Una semana de mayo por el Algarve (Portugal) en nuestro coche. ✏️ Blogs de PortugalRecorrido de una semana por el Algarve portugués. Fuimos en nuestro coche desde Madrid.Autor: Artemisa23 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.6 (13 Votos) Índice del Diario: Una semana de mayo por el Algarve (Portugal) en nuestro coche.
01: Preparativos e itinerario para una semana en el Algarve.
02: Madrid-Jerez de los Caballeros (Badajos). Día intermedio de viaje.
03: Un paseo por Castro Marim de camino hacia Tavira.
04: Tavira y ferry a la Ilha de Tavira.
05: Olhao, Silves y Alvor. De camino hacia Lagos.
06: Lagos.
07: Ponta da Piedade, en bote y a pie.
08: Pequeña ruta senderista PR3 PTMA. Trilho Das Varandas Sobre o Mar (Portimao).
09: Aljezur y Sagres.
10: Cabo de San Vicente. Miradouro da Foia. Monchique.
11: Percurso Sete Vales Suspensos, la ruta senderista más famosa del Algarve.
12: Carvoeiro. En lancha por las Cuevas de Benagil. Ferragudo. Algar Seco.
13: Faro. Fin del viaje.
Total comentarios: 25 Visualizar todos los comentarios
Etapas 4 a 6, total 13
Tavira y ferry a la Ilha de Tavira.Por la tarde, visitamos la bonita localidad de Tavira, donde pernoctamos esa noche. Continuando el trayecto de nuestro primer día en el Algarve, desde Vila Real de Santo Antonio tomamos la N-125 hacia Tavira, un recorrido de unos 25 kilómetros, lo que supone media hora más o menos en el coche. Era domingo y hacía bastante calor para estar a mediados de mayo, así que las playas debían estar muy concurridas. Nosotros, en torno a las tres de la tarde, no tuvimos ningún problema de tráfico, pese a que esta carretera cuenta con numerosas rotondas, travesías urbanas y polígonos industriales, que deben convertirse en tremendos atascos en otras épocas del año. Itinerario desde Vila Real de Santo Antonio a Tavira en Google Maps.
Había leído muchos comentarios sobre Tavira, la inmensa mayoría muy favorables, pues coincidían en que se trata de una de las ciudades más bonitas del Algarve.
Situación de Tavira en el mapa del Algarve.
Así que busqué un hotel cerca del casco histórico para poder recorrerlo tranquilamente a pie y donde, a ser posible, fuese fácil aparcar. Encontré a buen precio (77,40 euros) el Hotel Vila Galé Tavira, un complejo vacacional de cuatro estrellas de tamaño medio, con piscina, jardines y animación, situado muy cerca del puerto y a unos diez minutos caminando del castillo; además, tenía muy buenas opiniones. No se trata del tipo de hoteles que solemos elegir, pues los preferimos más pequeños y coquetones, pero al no estar en temporada alta pensé que no estaría tan mal. Y no me equivoqué: una habitación estupenda con bonitas vistas, un buen desayuno incluido en el precio y sin problemas para dejar el coche en el exterior, ya fuera de la zona de parquímetros. Por lo demás, las instalaciones muy limpias y cuidadas. No nos importaría repetir, eso sí, al igual que ahora, fuera de los agobios turísticos veraniegos.
Nada más instalarnos, salí a recorrer los lugares más destacados de la población, utilizando para ello el itinerario aconsejado en la página web algarve-south-portugal.com, lo que según mi chuleta suponía caminar unos cuatro kilómetros, totalmente asumible, por tanto. Hacía calor, pero tenía ganas de empezar a trastear.
Según he leído, Tavira se convirtió en un importante enclave comercial ya durante la dominación musulmana y fue un puerto muy importante en el siglo XIV, si bien tuvo que ser casi completamente reconstruida tras el terremoto de Lisboa de 1755.
Surcando encantadoras callejuelas, me dirigí hacia el entorno de la Praça da Republica, lugar muy animado, donde se encuentra la Cámara Municipal con sus soportales. Sin embargo, no me detuve demasiado en porque quería visitar el Castelo y desconocía el horario de apertura.
Tras cruzar un arco, llegué al pintoresco entorno de la Igreja da Misericordia. Me hubiera gustado verla por dentro, pues tiene fama por sus azulejos, pero estaba cerrada. A un lado se encuentra también la llamada Cámara Obscura, un antiguo depósito de agua que alberga un espacio donde, gracias a un espejo y dos lentes, ofrece una vista en 360 grados de la ciudad. Creo que cuesta 4 euros. Como ya había visto uno de estos lugares en La Habana, no estaba muy interesada en repetir.
Continué, remontando unas escaleras de piedra, hasta llegar frente a la pintoresca Torre del Reloj de la Igreja de Santa María, cuyo origen se remonta al siglo XIII, aunque sufrió diversas remodelaciones posteriores, la principal tras el terremoto que destruyó la ciudad.
Justo enfrente localicé la entrada del Castillo, que cerraba a las cinco de la tarde; menos mal que conseguí llegar a tiempo porque, aunque no queda mucho del mismo, se presenta a modo de un hermoso jardín, desde cuyas murallas se contemplan unas vistas realmente espléndidas tanto de la Iglesia de Santa María y su entorno como de toda la población. El acceso es gratuito.
Fueron los musulmanes quienes iniciaron la construcción de la fortaleza y las murallas allá por los siglos X y XI, aunque sufrieron importantes remodelaciones tras la conquista de Tavira por la Orden de Santiago, así como durante los siglos XIII y XIV. Con el paso de los siglos, acabó en ruinas, hasta que todo el espacio fue adquirido por la Cámara Municipal en 1938 y restaurado dos años después. En la actualidad, tiene la consideración de Monumento Nacional.
Muy recomendable visitar este lugar si se está en Tavira. Así que ojo al horario. Y también cuidado con el calzado, ya que para subir al adarve hay unas escaleras de piedra realmente empinadas.
A continuación, callejeé por los alrededores hasta llegar hasta la llamativa fachada color mostaza del antiguo Convento da Graça, edificio del siglo XVI, hoy convertido en una lujosa Pousada.En los alrededores, vi también la fachada de la Iglesia Parroquial de Santiago, cuyo origen se remonta al siglo XIII.
Y no pude resistir la tentación de caminar unos cuantos minutos hasta llegar a la Igreja da Orden Terceira de San Francisco, cuya cúpula amarilla me había llamado la atención desde las murallas. Luego no era tanto como parecía, pero su aire decadente le daba un toque particular y pude descubrir un entorno algo más alejado de la zona eminentemente turística.
Regresé hasta la Praça da República y crucé el Puente Antiguo (también llamado Puente Romano) sobre el río Gilao, donde hay que detenerse para contemplar el panorama que ofrece mirando hacia ambas orillas.
Después de cruzarlo, me entretuve merodeando por varias callejuelas, repletas de terrazas de cafés, tabernas y restaurantes, hasta que salí al coqueto Jardín de Alagoa, en un extremo de la cual se encuentra la Igreja de Nossa Senhora de Ajuda.
De regreso a la Praça da República, caminé por la orilla del río, contemplando el puerto y la gran animación que había en sus alrededores, donde se concentran muchos bares y restaurantes, así como algunos antiguas casas de pescadores con fachadas de colores y azulejos. También llegué hasta el antiguo Mercado da Ribera, en el que se estaba celebrando un concierto con multitud de gente dentro. Por la noche, cuando lo fotografié, ya estaba vacío. Actualmente es un centro comercial, donde se ofrecen productos típicos.
Después, llegué hasta la caseta donde se venden los billetes para el ferry que va hasta la Ilha de Tavira, la cual llevaba apuntada visitar, aunque no partiendo de Tavira, sino desde la cercana población de Santa Luzia (a unos seis kilómetros de distancia). Allí se puede llegar a la isla bien caminando o utilizando un trenecito que llega hasta las inmediaciones de la pintoresca Praia do Barril, en la que hay un curioso un cementerio de anclas.
Me llamó mi marido, que también había visto el ferry, y me propuso hacer la excursión. Entonces se me ocurrió que podíamos aprovechar la ocasión e ir caminando hasta la Praia do Barril. El ferry tiene bastante frecuencia de ida y vuelta a la isla, y creo recordar que nos costó 2,20 euros a cada uno, ida y vuelta.
El trayecto dura unos quince o veinte minutos y es bastante entretenido. Se pasa por el Puerto Pesquero de Tavira y, surcando el Gilao, se sale a un extremo del Parque Natural da Ría Formosa, un enclave muy valioso desde el punto de vista medioambiental, que comprende 60 kilómetros de litoral, integrado por lagunas, canales y bajuras, limitados hacia el sur por un cordón arenoso de cinco islas y dos penínsulas. De camino, contemplamos varias salinas y observamos numerosas aves, como flamencos, patos, gaviotas y otros ánades.
El extremo de la Ilha de Tavira que alcanza el ferry es el más “humanizado” de la isla, pues allí se encuentra un gran complejo de restaurantes, bares y chiringuitos que prestan servicio a los bañistas que acuden a la gran Praia de la Ilha de Tavira, dotada de sombrillas, hamacas y demás parafernalia playera, dicho con todos los respetos del mundo.
La playa es enorme, pero el viento se dejaba sentir que daba gusto. Se nota que es una zona muy abierta. Ignoro si también será peligrosa para el baño por las mareas. A esas horas ya apenas quedaba nadie.
Mirando un mapa, me di cuenta de que mi idea de llegar hasta la Praia do Barril caminando era imposible, ya que estaba más lejos de lo que me pareció en un principio, y de ningún modo nos daría tiempo a ir y volver antes de que saliera el último ferry de regreso a Tavira. Así que nos contentamos con hacer una pequeña ruta circular que vimos indicada en unos carteles y que tampoco nos llamó demasiado la atención, pues era incómoda (había que caminar sobre senderos de arena entre las dunas) y no aportaba demasiado en cuanto al disfrute del paisaje, pese a su indudable valor medioambiental.
En mi opinión, salvo que se desee ir a la Ilha de Tavira en plan playero, lo mejor para visitarla será hacerlo desde Santa Luzia, contemplando así el cementerio de anclas.
De vuelta a Tavira, ya eran casi las ocho, y la mayor parte del gentío estaba aposentado en las terrazas para devorar la cena. Nos sentamos en un sitio que nos gustó frente al Puerto Pesquero. Se había levantado brisa y había refrescado. Tomamos un par de platos de pasta con marisco y unas cervezas. Cuando terminamos, se había hecho de noche y dimos una vuelta por la ciudad iluminada, que lucía igual de bonita que durante el día.
Nos gustó mucho Tavira. Cuenta con rincones encantadores, tiene un ambiente muy agradable, numerosas zonas para pasear y bastante oferta gastronómica. Muy recomendable.
Etapas 4 a 6, total 13
Olhao, Silves y Alvor. De camino hacia Lagos.De camino hacia Lagos, visitamos Olhao -localidad eminentemente pesquera, que cuenta con uno de los Mercados más bonitos del Algarve- y Silves, población histórica con Catedral y un imponente castillo. Además, recorrimos una parte de una pequeña ruta senderista en la población costera de Alvor.
Día 2. Lunes. Itinerario: Tavira-Olhao-Silves-Alvor-Lagos. 150 kilómetros.
Durante nuestra segunda jornada en el Algarve íbamos a cruzar la región casi de este a oeste, algo que no resulta ni demasiado largo ni demasiado incómodo, tomando la A-22, si bien el tramo entre Tavira y Olhao lo hicimos por la N-125. El perfil del recorrido fue el siguiente según Google Maps.
OLHAO. Tras desayunar muy bien en el hotel, donde incluso nos hicieron tortillas al momento, salimos de Tavira con dirección a Olhao. En principio, estaba previsto detenernos antes en Santa Luzia para cruzar el puente hacia la Ilha de Tavira y visitar el cementerio de anclas, pero como fuimos la tarde anterior en el ferry, decidimos dejarlo pasar. Así que, después de recorrer unos 27 kilómetros por la N-125, hicimos nuestra primera parada de la jornada en Olhao, ciudad que nos habían aconsejado visitar, y muy acertadamente, según pudimos comprobrar después.
Con algo más de 30.000 habitantes se trata de una de las pocas poblaciones que quedan el Algarve dedicadas principalmente a la pesca. Desde el coche, ya divisamos algunos de los murales que abundan allí, alguno de ellos incluso en la fachada de lo que parecía una antigua iglesia.
Encontramos aparcamiento gratuito cerca del puerto, en torno al cual habíamos leído que se encuentra lo más interesante. Sin embargo, lo que veíamos no nos decía gran cosa, ya que se trataba de edificios modernos sin demasiado atractivo. Entonces nos dimos cuenta de que estábamos en el Puerto Comercial y de Mercancías, no en la Marina y antiguo puerto pesquero. Como había obras, preferimos no mover más allá el coche, así que con ayuda del navegador del teléfono móvil fuimos caminando hacia el centro, que no cuenta con castillo, murallas o una zona monumental demasiado antigua al ser una ciudad relativamente nueva, pues sus orígenes se remontan al siglo XVII.
Después de unos diez minutos, llegamos a la Avenida de la República, en cuyo frente divisamos la fachada de la Iglesia Matriz de Nuestra Señora del Rosario (1715), que estaba abierta, así que visité su interior.
A partir de ahí, comenzamos a surcar una serie de laberínticas callejuelas, algunas con mucho encanto y otras con mesas de terrazas de bares y restaurantes preparadas para recibir a los turistas a la hora del almuerzo. Me gustó mucho esta zona, adornada con multitud de maceteros de colores en forma de barco.
También vimos el Ayuntamiento, el Museo Municipal y la Capela de Nosso Senhor dos Aflitos, a la que solo me asomé, pues había un funeral y no me pareció oportuno deambular por allí.
Finalmente, salimos a la Praça Patrao Joaquin Lopes, que enseguida nos condujo hasta el puerto y su barrio pesquero, con sus pintorescas casas cúbicas de tejado plano.
Sin embargo, lo que destaca sobre todo en Olhao es el Mercado, uno de los más bonitos de todo el Algarve, instalado en dos preciosos edificios rectangulares de color rojo con cúpulas verdes e inspiración árabe, que se construyeron en 1918 para la venta de un pescado fresco que gozaba de una gran fama por su calidad. Reformados en 1988, se han convertido en el reclamo turístico principal de una población mucho menos concurrida que a otras del Algarve, gracias a lo cual ha conservado mejor su esencia netamente portuguesa.
En uno de estos edificios, están instalados los puestos de pescado (ya prácticamente vacíos cuando nos asomamos) y en el otro, las verduras y las carnes. Por el exterior, hay terrazas donde se sirven bebidas y tapas. Un sitio muy especial y bonito que merece la pena visitar.
A unos metros se encuentra el Jardín del Pescador Olhaense, con bancos revestidos de azulejos que se refieren a la actividad pesquera tradicional. Y también están cerca las taquillas de los ferris que recorren el Parque Natural da Ría Formosa, con sus lagunas y marismas, una de cuyas islas habíamos visitado la tarde anterior desde Tavira.
Olhao nos pareció muy agradable para dar un paseo por el puerto y las callejuelas aledañas. Seguramente es también un lugar muy apropiado para buscar un restaurante donde tomar pescado fresco, pero todavía era pronto y preferimos seguir nuestro viaje, avanzando hacia el oeste.
SILVES. A continuación, nos dirigimos hacia Silves, una población histórica que fue en tiempos capital del Algarve y de las más recomendables para visitar tierra adentro, un tanto al margen de típico ambiente playero. Ya desde la carretera nos llamó la atención su estampa, coronada en todo lo alto por la fachada de la Catedral y su imponente fortaleza de color rojo.
Aunque en los alrededores de Silves se han registrado hallazgos que abarcan desde la Edad del Hierro hasta la dominación islámica, se cree que la ciudad la fundaron los árabes, posiblemente en torno al siglo VIII. A partir del siglo X comenzó a ganar relevancia gracias a la construcción naval y a la pujanza de su puerto comercial, hasta el punto de conseguir quitarle a Faro la capitalidad de la provincia de Ocsonoba. Su apogeo lo alcanzó durante su autonomía como reino taifa, entre 1068 y 1131, y durante su pertenencia al reino abbadí de Sevilla, bajo el reinado de Al-Mutamid, conocido como el rey poeta, que siempre sintió una fascinación especial por Silves.
Ubicación de Silves en el mapa del Algarve.
Dejamos el coche en el aparcamiento público que hay en la parte inferior del pueblo, frente al puente que cruza el río Arade. Naturalmente, se encuentra en la parte baja y para llegar al conjunto histórico hay que subir unas buenas cuestas. Con un sol de justicia, apretaba el calor y ya era más de la una y media, con lo cual se imponía buscar un restaurante para comer. Surcamos las callejuelas, en algunas de las cuales se apretaban terrazas con mesas. Queríamos comer alguna especialidad local, así que dejamos de lado pizzerías y restaurantes italianos. Al fin, encontramos un sitio que nos gustó, pero en la terraza las mesas a la sombra estaban todas ocupadas, así que nos instalamos en el comedor interior, donde había poca gente. Como plato fuerte, tomamos una típica cataplana (una especie de zarzuela de mariscos y pescados con patatas), que estaba muy buena.
Después de comer, afrontamos la empinada cuesta que nos condujo hasta la Praça Largo do Municipio, donde encontramos un panel con información sobre Silves y la ruta recomendada de lugares a visitar, cuya fotografía pongo a continuación, junto al elegante edificio del Ayuntamiento, o Cámara Municipal como se denomina en Portugal.
Allí mismo, contemplamos el elegante edificio del Ayuntamiento, el Pelourinho y el Torreao das Portas da Ciudade, una puerta fortificada que conduce al casco histórico medieval, donde están la Sé o Catedral, la Igreja da Misericordia, el Castelo y las Muralhas da Almedina. Tras subir por la Rua da Sé, vimos la estampa de la Catedral y su puerta lateral abierta, así que me dirigí allí rápidamente, por si acaso la cerraban. La entrada me costó creo recordar que 1,5 euros. La empleada me debió ver pinta de guiri (quizás por mi pamela de paja para protegerme del sol) y me entregó una hoja plastificada con explicaciones en inglés. Como mi reading es mucho mejor que mi speaking o mi listening, no le dije nada, pues me apañaba bien. Por las empinadas cuestas que llevan a la Catedral y al Castillo. Los orígenes de la Catedral se remontan a finales del siglo XII, una vez que la ciudad fue conquistada por las tropas cristianas a los musulmanes, y, de hecho, fue consagrada sobre los restos una mezquita. El edificio actual es de estilo gótico, se empezó a construir a mediados del siglo XIII, demorándose las obras durante mucho tiempo.
Igualmente, sufrió numerosas modificaciones, algunas obligadas para reparar los graves daños causados por el terremoto de 1755. Así, la fachada es de mitad del siglo XVIII. En 1938 se acometieron obras para devolver al edificio su carácter gótico original, demoliéndose diversos anexos, como la sacristía barroca. En cualquier caso, esta Catedral es el principal monumento gótico que se conserva en el Algarve.
Vista la Catedral, me dirigí al Castelo, que también es de pago. No recuerdo lo que me cobraron. En la entrada, hay una gran escultura en bronce que representa al rey Sancho I, primer conquistador cristiano de la ciudad en 1189.
La antigua alcazaba, cuyos orígenes se remontan al siglo X, se compone de una muralla construida en tapia militar con piedra arenisca de color rojo, integrada por 11 torres, dos de ellas albarranas. Con el paso de los siglos, tuvo diversos usos, como cárcel y campo agrícola. Se conservan muy bien los muros exteriores tras las intervenciones realizadas a mediados del siglo XX.
Caminando por el adarve, que está bien acondicionado, se contemplan sugerentes vistas de toda la población y sus alrededores.
En el interior, poco queda, aunque se están llevando a cabo excavaciones arqueológicas que han dejado al descubierto importantes restos arqueológicos de diversas épocas, por ejemplos, varios palacios de los siglos XII y XIII.
Al salir, me fijé en la fachada de la Igreja da Misericordia, edificio del siglo XVI que cuenta con una estupenda portada manuelina. En el interior, vi que había una sala de exposiciones, pero no entré.
De nuevo en la parte baja, junto al río, caminé hacia el Ponte Velho con la idea de, además de verlo de cerca, sacar alguna foto panorámica de la ciudad antigua. Sin embargo, me quedé un tanto perpleja al ver que está prohibido el paso a los peatones pero no a los ciclistas. En fin, seguro que tiene su explicación.
Llegué después hasta la Plaza y el Jardín de Al-Mutamid, con diversas esculturas y fuentes. Desde aquí, pude tomar alguna fotografía interesante con la Catedral y el Castillo. Además, en los alrededores hay varias casas con bonitas fachadas, que se llaman Casas Grandes.
Así terminó nuestro paseo por Silves, visita que recomiendo a quienes les guste el patrimonio histórico y no solo el típico destino de playa, pues su castillo es, sin duda, el más impresionante de todo el Algarve.
ALVOR. Todavía era temprano y nos apetecía dar un paseo antes de ir hacia Lagos, donde teníamos alojamiento para dos noches. Recordé una pequeña caminata que había visto en la localidad costera de Alvor, muy cerca de nuestro destino, y fuimos hacia allá.
No tuvimos problemas para dejar el coche en el aparcamiento que hay junto al acceso a la Praia da Alvor. Su tamaño nos dio una idea del gentío que tiene que reunirse allí en pleno verano. Aparte de otras caminatas, allí mismo comienza (y termina) una pequeña ruta de senderismo circular, denominada PR2-PTM Alvor, Ao Sabor da Mare. Tiene una longitud de unos 5 kilómetros, una duración de menos de dos horas (en el panel informativo pone 3 horas, pero supongo que será parándose a observar aves y demás) y con un grado muy sencillo de dificultad, ya que gran parte del camino transcurre por pasarelas de madera sin apenas desnivel.
La ruta surca una zona húmeda de alto valor medioambiental, en un entorno de dunas, que conserva una rica fauna (aves y peces) y flora. Su acceso puede estar limitado en época de nidificación.
Recorrimos solo una parte del itinerario, ya que, pese a su indudable valor ecológico, el paisaje nos recordaba bastante al de algunos lugares de Alicante, como la playa del Carabassi o el entorno de Guardamar. Además, hacía calor.
Así que reanudamos nuestro camino hacia Lagos, relato que queda para la siguiente etapa.
Etapas 4 a 6, total 13
Lagos.Llegamos a la ciudad de Lagos. Primeros paseos y visitas. Al día siguiente, iríamos hasta Ponta de Piedade. Por fin, llegamos a Lagos. Y digo por fin, porque ya iba teniendo ganas de conocer esos maravillosos acantilados que aparecen en todas las fotos de promoción turística del Algarve.
Situación de Lagos en el mapa del Algarve.
Desde Alvor, fuimos directamente a nuestro hotel, donde nos quedaríamos las dos noches siguientes, ya que fue el único lugar donde repetimos alojamiento, lo que nos permitiría ver la ciudad, hacer una excursión en barco y caminar sobre las playas sin necesidad de mover el coche al día siguiente. Para ello necesitábamos un hotel en el centro y que tuviera parking, a ser posible gratuito. Con esos requerimientos, encontré a buen precio el Tívoli Lagos, un ressort de cuatro estrellas, muy bien ubicado, al lado del Puerto y a cinco minutos caminando del mismo casco histórico, donde se están la mayor parte de restaurantes y sitios turísticos. Desde luego, no es lo que nos suele gustar en nuestros viajes, pero para un par de días, teniendo en cuenta lo que queríamos hacer y sin estar en temporada alta, pensé que cumpliría nuestras expectativas. Dejamos el coche en el aparcamiento gratuito (un recinto reservado al aire libre, supongo que insuficiente para alojar todos los coches que lo requieran en pleno verano) y nos acompañaron hasta la habitación, algo necesario la primera vez por el laberíntico trazado del establecimiento, repleto de habitaciones con arquitectura de bungalow. Con jardines, piscina y entretenimiento nocturno, me pareció que necesita una remodelación, pues su aspecto exterior, con desconchones en la pintura de las fachadas, deja un poco de desear. La habitación era amplia, aunque tenía el baño en un nivel superior, por lo que había que subir varias escaleras, si bien para nosotros no supuso inconveniente. Tenía terraza con vistas insulsas, provista de mesas y silla, aunque no resultaba demasiado práctica por el sol abrasador que daba de plano y que convertía el interior en un horno. Menos mal que el aire acondicionado funcionó apropiadamente. Los desayunos no estaban mal, me gustaron mucho los pequeños bollos “suizos”, que me recordaron a mi infancia. En esa época, aunque muy concurrido, no encontramos colas para acceder al comedor, supongo que la cosa será muy diferente en julio y agosto. Como detalle negativo, comentar que se les olvidó limpiarnos la habitación
A los cinco minutos de instalarnos, ya estaba dispuesta a salir para dar una vuelta por la ciudad, ante la mirada resignada de mi marido, que no deja de asombrarse ante lo que él considera una “hiperactiva turística” por mi parte.
Lagos es una ciudad histórica portuguesa, situada en el Algarve occidental. Actualmente, cuenta con más de 33.000 habitantes, que se dedican fundamentalmente a los servicios y al turismo, ya que sus playas atraen anualmente a multitud de visitantes, en su mayoría extranjeros, lo que no es de extrañar ante estampas tan bellas como la de la Praia de Dona Ana.
El primer asentamiento que se conoce aquí se remonta a 2000 años a.C. y fue fundado por los conios; después llegaron cartagineses, romanos, bárbaros, musulmanes y cristianos. En la época de los descubrimientos, debido a su situación estratégica ganó una gran importancia y en su puerto se construyeron muchas de las carabelas que surcaron el Atlántico. Fue declarada ciudad por el rey Sebastián y se convirtió en capital del Algarve. Asimismo, fue la primera ciudad europea que tuvo mercado de esclavos. Muy afectada por el terremoto de Lisboa de 1755, entró en declive hasta mediados del siglo XIX cuando se crearon algunas industrias. A finales del siglo XX, su economía se volcó hacia el turismo.
PASEANDO POR LAGOS. Tardé poco en salir a la zona del puerto y, desde allí, por el Paseo Marítimo continué caminando hacia el llamado Old Town (el casco antiguo de toda la vida en España), adonde tardé en llegar apenas cinco minutos. Pasé por el mercado, en cuya terraza superior hay instalado un restaurante mirador, y me metí ya de lleno en el centro, en los alrededores de la bonita Praça de Gil Eanes. A pesar del calor, había mucha gente paseando. Se nota que estaba en la zona más turística de la ciudad.
Edificios coloridos, suelos empedrados, músicos en la calle, animación y unos árboles con manojos de flores moradas que me tenían fascinada. Los he visto también en Madrid, en algún parque, pero no en tanta cantidad como en el Algarve. No sé cómo se llaman, pero me parecen preciosos.
No obstante, como me suele suceder, en vez de continuar por los lugares supuestamente más atrayentes y concurridos, me dirigí hacia un arco blanco y desconchado que me llamó la atención, y que me codujo por la Rua da Barroca, a una antigua zona de pescadores de los más pintoresca y tradicional, pese a que presente un aspecto algo deteriorado.
El contraste de estos rincones que rezumen cierto aire decadente, tan cerca de lugares pulcramente preparados para el turismo de masas, me atrae sin remedio, lo confieso. Por cierto que no había ningún tipo de inseguridad ni cosas raras por allí. Todo normal, incluso vi las terrazas de un par de bares. Al final de la calle, torcí a la derecha y me encontré de nuevo en la zona más turística.
Salí después junto a la Praça Infante Dom Enrique, que presenta su escultura en primer plano, presidiendo un amplio espacio en el que, enmarcados por el Jardim da Constituçao, aparecen edificios tan interesantes como la Igreja de Santa María, el Armazen Regimental (edificio del siglo XVII, con llamativa decoración barroca de argamasa en su exterior), el Museo sobre la Trata de Esclavos, las Murallas y el Castelo dos Gobernadores.
La Igreja Parroquial de Santa María es un edificio de fachada simétrica, de los siglos XV y XVI, aunque fue muy reformada en el XVIII. Una de las veces que pasé por allí estaba abierta (poco antes de dar Misa) y pude ver brevemente su interior.
Tras meterme por algunos sugerentes callejones, salí hasta la Igreja de San Antonio, de fachada muy sobria, pero cuyo interior presenta una gran riqueza, con retablos recubiertos de oro, según he leído, que suponen uno de los mejores exponentes del barroco portugués. Lamentablemente, todas las veces que pasé por delante (y fueron unas cuantas) estaba cerrada, así que no pude comprobarlo. Había obras en la calle, así que sacar una foto decente estaba complicado.
En cuanto a las Murallas, aparecen por varios sitios de la ciudad, están orientadas al mar y las más antiguas datan de tiempos de las dominaciones cartaginesa y romana, con reedificaciones árabes y cristianas. De vuelta al Jardim da Constituçao, seguí los muros hasta una puerta -la de San Gonçalo- flanqueada por dos imponentes torres albarranas. El resto de las murallas, construidas desde 1520 hasta finales del siglo XVI para proteger los nuevos barrios creados por el auge del comercio se extienden por toda la ciudad y presentan varias puertas.
El Castelo, de origen árabe (se supone que una antigua alcazaba), fue muy reformado posteriormente hasta convertirse en el lugar de residencia de los Gobernadores y Capitanes Generales del Algarve durante los siglos XVI y XVII.
Enfrente, junto al mar, me encontré con el Fuerte da Ponta da Bandeira, construcción del siglo XVII con foso y puente, destinado a proteger la ciudad y su puerto durante la Guerra de Restauración portuguesa. No me dio tiempo a visitar el interior.
Estaba cayendo la tarde, pero a mediados de mayo el sol tarda mucho en ponerse en la parte occidental del Algarve, así que no pude resistirme a echar un vistazo a las playas que se divisan desde las inmediaciones del Fuerte y, en especial, me llamó la atención la Praia da Batata.
Unas largas escaleras invitaban a pisar el pequeño arenal que se extiende entre imponentes peñascos a una hora en que la marea estaba baja. Iba con sandalias, en plan turisteo… Sin embargo, mi curiosidad ganó y, sin contentarme con las panorámicas que me ofrecían los diversos miradores, bajé a comprobar lo que había por allí.
Una maraña de túneles abiertos entre las rocas comunican la Praia de Batata con la Praia dos Estudiantes y la Praia do Pinhao. Pasé algunos de ellas, descubriendo cavidades de formas caprichosas, aunque lo que más me llamó la atención fue un arco coronado por una especie de puente de ladrillos, que se llama el Ponte Romano de Lagos. Ignoro el motivo. No avancé más porque la marea estaba subiendo y hay que tener cuidado de no quedarse aislado entre las rocas.
Evidentemente, no se trata de la mejor playa a la que se pueda acudir en Lagos, ya que es pequeña y al hallarse tan cerca de la ciudad debe estar siempre a tope; sin embargo, a esa hora de la tarde, había muy poca gente y me gustó moverme entre los enormes pedruscos, tomando bonitas fotos, las primeras en los acantilados del Algarve, pese a los problemas que presentaba la luz al atardecer, con tantas sombras y reflejos.
Volví al casco histórico y, a las ocho de la tarde, me encontré con un auténtico enjambre de gente ocupando las múltiples terrazas de bares y restaurantes de la Old Town. De pronto, me pregunté cómo debía estar aquello en pleno verano. ¡Madre mía! Lo curioso, aunque con una explicación de lo más evidente, es que había muchísimas personas, turistas británicos y alemanes en su mayoría, gente joven y parejas de mediana edad y mayores, pero apenas se veían niños: claro, faltaban las familias que acuden en verano, ya que los críos están todavía en el colegio. Punto importante para visitar el Algarve con relativa tranquilidad. Y, buscando las calles laterales, era posible hallar lugares casi desiertos.
Por el camino, seguí recorriendo el centro hasta que me encontré con mi marido, que estaba callejeando a su gusto. Me dijo que había visto anunciado un bar argentino, especializado en empanadillas, y que le apetecía cenar allí. Era un sitio un poco alejado del centro, así que tuvimos que utilizar el navegador del móvil y acelerar, pues se nos estaba haciendo tarde para los horarios portugueses. Llegamos a las nueve menos cuarto y la dueña (una chica argentina muy amable que regenta el local con su marido) nos recordó que cerraban a las nueve. Sin embargo, como tenía aún bastante gente en la terraza, nos dijo que nos sentásemos. En fin, tampoco tardamos mucho en tomarnos dos cervezas y cinco empanadillas variadas. Estaban muy ricas. Después, dimos un pequeño paseo nocturno. Resultaba llamativo que, aunque aún quedaba rezagados tomando alguna que otra copa, la mayor parte de la gente había desaparecido de Old Town. ¡Pero si apenas eran las 10 de la noche y hacía un tiempo espléndido, con una espectacular luna llena…!
Pues nada, tocaba volver al hotel, que al día siguiente nos aguardaban nuevas e interesantes aventuras en Lagos. Etapas 4 a 6, total 13
📊 Estadísticas de Diario ⭐ 4.6 (13 Votos)
Últimos comentarios al diario Una semana de mayo por el Algarve (Portugal) en nuestro coche.
Total comentarios: 25 Visualizar todos los comentarios
CREAR COMENTARIO EN EL DIARIO
Diarios relacionados SÃO MIGUEL (AZORES): ESTA ISLA ES LA LECHE
Una semana en São Miguel, la mayor de las islas del archipiélago de las Azores...
⭐ Puntos 4.94 (49 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 402
Escapada de Semana Santa por Oporto y alrededores
La Semana Santa de 2022 hicimos una escapada a Oporto y alrededores tras...
⭐ Puntos 5.00 (5 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 394
Vacaciones en las Islas Azores: Sao Miguel y Terceira.
Relato de diez días de vacaciones en julio en las Islas Azores, seis días...
⭐ Puntos 5.00 (18 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 352
Por las diferentes islas de Azores: Terceira, San Jorge,Faial,Flores,San Miguel
Cada isla de las Azores tiene su encanto, son...
⭐ Puntos 5.00 (3 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 291
Portugal y sus pueblos-1996/2023
POCO A POCO IRÉ DESGLOSANDO TODOS LOS LUGARES DE NUESTRO PAÍS VECINO. SUS PUEBLOS, SUS PLAYAS...
⭐ Puntos 5.00 (4 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 256
Galería de Fotos
|