MI VIAJE A PUNTA CANA ✏️ Blogs de Dominicana Rep.Diario de mi primer viaje a la República DominicanaAutor: Jotape Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.5 (61 Votos) Índice del Diario: MI VIAJE A PUNTA CANA
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Bueno, lo prometido es deuda, así que empiezo mi relato de una semanita en el paraíso. El viaje en realidad empezó hace más de dos meses, cuando decidimos dónde ir de vacaciones este año. Nos reunimos en cónclave la familia entera y fuimos perfilando el posible destino de este año. Tras arduas deliberaciones y negociaciones, llegamos a un acuerdo, este año tocaba playa y, a ser posible, lejos, sin familia, trabajo ni móvil. Empezamos a mirar por Canarias, Lanzarote o Gran Canaria, en hoteles con Todo Incluido, porque nos repatea que, después de lo que cuesta un viaje, encima tengas que pagar cada la bebida de cada comida que hagas en el hotel. En una agencia nos comentaron la posibilidad de visitar Túnez, tras pensarlo cambiamos de proyecto. Vuelta a mirar y estudiar posibilidades y hoteles. Pero un día, en una de mis visitas a esta página, surgió la chispa ¿y si nos vamos al Caribe? Era un sueño de viaje. Hace años, cuando nos casamos no pudimos ir en viaje de novios allí y había quedado aplazado “sine die” por diversos motivos y ahora era nuestra oportunidad. Nos paraban dos cosas: el presupuesto y el viaje. Tras varias consultas y estudios económicos, y haciendo un importante esfuerzo, superamos el primer escollo, el presupuestario. Una vez superado este escollo, el tema del viaje, con las interminables ocho horas largas de avión para mi hija de 10 años tuvo una rápida solución: libro, videoconsola y dormir para superarlo. ¡Bien!, ya queda menos. Ahora empezó el gran problema: ¿dónde vamos? ¿Qué hotel? Consultas con la agencia de viajes y con los usuarios de Losviajeros para decidir el lugar y el hotel, hacer la pelota al jefe para conseguir las fechas de vacaciones que nos cuadraran a ambos dos, etc, etc, etc. Por fin nos decidimos: Punta Cana y Hotel Grand Palladium. Ya lo tenemos. Contratamos el viaje y a contar los días que faltaban hasta la partida, recopilando información y consejos. Y llegó el gran día: 2 de julio, mi cumpleaños, y día en que nos esperaba el avión. Por cierto ha sido el cumpleaños más largo de mi vida, ese día tuvo para mi 30 horas, me levanté en España y me acosté en República Dominicana. Llegamos a Barajas con tiempo, visitamos las tiendas, compramos las correspondientes revistas que, junto a los libros y videojuegos que ya llevábamos, nos harían más llevadero el viaje. Nos ponemos en cola en el mostrador de Iberworld esperando que abrieran la facturación. El tiempo no pasa, los minutos se convierten en horas. Van llegando los demás viajeros, cada uno con su historia, sus ilusiones y sus vacaciones. Grupos de amigos que se esperan unos a otros, niños correteando por los pasillos, padres pendientes de ellos. Por fin abren los mostradores de facturación, la cola se acorta por momentos, la gente se apretuja con los de delante intentando acortar la espera y por fin llega nuestro turno. Entregamos las maletas asustados por el exceso de peso. Llevamos tres maletas, y una de ellas pesa 30 Kg. Primer susto, el empleado de Iberia (que es quien entrega las tarjetas de embarque) nos dice que cada maleta no puede pesar más de 20 Kg.. Menos mal que aparece una representante de Iberworld, que indica que cada maleta puede llegar a 32 Kg., no pagando sobrepeso si el total de las tres maletas no supera los 60 Kg. (vamos tres personas). Uff, podemos pasar sin problemas. Comprobamos que los asientos que nos han dado coinciden con los que habíamos reservado y nos vamos hacia la T4S, con el famoso tren sin conductor. Nueva espera y por fin abren el embarque. Ahora sólo falta llegar en autobús hasta el avión (por cierto, podrían estirarse un poco y embarcar por el finger). En el avión, los asientos parecen latas de sardina. Habíamos reservado la fila 1 central y bien, pudimos estar, aunque mis piernas llegaban casi hasta el baño. Despegamos y empieza la espera de casi nueve horas de vuelo. Por cierto, en lugar de periódicos nos daban revistas (Semana, Men’s Health y otra que no me acuerdo del nombre). La comida del avión, pues eso de avión, ni fu ni fa, se podía comer y punto. Lo que repateó es que pedí vino y me lo hicieron pagar, porque ni el vino ni la cerveza entran en el menú. Cuatro euros que me clavaron por una mini botella de vino. El vuelo, entre libros, revistas y consola, se pasó bastante rápido, sobre todo por las ansias de llegar. De hecho, la última hora se hizo más pesada que todo el resto del viaje. Etapas 1 a 3, total 5
Por fin hemos llegado a nuestro destino. Hacía años que no aplaudía en el avión al aterrizar, pero cuando tocamos tierra, hubo ovación cerrada de todos los pasajeros, no se si por haber llegado a nuestro destino o por poder salir de las latas de sardinas en que se habían convertido nuestros asientos.
Nos levantamos en tropel, todos con prisas por salir del avión e intentamos salir a toda velocidad. Cuando ya aparezco por la puerta, cámara de fotos en ristre, bofetada de aire caliente, después del frío pasado en el avión, imaginaos (y encima todo el vuelo en las pantallitas de tele diciendo que la temperatura exterior era de -50º centígrados, mi sensación de frío era mayor que la temperatura real). La primera impresión del aeropuerto: impresionante por lo bonito y diferente. Había visto fotos, pero la verdad es que está muy conseguido, no tiene nada que ver con los aeropuertos a los que estoy acostumbrado. Da la impresión de estar integrado en el paisaje, pero a la vez, con un toque de modernidad en el exterior. Cuando entramos dentro, llegaron los primeros atracos a mano armada a los turistas que percibí durante todo el viaje. Digo lo de atraco con todo el cariño, es normal que se intente sacar hasta el último euro a cualquiera que aterrice por aquí, pero hay algunas situaciones vistas que rallan en el surrealismo, especialmente las auspiciadas o reguladas por el gobierno, como ocurre en el aeropuerto. Nada más entrar en el aeropuerto, dos dominicanas, con vestido típico y foto al canto, que después te la ofrecerán en el vuelo de vuelta. Lo que no me gustó fueron los malos modos de la fotógrafa con personas que no querían hacerse la foto y a los que obligó a posar si querían entrar en el país. Enseguida, una cajera, cobrando los famosos 10$ de entrada. A cambio te da una tarjetita muy bonita, con la bienvenida. Bueno, pensé, por lo menos ya tengo un recuerdo para la colección. Pero a los dos metros mi gozo en un pozo, otro funcionario te retira la tarjeta, pero si no hay manera de llegar hasta él sin pasar por la cajera. Enseguida, control de pasaportes y ya estamos oficialmente en la República Dominicana, ahora a por las maletas. Cuando ya las tenemos, cola en la “oficina” de Iberojet (oficina: mostradores de madera, a consonancia con todo el aspecto del aeropuerto) para indicarnos la guagua que nos corresponde. Allá que nos vamos a por el autobús, esquivando hábilmente a la nube de maleteros (debidamente acreditados y uniformados por las autoridades) que nos pretenden llevar las maletas los 50 metros que hay hasta el parking. Llegamos al autobús y, debido a que a nuestro hotel va más gente que plazas tiene el autobús, nos envían con otro que hace recorrido por varios hoteles. Por eso llegamos los últimos al Palladium, pero a cambio pudimos cotillear otros hoteles por fuera. Por fin llegamos a nuestro hotel, los últimos, y nos ponen la famosa pulserita, mientras nos dan un cokctail de bienvenida y esperamos que nos asignen la habitación. En ese aspecto, la organización, perfecta, tienen un sobre para cada reserva con la información del hotel, actividades, plano, las tarjetas de la puerta, las pulseritas y las tarjetas de las toallas. Cuando ya hemos firmado, el botones nos lleva las maletas hasta nuestra habitación, la 4029, al haber llegado los últimos, ya habían despejado los otros clientes y no tuvimos que esperar. La lástima es que como nuestro edificio estaba enfrente de la recepción, no nos montaron en los cochecitos con las maletas, pero sí que pudimos ver a otros clientes con circulando con el botones. Mi primera impresión de la República Dominicana, a vista de autobusero, es que es un país a medio construir, en un proceso de crecimiento muy rápido, pero donde aún no hay suficientes infraestructuras para los cánones europeos. Me chocó que había muchos edificios en la zona que habían hecho la estructura y estaban paralizados, como si estuvieran a la espera de venderlos para acabarlos. Según comentó un guía, es una zona relativamente nueva que están promocionando y de hecho me recordó los pueblos turísticos de la costa alicantina, mucha vivienda de vacaciones, no tanto para vivir todo el año. Después de lo poco que vi. cuando salí del hotel y de lo que comenté con los dominicanos con los que hablé mi conclusión es que se encuentra como España en los años 60 del pasado siglo, mejorando su situación poco a poco, aprovechando las divisas de los turistas y de la emigración para mejorar el nivel de vida. Etapas 1 a 3, total 5
Bueno, ya estamos en el que va a ser nuestro hogar durante una semanita. Y digo hogar, porque el trato de los empleados del hotel con los que hemos hablado hasta ahora nos hace sentirnos como en casa.
Lo primero, la cena, son las ocho de la noche pasadas y estamos reventados del viaje, mi hija se está durmiendo andando. Nos acercamos al Behique el restaurante más cercano. La chica de la puerta con la sonrisa puesta y muy amable. La verdad es que esa noche íbamos con los ojos abiertos a más no poder, absorbiendo todo lo que vemos y la sensación es maravillosa. Los camareros muy serviciales, aunque un poquito lentos para lo que sería un hotel de su categoría en España, pero no hay que olvidar que estamos en el Caribe y, parafraseando el anuncio, “no me estrese”. La habitación, preciosa, con el jacuzzi al lado de las camas y nuestra habitación la penúltima de la planta baja del edificio 4. No podemos ver la playa, pero el olor y el ruido del mar nos indican que estamos cerquita, muy cerquita. Caemos rendidos en la cama, sin deshacer las maletas, mañana será otro día. A la mañana siguiente nos despertamos muy pronto a las 5, de noche aún, ya estamos en pie. Aprovechamos para deshacer las maletas y darnos una ducha. Una curiosidad: de noche el agua caliente no funciona. Salimos a pasear por la playa y, en efecto la playa está muy cerca, tanto, que la arena entra hasta el pasillo cuando hace un poco de aire. Subimos una duna y allí estaba, maravillosa, impactante, paradisíaca, la playa de Punta Cana. La escena nos hace saltar una lagrimita, una playa kilométrica, sin nadie a la vista, con las palmeras a pie de mar y el sol saliendo por el horizonte desde detrás de unas nubes. Aún cuando me acuerdo se me pone la piel de gallina. Pero bueno, una vez pasada la emoción, llega el momento de explicar un poco el hotel, aunque es para vivirlo, no para contarlo. Y como diría Jack el Destripador, vayamos por partes. LA PLAYA Una vez pasada la emoción de nuestro primer contacto con la playa, empezamos a recorrerla, es una maravilla, sólo un pequeño detalle que no nos gusta, hay muchas algas, luego nos explicaron que no es normal que hayan tantas pero había un huracán no muy lejano, lo que provoca los vientos, tormentas y algas que sufrimos esos días. De todas formas, a lo largo de la mañana pasan a limpiarla. Las famosas sombras están muy bien integradas en el paisaje, así como las instalaciones del hotel (bares y cabañas de masajes), eso sí, a las 7 de la mañana ya había gente ocupando con sus toallas las tumbonas y sombras. En cuanto al mar, algo revuelto, pero una maravilla, pero cuidadín, que a los dos metros ya cubre. (ojo, yo soy el que está debajo de mi hija, con el agua al cuello y estoy de pié) LAS HABITACIONES Volviendo a la habitación, cada día nos ponían los cobertores de una manera diferente y las toallas haciendo formas y con flores de ibiscum adornándolas. Eso sí, el horario de arreglar la habitación es de 9 de la mañana a 5 de la tarde, con lo que es posible que vayas a dormir la siesta y aún no esté hecha, pero no os preocupéis. Hubo un día que mi hija se quedó dormida hasta las siete de la tarde, hablamos con la camarera de planta y cuando volvimos a dormir, pensando que estaría sin hacer, nos la habían arreglado, a pesar de haber pasado de su hora. Eso no es normal aquí en España. Además en cada habitación tardaban más de 20 minutos en arreglarla (no me estrese). Y el mini-bar, casi cada día lo reponían. LOS JARDINES Y LAS VILLAS Los jardines son preciosos, todo el complejo está verde y reponiendo constantemente las plantas. A todas horas ves jardineros cuidando los jardines o barriendo. Está todo impecable. Les pedimos un coco y nos bajaron dos, uno de agua y otro de carne. El de agua no me gustó demasiado, hasta que lo llevé a la barra, donde lo “arreglaron” un poco, entonces estaba mucho mejor. Pero el de carne estaba buenísimo, no había comido coco como ese nunca. Las villas, preciosas, cada una con su “lápida”, con indicación del número de habitación. Los caminos están cubiertos los principales para poder ir a resguardo del sol y luego hay atajos que permiten acortar los paseitos para ir de un sitio a otro. Aunque lo mejor para recorrer el complejo es el tren que circula por todo él. Etapas 1 a 3, total 5
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