2 Semanas por CUBA ✏️ Blogs de Cuba

Mientras desayunábamos, Athor apareció por allí y estuvimos charlando durante un buen rato (parece una enciclopedia sobre Cuba). Con él venía Mari, a la que teníamos reservada una bolsa con cosillas que traíamos desde España. Cuando salimos de la casa ya eran sobre las 10.30, y nuestro primer destino fue la Universidad, que nos quedaba bastante cerca. Estuvimos paseando por la zona de las facultades e incluso entramos en alguna.


Allí me convencí totalmente de que encontrar Wifi en Cuba es tarea prácticamente imposible. Sí hubo algún sitio donde cogía señal, pero para cargar cualquier página podías eternizarte.

De ahí fuimos paseando por La Rampa, viendo el hotel Habana Libre, la heladería Coppelia (que estaba cerrada) hasta llegar a nuestro objetivo, el hotel Nacional, para comprar las entradas para Le Parisien, espectáculo al que iríamos por la noche. Merece la pena acercarse hasta allí para pasear por el jardín y ver las vistas al Malecón con la Habana al fondo.


A la salida decidimos coger un taxi para ir hasta la Plaza de la Revolución, y tras regatear con un coco-taxi que nos parecía algo caro, terminamos en un coche de época que nos llevó a toda velocidad hasta la plaza.

Una vez allí, típicas fotos con los murales del Ché y de Camilo Cienfuegos ("vas bien, Fidel") y, tras pagar una entrada, accedimos al monumento para ver desde donde Fidel daba sus maratonianos discursos y tener la panorámica de la plaza desde allí. No entramos en el museo ni pagamos para subir hasta lo alto de la torre porque habíamos leído que no merecía mucho la pena.


Volvimos a la plaza y cogimos el bus turístico, pues habíamos visto que tenía parada allí, y así aprovechábamos para ver también el barrio de Miramar e ir al Cementerio de Colón, nuestro próximo objetivo. Así que hicimos el recorrido viendo parte del barrio de Vedado y Miramar hasta parar en el cementerio. La entrada creo que eran unos 5 CUCs, y el cementerio es enooorme. Al poco de entrar, un chico de seguridad empezó a hablar con nosotros y nos empezó a hacer de guía improvisado mostrándonos peculiaridades del cementerio, como el monumento a los bomberos, una lápida con una ficha de dominó, un perro que siempre iba a la tumba de su dueño,... Al final le dimos una propinilla y seguimos por nuestra cuenta un rato más.

Volvimos a la parada del bus, donde nos habíamos bajado, y aquí nos tocó esperar casi una hora y media, porque dos de los buses simplemente decidieron no pasar por allí a su hora.

Como ya apretaba el hambre nos bajamos en el centro y fuimos al restaurante los Nardos. Tras esperar unos 20 minutos cómodamente sentados en unas mecedoras de la entrada, pasamos por la sala principal, con música en directo y unas mesas enormes, a media luz, y nos sentamos en una sala lateral. Pedimos una sangría con champán y frutas tropicales (turistada, pero que está buenísima y recomiendo pedir si vais allí, la jarra sale por unos 13CUCs si no recuerdo mal) que nos recomendó el camarero y un plato principal cada uno. Platos muy abundantes y bien preparados. Bien de precio. Lo que nos sobró, pedimos unos tupper (que te cobran) y se lo dimos a uno que nos los pidió nada más vernos con ellos, se le iluminó la cara.


Íbamos a coger de nuevo el autobús turístico, pero ya era un poco tarde y el que para donde el capitolio ponía que llevaba a las playas del Este, así que cambiamos de idea y fuimos paseando por la calle Obispo, animadísima, para terminar tomando un daiquiri en un bar de esa calle que tenía música en directo.

Volvimos andando de nuevo hasta la casa, ya que esa noche cenábamos allí para después ir a Le Parisien. Es un espectáculo de revista musical, por lo que te tiene que gustar. A mi ni fu ni fa, pero una vez en la vida no hace daño, no? Lo que me sorprendió fue que el ambiente era bastante frío, casi nadie aplaudía, e incluso vi gente que se dormía en la mesa y alguno a los 20 minutos ya se había ido. En fin...


De ahí, a la cama.

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En el desayuno conocimos a una chica de Gijón muy maja que también había estado varias veces en Cuba, así que estuvimos hablando un buen rato.

Hoy es el día en que recogíamos el coche, así que fuimos hasta el Habana Libre, el punto de recogida, donde tras hacernos esperar un ratillo apareció un hombre que nos llevó hasta otra localización, entre M y la 19 si no recuerdo mal, donde tenían la oficina. Mientras yo hacía el papeleo (dejarle ver el carnet de conducir, firmar los formularios y el relieve de la tarjeta de crédito como garantía), mis acompañantes hacían fotos del coche, muchas fotos, y evaluaban cada arañazo con otro de los de la empresa de alquiler. Aún así, cojo el coche y nada más salir bajo la visera del conductor y veo que el espejo está destrozado. Fotos por si me ponían alguna pega al devolverlo, y camino de la casa a coger las maletas.


No nos resultó demasiado complicado salir de la Habana, siguiendo las instrucciones que me habían dado en la propia casa, y pronto estábamos en la autopista, camino de las Terrazas, nuestro primer destino. Llegamos en algo más de una hora y, tras pagar para entrar en el parque (4CUCs por cabeza), intentamos hacer una mini-ruta de montaña por nuestra cuenta, pero un hombre nos dijo que estaba prohibido y que teníamos que coger un guía, que había rutas desde horas hasta un día entero,... así que pasamos del tema y seguimos. Estuvimos paseando al lado de un lago que está bastante bien preparado para ir con la comida, y luego fuimos a la zona de pozas, donde puedes darte un chapuzón.

La zona está bastante bien preparada para el turismo, y de hecho nos dijeron que era un destino popular de mucha gente de la Habana que viene a pasar el día. Menos éxito tuvo por lo visto el turismo ecológico, con vistas a alojarse allí, ya que hay cabañas de madera que tienen buena pinta, pero no se veía mucho movimiento en ellas. Sí que había gente haciendo barbacoas.


Por último, estuvimos viendo un antiguo cafetal.

Seguimos camino hasta Soroa, nuestro siguiente destino, con idea de visitar el Orquidario, pero como ya era un poco tarde fuimos a comer al chiringuito que está al lado, llamado el Salto (18,95 CUCs los 3), que nos abrió la cocina de casualidad, porque ya no quedaba nadie por allí excepto un colegio que estaba en el orquidario y algunos que iban a ver el salto de agua. Finalmente decidimos seguir camino.


De repente, en mitad de la autopista, un chico con camiseta y gorra con la palabra policía nos para y nos dice que si podemos llevar a un chico que tiene que ir a un pueblo cercano,... Desconfío, le pido la identificación y me pasa un "carnet de cuentapropista" Me quedo mirándole y me dice que en Cuba funciona así, pero que como somos turistas no tengo por qué llevar a nadie. Le digo que prefiero no hacerlo y seguimos, pensando que seguramente nos habíamos librado de un intento de timo por los pelos. Pasamos también por Pinar del Río, donde repostamos por primera vez (y regular, porque no tenían especial, y la verdad es que el coche funciona totalmente igual, por lo que yo creo que es un engaña-turistas y es mejor echar regular donde se pueda).


Antes de llegar a Viñales pasamos por el mirador del hotel los Jazmines, que ofrece una vista espectacular sobre todo el valle, con los famosos mogotes.


Y también paramos en el centro de interpretación del valle de Viñales, donde hay algunos paneles informativos, y donde estuvimos hablando durante casi 1 hora con la chica que estaba allí, muy maja y que se desvivía por explicarnos cómo cultivaban el tabaco, café,...

Y así llegamos a nuestro destino, Villa Mojito, donde Juanito nos recibió muy amablemente. Estaban reparando 2 habitaciones, por lo que yo creo que nos cedieron las suyas, quizá las peores del viaje (bastante viejas, compartiendo baño, y con algún que otro bicho en la habitación, pero es que ya estábamos en pleno campo) pero que se vio compensado por la simpatía y amabilidad de Juanito y su mujer Tita, y por los mojitos que preparaba, con hierbabuena de su propio jardín y con mucha maña, pues había sido camarero en la Cueva del Indio durante mucho tiempo.

Esa noche decidimos dar un paseo por el pueblo y terminamos cenando en un restaurante de cocina mediterránea que está en la calle principal, el Olivo, y que está muy bien. Pagamos 21,80 CUCs por los tres.

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Para hoy habíamos concertado un paseo a caballo por el valle, así que Juanito había hablado con un guajiro, un agricultor que tiene caballos y que puntualmente pasó a recogernos para iniciar la excursión.


Son caballos bastante tranquilos, y se va todo el rato por caminos de tierra, pasando también por alguna zona de agua. Yo me puse junto a nuestro guía y le fui preguntando todo el rato sobre qué cultivaban, en qué condiciones, cómo vivían,...

Después de un rato llegamos a la entrada de una cueva, donde dejamos los caballos y esperamos a que llegara un hombre con unas linternas que nos guiaría por dentro de la cueva, con estalactitas y estalagmitas, y una poza al final en la que nos bañamos totalmente a oscuras, a excepción de mi novia que no quiso bañarse y se quedó iluminándonos. El agua estaba fresquita y se agradecía un montón.


Después volvimos a coger los caballos y continuamos la ruta, hasta llegar a una casa de guano donde nos juntamos con otros grupos y un guajiro nos estuvo explicando el proceso de fabricación del tabaco.


Además, lió uno delante nuestro, nos lo dio para que lo fumáramos y nos ofrecieron agua de coco y otras frutas. Era la primera vez que fumaba en mi vida, así que mejor algo natural.


Volvimos al pueblo, le pagamos la excursión (20 CUCs por cabeza por el trayecto de unas 4 horas) nos dimos una ducha y fuimos a comer al pueblo. Como la noche anterior nos había gustado la experiencia en el Olivo, repetimos (21,55 CUCs los tres).

En la casa nos habían recomendado ir a un jardín botánico que había en el propio pueblo, que había sido creado por dos hermanas fallecidas recientemente,... Después de comer fuimos hasta allí pensando que sería pequeño, pero es enorme!! Tras la visita nos ofrecieron un café y fruta. Fue una visita curiosa. Te dejan una cestita para que pagues lo que quieras.

Después fuimos hasta el mural de la Prehistoria, aunque no entramos, ya que nos habían dicho que no merece la pena, ya que se ve bien desde fuera. La impresión que nos dio es que tiene más fama de la que merece.


Seguimos por el valle hasta llegar al Palenque de los Cimarrones, una cueva restaurante donde estuvimos tomando algo primero y dando un paseo después, un sitio tranquilo y muy agradable.


Finalmente volvimos al pueblo y cenamos pollo a la brasa, exquisito. Esa noche tomamos un solo mojito y nos retiramos pronto, dejando a Juanito mano a mano con 2 italianos muy majos.

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