores y el río Fowey.
El castillo está rodeado por una gran zona verde donde han colocado varias mesas y bancos para que los visitantes puedan hacer picnic. Como a nosotros nos dio la hora de comer mientras estábamos allí, aprovechamos un banco en sombra, para comer lo que habíamos comprado a la mañana.
Para salir, tuvimos que volver a pasar por al lado del centro de información y ya de paso, aprovechamos para comprar un par de helados de postre y una manta para ver la tv, hecha con lana reciclada. Por todo pagamos £20,82 (24,38€)
Dando por finalizada la visita, intentamos ir hasta St. Breock downs monolith (un lugar donde hay unos monolitos tipo Stonehenge). Y digo intentamos, porque cuando estábamos a menos de un kilómetro según el GPS, tuvimos que parar porque la carretera estaba cerrada al tráfico por obras. Como no somos de darnos por vencidos a la primera de cambio, decidimos intentar un rodeo para alcanzar el otro lado. Pero volvió a pasarnos lo mismo: “road closed”. No sabíamos sí habría alguna otra manera de acercarnos y como no estaba planificado de antemano, ahora sí que dimos nuestro brazo a torcer y pusimos rumbo al siguiente punto.
Port Isaac es un bonito pueblo de pescadores situado al norte de Cornualles. Sus callejuelas estrechas y sinuosas están bordeadas por antiguas casitas encaladas, hechas de granito tradicional. Desde la Edad Media hasta mediados del siglo XIX, Port Isaac fue un puerto muy activo por donde entraban y salían muchas mercancías, incluyendo carbón, madera, cerámica y pizarra de Delabole.
Como casi llegamos a las 18h, no tuvimos que pagar por aparcar. Como ya os imaginaréis, el parking está a las afueras y desde allí hay un breve paseo hasta el centro del pueblo y el puerto. Tal como esperábamos, la mayoría de las tiendas estaban cerradas pero estaban abiertos dos o tres restaurantes. Aún se ve algo de gente entre calles.
Queríamos sacar una panorámica del pueblo así que rodeamos el puerto y enfilamos una pequeña cuesta (aquí es donde se encuentran los baños públicos) y encontramos un sendero que subía hacia una pequeña colina donde había una especie de mirador. Realmente son unos bancos donde además de descansar, se puede disfrutar de unas vistas espectaculares.
Serían aproximadamente las 20h cuando llegamos a Padstow. Fuimos directamente a localizar el restaurante de Rick Stein que es famoso por su fish & chips. El local está junto al puerto y hay bastantes plazas de aparcamiento alrededor, ¡de pago, por supuesto! Por una hora, pagamos £0,70 (0,82€).
En el restaurante no había mucha gente aún, así que apenas tuvimos que esperar para que nos sirvieran. Íbamos a lo que íbamos así que directamente pedimos dos raciones de fish & chips con refrescos £30 (35,16€).
Al poner el ticket, habíamos calculado cuánto tiempo estaríamos cenando y fuimos tranquilamente disfrutando del paseo. Llegando cerca del coche, distinguimos al operario de la empresa del parking anotando la matrícula del coche. Comprobamos que aún quedaban 2 minutos y así se lo dijimos, enseñándole el ticket. No dijo ni mu, tan solo dio media vuelta y se marchó. ¡Amabilidad en estado puro!
Por primera vez en lo que llevábamos de viaje, llegamos a casa a las 21h30, aunque al final, acabamos apagando las luces, pasada la media noche. ¡si es que no tenemos remedio!
*** final del día 6 ***
Séptimo día de viaje. Hora para levantarnos, idéntica a los anteriores. En la calle no hay mala temperatura (17ºC) y bastante niebla o misty como les gusta decir a nuestros amigos ingleses.
Antes de bajar a desayunar, estuvimos sacando fotos de algunos rincones y nos fijamos en la estantería llenita de libros. Pero Tasmin, nos dijo que esconde una historia y que guardásemos su secreto para no desvelárselo a otros huéspedes. Así que no os lo podemos contar sin traicionar su confianza.
Mientras desayunábamos, estuvimos contándole a Tasmin que habíamos estado el día anterior en Port Isaac y nos comentó que era su pueblo natal. Sobre las 9h llegó la hora de decir adiós, escribimos en el libro de visitas dándoles las gracias y ella nos pidió que sí hacíamos alguna revisión del alojamiento en internet, por favor, lo hiciésemos en español. ¡Y así lo hicimos al llegar a casa!.
Antes de ir a nuestro primer destino programado del día, quisimos intentar llegar hasta los monolitos que no habíamos podido visitar el día anterior. Era un último intento porque después nos habríamos alejado demasiado para intentarlo. Desgraciadamente la situación de la carretera era la misma, así que definitivamente, cejamos en el empeño.
Pusimos rumbo hacia la costa de Godrevy donde queríamos fotografiar un faro que hay en una pequeña isla que está muy cerca de la costa. La bruma fue despejándose y nos dejó un bonito cielo teñido de azul. Poco antes de llegar paramos a sacar unas fotos a unos acantilados que nos llamaron la atención.
Una vez allí, vimos cómo un grupo de rescate hacía prácticas, simulando que una persona estaba atrapada y tenían que ir a por ella. Y cuando íbamos a sacar la foto por la que habíamos parado, una “intrusa” se coló en la escena y ganó protagonismo.
Siguiendo en la línea de lo que nos estábamos encontrando, cuando llegamos a Godrevy, ¡cómo no, había que pagar por aparcar!
Esta vez nos “rebelamos” porque solo íbamos a sacar la foto del faro y de la misma, dar media vuelta y seguir adelante. No nos importa pagar por aparcar. Pero no nos parece bien que no te den opción a tramos de tiempo. En este caso te cobran £6 estés media hora o todo el día.
Entendemos que son sitios pensados para que la gente disfrute todo el día puesto que hay senderos y probablemente así lo hagan los lugareños.
Así que, un poco rebotados, nos dimos media vuelta porque la persona que te daba acceso a esas horas, no entendía o no quiso entender.
Estábamos relativamente cerca de otro pueblo que íbamos a visitar así que nos acercamos a St. Ives.
Antes de llegar, aprovechamos que vimos un M&S junto a la carretera, para parar y hacer las compras para pasar el día £26,20 (30,74€).
Según nos acercamos al pueblo, vimos cómo había bastante más tráfico que de lo que nos tenían acostumbrados. Y asumimos que era porque St. Ives es un pueblo bastante turístico. Las señales de tráfico nos llevaron directamente a los parkings que hay en las afueras del pueblo. Sí no conoces, no hay otra opción. La verdad es que lo tiene bien montado. Una gran explanada con varias calles donde aparcar ordenadamente y máquinas expendedoras de tickets para que nadie se escape, jejeje. Como el parking está en la zona alta del pueblo, hay un autobús lanzadera que está constantemente llevando y trayendo gente desde/hasta el pueblo. Nosotros bajamos andando, apenas se tarda 10’. En el centro del pueblo y puerto, también hay aparcamientos, por eso decíamos antes, que no conociendo, las señales no te bajan hasta aquí.
St. Ives es, según sus habitantes, la joya de la corona de Cornualles. Una localidad costera y dedicada desde la edad media a la actividad pesquera. Es uno de los centros pesqueros más importantes de la región, al igual que su playa, que es una de las más conocidas Cornualles. El puerto fue construido por el ingeniero británico John Smeaton a finales de la década de 1760.
Junto con Penzance y Camborne, St. Ives, es uno de los grandes productores de sardinas de la zona.
En principio queríamos pasar un buen rato en el pueblo y pagamos £4,50 (5,28€) por tres horas de aparcamiento. Nos llevamos la comida en la mochila porque no queríamos volver a subir solo para comer...
Según empezamos a callejear, encontramos sin quererlo la oficina de turismo y entramos a ver si tenían algún mapa con los sitios que se podían visitar. Habían puesto precio al mapa y aunque solo era de £1, nos quedamos con la explicación y listo. Anna tiene muy buena memoria y se orienta muy bien.
Una de las cosas que nos habían explicado en la oficina de turismo es que durante estos días había una feria de artesanía en el pueblo y como nos gusta ver ese tipo de cosas, aprovechamos para hacer una visita a la exposición.
Después de la breve parada, fuimos directamente a la zona del puerto y la playa que es donde está lo interesante del pueblo. Al acercarnos, marea baja y las gaviotas, sobrevolando y raseando por encima de la gente que sostenía algo en las manos, sobre todo sí era comida.
Menos mal que estábamos en junio y era entre semana, porque viendo la cantidad de gente que había, no nos queremos imaginar, cómo tiene que estar St. Ives en pleno verano .
Tiendas de todo tipo, suvenires, comida, ropa, etc. Nosotros decidimos no entretenernos y hacer el paseo hasta el puerto de un tirón. Ya habría tiempo luego para mirar escaparates y entrar en alguna tienda.
Como suele ser habitual en este tipo de pueblos pesqueros, las mejores vistas están desde el mar, así que nos fuimos hasta el final de espigón para poder tener una mejor perspectiva. La verdad es que es un pueblo con bastante encanto.
El espigón hace de división entre dos playas, la principal y otra más pequeñita y acogedora (Porthgwidden Beach) que, a la vista del tipo de personas que había, parecía una playa especial para familias con hijos y gente más local. Como nos pareció una zona tranquila, aprovechamos para comer.
Un consejo: tened muchísimo cuidado con las gaviotas. Como os comentaba antes, se tiran en picado a por la comida. Nosotros estuvimos “escondiéndonos” de ellas: comíamos un bocado, mirando a nuestro alrededor, y de la misma, el bocata a la bolsa escondida.
Mientras comíamos, observamos a lo lejos, la isla donde estaba ubicado el faro de Godrevy…. Sí, ese que nos habíamos “saltado”.
Una vez que tuvimos el estómago lleno, decidimos separarnos. Anna se volvía a la zona del puerto con el bullicio y las tiendas y yo me quedaba por los alrededores del sitio donde estábamos ahora.
Seguí callejeando y acabé en una pequeña colina donde está el parque “The Island” y desde donde hay otras bonitas vistas del pueblo. Además, en el parque está la capilla de St. Nicholas y una especie de mirador en forma de barco donde se puede observar toda la costa.
Habíamos quedado en vernos sobre las 15h en el centro del pueblo. Como nos quedaba media hora de aparcamiento y no queríamos andar corriendo, fuimos “suave, suave” hacia el coche, no sin antes parar a comprar un par de empanadas típicas de Cornualles £6,50 (7,64€) en Bakehouse. Pasar por aquí y no comer empanadillas es como ir a Cantabria y no probar las anchoas. ¡¡Es un must!!
También compramos unas pequeñas pinturas para enmarcar que ya lucen fenomenal en el pasillo de nuestra casa.
Antes de llegar el parking, todavía pudimos sacar alguna foto más, como a la Cruz del Sacrificio, en honor a los hombres y mujeres de St. Ives que perdieron la vida en las dos Guerras Mundiales. Y para acabar nuestra visita, una panorámica de la ciudad con su hilera de casas pintadas de colores que nos recordó muuuucho al estilo de las painted ladies de San Francisco, USA. ¿Quién copió a quién? Jajaja.
Habíamos oído hablar de nuestro siguiente destino, pero ahora nos resultan mucho más conocidas. En la década de 1970, la BBC produjo la serie histórica Poldark, que se desarrollaba en Cornualles y tomó a las minas de Botallack como una de las principales localizaciones. En la actualidad, están emitiendo una nueva versión de la serie. Como os imaginaréis ¡¡somos fans!! Consejo: sí vais a viajar a esta zona no está de más veros la serie. A nosotros nos ha hecho mucha ilusión ver los paisajes por los que hemos pasado …. y conociéndonos, menos mal que la serie no la vimos antes de ir porque nos hubiésemos pasado mucha parte del viaje, buscando las localizaciones del rodaje.
Ahh, y sí os hacéis fans, no os va a faltar merchandising everywhere, incluso en las oficinas de turismo. Nosotros, como os decimos, no vimos la serie hasta la vuelta así que vimos todo eso y no le hicimos caso ninguno. ¿Habrá que volver? Jajaja
Volviendo al tema de las minas, sobre las 16h y con el cielo bastante nublado, llegamos a las minas de Botallack. Antes de contaros cómo fue la visita, os relatamos un poco de historia sobre la actividad minera de la zona, sacada de la Wikipedia.
“Hasta la mitad del siglo XVI, Devon producía aproximadamente el 25-40% del total de estaño de Cornualles, pero la producción de mineral entre Devon y Cornualles durante este periodo era relativamente pequeña. A partir de 1540, la producción de Cornualles despegó dejando la producción de Devon entre el 9 y el 10%.
Los paisajes de Cornualles y el oeste de Devon sufrieron una transformación radical durante los siglos XVIII y XIX con un aumento de la explotación minera de cobre y estaño. Esta transformación comprende minas subterráneas, talleres de máquinas, fundiciones, nuevas poblaciones, pequeñas empresas, puertos e industrias auxiliares que dotaron de dinamismo industrial y comercial a la zona. Este desarrollo permitió a la región producir dos tercios del cobre mundial.
A principios del siglo XIX, un número importante de mineros migraron yéndose a vivir y trabajar a otras comunidades mineras manteniendo las tradiciones locales. Este movimiento migratorio alcanzó su zenit a finales del siglo XIX.
La industria minera ya reducida continuo en Cornualles tras el desplome del cobre en la década de 1860 con la producción centrada en el estaño. La explotación minero metalífera finalizó en 1998 con el cierre de la mina de South Crofty en Pool, la última mina de estaño operativa en Europa”.
Botallack son las minas de cobre y estaño más antiguas de Cornualles y desde 2006 son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Aunque no se sabe con seguridad cuando se fundaron las minas, los primeros registros sobre actividad minera datan del siglo XVI. También hay evidencias arqueológicas que apuntan que pudo haber explotación minera en la zona en la época romana o incluso tan atrás como la Edad del Bronce.
Botallack era una mina submarina, con túneles que se extendían bajo el mar, con longitudes en algunos lugares de hasta kilómetro y medio. Durante el tiempo que estuvo activa, se extrajeron alrededor de 14,500 toneladas de estaño, 20,000 toneladas de cobre y 1,500 toneladas de arsénico.
Tras la visita 1865 del Príncipe y de la Princesa de Gales, las minas se han convertido en un reclamo turístico muy importante para la zona. La mina cerró en 1895 como resultado de la caída de los precios del estaño y el cobre.
La imagen más conocida de las minas es la de “cuartos de máquinas o engine houses” que albergaban los sistemas motorizados que evacuaban el agua que se filtraba del mar.
Aunque la visita a las minas es gratuita, el parking es de pago y es gestionado por el National Trust. Por una hora, pagamos £1 (1,18€). Se nos hizo un poco corta la hora, por cierto. Hubiésemos necesitado un poco más de tiempo.
Tras la visita a las minas, nos acercamos al cabo Cornwall. Esta zona, fue en su día, una concurrida área minera de cobre y estaño, y la chimenea en la parte alta del cabo, fue construida en la década de 1850 para trabajar junto con las calderas de Cape Cornwall Mine. Una vez que la actividad minera cesó después de 1900, el paisaje fue transformado por el capitán Francis Oats.
Por cierto, antes de poder subir hasta la colina donde está la chimenea, tuvimos que esperar en el coche, porque se puso a llover, no muy fuerte, pero sí persistente.
A las 19h15, llegamos a la última visita que teníamos programada para el día, el faro de Pendeen Watch. La sociedad Trinity House construyó este un faro con bocina de bruma en 1891. El edificio fue diseñado por el ingeniero Sir Thomas Matthews.
El faro de Pendeen fue automatizado en 1995 y los fareros tuvieron que abandonar el faro el 3 de mayo de ese mismo año. En la actualidad, el faro está monitorizado y se controla desde el Centro de planificación de Trinity House en Harwich, Essex.
Poco de después de las 20h nos presentamos en el nuevo alojamiento. Nuestro anfitrión nos enseñó nuestra habitación y nos comentó que al día siguiente tenían un evento familiar y que no estarían, en la casa, pero que nos dejaban su número de móvil por si necesitábamos contactar con ellos.
Tras la presentación, salimos a comprar la cena a un supermercado Tesco 24h que buscamos en el GPS. £18,85 (22,15€). Volvimos a la casa para cenar y por una vez, casi conseguimos acostarnos antes de medianoche... pero sólo ¡casi!
Echamos una vista rápida al calendario y nos hemos dado cuenta de que justo hoy comenzamos nuestra segunda semana de viaje. Aunque el móvil nos da una temperatura de 17ºC en el exterior, al mirar por la ventana el cielo está nubladillo. Al no depender de nuestro anfitrión para que nos prepare el desayuno, no nos entretenemos demasiado y para las 8:45 estamos listos para dejar la casa y poner rumbo al “final de la tierra”, que suena a sitio lejano pero que a nosotros solo nos lleva 30 minutos llegar hasta allí.
Land's End (final de la tierra o finisterrre), es un cabo situado en la costa oeste de Cornualles y es el punto más occidental de la parte continental de Inglaterra. Aparte del impresionante paisaje, hay unas cuantas rutas de senderismo para hacer (gratuitas) y también una especie de parque temático donde poder pasar el día.
Llegamos al parking cuando aún no hay nada más que cuatro coches y nosotros; para no variar, es de pago. Al apagar el coche, se encendió la luz de pérdida de presión de uno de los neumáticos. Really? ¡¡Estamos gafados con las ruedas!! Pero no había duda ninguna, porque al abrir la puerta se oía un fuerte silbido que confirmaba al 100% que habíamos pinchado y la rueda perdía aire de manera muy evidente y sonora.
Examinando la rueda, vimos que lo que había provocado el pinchazo era una llave allen que se había clavado en el neumático. ¡¡¿Quién va perdiendo llaves allen everywhere? Y qué mala suerte ir a pisarla nosotros ¡¡ ainsssssss!!!!
Automáticamente nos vino a la memoria lo ocurrido en Islandia, cuando a raíz de un reventón, tuvimos que comprar una rueda nueva. Esta vez no era lo mismo, pero de momento ya teníamos que buscar un taller, etc, etc, etc.
Cambiamos la rueda allí mismo e intentamos disfrutar de lo que habíamos venido a hacer a Land´s End, que era ver el faro situado en las islas Longships. Junto al aparcamiento había una exposición de casas típicas de la zona en miniatura.
Desde el acantilado pudimos sacar foto al faro de Longships, que se encuentra en mitad del mar. La torre original, situada en el islote Carn Bras, y con 24 metros de altura, se construyó en 1795, pero parece ser que no tuvieron en cuenta la subida de las mareas, y el agua llegaba a tapar la luz, jejeje. En 1869, la corporación Trinity House se hizo cargo del faro, lo reconstruyó y lo elevó hasta los 35 metros actuales. El faro lleva automatizado desde 1988. (Aunque en nuestra foto no se llega a apreciar, en lo alto del faro hay un helipuerto).
Poco después de las 10h abandonamos Land´s End. Nuestra primera idea era hacer alguno de los senderos de la zona y disfrutar allí la mañana pero decidimos que lo mejor sería ir en busca de un taller para reparar la rueda y “sacrificar” el paseo. Gracias a Google Maps no fue difícil encontrar un taller. Al llegar, nos salió a recibir una persona mayor que nos dijo que el mecánico había tenido que salir con la grúa a atender un aviso. Pero muy amablemente, nos dio indicaciones para otro taller cercano.
Ya sé que dicen que, a la tercera va la vencida, pero en nuestro caso, tuvimos suerte y a la segunda encontramos un taller mecánico abierto. Tras explicar lo sucedido, nos dijeron que esperáramos unos minutos y nos atenderían.
Una vez nos llegó el turno, el mecánico examinó la rueda y nos dijo que podría repararla. ¡Qué alivio! En cuestión de 15 minutos, desmontó la rueda, puso un parche y volvió a montar la rueda, poniéndola ya en el coche. El precio por reparar el pinchazo fue de £20 (23,50€). ¡¡La llave allen nos la trajimos de regalo aunque realmente, nos hubiese gustado tirársela a la cabeza del que la había “perdido”!!
De camino a Mousehole, nuestra siguiente visita planificada, tuvimos oportunidad de ver a lo lejos el castillo del monte St. Michael, situado en una isla junto a la costa de Mazarion.
En esta ocasión, encontramos algún hueco libre en la carretera de acceso al pueblo donde pudimos aparcar sin tener que pagar. Tan solo tuvimos que andar unos 10´ para llegar al pueblo y por el camino vimos alguna que otra cosa curiosa, como este coche demasiado grande para el garaje, jejeje. Y justo a la entrada del pueblo, tienen el parking público porque no está permitida la entrada a vehículos de no residentes.
Mousehole (madriguera del ratón), es un pequeño pueblo de pescadores situado en la costa oeste de Cornualles. Sus casas con exterior de piedra, bajan desde la colina hasta la playa. Arropada por un puerto artificial, la playa es utilizada por las familias, durante la bajamar.
Y cuando estábamos paseando por el rompeolas, sobre nuestras cabezas, pasaron dos aviones a reacción (entendemos que del ejército británico) a una velocidad increíble y a muy baja altitud. Debido a su velocidad, oímos el sonido después de que lo aviones hubieran pasado.
Y poco antes de acabar la visita a Mousehole, que disfrutar de la visita de una pareja de focas, que aprovecharon unas rocas cercanas, para subirse a tomar el sol.
Poco antes de las 14h llegamos a Marazion. Frente a sus costas, se encuentra la isla donde está erigido el Monte de St. Michael.
Aunque pueda parecer que se encuentra en una isla y aislado, realmente no es así. Hace tiempo se construyó una calzada de adoquines de granito para facilitar el acceso a los visitantes cuando hay bajamar. En la actualidad, la actividad del monte está restringida exclusivamente al plano turístico, pero pudo ser un punto importante de exportación de estaño.
Dependiendo de cómo se encuentre la marea, el acceso y/o regreso, se hace a pie o en barca. Hay paneles donde te informan de los horarios de la pleamar y la bajamar.
Lo que no se puede negar es el parecido entre el St. Michael Mount de Cornualles y el Mount Saint Michel de Normandía, en Francia y es que se supone que ambos se construyeron tras la visita del arcángel San Miguel a los habitantes de las respectivas poblaciones.
Como atracción turística, cuenta con una amplísima zona de parking para que los visitantes puedan dejar sus vehículos mientras visitan el monte. El precio: £4.
Como la marea todavía no estaba alta del todo, pudimos ir andando hasta la zona baja del monte donde está el centro de información y donde sacamos las entradas. También aprovechamos para hacer unas compras por si cerraban antes de que volviéramos de ver el castillo.
Como el acceso castillo lo cerraban a las 17h decidimos que lo mejor era comer lo primero, así que buscamos unos bancos que había junto a unos murales pintados en la fachada de una casa. Intentamos hacer una especie de picnic con la comida que habíamos comprado el día anterior, pero “nuestras amigas” las gaviotas andaban por allí atentas a lo que dejábamos encima de la mesa e incluso hicieron algún amago de lanzarse a la comida, así que tuvimos que comer un poco a escondidas. Ya sabéis, bocado que le pegábamos al sándwich y vuelta a esconderlo.
Tras la comida, cogimos el camino de subida hacia el castillo. Al de poco, nos encontramos con la garita donde tuvimos que enseñar nuestras entradas.
La subida al castillo comienza con unas escaleras bastante empinadas. Según ponía en el cartel, las llaman las escaleras del peregrino y por lo tanto, es por donde accedían los peregrinos que venían a rezar al monte St. Michael.
Existe una leyenda en Cornualles sobre un gigante llamado Cormoran que vivía en el monte St. Michael y que aterrorizó a los habitantes de Marazion. Sólo Jack, un joven del pueblo, fue capaz de hacerle frente y así libró a su pueblo de tan temido monstruo.
Se cuenta que el corazón del gigante está escondido entre las piedras del camino que lleva al castillo. Te indican la zona donde se encuentra y el resto corre de tu cuenta. ¿Seríais capaces de encontrarlo? (En la foto grande, no en la pequeña, ehhhh!!)
En la parte baja del castillo, se conservan aún una batería de 11 cañones del siglo XVII utilizados para defender Penzance de los ataques que vinieran por el mar. Junto al mar todavía hay 3 defensas (refugios de piedra) construidos durante la 2ª Guerra Mundial.
Nada más entrar en el castillo encontramos un salón denominado “The entrance Hall” donde pudimos ver el escudo de armas de la familia St. Aubyn. Uno de sus miembros, John, coronel del ejército, que nombrado gobernador de la isla y consiguió mantener la paz en la zona tras la guerra civil. En el salón también están expuestos numerosos mosquetes, diversas armas y el baúl utilizado para sus viajes.
La habitación de Sir John fue originalmente una cocina y luego un estudio donde relajarse. En ella se conserva un reloj de mareas utlizado por la familia para planificar los viajes.
Una de las habitaciones que más nos gustó, fue la Biblioteca. Se supone que, hacia 1780, los habitantes del castillo venían a esta sala a leer y a entretenerse con juegos de mesa tipo ajedrez, damas e incluso cartas.
La sala Chevy Chase es el gran salón del castillo y en ella se celebraban todo tipo de fiestas y celebraciones. En el centro de la sala se puede ver la mesa del Capitán. El friso de yeso que rodea la sala está decorado con escenas de caza.
Una anécdota de la visita es que nos fijamos que de nuevo, en todos los sillones del castillo, había uno o varios cardos. Como sabemos que el cardo es el símbolo de Escocia, pensamos que igual tenía algo que ver. Al preguntar, nos dijeron que no… sólo ponían los cardos para que la gente no se sentara en los sillones, jejeje. Lo habíamos visto anteriormente en el castillo de Dunster, pero entonces no preguntamos.
Para poder visitar la capilla tuvimos que salir a una especie de terraza donde había unas increíbles vistas del puerto y del pueblo de Marazion. Como se ve en la foto, la marea había tapado ya el camino empedrado.
La capilla del monte data del siglo XII y todavía se utiliza para los servicios dominicales. Dentro se conservan esculturas de alabastro de hace 500 años de escenas bíblicas y una cruz de linterna de granito del siglo XV, ahora refugio en la seguridad de las murallas del priorato.
En el salón azul de los retratos están expuestos dos cuados de los retratistas Gainsborough y Reynolds además de bustos y jarrones tallados a mano y cuatro sillas Gothick Windsor hechas a mano para celebrar una boda familiar.
La visita al castillo estaba llegando a su fin, pero para llegar a la salida, antes tuvimos que atravesar el pasillo que comunica los dos lados del castillo. En ambas paredes del pasillo había expuesta una cantidad importante de grabados antiguos con diferentes motivos como, por ejemplo, una vista del monte St. Michael desde Marazion.
La última sala en la que entramos, fue la sala de armas donde, además de varias vitrinas con armas de todo tipo (pistolas, mosquetones, etc.…) había expuesto un guerrero Samurái. Se supone que todo el contenido de esta habitación, fue traído por Sir John durante su periodo de servicio militar de varias partes del mundo.
Justo antes de salir del castillo vimos una vitrina una maqueta del Monte St. Michael, hecha íntegramente con corcho de botellas de champan por el artista Henry Lee en 1932. Y para acabar con una sonrisa, un dibujo tipo comic representando una graciosa escena bélica en la playa de Marazion junto al monte St. Michael.
Mientras esperábamos a que llegara el bote (£2 por persona) que nos tenía que devolver a tierra firme, nos comimos unos ricos helados £5 (5,88€) junto a una placa que conmemoraba la visita de Carlos, Príncipe de Gales y su esposa, Camila, Duquesa de Cornualles al monte St. Michael, en 2010.
Tras la visita al castillo, volvimos a Godrevy con intención de hacer el atardecer allí. Previo pago del parking (por la hora que era, nos bastó con £3), y como era todavía muy pronto, dimos un paseo por la zona y descubrimos un sitio que no habíamos localizado cuando preparamos el viaje. Y es que muy cerca de donde teníamos pensado fotografiar el atardecer, había una pequeña cala donde se podían ver focas (de hecho, está marcado como punto de observación).
Como la marea aún estaba alta la mayoría de las focas estaban nadando en el agua, meciéndose al ritmo y vaivén de las olas.
Acabamos el paseo circular volviendo a la zona de la playa, donde pudimos ver cómo, en Cornualles, el mar tiene también mucha fuerza.
Como quedaba algo más de una hora para el atardecer, decidimos acercarnos hasta Camborne para comprar la cena £19,05 (22,48€). Aprovechamos también para llenar el depósito del coche. 21,03 x £1,269 = £26,69 (31,51€). Al lado nuestro, repostó este precioso auto reluciente.
De vuelta en Godrevy, la luz ya tenía otra pinta, pero aún nos dio tiempo a dar otra vuelta por la cala de las focas. En este ratito, había bajado bastante la marea y pudimos ver hasta 6 ejemplares con algunas crías. También aprovechamos para cenar antes de meternos en faena.
Y sobre las 21h30, el sol se puso por el horizonte de Godrevy y el sol se tiñó de un color amarillo intenso. La verdad es que fue una pasada de bonito. Además de algún que otro fotógrafo como nosotros, había más gente, que simplemente, disfrutaba del atardecer.
A las 22h15 regresamos a Marazion para intentar hacer una foto nocturna del monte St. Michael. A pesar de lo que pueda parecer en la foto, no había ya casi luz, así que recurrimos a una larga exposición (15 segundos) para poder ver lo que teníamos alrededor. Sí os fijáis, las manchas rojas en mitad de la calzada, son personas que se cruzaron por delante nuestro en ese intervalo de tiempo.
Llegamos algo tarde a la casa, pero el día nos había cundido bastante. Serían algo más de la 1h cuando quisimos apagar la luz. Y “casi” olvidado el incidente con el que comenzamos la jornada.
*** final del día 8 ***
Este día comenzaba siendo una repetición casi al dedillo del anterior. Con 17ºC en el exterior, despejado, levantándonos a las 7, desayunando a las 8 y saliendo por la puerta del alojamiento bastante antes de las 9h. Como volvíamos a estar solos, no tuvimos mucho que entretenernos.
Aunque inicialmente no lo teníamos programado, habíamos visto en la guía de la English Heritage, que cerca de nuestro alojamiento, había unos restos de lo que fue un asentamiento de la Edad de Hierro (Chysauster Ancient Village). Además, la visita era gratuita con la Pass así que decidimos desviarnos un poco y visitarlo.
Pero cuando llegamos vimos que abrían a las 10h y cómo ni siquiera eran las 9h, decidimos que no merecía la pena esperar más de una hora y pusimos rumbo al faro de Lizard Point. Fallo nuestro y de novatos, no haber mirado el horario antes de ir. Pero ya estaba hecho.
Al faro llegamos pasados unos minutos de las 10h. El edificio está tutelado por la sociedad Trinity House, pero ubicado en una zona protegida que gestiona la National Trust y como os podéis imaginar, el parking era de pago. De nuevo, la tarifa pensada en base a las personas que van a pasar el día por allí y realizar senderismo. Decidimos regresar al pueblo, aparcar y darnos un paseo. Y ¡zasca! Segundo “portazo” en las narices. ¡El único día de la semana que cierran es hoy!! Dos de dos…. ¡¡¡estamos en racha!!!!!
Pero ya que hemos llegado hasta aquí, nos damos un pequeño paseo por los alrededores para dar fe de que llegar, ¡hemos llegado!, aunque nos hayamos quedado con las ganas de la visita al interior. ¡Cagüento!
Tras este pequeño revés en nuestros planes, seguimos camino hacia Cadwith, un pequeño pueblo pesquero situado en la península de Lizard, al sur de Cornualles.
Como es habitual, al llegar a las afueras del pueblo, nos encontramos con el parking para dejar el coche, a un precio razonable, £2 (2,35€) para todo el día. Al salir del recinto te recuerdan varias veces con carteles sí has puesto tu ticket de aparcamiento. Desde luego, sí luego te pillan, no podrás alegar que no estabas sobre aviso.
A modo de curiosidad, podemos contar que el pueblo tiene dos pequeñas calas separadas por una atalaya llamada "The Todden". Según pone en la Wikipedia, este nombre puede significar “poner tierra” encornish (idioma de Cornualles).
El pueblito es bastante pintoresco y ubicado en la bajada hacia el mar. La mayoría de las casas son de piedra y algunas aún conservan la techumbre de paja. Tuvimos la suerte de ver cómo renovaban el tejado de una de ellas.
Desde el pequeño puerto, subimos por una pequeña cuesta serpenteando entre casas hasta que encontramos un pequeño sendero que parecía que nos llevaba por la costa. Aunque la vegetación estaba bastante frondosa, pudimos tener una vista panorámica de Cadgwith que hicieron que mereciera la pena el paseo.
Entre una cosa y otra, se hizo la hora de comer, así que de camino a nuestro siguiente destino, el castillo de Pendennis, paramos en un supermercado para comprar algo de comer £7,54 (8,91€). Al llegar al parking, nos empezaron a caer cuatro gotas y decidimos hacer una de “picnic” dentro del coche.
El castillo Pendennis es un fuerte de artillería construido por Enrique VIII cerca de Falmouth, Cornualles entre 1540 y 1542. Formó parte de una estrategia para proteger Cornualles contra la invasión de Francia y el Imperio Romano, defendiendo canal de Carrick Roads, un profundo estuario en la desembocadura del río Fal. Para protegerlo, Enrique VIII construyó fuertes en las costas opuestas, en Pendennis y St Mawes. El castillo de Pendennis tiene un diseño circular que permitía disparar todo el fuego con cañones montados en varios niveles.
Como Inglaterra tenía miedo de una eventual invasión francesa, en las décadas de 1730 y 1790, las defensas de Pendennis se modernizaron. El castillo fue utilizado durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, pero en 1956, ya obsoleto, fue dado de baja. Pasó al control del Ministerio de Obras, que retiró muchos de los edificios militares más modernos y abrió el sitio a los visitantes. Actualmente es gestionado por el English Heritage.
En cuanto dejó de llover, dejamos el coche y dimos el pequeño paseo que nos llevó hasta la entrada y empezamos la visita. Según entramos, pudimos ver una demostración de disparo de uno de los cañones de defensa. Nos recordó mucho al disparo de la una en punto (one clock gun), en el castillo de Edimburgo (pero sin tanta majestuosidad).
Como lo que más nos interesaba era el castillo, fue lo primero que fuimos a visitar y menos mal, porque debido a una boda, cerraban el acceso a las 16h30. Nada más entrar vimos como el salón principal estaba preparado ya para las nupcias.
Afortunadamente, otras salas estaban intactas y pudimos ver una colección de los cañones que, en otras épocas, defendieron el castillo.
Al acceder a la parte exterior del castillo pudimos disfrutar de unas magníficas vistas de Falmouth, así como del castillo de St. Mawes y el faro de St. Anthony.
En el edificio que está frente al castillo, hay una exposición sobre el papel de Falmouth y el castillo de Pendennis durante la Primera Guerra Mundial.
Al acabar la visita a la exposición, coincidimos con los primeros invitados a la boda, así que, nos quedamos un poco a “cotillear” , ver llegar a los novios y hacer un poco de BBC.
Y como punto final de nuestra visita al castillo, bajamos por un pasadizo a la parte inferior del castillo donde se encuentran las defensas antiaéreas que se construyeron para defender el Canal de la Mancha, durante la Segunda Guerra Mundial. Además de los cañones, pudimos visitar también los búnkeres donde se guardaba la munición. Para esta parte, hay visita guiada. Nosotros entramos solos con el guía así que fuimos un poco a nuestro ritmo y pudimos preguntarle alguna que otra cosilla.
Nuestro alojamiento estaba en St. Austell y aunque aún estábamos un poco lejos, no quisimos perder la oportunidad de visitar otro de esos pequeños pueblecitos costeros de los que dicen “con encanto”.
Portloe es un pequeño pueblo pesquero situado en la península Roseland, condado de Cornualles y su actividad principal, como no podía ser de otra manera, es la pesca. Gracias a su aparición en varias películas, el turismo también proporciona suculentos ingresos a los negocios locales.
El contrabando, como en otras partes de Cornualles, desempeñó un papel importante en la historia de Portloe en el siglo XIX. El brandy francés fue el principal contrabando, llevado a tierra por los pescadores y escondido en bodegas y granjas locales.
Como viene siendo habitual cuando visitamos pueblos después de las 17h30, apenas encontramos ninguna tienda abierta (ni habitantes, a no ser en el pub), así que lo que hicimos fue callejear un poco por sus empedradas y estrechas calles.
Para tener una vista más general del pueblo, ascendimos un poco por el sendero de la costa. Aunque al principio pensamos que la maleza no nos iba a dejar ver el pueblo, sólo que tuvimos que andar unos 10 minutos para llegar hasta un punto más elevado donde disfrutamos de unas preciosas vistas del pueblo y su bonito puerto.
De camino a St. Austell, paramos en supermercado a comprar algo para cenar. Como jugaba España contra Portugal su partido en la fase de grupos del Mundial de Rusia, decidimos ir directos al alojamiento y cenar en la habitación mientras veíamos el partido. Una pena que el amigo Ronaldo nos aguara la fiesta.
Como no teníamos pensado salir ya de casa, tras el partido, aprovechamos para ducharnos y así, no acostarnos a las tantas.
*** final del día 9 ***
Como la noche anterior nos habíamos duchado ya, aprovechamos para levantarnos un poco más tarde (casi a las 7h30, ¡récord! para nosotros). A las ocho en punto subimos al piso de arriba donde estaba la sala para el desayuno. A pesar de haber más huéspedes en el alojamiento, a nosotros nos tenía preparada una mesa aparte, junto a la ventana. Una vez más, pude disfrutar un estupendo desayuno inglés…
Esta casa y sus anfitriones te hacen retroceder inevitablemente a los 80. La decoración es bastante de esos años pero con un toque actual. Tienen varias habitaciones en la parte superior y luego, bajando una escalera de caracol, tienen un par de ellas más. A nosotros nos ha tocado baño fuera de la habitación pero es solo para nosotros. Pero la otra habitación está ocupada así que suponemos que ellos tienen baño privado dentro.
Mirar por la ventana no anima mucho. Aunque hay 14ºC en el exterior, la niebla está bastante baja y a ratos caía txirimiri bastante intenso. Para intentar “huir” del mal tiempo, pensamos que puede ser una buena idea retroceder un poco para ver un castillo que no nos había dado tiempo de ver en la jornada de ayer.
El castillo de St. Mawes es un fuerte de artillería construido por Henry VIII cerca de Falmouth, entre 1540 y 1542. Formó parte del programa King's Device para proteger contra la invasión de Francia y el Sacro Imperio Romano , y defendió la Canal de Carrick Roads en la desembocadura del río Fal.
Inicialmente estaba armado con 19 piezas de artillería, destinadas a ser utilizadas contra las naves enemigas, operando junto con el castillo de Pendennis, en el otro lado del estuario. El castillo siguió funcionando como un fuerte durante los siglos XVIII y XIX y a principios de la década de 1850, los temores de un nuevo conflicto con Francia, llevaron a la modernización del castillo convirtiéndolo en un cuartel y construyéndose varias baterías de cañones debajo de él, equipadas con la última artillería naval.
Aunque en la década de 1920 el castillo se convirtió en una atracción turística, fue recuperado para la actividad militar durante la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad, es gestionado por el English Heritage.
La gran sala circular de la siguiente fotografía, tenía muchos usos. Principalmente se podía utilizar como vivienda para varias personas, pero en caso de emergencia, también se podía utilizar como zona de defensa. Hay ocho huecos de ventanas construidas en las paredes y cuando el castillo era atacado desde tierra, se podían convertir en posiciones defensivas.
Al salir a la terraza exterior, nos encontramos de frente con el castillo de Pendennis (¿os acordáis que ayer veíamos el castillo de St. Waves desde la otra orilla?). También pudimos ver la primera linea de defensa en forma de cañones.
A pesar del cielo amenazantemente gris, de vez en cuando se colaba unos rayos de sol que nos encantan para las fotos, pero que sabíamos que no nos auguraban mucha paz en cuanto al momento en que comenzase a descargar agua.
Tras la visita al castillo, y de camino a nuestro siguiente destino, hicimos una breve parada para visitar la iglesia de St. Just in Roseland.
Se cree que la iglesia fue fundada alrededor del año 550 dC en honor a San Justo el Mártir. El actual edificio de la iglesia data del siglo XIII. Fue consagrada en 1216 por Simón de Apulia, obispo de Exeter. Fue restaurada y reabierta por el Obispo de Exeter, el lunes 18 de noviembre de 1872, quien puso nuevos bancos, el púlpito y el retablo. La sacristía fue añadida en el siglo XX.
Tanto el parking como la entrada a la iglesia son gratuitos, aunque admiten donaciones (sugieren £2 por visitante).
En el interior pudimos ver una decoración bastante austera y minimalista, pero el órgano nos llamó bastante la atención, probablemente por estar pintado de un color verde bastante vistoso. Los cojines, hechos a mano, decorados con punto de cruz y con diferentes motivos (no solo religiosos) nos gustaron mucho también.
Seguimos nuestro camino y según pasábamos por Tregony, paramos en un supermercado para comprar la comida del día £9,77 (11,55€).
Sobre las 13h llegamos a los Jardines Perdidos de Heligan. Los jardines de Heligan formaban parte de la finca del mismo nombre, propiedad de lafamilia Tremayne de Cornualles durante más de 400 años. Después de la Primera Guerra Mundial, que produjo la muerte de 16 de los 22 jardineros que trabajaban en él, los jardines quedaron en un estado lamentable hasta que el empresario británico de origen holandés, Tim Smit, y un grupo de entusiastas compañeros decidieron restaurar el jardín a su estado original. La restauración fue todo un éxito, revitalizando los jardines y la economía local, proporcionando empleo alrededor del pueblo de Heligan.
Aunque le precio puede parecer un poco alto, sobre todo, si se va varias personas, hay que tener en cuenta que los jardines ocupan una extensión de casi 81 héctareas (lo que vendría a ser aproximadamente 160 campos de fútbol), así que la visita da para mucho.
Hay un centro de visitantes donde puedes encontrar los baños, restaurante-cafetería y tienda de suvenirs así como aulas para realizar actividades con los niños. Un poco más adelante, están las taquillas y de ahí se pasa directamente al interior del jardín. Dentro no hay baños. Pero puedes salir y volver a entrar, mostrando la entrada.
Nada más entrar nos encontramos con un pequeño laberinto formado por árboles de rododendro. Ramas que salían de los troncos y tomaban direcciones aparentemente aleatorias enredándose con ramas de otros arboles. El que padezca claustrofobia, se puede sentir un poco atrapado.
Si os gustan los jardines botánicos, éste os va encantar. Hay una gran colección de jardines, cada uno con su propia atmósfera, entre ellos se esconde el llamado “the jungle” (jungla), con un micro-clima diferente al resto de los jardines, lleno de plantas exóticas y con plantaciones de plataneros, palmeras, ruibarbos gigantes y túneles de bambú. También tiene el puente colgante de cuerda más largo de Gran Bretaña. Los invernaderos guardan el encanto de la época victoriana y dan un toque muy especial al lugar.
En el jardín italiano, nos encontramos con esta estatua escupiendo un chorro de agua y pensamos que era un buen sitio para una “masterclass” y llevar a la práctica las primeras lecciones en fotografía. ¡No tenemos remedio!
Sobre las 14h empezamos a tener hambre. Localizamos unos bancos donde poder sentarnos y dimos buena cuenta de lo que habíamos comprado para la ocasión.
Continuamos la visita y elegimos la zona conocida como West Lawn donde hay una mini-exposición de apicultura con una colmena viva donde se pueden ver las abejas gracias a un panel transparente.
Pero antes de llegar a la colmena, vimos una gran escultura de piedra recubierta de hiedra llamada Mud Maid. “La dama del barro” es una escultura creada por los artistas y hermanos de Cornualles, Sue y Pete Hill en 1998. Sus manos y su rostro están rellenas de barro, cemento y arena. Originalmente fue recubierto con yogur para que crecieran los líquenes. Nos pareció preciosa esta forma de arte y nos sorprendió su originalidad.
Como los jardines están pensados para toda la familia, no pueden faltar las zonas de juegos para los más pequeños ( y no tanto, que también hacen sus “pinitos”, enredando), aprovechando los recursos naturales que ofrece la finca.
Y qué mejor menera de terminar la visita, que comiéndose un rico helado, jejeje £5 (5,89€). ¡Pues eso hicimos!
Tras una breve pasada por la tienda de suvenires, recogimos el coche y pusimos rumbo a otro pueblo que nos había recomendado el anfitrión de la casa donde estábamos alojados.
Megagissey es un pueblo situado en un pequeño valle, mirando hacia el este, a la bahía del mismo nombre. El puerto está lleno de una mezcla de embarcaciones de recreo y barcos de pesca que, trabajan los restos de una industria que una vez fue importante. Sin embargo, el turismo ha ido suplantado a la pesca como la industria dominante en los últimos años.
El centro del pueblo de Mevagissey lo forman calles estrechas con muchos lugares para comer y tiendas destinadas al turismo. Una vez más, cuando llegamos nosotros, la mayoría de las tiendas habían cerrado ya y sólo quedaban algunos restaurantes y pubs abiertos.
Como no teníamos comprada comida, pensamos que era un buen sitio para quedarnos a cenar, y para asegurarnos que íbamos a encontrar algo abierto a la hora de la cena, entramos en un restaurante a preguntar la hora de cierre. Nos confirmaron que la hora de cierre eran las 20h…
Nos apetecía dar un paseo así que callejeamos y terminamos en el puerto, donde vimos que tienen otro parking público justo al final del rompeolas. Vimos unas escaleras que parecían subir a una zona un poco elevada y por allí nos fuimos para intentar sacar alguna foto panorámica del pueblo.
Como no habíamos “picado” nada para merendar, pensamos que era un momento estupendo para hacer una “merienda-cena”, así que nos presentamos en el Central Cafe y nos comimos unos ricos “fish & chips” £25,20 (29,77€).
De vuelta en St. Austell, hicimos una parada antes de ir a la casa para fotografiar un mural pintado en el lateral de una casa y que nos había llamado mucho la atención. El mural es una reproducción (cuatro veces más grande) de una pintura de la artista local Janet Shearer.
Cuando llegamos a la casa, serían más o menos las 20h30. ¡A descansar toca!
*** final del 10 ***
Repetimos panorama metereológico con 14ºC, niebla baja y txirimiri. ¡ Cómo me recuerda este tiempo a casa! jajaja. Como hoy cambiamos de alojamiento, antes de subir a desayunar, dejamos todo listo en la habitación para marchar nada más acabar.
Sobre las 9h15 salimos hacia nuestro primer destino del día, aunque antes paramos a repostar en una gasolinera que encontramos por el camino. 19,29 x £1,278 = £24,65 (29,12€). La verdad es que desde St. Austell, Proyecto Edén está muy fácil de llegar, ya que al ser una atracción turística muy famosa, está muy bien indicado en la carretera.
El lugar recibe miles de visitantes así que no es de extrañar lo organizados que tienen los diferentes parking de que disponen.
Al llegar, continúa lloviendo. Así que nos pertrechamos con todo lo necesario para no mojarnos y aunque hemos podido aparcar en un sector bastante cercano a la entrada, hay que dar un mini paseo hasta llegar al recinto de bienvenida a visitantes.
En la zona para sacar las entradas, como podéis ver en la foto, había más mostradores que en la zona de facturación del aeropuerto de Bilbao ¡jajaja! Los baños públicos, están antes de entrar a esta zona.
Seguramente por la hora, apenas tuvimos que espera. Nos acordamos que con la entrada de losa Jardines Perdidos de Heligan, nos habían dado un bono descuento del 10% para esta visita, así que hicimos uso de ella. Con la entrada sólo te dan un mapa (disponible en varios idiomas, pero no en español ¡¡mal, muy mal, señores del proyecto Edén!! ). Había una guía más completa, pero nos pareció que ya habíamos pagado suficiente por la entrada y decidimos no comprarla.
El Proyecto Edén es un proyecto “faraónico” de Tim Smit… si, si… el mismo que levantó los Jardines Perdidos de Heligan y que empezó en 1995, cuando se le ocurrió la gran idea de levantar un espacio donde poder exhibir las plantas más importantes del mundo. Está construido en el suelo donde hace tiempo hubo una mina de caolín (mineral de arcilla).
Los arquitectos que llevaron a cabo el proyecto, tomaron la idea de la Waterloo International Station, aunque finalmente el proyecto original fue transformándose hasta las burbujas finales. Según cuentan en la propia web, esta forma de burbujas se adoptó porque se ajustaba mejor a las formas irregulares del sitio donde se iban a levantar.
Tras arduos años de recaudar fondos y obtener financiación, en septiembre del año 2000, empiezan a llegar las primera plantas y en marzo del año siguiente, el Proyecto Eden abre sus puertas al público.
Para simplificar, el Proyecto Edén lo forman 5 esferas gigantescas burbujas, divididas en 2 espacios medioambientales diferentes: rainforest (selva) y bosque mediterráneo.
Nosotros elegimos empezar por la zona de Rainforest Biome y lo primero que nos dimos cuenta es, porqué se llama rainforest o “bosques húmedos”. Los objetivos de las cámaras se nos empañaron completamente y empezamos a sudar por la cantidad de humedad que había, asi que tuvimos que quitarnos las chaquetas y esperar a que las cámaras ase adecuaran al nuevo ambiente.
Tenemos que reconocer que la entrada puede resultar un poco cara, pero este lugar, al igual que los jardines de Heligan, está pensado para pasar todo el día paseando sin ningún tipo de prisa entre plantas de diferentes lugares del planeta.
Como os podréis imaginar, hicimos un montón de fotos, pero para no aburriros, sólo ponemos una pequeñas selección de las plantas que más nos llamaron la atención.
Las diferentes tipos de selvas que se pueden ver son: Islas tropicales, Sudeste asiático, África occidental y Sudamérica tropical.
Y como esto de ver cosas y sacar fotos, nos da hambre, a media mañana hicimos una parada para reponer fuerzas. Igual que el parking, la zona de restauración la tienen muy bien pensada, organizada y es amplia.
Nosotros elegimos unos “hot chocolates” con unos scones para acompañar. ¡como añoramos Escocia! £13,50 (15,95€).
Tras reponer fuerzas, continuamos la visita por el bosque Mediterraneo donde pudimos ver paisajes de la zona mediterránea, Sudáfrica, California y Australia occidental.
Una cosa que nos hizo mucha gracia es ver que tenían plantados pimientos de Ezpeleta (típicos del Pais Vasco) y también pimientos de padrón (de los que unos pican y otros, no) jejeje.
En las fotos que vienen a continuación se puede ver una selección de las plantas que más nos gustaron del bosque mediterráneo, así como unas esculturas del artista Tim Shaw, representando el rito de Dionisio entre plantas de vides.
Ya fuera de las burbujas gigantes, en el edificio que llaman “Core” nos encontramos con una enorme escultura de cerámica azul que homenajea a uno de los organismos más pequeños, pero más importantes… las cianobacterias.
Además de la magnitud de la escultura, lo bonito era que estaba viva y de vez en cuando, de los muchos agujeros que tenía, salían redondeles de humo, como los que hacen las persona que fuman (aunque éstas tienen un tamaño considerable). Los más pequeños (y algunos mayores), se lo pasaron en grande intentando “cazarlas” al vuelo.
Hemos hecho un “gif animado" con 32 fotos para que os hagáis una idea de como salían los redondeles de humo.
Para acabar la visita, subimos a un mirador para echar un último vistazo desde un punto más elevado a las curiosas burbujas gigantes. ¡De verdad que son impresionantes!
Ahhh como siempre, la salida… por la tienda. Nosotros nos trajimos unas cantimploras que nos parecieron muy chulas. Todo realizado con material reciclado y haciendo hincapié en la sostenibilidad.
Nuestra siguiente parada fue el pueblo de Polkerris, conocido por ser una de las localizaciones de la serie de películas alemanas ambientas en Cornuellas de la escritora inglesa Rosamunde Pilcher. El pueblo es muy pequeñito y no nos pareció que tuviera nada especial, pero si es verdad es que el entorno natural en el que está situado, bien merece una visita. Parking £1 (1,18€).
Volvimos a ver una tabla para la predicción del tiempo que tanto les gusta a los Británicos porque no es la primera vez que vemos una parecida. Y que de tan simple, seguro que funciona. ¡¡jaja!!. Una cuerda atada en una pequeña tabla de madera donde se podía leer frases como: “si la cuerda se mueve, es que hace viento” “si la cuerda está mojada, es que llueve”, pero la mejor de todas era: “si la cuerda no está es que la han robado”. ¡Son unos cachondos!
Por uno de los laterales del pueblo pudimos acceder al rompeolas que rodea a la playa y así pudimos sacar una foto al pueblo, donde se puede ver cómo está literalmente metido en una vaguada.
Tras la visita a Polkerris, seguimos camino por la carretera A38 hacia Torquay, pueblo donde teníamos nuestro siguiente hospedaje.
Nuestra idea inicial era haber parado también a visitar, aunque fuera brevemente el pueblo de Polperro, que se supone que es un pueblo de los llamados “pintorescos”, pero entre que el parking costaba £4,50 (3h) y que el tiempo había empeorado bastante, decidimos avanzar un poco ya que todavía estabamos lejos de nuestro destino final.
Poco antes de llegar a Plymouth, junto a Saltash, cruzamos el puente de Tamar, que cruza el río del mismo nombre. Pagamos peaje £1,50 (1,77€). El puente hace de frontera entre los condados de Cornualles y Devon.
Antes de ir al alojamiento queríamos ir a visitar el faro de Starpoint, aunque a medida que nos íbamos acercando la niebla se fue echando más y más. Entre eso y que para llegar al faro, tuvimos que transitar por carreteras muy estrechas, la verdad es que tardamos bastante en llegar. Pero nos encontramos con estampas tan bonitas como esta.
Llegamos al parking del faro sobre las 19h15 y aparte de nosotros sólo había otro coche con unos chicos que ¿iban a hacer surf?. El tiempo no había mejorado y además de la niebla, hacía bastante viento y el txirimiri, a veces era bastante intenso.
Aunque esperamos un rato tomando un café y unas galletas que habíamos comprado, el tiempo no mejoro ni un poquito ni tenía visos de hacerlo, así que decidimos desistir. Por el camino, paramos a comprar algo para cenar a modo de picoteo para cuando acabáramos el día £5,97 (7,05€).
Llegamos a la casa… bueno más bien, parecía un pequeño hotel familiar casi a las 21h y lo primero que hicimos fue disculparnos ante nuestro anfitrión (un señor mayor muy majo) por haber llegado un poco tarde.
Como suele ser habitual, nos preguntó qué nos apetecía desayunar y a qué hora. Nosotros, como siempre solemos hacer, le dijimos que en cuanto fuera posible y nos dijo que a las 8h45. Aunque nos pareció un poco tarde, para lo que estamos acosumbrados, no quisimos hacerle cambiar la hora y le dijimos que nos parecía bien.
Una vez instalados, montamos nuestro particular “picnic” y cenamos. Aprovechamos también para descargar la fotos y todo lo demás (copia de seguridad, subir unas fotos a la redes sociales y hablar un poco con la familia). Por segundo día consecutivo, nos conseguimos acostar antes de medianoche.
gracias por tu comentario. Nos alegra que te esté gustando el diario y las fotos. Y si... en la última etapa, llegamos a los acantilados de las Seven Sisters y un poco más, jejeje
Estupendo diario highlands y magníficas fotos aunque has dejado bien claro que se necesita hacer contorsionismo para sacarlas Todas mis estrellas para ti. Un saludo!!
Un diario excelente. De hecho había leído otro de la zona que me había dejado bastante desilusionado con el destino, pero al leer el vuestro he vuelto a recuperarla. Detallado, lleno de anécdotas del viaje, muy ameno... como a mí me gustan. Casi me da hasta pena despedirme de vosotros!!!! Os dejo las merecidísimas estrellitas y a ver si este año puedo copiares el viaje.
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Yo vivo en Londres. Nosotros fuimos a Bodiam Castle un día que hicimos una excursión a Hastings. Fuimos allá en un autobus que cogimos en la misma estación de Hastings y que te deja cerca del castillo.
Por dentro está la estructura y nada más. Es mucho más bonito por fuera que por dentro
Preguntas por más sitios para visitar por la zona. Hay varios lugares muy bonitos en el condado de Kent. Varios de ellos están por la zona de Sevenoaks, Tonbridge y Tonbridge Wells. Y creo que todos ellos (y quizás también Bodiam Castle y Hever Castle) están gestionados por National Trust. Si planeas visitar varios de ellos quizá te convenga comprar un "membership" por un año. Te los enumero:
- Knole: También denominado "el castillo calendario" porque tiene 365 ventanas, 52 habitaciones, 4 escaleras y 12 puertas (o algo parecido: Quizá son 12 escaleras y 4 puertas). Es enorme. Si no recuerdo mal el duque de Northumberland vive en una sección de él, pero se puede visitar por dentro. Está rodeado de un inmenso parque con ciervos. Está a media hora andando (cuesta arriba) de la estación de Sevenoaks.
- Ightham Mote: También gestionado por el National Trust. La estación más cercana es Borough Green, aunque Sevenoaks también está "medio cerca". Digo "medio" porque en realidad se encuentra en medio de la campiña... Recuerdo mucho bosque a su alrededor. Es una mansión Tudor rodeada de un foso. Preciosa. También tiene un bonito jardín. El entorno es magnífico. A mí me encantó. Eso sí de la estación de Borough Green a la mansión tienes como 1 hora y media andando por la campiña inglesa. Yo lo hice en bici. En la estación hay un cartel con teléfonos de taxis, aunque también podrás utilizar Uber o Bolt.
- Penshurst Place: La estación de tren más cercana es Penshurst desde donde tienes que caminar algo así como 30-40 minutos. Es un palacio gótico con fantásticos jardines. Estuve hace mil años
- Scotney Castle: Gestionado por el National Trust. Es un castillo medieval en ruinas rodeado de un foso y un magnífico jardín. Muy cuidado. Muy romántico: Aquí se celebran bodas. La entrada incluye la visita a la mansión victoriana que está junto a la entrada. El entorno es fabuloso.
- Sissinhurst Castle Gardens. También gestionado por el National Trust. Del castillo sólo quedan dos grandes torres pero el jardín es magnífico (aunque a mí me gusta más Scotney Castle).
No sé si me olvido de alguno más de esta zona. Si quieres visitarlos todos quizá te merezca la pena pillar alojamiento en Tonbridge o Sevenoaks (aunque no son pueblos especialmente bonitos) por eso de la cercanía, aunque todos ellos se encuentran en medio de la campiña y acceder a ellos requieren taxi, bus, bici o caminata.
Gracias, por el consejo, Jakijem
Veremos si nos cuadra al final llegar a Bodiam Castle. La verdad es que tengo interés pero si se me complica mucho la vida ... Arundel está chulo y es facilemente accesible en tren, que te deja muy cerca (desde el mismo trayecto en tren se ve ya el castillo).
Canterbury lo vimos también en visita anterior.
Gracias, Gadiemp, por el consejo
Precisamente ayer "descubrí" Scotney Castle.
Tomo nota
El alojamiento lo tenemos pensado en Londres. La idea es salir por la mañana en plan excursión/visita en tren (o metro para Richmond Park) y por la tarde estar pateando Londres.
Tampoco tengo decidido si vamos a hacer excursiones todos los días ... O si escaparnos a Cambridge (aunque ya estuvimos en una ocasión)
Lo que si tengo decidido es Brighton y alrededores (tengo una excursión de pago vista que posiblemente me apunte), Rye y Herve Castle.
Creo que ya tengo perfilado el viaje.
Llegamos el jueves 17 por la mañana. Ese día y el siguiente estaremos viendo/repasando Londres.
El sábado ya tengo excursión desde Brighton para ver las Seven Sisters y demás
El domingo, visita a Rye. He visto que está la posibilidad de llegar hasta la playa y el puerto pero eso no me llama mucho la atención. Vuelta a Londres
El lunes visita al castillo de Hever, y vuelta a Londres
El martes por la tarde partimos de vuelta desde Londres
Creo que meter mas cosas en la parte del sur ... No sé ... Dejaré algo para próximo viaje.
Richmond Park... Leer más ...
Al final os cuento de forma resumida mi viaje, lo que concierne al Sur de Inglaterra
Estuvimos parando en Premier Inn London Aldgate, 5 noches, con tres salidas pensadas fuera de Londres
Primer día: tren desde London Bridge hasta Brighton desde donde nos recoge una furgoneta para excursión contratada con el siguiente itinerario: Devil´s Dyke (nos contó la leyenda del diablo y tal, pero el día lluvioso deslució esta parte)
Middle Farm (visita a una granja/tienda/restaurante ... Para mi sobraba pero entiendo que el negocio es el negocio)
Long Man Wilmington (vista desde el camino ... El... Leer más ...