Por el sur del mundo. CHILE ✏️ Blogs de ChileMis 2 viajes por Patagonia, Tierra del Fuego y Región de los Lagos. naturaleza intacta y desbordante: glaciares, lagos, montañas, ríos, bosques.....El sur del mundo, bajo el poder del agua. Añado mi último viaje: Norte, Araucanía, Región de los Ríos y ChiloéAutor: Meha Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (37 Votos) Índice del Diario: Por el sur del mundo. CHILE
01: Nos vamos al sur de Chile. Nov-2012
02: Llegada a Tierra del Fuego chilena
03: Parque Karukinka (Tierra del Fuego)
04: De Tierra del Fuego a Puerto Natales
05: El sur del Parque Nacional Bernardo O´Higgins
06: Torres del Paine (Lago Grey). Pata izquierda de W: de Lago Grey a Paine Grande
07: Torres del Paine: Valle del Francés (pata central W)
08: Torres del Paine: Mirador Las Torres (pata derecha de la W)
09: Del Paine a Puerto Natales
10: De El Chaltén a Villa O´Higgins y Glaciar O´Higgins
11: Villa O´Higgins: el fin de la Ruta Austral
12: Caleta Tortel: el pueblo de madera
13: Cochrane: siguiendo la Ruta Austral
14: De Cochrane a Puerto Guadal
15: Lago y glaciar Leones (Campo patagónico de Hielo Norte)
16: De Puerto Guadal a Chile Chico
17: Bordeando el lago General Carrera, de nuevo
18: El Valle Exploradores
19: De Puerto Tranquilo a Villa Cerro Castillo
20: Despedida patagónica. Dic-2012
21: Regreso a la Patagonia. El embrujo del calafate. Ene-2014
22: Lago de Todos los Santos, Peulla y el Volcán Osorno
23: Ruta Austral: De Puerto Varas a Hornopirén y Parque Nacional del Alerce Andino
24: Ruta Austral: De Hornopirén a Chaitén
25: Ruta Austral: De Chaitén a La Junta
26: Ruta Austral: De La Junta a Puerto Aysén
27: Laguna San Rafael. Donde el campo de hielo continental llega hasta el mar.
28: Ruta Austral: De Puerto Aysén a Puyuhuapi. Puerto Cisnes. Bosque encantado
29: Ruta Austral: Parque Nacional Queulat. Puyuhuapi
30: Ruta Austral: De Puyuhuapi a Futaulefú
31: Futaulefú y sus senderos
32: Despedida bordeando el lago Llanquihue (feb-2014)
33: Región de Arica y Parinacota: indescriptible altiplano andino (nov-2018)
34: Región de Tarapacá: entre volcanes y desierto
35: Araucanía I: Por los volcanes, lagos y araucarias de Malalcahuello, Conguillío y
36: Araucanía (II): Pucón, Lagos de Huerquehué, Volcán Villarrica, rafting
37: Las cascadas de Huilo-Huilo y el volcán Mocho Choshuenco, entre lagos y ríos
38: 4 días en Chiloé, entre verdes paisajes, leyendas y arquitectura en madera
39: Por la verde costa valdiviana y despedida en Santiago (dic-2018)
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Etapas 37 a 39, total 39
Las cascadas de Huilo-Huilo y el volcán Mocho Choshuenco, entre lagos y ríosDejamos la Región de La Araucanía para entrar en la Región de los Ríos, donde se enclava la Reserva Biológica Huilo-Huilo así como el volcán Mocho Choshuenco. Conoceremos nuevos ríos, lagos, volcanes y poderosas cascadas. Dejamos la Región de La Araucanía para entrar en la Región de los Ríos, donde se enclava la Reserva Biológica Huilo-Huilo así como el volcán Mocho Choshuenco. Conoceremos nuevos ríos, lagos, volcanes y poderosas cascadas. Partiendo de Pucón nos dirigimos a Villarrica para tomar la carretera a Lican Ray, gozando de excelentes vistas al volcán Villarrica. Percibimos un ambiente muy apacible en Lican Ray a orillas del lago Calafquén. También Coñaripe se baña en las aguas de este lago. Por su playa de ceniza roja paseamos con vistas a los volcanes Villarrica y Lanín. Coñaripe es también puerta de acceso a numerosas termas de los alrededores, entre las cuales las más famosas son las Termas Geométricas, inmersas en la naturaleza. Por camino de ripio seguimos, subiendo y bajando la Cuesta Los Aniques con vistas al Lago Pellaifa, hasta que hace acto de presencia el lago Neltume. Me gusta especialmente la imagen de la mole blanca del Mocho-Choshuenco que emerge sobre el lago. El volcán no tiene reparo en mostrarnos su imperfección, la cual aplaudo después de haber estado ante los conos perfectos del Lonquimay, Llaima, Villarrica o Lanín. Neltume es la localidad que da nombre al lago y es buena base para visitar Huilo Huilo y varios lagos de los alrededores. En este pueblo de calles de tierra y pequeñas casas de madera encontramos alojamiento en la hostería Bosque Encantado después de un par de frustrados intentos. Era sábado y estaba todo un poco más ocupado. Todavía no existe carretera para bordear el lago Pirehueico en la ruta internacional Chile-Argentina, o sea que en Puerto Fuy se acaba la carretera. Las barcazas transportan vehículos por el lago para comunicar Puerto Fuy con San Martín de los Andes en una hermosa travesía lacustre. En estos momentos encontramos el lugar en plena efervescencia de pasajeros que van y vienen. Volvimos a Puerto Fuy a primera hora del día siguiente para poder visitarlo con más tranquilidad. Reserva privada Huilo Huilo La Reserva Biológica Huilo Huilo, de propiedad privada, engloba una amplia extensión de bosque nativo en la falda del volcán Mocho-Choshuenco. Es impresionante el caudal y la fuerza del río Fuy. Este río es el desagüe del Lago Pirehueico y atraviesa la Reserva Huilo-Huilo. Junto con otros afluentes, forma varias cascadas espectaculares: Salto La Leona, Salto Huilo Huilo y Salto El Puma. A cada una de las cascadas se accede por distintas entradas cerca de Neltume. Todas las entradas son de pago. Los bosques de Huilo-Huilo son preciosos, parecidos a los patagónicos. Coigües, mañíos,……………… Lo que no termino de concebir es que las cascadas y los ríos sean propiedad privada. No sabría decir cuál de las cascadas es más bonita. Tal vez me decantaría por el salto Huilo Huilo, ya que, además de su estrepitosa potencia y del imponente escenario natural, perfila varios arcos-iris alrededor del agua pulverizada. Reserva Nacional Mocho Choshuenco A Choshuenco llegamos al día siguiente en pocos minutos desde Neltume por carretera asfaltada. El pequeño pueblo asentado a orillas del lago Panguipulli todavía dormitaba a esas horas mañaneras de domingo. Apenas un grupillo de jubilados departía en la playa contemplando el viejo barco de vapor que antiguamente transportaba madera por el lago. La pista de ripio que transita paralela al río Enco hacia el lago Riñihue es la que tomamos para alcanzar nuestro objetivo, el Volcán Mocho Choshuenco. Los bosques de altísimos abetos nos fuerzan a mirar hacia arriba para creernos su elevadísima altura. Desaparecen las coníferas en cuanto ascendemos un poco, para dejar paso a especies nativas. A algo más de 1000 m de altura nos detenemos en un par de miradores de reciente construcción. En un día tan despejado, el paisaje luce sus mejores galas. Los dos conos volcánicos del Mocho Choshuenco, de algo más de 2000 m de altura, muestran sus cimas heladas por encima de la línea de bosque. Después del río ya no podemos continuar con nuestro peugeout 2008. La pista sigue 4 km más, pero ya sólo es apta para 4x4. Nuestra intención, al igual que la de 3 chilenos con los que coincidimos, era acercarnos al volcán todo lo posible, y a falta de indicaciones, echamos a caminar por la pista. Por fortuna, nos tropezamos con el guardaparques de Conaf, quién nos invita a llevarnos en su camioneta hasta el Mirador Tumba del Buey. Era encantador el guardaparques de esta Reserva Nacional y nos explicó montones de cosas sobre el volcán. Algo más arriba del Mirador Tumba del Buey existe otro nuevo mirador con plataforma que nos aporta unas vistas más cercanas a los volcanes y más amplias hacia los lagos, bosques y montañas que divisamos a lo lejos. Obtenemos una buena perspectiva de los Lagos Panguipulli y Riñahue, cuyas aguas descansan entre montañas forradas de bosque. Todavía no me parecen lo bastante elevadas las vistas, por lo que decido continuar por el sendero que asciende al volcán hasta que alcanzo la nieve, a unos 1600 m de altura. Las vistas son excelentes. En coche regresamos a Choshuenco para después bordear el Lago Panguipulli. En esta carretera asfaltada hay varios miradores con espléndidas vistas al lago. Sin duda, el lago Panguipulli es uno de los más escénicos de la zona, especialmente cuando tienes ante tus ojos el Mocho Choshuenco sobresaliendo por encima de sus aguas. Panguipulli sería buen lugar para quedarnos a dormir, pero nos tentaba la idea de llegar a Frutillar, que tanto nos había gustado hace unos años. Rápidamente busqué un alojamiento en internet (Hotel Terrasur) y llamé por teléfono para reservar. La llegada a Frutillar resulta triunfal. Esa hilera de volcanes sobre el lago Llanquihue que no pudimos apreciar hace unos años, se dibuja ahora esplendorosa. El volcán Puntiagudo, el Osorno, el Tronador, el Calbuco, teñidos de rosado al atardecer provocan que nos abracemos con una sonrisa. Etapas 37 a 39, total 39
4 días en Chiloé, entre verdes paisajes, leyendas y arquitectura en madera4 días en las islas de Chiloé, visitando los pingüinos de Puñihuil y la costa norte, recorriendo las islas de Lemuy y Quinchao entre verdes paisajes e iglesias de madera que son Patrimonio de la Humanidad. Caminamos por el Parque Nacional Chiloé, y también al Muelle de las Almas. Probamos la gastronomía chillota, charlamos con pescadores, admiramos los palafitos de Castro. Y mucho más. Día 1 Chiloé. Costa norte: pingüinos y bahías de ensueño Al transbordador de Chiloé llegamos cuando estaba a punto de partir, como si estuviera esperando por nosotros. 12500 CLP por cruzar el canal de Chacao, en una navegación de media hora muy tranquila. Lo mejor son las vistas de la Cordillera. Sus cumbres nevadas parecen flotar sobre el mar. La verde y plana costa norte de Chiloé nos recibe con el cielo despejado. Quiénes la apodaron Nueva Galicia no iban descaminados. Su paisaje costero nos recuerda mucho al gallego. También la vegetación. Me da la impresión de estar en un lugar familiar y lejano a la vez. Obviamente, no hemos venido a Chiloé para ver estos paisajes. Hemos venido para conocer la peculiar cultura chilota, la fauna de sus costas, su gastronomía, su arquitectura de madera que se manifiesta en palafitos o iglesias de madera que son Patrimonio de la Humanidad. Espero dejarme atrapar por la magia de Chiloé, de la que tanto hablan. Siempre he pensado que no me iba a entusiasmar este lugar. Sin embargo, ha llegado el momento de darme una oportunidad. El Mirador del Cerro Huaiuén en la pequeña ciudad de Ancud supone una primera toma de contacto con la suave orografía de la isla. Es estupendo divisar el cordón de los Andes desde aquí, desde el volcán Osorno hasta el Corcovado, pasando por el Calbuco, Yates, Chaitén. Puesto que tenemos cita con los pingüinos, emprendemos rumbo a la playa de Puñihuil. Nos acordamos de Nueva Zelanda cuando vimos que había que conducir por la playa. Los Islotes de Puñihuil son Monumento Nacional. Es el único lugar del mundo donde se crían conjuntamente pingüinos de Magallanes y de Humboldt. Y no son los únicos animalillos que han elegido como hogar estos islotes volcánicos. También habitan lobos marinos y multitud de aves, como cormoranes, gaviotas australes, patos, pelícanos, etc. Parece mentira que unos islotes tan pequeños contengan tanta y tan diversa vida. Tras la corta excursión de unos 30 minutos nos quedamos boquiabiertos al llegar a la Bahía de Pumillahue. Ocupa el cráter de un antiguo volcán colapsado. Su agua es tan azul y su costa tan verde que me podría quedar horas contemplándola. Es el turno de regresar por donde hemos venido para recorrer la carretera costera con más tranquilidad, realizando diversas paradas. Una de ellas es en la guardería Conaf que cuenta con miradores a la playa Puñihuil. Existe también un mirador cercano en una propiedad privada donde cobran entrada. Otros miradores públicos se sitúan sobre la extensa y salvaje playa de Teguaco. No sabíamos dónde buscar alojamiento y finalmente nos dirigimos a Castro, la apacible capital de la isla, donde finalmente nos quedamos 3 noches. Encontramos habitación en Palafits, un palafito recién restaurado en el barrio de Gamboa, que justo acababa de abrir un par de días antes. El hospedaje está a cargo de tres encantadores jóvenes muy ilusionados con su nuevo proyecto, que les ayuda a sobrevivir para dedicarse a su carrera de documentalistas. Nos atendieron de maravilla. Todo está impecable. Hay que tener en cuenta que no se exime del pago de IVA a los extranjeros cuando te alojas en un palafito, al contrario del resto de alojamientos en Chile. Se debe a su singularidad histórica, ya que no tienen título de propiedad. Mis restaurantes favoritos en Castro: - Restaurante La Cevichería, en el barrio de Gamboa. Cenamos de maravilla. Chupe de pescado y marisco. Y por supuesto, el plato típico chilota, curanto, aunque en este restaurante preparan una variante frente a la receta tradicional. Qué rico estaba todo. - Restaurante El Mercadito, ubicado en el puerto. Mi favorito en Castro. Muy muy bien. Merluza con puré de choclo y ensalada chilena. Cordero con puré de manzana y chucrut. Suspiro limeño con frutos rojos. Pastel de lima y limón. Día 2 Chiloé. Isla Lemuy e Isla Quinchao, iglesias de madera y verdes paisajes Comenzamos el circuito por la Isla Lemuy tomando el transbordador que zarpa cada media hora de Puerto Huinchas, pocos kilómetros al sur de Chonchi. La Naviera Puelche demora 15 minutos en realizar la travesía. Los fiordos de Chiloé son como las rías gallegas. Suaves paisajes verdes de onduladas colinas se acarician con un mar apacible. El primer pueblo que alcanzamos es Ichuac. Su iglesia de madera de finales del siglo XIX es Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000. Está construida en alerce, ciprés y coigüe. Chiloé es la isla grande del archipiélago de las Guaitecas, compuesto por multitud de islas. La abundancia de árboles ha originado una afamada arquitectura en madera. Sus habitantes eran y son reputados carpinteros. 16 de sus iglesias de madera son Patrimonio de la Humanidad. Hay que conocer la historia de estas iglesias para apreciar su singularidad. Los chilotas están tan orgullosos de ellas que les chifla explicarte sus peculiaridades. La iglesia de Aldachico es también Patrimonio de la Humanidad, además de Monumento Nacional. Para visitar su interior hay que pedir la llave a una mujer del pueblo. Aldachico es un pueblo pesquero recostado en el estuario. Curioseando por pistas de tierra llegamos a Puchilco, pequeñísima aldea con colorida iglesia de madera. Nada más verme, Catalina corrió a abrazarme. Tiene 5 años y es la única niña de la escuela. Tenía ganas de ver caras nuevas. Jugamos, paseamos y charlamos un rato. Nos quedamos tristes cuando nos despedimos. Catalina vino a poner un poco de vida en nuestra visita a la isla Lemuy. Apenas hay tráfico, apenas hay gente, parece una isla fantasma. Retomando la carretera asfaltada nos dirigimos a Detif, en el extremo de la isla. La vertiginosa carretera discurre por una estrechísima lengua de tierra con el mar a ambos lados. La iglesia de Santiago Apóstol de Detif es también Monumento Nacional y Patrimonio de la Humanidad. Estaba cerrada y no tuvimos ocasión de ver los barcos que cuelgan en su interior, resultado de ofrendas realizadas por marineros que sobrevivieron a situaciones complicadas. En este pueblo costero sobrecoge el silencio que percibes al pasear por su playa, es como una isla dentro de una isla. Todo está desierto. De Dalcahue parten las barcazas a la Isla Quinchao, que realizan la travesía en pocos minutos. Al igual que en Lemuy, las carreteras de Quinchao son onduladas, adaptándose al relieve del terreno. Comprobamos las fuertes pendientes en la carretera a Changuitad. En una de esas lomas han acondicionado un mirador de estructura de madera. Después, la carretera hasta Curaco de Vélez bordea la costa por zonas de marisqueo y de aves chillonas. Las mareas de aquí son tremendas. En bajamar se queda todo seco y afloran los bancos marisqueros. La abundancia de fauna marina sorprendió a Charles Darwin durante su viaje austral en el siglo XIX. Las costas estaban espesas de focas y aves marinas. Aunque seguramente no tantas como entonces, pero sigue habiendo muchísimas aves en Chiloé. Curaco de Vélez alberga bonitas construcciones de madera con fachadas de tejuelas. Te puedes asomar a su paseo marítimo para contemplar las aves en un humedal que se resguarda en una pequeña bahía. Achao es la principal localidad de la isla Quinchao. Paramos en un par de miradores antes de llegar a Achao: Mirador de Chullec y Mirador Alto La Paloma, que nos proporciona la primera perspectiva del pueblo desde la distancia. Era hora de merendar, y pronto localizamos una cafetería en la plaza de Achao. Para no reducir nuestra dosis de azúcar en sangre, que tan elevada manteníamos en Chile, nos pedimos unas porciones de tartas (de limón y de maracuyá) junto con el café. La iglesia de Achao data de 1750 y es la más antigua del archipiélago, construida en madera de alerce y ciprés. Al sacerdote debió de llamarle la atención ver caras extrañas y se acercó a interesarse por nuestra visita, al tiempo que nos explicaba la historia de la iglesia. Se le notaba bastante orgulloso de que la construcción de madera permanezca en pie después de varios siglos. A Quinchao tardamos algo más de media hora en llegar, ya que por el camino paramos en un par de miradores con vistas a la verde costa. La Isla Quinchao nos presenta su paisaje agrícola y ganadero de parcelas minifundistas. En Quinchao se emplaza la iglesia de madera más grande de Chiloé, otra de las obras de la Escuela Chilota de arquitectura en madera. Quinchao debe de tener un significado religioso muy relevante. De lo contrario no se explica una iglesia tan grande en una aldea tan pequeña. Me hubiese gustado tener la ocasión de charlar con alguno de sus habitantes, de conocer sus sensaciones al vivir en un lugar tan plácido, tan apartado. Pero no había ni un alma por allí. En cambio, en el Humedal de Quinchao reinaba un jolgorio desatado. El espectáculo de las aves en este resguardado recodo de mar es tremendamente acústico. Chillidos y más chillidos, las aves pescan almejas excavando en la arena y después remontan el vuelo. A Dalcahue regresamos a continuación. Al caer la tarde desmontan los tenderetes de productos artesanales y pesqueros y el pueblo queda en calma total. En la iglesia de madera me llamaron la atención sus columnas, que, aunque son de madera, imitan el mármol. Después de visitarla paseamos por el puerto. La gente pide que les hagas fotos, les gusta mucho posar. Día 3 Chiloé: Parque Nacional Chiloé y Muelle de las Almas, el lado salvaje de la isla En un soleado y cálido día de principios de diciembre emprendemos rumbo a Cucao partiendo de Castro en nuestro coche de alquiler. Aunque en una hora se cubre el trayecto por la carretera que discurre por el interior de la isla, nosotros tardamos bastante más tiempo, ya que aprovechamos para realizar varias visitas por el camino, como la Iglesia de Nercón, (Patrimonio de la Humanidad), el pueblo de Chonchi o el cementerio de casitas de madera de Cucao. El Parque Nacional Chiloé está acondicionado con varios senderos cortos que se pueden enlazar para conocer los distintos hábitats de este parque. Es un espacio que preserva una reducida parte del bosque nativo que en siglos pasados desplegaba un gran manto arbóreo sobre la isla. La intervención humana ha causado su desaparición en la mayor parte del territorio insular. Bosques chilotas de olivillos, arrayanes y enorme variedad de especies nativas, así como humedales, y una playa salvaje con dunas acogen a diversidad de aves, mamíferos o anfibios que no gustan dejarse ver. En nuestra visita al Parque recorrimos todos los senderos, excepto el Tepual, ya que nos parecía repetitivo. También existe una especie de museo al aire libre que exhibe construcciones tradicionales en madera, especialmente diferentes tipos de embarcaciones rudimentarias. No me ha entusiasmado este Parque Nacional. Me ha gustado más recorrer la pista que bordea la playa Huentemó por fuera del parque. Queríamos avanzar lo máximo posible en coche para después intentar llegar caminando a la playa Cole-Cole, pero nuestras esperanzas se truncaron al comprobar que la pista vehicular desemboca en la arena. Los lugareños conducen con plena confianza por la playa, pero nosotros no nos atrevimos sin conocerla. En cualquier caso, disfrutamos de esta playa inmensa, salvaje y solitaria. Caminamos por la arena, nos acercamos a la orilla, observamos las aves. Especialmente me llaman la atención los dibujos que se forman en la arena en blanco y negro. Es como una playa tatuada. Los únicos indicios del viento que suele soplar en esta costa oeste de Chiloé son los árboles inclinados. Hoy hay calma total, 25 ºC y vamos en manga corta, algo inusual. El Muelle de las Almas es un lugar especial. Desde Cucao hay que conducir varios kilómetros hacia el sur por una ruta de ripio costera que circula por terrenos privados. Se paga por el acceso y por el aparcamiento. El sendero de 2 Km al Muelle de las Almas es fantástico. Caminamos entre bosques nativos, pasamos por lomas revestidas de prados en los que pastan ovejas, disfrutamos de vistas a una costa absolutamente salvaje batida por el oleaje. Es casi como estar en la Serra da Capelada. Más íntima siento esta relación cuando llegamos al mirador del Muelle de las Almas y conocemos la historia del viaje de las almas al más allá. Es como trasladarnos a San Andrés de Teixido. Quizás para los antiguos chilotas, este lugar también representaba el fin del mundo. Creo que ya he entendido por qué la gente se enamora de Chiloé. La naturaleza es tan brutal en Chile que te supera en todo momento. No eres capaz de absorberlo todo. Los inmensos paisajes del altiplano, los gigantescos glaciares del sur, las colosales montañas de los Andes, los volcanes humeantes, los ríos vigorosos, las cascadas atronadoras…….Todo es superlativo en Chile. En cambio, cuando llegas a Chiloé, todo te parece más humano, los paisajes más dulces y asimilables, la gente te acoge con hospitalidad, el tiempo adquiere una dimensión más real. Te relaja sentarse en la terraza de un palafito por la tarde contemplando la quietud de la ría. Te podrías quedar todo el tiempo del mundo en Chiloé porque no te abruma como otras regiones de Chile. Día 4 Chiloé. Castro y la costa nordeste de Chiloé Para despedirnos de Chiloé no podíamos quedarnos sin sentir esa lenta respiración de la isla y tomarnos una mañana de tranquilo palpitar en Castro. Nos sentamos en un palafito mirando el sosiego del entorno, admiramos el trabajo artesanal de los carpinteros de ribera en los astilleros, contemplamos la arquitectura chilota en madera, conocimos un poco de su historia en el pequeño museo regional, saludamos a los cisnes de cuello negro que llegan en pleamar a los humedales. Obviamente, nos acercamos a los miradores de los palafitos Gamboa y Montt para fotografiar las imágenes icónicas de la isla: los palafitos de Castro, que en bajamar dejan ver sus pilares de madera, mientras que al subir la marea se reflejan en el agua como si flotasen sobre ella. En Chiloé siempre hay que conocer las historias de los lugares para poder ver más allá de lo que captan nuestros ojos. Ha llegado el momento de emprender rumbo hacia el norte, pero en vez de hacerlo directamente por la Ruta 5, queremos dar un pequeño rodeo para conocer la costa nordeste de Chiloé. Así que, desde Castro nos ponemos en marcha hacia Dalcahue y después Quemchi. Quemchi es una localidad costera. Nos han contado que es tierra de leyendas y de brujería. En vez de encontrarnos brujas narigudas cociendo brebajes en su olla, descubrimos un puerto pesquero muy apacible, ferias de artesanía, y una chica muy amable en la oficina de información turística. Eso sí, nadie preparaba curanto al hoyo ese día para que lo pudiéramos degustar. Tomar la carretera de la costa por Linao nos retrasó bastante. Están asfaltando el tramo de Quemchi a Chacao. Algunos tramos ya están finalizados, pero otros estaban en obras y sufrimos varios cortes de tráfico. A cambio resultamos obsequiados con vistas a la Cordillera cuyas cumbres nevadas brotan del mar. Pasamos por pequeñas granjas rurales, por pequeñas bahías que acogen pueblos pesqueros. Es la esencia de Chiloé: campo y mar. En Chacao embarcamos en el transbordador y en Pargua retomamos el contacto con el Chile continental para dirigirnos a Osorno. Es una gozada conducir con los volcanes Osorno y Calbuco de frente, uno a cada lado de la autopista. Nuestros amigos chilenos, Vero y familia, nos aguardan en Osorno para hacer gala de una inagotable hospitalidad. La velada resulta encantadora. Da gusto que te traten tan bien. Etapas 37 a 39, total 39
Por la verde costa valdiviana y despedida en Santiago (dic-2018)Visitamos la verde costa valdiviana: Reserva Costera Valdiviana, la animada ciudad de Valdivia, playa Curiñanco y nos despedimos de este nuevo viaje por Chile cenando con unos amigos en Santiago. Día 1. Reserva costera valdiviana No hemos seguido un minucioso programa establecido y nos hemos dejado llevar con flexibilidad total, y creo que por eso ni me había enterado de que el viaje estaba tocando a su fin. Para llegar a la Reserva Costera Valdiviana desde Osorno nos dirigimos a La Unión. Se celebraba un mercado agrícola en esta localidad, por lo que nos entretenemos un rato curioseando en los puestos de productos locales. Tomamos después carreteras secundarias para dirigirnos a Corral pasando por Los Ulmos, chupando un montón de kilómetros de ripio. Trayecto que nos deja bastante machacados, aunque sirve para darnos cuenta de la devastación que ha sufrido el bosque nativo. Estamos de nuevo en la Región de los Ríos y el río Futa nos acompaña tras pasar Los Guindos. Se me hace eterno el trayecto entre interminables eucaliptos donde sólo nos cruzamos con camiones cargados de troncos. Finalmente alcanzamos el mar de la costa valdiviana. Aunque vamos parando en cada mirador aposentado en este litoral entre Corral y Chaihuin, el panorama no me dice gran cosa. Es una costa verde que intercala playas y tramos rocosos. Al ver un cartel que anunciaba las loberías de Huiro, allá nos dirigimos. Se accede por una propiedad privada. El sonido tumultuoso que escuchamos al caminar por el sendero parece provenir de un campo de fútbol en partido de máxima rivalidad. Pero no. Son los gritos de cientos de lobos marinos tumbados en los peñascos. Está la marea demasiado alta para acercarnos, así que nos contentamos con observar sus movimientos y sus peleas desde la playa de cantos rodados mientras las aves despliegan sus alas. Los sonidos son sobrecogedores. En Chauihin se localiza la entrada al Parque Nacional Alerce Costero, que dispone de senderos para conocer el bosque originario de alerces. Actualmente el bosque nativo está prácticamente esquilmado, y en la Guardería Conaf nos aconsejaron acercarnos a la Reserva Costera Valdiviana. No tenemos que conducir más que un par de kilómetros para llegar al punto de inicio del sendero Los Colmillos. Es muy corto. Con tan sólo 1 km de longitud, penetra en la selva costera valdiviana. Es un sendero interpretativo que invita a escuchar los sonidos del bosque. La senda finaliza en la playa de Chaihuin, donde somos testigos de una encarnizada pelea entre piqueros. Muy cerca se enclava el Mirador Los Colmillos, que ofrece una panorámica costera. Aunque reconozco que esta verde costa no carece de cierto atractivo, no encuentro nada especialmente llamativo. Tras la visita decidimos emprender rumbo a Valdivia. El transbordador entre Corral y Niebla parte cada hora, y tarda menos de media hora en cruzar a la otra orilla. Ambos puntos enfrentados a cada lado de la costa (Corral y Niebla) están dotados de Fuertes defensivos que forman parte de la historia de la zona. Una vez que nos acomodamos en el hospedaje de Valdivia era el momento de salir a pasear por la ciudad que vibraba de animación el viernes por la tarde. Por la Costanera paseaban o pedaleaban los jóvenes. Esa es la sensación que percibo. La ciudad es joven y en cierto modo estimulante. No tan jóvenes me parecían los lobos marinos que dormitaban en el puerto, o al menos, su gran envergadura hacía sospechar lo contrario. Los buitres prestaban atención por si podían atrapar algo. Observo que no son las únicas criaturas recostadas en la ciudad. También unos cuantos borrachos e indigentes se tumban en los jardines de la costanera. Valdivia es la ciudad de los ríos e históricamente ligada económicamente a ellos. Por eso capitanea la Región de los Ríos y es fácil entender el motivo. Son varios los que confluyen en la ciudad para desembocar en el cercano Oceáno Pacífico. Desde el puerto situado en la costanera parten numerosas embarcaciones turísticas que navegan por los ríos. Algunas se acercan al Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter para avistar los cisnes de cuello negro y otras aves. El péndulo de Foucault se alza como uno de los símbolos del paseo fluvial de la Costanera. Es una escultura erigida por el Centro de Investigaciones Científicas. Es la misma institución que esos días había montado una exposición sobre los movimientos de los glaciares del sur de Chile. Mientras que varias masas de hielo retroceden claramente, el gran glaciar Pio XI avanza firmemente, llevándose por delante bosques de cipreses milenarios. Además de actuaciones de baile, en la calle se celebraba el Festival Internacional de Jazz de Valdivia y nos invitaron al concierto. Cuántas sorpresas inesperadas nos ha deparado este viaje. Alojamiento y cena en Valdivia Hostal Río de Luna: con vistas al río Calle-Calle en una zona tranquila de la avenida Arturo Pratt. Dispone de aparcamiento. Cenamos muy bien en el restaurante Picamaderos. Yo me pedí un plato que fusiona ingredientes del norte y sur de Chile, como ha sido este viaje: Quinotto con ostiones y camarones, delicioso, además de carne a la olla con ñoquis. De postre, suspiro limeño con maracuyá. Todo buenísimo. Los precios de los restaurantes en Chile son bastante más caros que en España. Día 2 Costa Valdiviana: Curiñanco El Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter es uno de los lugares más visitados en los alrededores de Valdivia. Las embarcaciones turísticas parten de la Costanera Arturo Prat y navegan por el río Cruces. No me convencía ninguna de las excursiones, así que decidí que nos acercaríamos en coche hasta Punucapa a echar un vistazo. La historia de este Santuario de la Naturaleza no es muy extensa, aunque sí curiosa. El causante del humedal fue el terremoto más fuerte de la historia del planeta, ocurrido en 1960. El desplome del terreno en los alrededores del río Cruces originó su inundación y a partir de entonces se fue poblando de aves. Son los cisnes de cuello negro su mayor reclamo, aunque nosotros ya habíamos visto muchos ejemplares en Chiloé y por tanto no era mi prioridad. La verdad es que llegar a Punucapa resultó poco exitoso. El paisaje de esta diminuta aldea a orillas del río Cruces no me deslumbraba, y las aves estaban distantes de las orillas. Una carretera de ripio se dirige hacia la costa. Es la que tomamos para llegar a Curiñanco. Resulta ser una grata sorpresa. La costa verde confluye en unas playas agitadas por el oleaje. La amplia playa de Curiñanco es sólo accesible para el público desde determinados puntos, debido a que las propiedades privadas copan la primera línea de costa. Me gusta la pequeña cala semicircular situada en un extremo de la playa. Nos regala una bonita imagen cuando nos asomamos a los acantilados. También resultan agradables los momentos que pasamos sobre la arena después de descender por el sendero. Nos distraemos haciendo fotos en este lugar bastante resultón, compuesto por rocas de variadas formas modeladas por el oleaje del Océano Pacífico. Punta Curiñanco tenía buena pinta. He visto fotos y son preciosas. No teníamos tiempo para recorrer el sendero que cruza los acantilados de la Reserva Protegida Curiñanco y llega hasta la punta. Qué rabia. Era nuestro último día en el sur de Chile y desde Valdivia nos quedaban 2 horas de conducción hasta el aeropuerto de Temuco. El vuelo a Santiago aterriza puntualmente en el aeropuerto Arturo Merino Benítez, que ya nos resulta familiar. Había reservado hotel un par de días antes en la zona de Bellas Artes, según me recomendó Vero. Es una estupenda zona de animación nocturna, muy cerca del Barrio Lastarria. Hay montones de restaurantes y bares en las inmediaciones, así como alguna calle peatonal. Este viaje sin planes ha estado lleno de imprevistos y emociones. El último día nos aguardaba todavía la mayor sorpresa en forma de whatsapp de unos amigos. Nos conocemos desde hace 30 años y se han ido a vivir a Lima hace año y medio. Qué casualidad, que me avisan que están pasando el fin de semana en Santiago, y ¡justo coincidimos!, sin esperarlo. Buscamos una terraza para cenar, exprimiendo los últimos momentos de la primavera austral, antes de retornar al inminente invierno español. Quién sabe en qué lugar del mundo nos volveremos a ver la próxima vez. Este viaje se acaba tras 3 semanas de vivir plenamente cada momento, sin pensar en lo que nos deparará el mañana. Chile, sabes que te quiero. Un nuevo cruce de la Cordillera de los Andes en avión
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