Crónicas de México ✏️ Blogs de Mexico

“Vaya monstruo…”. El perfil de los numerosos hoteles de la costa de Cancún se divisa perfectamente desde la playa de la bahía de isla Mujeres. Es como una especie de Benidorm a la mexicana. Por suerte isla Mujeres es más tranquila aunque tampoco haya escapado al “boom” turístico dado que sólo está a media hora en ferry desde Cancún. Con sus 11 kilómetros de largo y 500 metros de ancho, isla Mujeres es un destino muy frecuentado por el turista que llega a Cancún.

Habíamos dejado Puerto Morelos esta misma mañana con la sensación de despedirte de un lugar que sin esperarlo, te ha sorprendido gratamente. Un colectivo nos llevó desde la plaza de Puerto Morelos hasta el cruce de la carretera de Cancún (5$MXC/0,3 euros, 5 minutos). Desde el mismo cruce otro colectivo te lleva hasta el centro de Cancún (20$MXC/1 euro, 20 minutos). La arteria principal del Cancún “local” es la larguísima Avenida de Tulum. Desde ahí una marabunta de autobuses te conecta con todos los lugares imaginables. Cogimos el colectivo hacia la estación marítima de Puerto Juárez (10$MXC/0,5 euros, 15 minutos), lugar de salida de los ferrys hacia isla Mujeres (130$MXC/7,5 euros, i/v, 30 minutos).

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Desde el embarcadero de Puerto Juárez se divisa la isla en la distancia. El trayecto es corto, como ir desde Ibiza a Formentera. El perfil de Mujeres ya avisaba de que no era una isla tranquila. Numerosos edificios alineados frente a la costa dejando algún que otro espacio para alguna palmera despistada.

A pesar de la impresión desde la distancia, al llegar a isla Mujeres te das cuenta de que tiene cierto encanto (sensación que imagino debe desaparecer en temporada alta). Su turística avenida central (Avda. Rueda Medina) plagada de bares, restaurantes y tiendas te permite pasear con cierta tranquilidad junto a la playa de la Bahía de Mujeres hasta llegar a la Playa Norte. Por el camino puedes desviarte por numerosas callejuelas estrechas donde lo turístico y lo local conviven plácidamente.

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Andábamos buscando el Poc-Na hostel, un backpackers que nos habían recomendado. Por el camino, Doña Gloria nos paró. Doña Gloria es la propietaria del Hostal Sunemi situado en la misma calle que el Poc-Na y hoy estaba con ganas de captar clientes. “200$MXC/11 euros por una habitación privada doble con baño”. Laura y yo nos quedamos mirando, eso era mucho más barato que el Poc-Na. Un vistazo a la habitación, perfecta, ¡padentro!. La temporada baja tiene estas cosas, a llenar como sea.

El paseo por el centro de isla Mujeres me fue de maravilla, como que daba buen rollo, vaya. Atrás queda el ajetreo de la avenida principal. Calles estrechas sin apenas vehículos por donde pasear tranquilamente, tan sólo algún motocarro eléctrico de los que los turistas alquilan para circular por la zona (500$MXC/30 euros/día).

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Caminando tan sólo quinientos metros llegas a la Playa Pancholo, en el otro lado de la isla. Aquí el mar está más agitado que en la zona de la bahía y apenas hay gente, perfecto. Momento piti sobre la arena y a volar un poco, que bueno.

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Un nuevo amanecer. Sentado en una solitaria mesa de madera en la playa de la Bahía de Mujeres observaba el movimiento de ferrys en el embarcadero de isla Mujeres desde y hacia el todavía adormecido Cancún. Pescadores arreglando redes, locales del servicio de limpieza preparando la playa para la llegada de turistas y locales. Frente a mí un tipo con un machete se ataba una cuerda a la cintura y empezaba a trepar por una palmera para bajar cocos. “Cuidado amigo, pueden caer regalos del cielo”, comentaba sonriendo. Me alejé buscando otro lugar para escribir mientras en la distancia los primeros rayos de sol iluminaban el perfil del gigantesco Cancún.

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La Playa Norte estaba preciosa a las diez de la mañana. Aguas tranquilas de tono turquesa suave, solecito rico y suave brisa que lo hacía soportable. Apenas había gente, Mujeres es una delicia en temporada baja al igual que lo es pasar toda la mañana haciendo “nada”. Tarde de crónicas, reports y editores. “!Qué te vayas para Holbox, nene!”, “Vale, vale, ya voy”.

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La noche estaba animada por el pueblo. Tiendas y restaurantes daban un toque de luz y música a la noche de Mujeres. Ensalada y pizza acompañadas de botella de Sauvignon Blanc fresquito (¿A qué está bueno, Lau?) que acabamos de bajar enterita en la playa frente al Café del Mar. Otra conversación de las buenas y un poco de caña al body para irnos a dormir relajaos. ¡Qué la vida son cuatro días, joé!.

Veinticinco de octubre, quedaban seis días de viaje. Me hubiera quedado en Mujeres un par de días más para ver el resto de la isla pero preferí reservarlos para Holbox island. El ferry de las nueve de la mañana iba vacío y en veinte minutos estábamos de vuelta en el embarcadero de Puerto Juárez. De ahí a la estación de autobuses ADO de Cancún (taxi, 30$MXC/2 euros, 10 minutos). Destino final: Holbox Island.

“RINA”… a mi parecer no es un nombre muy bonito, la verdad, pero imagino que poco le importa a “él”. Un nuevo huracán amenazaba con volver a tocar las pelotas a ” to quiski” por la costa del Yucatán. El RINA llegaba con más mala leche que el JOVA (el que nos aguó la visita a Tulum) ya que no llegaba debilitado desde la costa del Pacífico sino que había empezado la fiesta en la costa caribeña de Nicaragua y después de liarla por Honduras entraba en México por Chetumal con categoría 2. Las previsiones indicaban que llegaría a Cancún con categoría 3 (cuanto más alto es el número, más chungo) en 48 horas. Por la radio del taxista, una emisora informaba que se había iniciado la evacuación de turistas desde Cancún hacia sus países de origen. Laura y yo nos quedamos mirando, “Yo voy a Holbox sí o sí”, comenté sonriendo. “Pues claro, amigo, no deje que un huracán le haga cambiar de planes, algunos turistas son demasiado miedosos”, respondió sonriendo el taxista al tiempo que añadía “Nadie se muere por un huracán, si RINA llega a Holbox, no haga el capullo (expresión mía, no del taxista) saliendo al exterior y quédese dentro de su hostel. Tan sólo podrá hacer una cosa, disfrutar del espectáculo, es impresionante”. Aunque un poco acojonao, coincidía plenamente con el taxista, si el RINA llegaba a Holbox island (cosa que no era segura) y no llegaba con mucha fuerza (cosa que tampoco era segura) podría ser una experiencia increíble. Habría que estar pendiente de los partes meteorológicos de “El Temps” mexicano.

Mientras esperábamos la salida del autobús ORIENTE que hace el trayecto Cancún-Chiquilá (83$MXC/5 euros, 3 horas) miré hacia el cielo. Unos densos nubarrones empezaban a hacer acto de aparición en el cielo de Cancún y el sol desapareció por completo, “Bienvenido RINA, no tengas prisa en llegar. Tómate tu tiempo y llega cansadito, colega”, pensé.

👉 Ver Etapa: COSTA DEL CARIBE - ISLA MUJERES ⏫ Volver arriba Compartir:

La isla Holbox (pronúnciese Jolbosh) está en la costa norte del estado de Quintana Roo, a unos cien kilómetros al oeste de Cancún. Holbox me encandiló desde que lo encontré durante uno de mis “viajes” por internet pero poco me imaginaba que me sorprendería con la experiencia que iba a pasar. El ferry desde Chiquilá a Holbox tarda veinte minutos (70$MXC/ 4 euros). Densos nubarrones nos daban la bienvenida a la isla. Una calle de arena blanca te lleva desde el embarcadero hasta el centro del núcleo urbano de la isla (cuatro calles donde se concentran alojamientos, restaurantes y tiendas).

No iba a tardar en darme cuenta de que el huracán RINA no estaba para bromas. Me dirigí al Hostal Casa Maya. “Buenas tardes, ¿Tenéis alojamiento?”. Un chaval se me quedó mirando con cara de póker. “¿Alojamiento?, estamos empacando para salir mañana mismo de la isla”. Empacar era la palabra que flotaba sobre Holbox. Restaurantes y tiendas cerrando para hacer maletas y salir cagando leches. Por suerte, el Tribu Hostel (dormitorio compartido con baño, 220$MXC/ 13 euros) estaba abierto y aceptaba huéspedes. La chica de recepción nos comentó que a las ocho de la tarde recibiría un parte para saber si había que evacuar la isla o no.

A las seis de la tarde el cielo de Holbox estaba feo, feo. Totalmente cubierto, densos nubarrones se aproximaban desde Cancún, el viento iba en aumento, malos presagios. Nos acercamos a la playa. El mar caribe estaba furioso. Había perdido su habitual tonalidad verde esmeralda y se mostraba oscuro, oscurísimo mientras iba vomitando algas muertas a la playa.

El RINA podría amargarnos la estancia en Holbox pero no iba a llegar a tiempo de jodernos la cena. Un restaurante local en la plaza de Holbox, unos inolvidables filetes de lenguado a la mexicana (con un sofrito de tomate y cebolla finísimo) con la calma chicha de Holbox. Se estaba de vicio. Unos niños jugaban tranquilamente a baloncesto en la plaza mientras un local iba sirviendo tacos y quesadillas en su carrito como si nada pasara….pero algo pasaba “Lo siento pero deberíamos cerrar para empezar a empacar”. El camarero nos miraba con sonrisa nerviosa mientras dejaba la cuenta sobre la mesa.

Al volver al Tribu Hostel un rápido vistazo a la trayectoria del huracán no permitía muchas alegrías. El RINA todavía estaba sobre el mar, a unos 300 kilómetros de Chetumal pero había cogido mala leche el colega y había llegado a categoría 3 con vientos de 160 km/h. Parecía que iba a impactar en las costas de Tulum y Cancún en unas 24 horas. Contacté con los editores para explicarles la situación, no habría reports de Holbox. Su respuesta fue clara y evidente “Sal por patas, tío”. Las últimas noticias eran de evacuación completa de Holbox mañana a las diez de la mañana pero faltaba la confirmación oficial por parte de Protección Civil. Mientras tanto, a descansar. Buenas noches.

“Parece imposible que tenga que pasar un huracán por aquí”, pensé mientras caminaba por las desiertas calles de arena de Holbox en busca de mi café. La mañana era radiante, el sol pegaba de lo lindo, el cielo de un azul intenso. Precioso. Paseaba con calma por el “núcleo urbano”. Holbox era una maravilla de fusión entre lo local y lo turístico que no había visto en ninguno de los sitios paradisíacos por donde había pasado. Ni muy solitario, ni muy cargado de establecimientos turísticos. Armónico.

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Locales pasando a mi lado con un saludo y una sonrisa de buenos días, buenas vibraciones. “Un buen lugar para pasar una temporadita”, pensé mientras me acercaba a la playa. El mar estaba más calmado aunque continuaba revuelto y oscuro. Un olor fétido debido a las algas en descomposición invadía el ambiente pero no impidió que notara la sensación de conexión con este lugar mientras contemplaba las desiertas playas llenas de algas. Quizás no era el Holbox que sale en las paradisíacas fotos de internet. No era el Holbox de las cristalinas aguas de tonos esmeralda, la arena blanca y los tiburones ballena, pero continuaba siendo Holbox y me tenía enganchado por alguna razón que no tenía nada que ver con esas cosas.

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Al acercarme de nuevo a la plaza el gentío frente al Ayuntamiento llamó mi atención. La presidenta municipal daba el último parte. Parecía que RINA había bajado su intensidad a categoría 1. “El Gobernador de Quintana Roo llegará a las doce para dar el parte definitivo”. Miré hacia el cielo, solazo del quince y ninguna nube.

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El Muy Honorable Excelentísimo Señor Gobernador (se me acaban los adjetivos. Vaya, el “Más Mejor” a juzgar por los calurosos aplausos con los que la multitud recibió a la comitiva de este señor y todos sus adláteres cuando, en el fondo, estaba haciendo su trabajo) apareció a las doce y media. En una especie de arenga al pueblo holboxeño el gobernador pronunció solemnemente el último parte que básicamente consistió en lo siguiente “El RINA ha bajado la intensidad y quizás no pase por aquí pero para evitar follones, to kiski fuera de la isla YA”. Así se inició oficialmente el Plan de Evacuación de los 1.300 habitantes de Holbox y de los cuatro turistas despistaos que andábamos por ahí.

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Protección Civil, policía municipal, estatal, federal, ejército….uniformes por todos lados mientras la peña se dirigía con la calma hacía el embarcadero. Los ferrys (gratuitos) iban llegando cada quince minutos para llevar a la gente hacía Chiquilá (en grupos de 100 personas).

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Mientras el ferry se alejaba de Holbox lancé un silencioso mensaje al aire “Preciosa, creo que nos volveremos a ver en mejores circunstancias”. Una vez en Chiquilá, identificación de cada uno y destino hacia dónde íbamos. Transporte gratuito hacia la población de Kantunilkin, a una hora de Chiquilá ya fuera del alcance del RINA.

Con Laura decidimos ir hacia el interior de Yucatán ya que toda la costa estaba afectada por el RINA. Valladolid estaba a unas dos horas y parecía un sitio acogedor. Al llegar a Kantunilkin llovía a cántaros y el autobús a Valladolid no salía hasta la mañana siguiente. Nos dejaron en unas escuelas habilitadas por Protección Civil para pasar la noche. “Los hombres por aquí, las mujeres por ahí”. Laura y yo nos quedamos mirando….joder, aunque pusieran muy buena intención te sentías como en un campo de refugiados. Decidimos ir a buscar alojamiento cerca. Hotel San Luís (habitación privada doble con baño 250$MXC/ 15 euros). Estábamos empapados y cansados, ¡padentro!.

Una buena ducha, un paseo hasta la taquería más cercana y unos tacos de “puerco empanizado” que entraron como zanahoria en culo. Mañana hacia Valladolid, volvíamos a salirnos de ruta aunque esta vez fuera, como se acostumbra a decir, por “causas de fuerza mayor”. Adiós Holbox. Buenas noches.

👉 Ver Etapa: COSTA DEL CARIBE - ISLA HOLBOX....CON "H" DE HURACAN ⏫ Volver arriba Compartir:

Seis y media de la mañana. Con ojos todavía adormecidos miraba a través de la ventanilla del autobús ORIENTE que hace el trayecto Kantuneikin-Valladolid (63 $MXC/4 euros, 2 horas) mientras dejábamos atrás el estado de Quintana Roo para entrar en el Yucatán. Atrás quedaban Holbox y el RINA. El cielo iba despejándose gradualmente a medida que nos acercábamos a Valladolid, “La Sultana del Oriente”.

“Zaci” significa “gavilán blanco” en lengua maya y es el nombre de la ciudad maya sobre la que se construyó la actual Valladolid allá por 1.700. Hoy en día, Con sus 100.000 habitantes Valladolid es la tercera ciudad más grande del Yucatán pero no por ello deja de destilar la tranquilidad mexicana. Un paseo por su Zócalo y las calles adyacentes te recuerda vagamente a San Cristóbal de las Casas aunque no desprenda el encanto de ésta. De cualquier modo, Valladolid es cálida y acogedora y al igual que la mayoría de grandes poblaciones mexicanas visitadas te ofrece su cara más turística en el zócalo y alrededores y la genuinamente local a medida que te alejas hacia la periferia.

La Plaza de la Candelaria es un rinconcito muy tranquilo cercano a la estación de autobuses donde se encuentra el Hostal Candelaria (dormitorio compartido 120$MXC/7 euros). Ahí nos encontramos con Mía, la eslovaca propietaria del Tribu Hostel de Holbox Island en su “destierro” obligado por causa del RINA y deseando volver cuanto antes. Mía andaba consultando constantemente los partes del huracán. Finalmente, el RINA había decidido debilitarse al tocar tierra y ya era tormenta tropical por lo que Holbox no iba a notar en exceso sus efectos y Mía podría volver a casa en 24 horas. Mientras hablaba con ella pensé que yo tardaría mucho más tiempo en volver a Holbox y me invadió una inesperada sensación de impotencia por no poder ir hacía allá mañana mismo. “Todo está bien, baby”, pensé una vez más. Me reconfortó el hecho de que, a diferencia de Mia, Holbox no era “mi casa” sino tan sólo un lugar muy especial que deseaba vivir con calma algún día.

El restaurante “Conato” está en la calle 40 de Valladolid, entre las calles 45 y 47. Me lo recomendaron en el Hostal Calendaria. Nada turístico, cocina local, precio “local”, un sitio “especial”. Así me lo vendieron… y no se equivocaban. Dejaremos el tema gastronómico de lado por un momento para enfatizar lo que, bajo mi punto de vista, verdaderamente está pasando en el “Conato” en este momento en el que estamos sentados poniéndonos hasta el culo. Hoy hace nueve meses que Laura decidió salir de Barcelona por su cuenta sin un billete de vuelta en el bolsillo y el “Conato” aparece como un inesperado y perfecto escenario para celebrar tal efemérides. Ambiente cálido y tranquilo, servicio impecable y una curiosa selección de cuadros de Frida Kahlo vistiendo las paredes del local. Laura me había comentado que sentía una profunda admiración por esta pintora mexicana y ahí estaban, sin haberlo buscado, presidiendo sus nueve meses de viaje sin retorno planeado. Ahora, desde la distancia, tras un poco de “Wikipedia” y otras ayudas cibernéticas, entiendo de donde viene esa admiración por Frida. Felicidades por los nueves meses, Lau (con dos ovarios). Creo que tienes un largo, duro y a la vez intenso, camino por delante. Suerte, y en los momentos malos recuerda….a tomar polculo lo que piensen los demás (como hizo Frida). En el fondo, tras sus aparentes “consejos de ayuda”, se esconden sus grandes miedos. Los suyos, no los tuyos. Y puestos a definir personas en función de sus predilecciones artísticas yo me quedo con el “Lobo Estepario” de Herman Hesse. Probablemente mucho más “tenebroso” y menos entusiasta que las pinturas de Frida para la mayoría pero mucho más aproximado a la realidad con la que me estoy peleando. Cada loco con su tema.

El viaje tocaba a su fin y lo empezaba a notar. Sabía que ya no habría una nueva extensión de viaje porque tenía la sensación de que ya era de hora de volver, y eso bastaba. El RINA había decidido aflojar el ritmo y nos dejaba volver hacia la costa del caribe. “Puerto Morelos. Sí, me apetece acabar el viaje ahí”, pensé mientras apuraba mi café rodeado por la tranquilidad que se respiraba en el Zócalo de Valladolid. Laura se apuntó al plan sabiendo que mi partida significaba el inicio de su búsqueda de un nuevo trabajo. Puerto Morelos se perfilaba como su posible siguiente parada en su largo viaje.

El autobús ORIENTE de Valladolid a Cancún (84 $MXC/5 euros, 4 horas) iba descontando sin prisas los 290 kilómetros de la carretera federal 180 que separa ambas localidades. Sabía que era la última kilometrada autobusera de este viaje. Dejaba atrás 3.000 kilómetros recorridos durante unas 60 horas de autobús a lo largo de seis semanas y sentía una deliciosa sensación de haber vivido un viaje diferente a los anteriores. Ni mejor ni peor, diferente, y eso ya bastaba para volver a Barcelona con ganas de volver a volar.

Puerto Morelos nos recibió con nubes y lluvia, los últimos “coletazos” del RINA. Una desagradable indigestión acompañada de vomitera y cagarrinas de cojones me acompañó durante los últimos días de viaje pero no fue suficiente para enturbiar el recuerdo de este “México lindo” que hasta ahora pronunciaba como frase estereotipada y tras este viaje, siento de verdad.

Desde Barcelona llegaban buenas noticias. Noviembre y Diciembre venían cargados de reservas en las dos casas del Montseny. Por su parte, Lau había encontrado trabajo en un hotel de Puerto Morelos. “Todo está bien, baby”, pensé mientras nos abrazábamos en el Zócalo de Morelos frente al taxi que me debía llevar al aeropuerto de Cancún. Empezaba a llover. La historia se repetía una vez más. Hace unos meses nos despedimos en Alajuela (Costa Rica) y ahora lo volvíamos a hacer en Puerto Morelos (México) pero la sensación que teníamos los dos era la misma. “Triste por dejarte pero feliz por lo que hemos pasado. Gracias y suerte, Lau”.

Fin del viaje.

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