Noruega II. De Rovaniemi a Cabo Norte. Al norte del Círculo Polar Ártico. ✏️ Blogs de NoruegaViaje de ocho días en época del Sol de Medianoche por Laponia, islas Lofoten y Vesteralen, Tromso, Alta y Cabo Norte.Autor: Artemisa23 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (5 Votos) Índice del Diario: Noruega II. De Rovaniemi a Cabo Norte. Al norte del Círculo Polar Ártico.
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Etapas 4 a 6, total 7
ANDENES Y EXCURSIÓN PARA VER BALLENAS.
Si anoche mostré la vista desde nuestra habitación, el día nos trae esta nueva perspectiva. Los picos parecen un serrucho, un paisaje casi más propio de las Lofoten que de las Vesteralen.
Después de desayunar, fuimos a tomar el barco que nos llevó a avistar ballenas. Es frecuente que no se sepa si las excursiones saldrán hasta casi el mismo momento de zarpar, dependiendo de cómo esté el tiempo y el mar. Incluso puede darse el caso de que los barcos se vuelvan a medio camino si la cosa se pone fea. Nos dijeron que la semana anterior no había habido salidas debido al mal tiempo. Tuvimos suerte y aunque había muchas nubes, el mar estaba en relativa calma. La excursión es muy cara, pero se presenta como algo imprescindible y terminas cediendo, ¿cómo te lo vas a perder? Nosotros no lo sabíamos por anticipado, pero si el alojamiento es en Andenes, se puede intentar reservar la excursión directamente y posiblemente saldría más barato. Hasta que te asignan barco hay tiempo para visitar un museo sobre las ballenas. También hay una tienda, donde se puede comprar forros polares muy bonitos y ropa deportiva a precios razonables. Nos tocó un barco rápido, lo cual supuso una ventaja porque ahorra bastantes minutos para llegar mar adentro, al lugar por donde se supone pasan las ballenas. Aseguran que estas excursiones no perjudican a los cetáceos, al contrario, parte de sus beneficios se aprovechan para su protección. Espero que sea cierto y no se perjudique a los animales.
Vista del puerto de Andenes y del faro desde el barco que nos llevó a ver las ballenas:
Nos habían advertido que las ballenas se ven o no se ven, y si aparecen, puede ser una o varias. Te devuelven parte del importe de la cara excursión si no se ven ballenas… no sé yo. El objetivo para los fotógrafos dicen que es captar la cola de la ballena cuando se zambulle en el agua. Una vez que se llega a las zonas en que se supone que están, los barcos dan vueltas en su busca, avisándose unos a otros. Cada cual pilla el mejor sitio que puede, aunque no hay garantías de nada porque nunca se sabe por donde aparecerá la ballena (cachalote, en realidad), si aparece. Es importante permanecer en silencio para no asustarlas y así nos lo requieren, incluso se apagan los motores de los barcos. Antes del primer avistamiento se masca cierta emoción entre los excursionistas, hasta que, al fin, aparece la enorme silueta en el agua y la gente corre hacia ese lado para captar el objetivo anhelado: la cola de la ballena. El barco da vueltas para que todos lo vean, pero el momento en que la ballena se alza y se sumerge es el que es... En fin, hay que tomárselo con calma. La verdad, resulta emocionante, sobre todo la primera vez que la ves; pero, claro, sólo se percibe la gigantesca silueta en movimiento y estruendo que produce al zambullirse, que nadie espere ver al cachalote levitando sobre el agua, jeje: lo digo porque hubo quien se sintió decepcionado, no sé qué se imaginaban ver. La experiencia estuvo bien pero tampoco fue de lo que más me gustó del viaje.
Pasamos el resto de la mañana en Andenes. No es que haya demasiado que hacer allí, pero tiene bonitos paisajes junto al mar. Compramos fiambre y pan en un supermercado, nos hicimos unos bocadillos y nos aposentamos cerca del agua. Abundaban las nubes, pero salía el sol a ratos y los reflejos sobre las escarpadas paredes de roca daban una aspecto misterioso y sugerente al panorama.
Después de comer, tomamos un ferry hasta la isla de Senja, la segunda más grande de Noruega. Fue una travesía larga, creo recordar que de un par de horas, durante la cual merendamos trozos de tarta y café y contemplamos el panorama charlando con los compañeros de viaje. La escarpada costa acechaba entre nubes negras y apareció el arco iris.
El final de la tormenta que no llegamos a ver produjo una extraña mezcolanza de luces y sombras que reflejó en las formas rocosas colores sorprendentes, como magnéticos; ni yo misma me creía haber hecho fotos como éstas:
Llegada al puerto en Senja, creo que se llama como el fiordo, Gryllefjord.
Siguiendo la carretera 86, se rodea todo el fiordo, es muy pequeño, y se asciende un montículo, que proporciona unas vistas soberbias.
Los colores parecen imposibles; la belleza del lugar, sorprendente.
En fin, no sé cómo calificar la ruta que hicimos atravesando la isla de Senja, sólo puedo decir que para mi fue una de las más espectaculares del viaje. El cielo estaba sembrado de nubes blancas, negras y marrones, pero la luz se filtraba entre ellas ofreciendo unos colores fantasmagóricos, verdes y malvas, que otorgaban al paisaje un aspecto sobrenatural. El guía me comentó que era una tarde con una luz muy especial, pero que hay a quien no le gusta y prefiere que el sol dé más nitidez a las formas del paisaje. A mi me encantó, era algo diferente.
Paramos en un parque temático sobre los Troll. A esas horas había muy poca gente y no se ofrecía ningún espectáculo, pero era gratis y fue gracioso de ver. Seguimos viaje hacia Tromso viendo paisajes increíbles, sé que me repito mucho y puedo parecer algo pesada, pero la luz no cejaba en su empeño de traspasar las nubes y los colores que aparecían reflejados en las aguas eran inexplicables. Lo que más me llamó la atención es que apenas éramos dos o tres personas las que contemplábamos todo aquello, el resto de nuestros compañeros de viaje iban placenteramente dormidos en sus asientos. Yo, por mi parte, no paraba de hacer fotos con la boca abierta Por una vez, di gracias de mi incapacidad para dormir en vehículos en movimiento, jeje. En fin, quizás sea que yo miro las cosas con unos ojos diferentes y estos paisajes me llaman especialmente la atención, no sé.
TROMSO. Tromso se encuentra a 300 Km. al norte del Círculo Polar Ártico y es la ciudad más grande de la zona polar de Escandinavia, tiene unos 60.000 habitantes. El centro está en una isla, en donde hubo en tiempos una aldea vikinga. A principios del Siglo XIX se convirtió en un importante puerto para el tráfico marítimo del océano Ártico, y desde aquí emprendieron Nansen y Amundsen sus expediciones al Polo. Llegamos a Tromso pasadas las once de la “no” noche y nuestro guía nos propuso una experiencia que en principio nos pareció un tanto mosqueante: ir directos al mirador y no dejarlo para por la mañana. Evidentemente, el sol no se pone, pero la intensidad de la luz baja, además, hay nubes… y subir a un mirador, a 1.000 m. de altura a esas horas… ¿veríamos algo? Hummm… No nos ocultó que era una forma de ganar tiempo para el día siguiente, pero también nos aseguró que no nos defraudaría el panorama, que miradores de día podíamos verlos a docenas, pero con esa luz, se convierte en una experiencia diferente; y que si de todas formas no nos gustaba, volveríamos por la mañana. Así que aceptamos. Este es el puente de Tromso:
Vista de la ciudad desde la carretera:
Primero vimos la Ishavskatedralen, la Catedral del Océano Ártico, también conocida como la iglesia de Tromsdalen, consagrada en 1965. Fue diseñada por Jan Inge Hoving, construida en hormigón y la cubierta parece simbolizar la aurora boreal iluminando los oscuros meses de invierno. Destaca su gigantesca y colorida vidriera triangular de 23 metros de altura.
Subimos en el teleférico al mirador y nos encontramos con una vista impactante de Tromso, los picos nevados al fondo y el sol intentando en vano ponerse en el horizonte. Aquí os dejo unas cuantas fotos del experimento:
Supongo que la visión de día será extraordinaria, pero en absoluto nos arrepentimos de haber subido a media noche. Etapas 4 a 6, total 7
Por la mañana, dimos una vuelta por la ciudad, lo mejor de la cual, a mi modo de ver, es su bello emplazamiento. También se puede visitar el Museo Polar, pero no fuimos porque no nos llamaba demasiado la atención.
Calle de Tromso:
A media mañana, salimos de Tromso en dirección a Alta. Teníamos una larga jornada por delante con dos ferris incluidos. Durante unas horas la principal distracción fue nuevamente contemplar los paisajes.
Tomamos un ferry para cruzar el fiordo de Lyngen en su confluencia con el Kafjorden hasta Ordeldalen. Como no, me repito por enésima vez: precioso.
Otra vez en la carretera, con estos panoramas:
A la hora del almuerzo llegamos a un lugar llamado Gildetun, donde existe un mirador a más de 400 metros de altura desde el que se divisa el fiordo de Kavanangen y la isla de Skorpa. El día era muy claro y la visibilidad estupenda .Después de comer en el restaurante de Gildetun (llevábamos el almuerzo incluido y estuvo bastante bien), seguimos camino hacia Alta. La intensidad de la luz daba unos reflejos diferentes a los paisajes, mucho más nítidos pero también más reales y bucólicos, menos sorprendentes que los del día anterior.
En Alta visitamos los grabados rupestres catalogados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Tienen entre 2.000 y 6.000 años de antigüedad y una buena parte se encuentran en Hjemmluft, donde se encuentra el museo al aire libre, abierto al público.
Realmente merece muchísimo la pena, por lo menos a mi me gustó mucho. Reproducen escenas de caza, pesca y diversas ceremonias religiosas y también se ven animales y los barcos que utilizaban para pescar.
Además, el emplazamiento es precioso y si se tiene la suerte de contar con la luz y el sol de que gozamos nosotros, la experiencia es muy grata y entretenida. Hay folletos en español con los que se sigue estupendamente el itinerario de las pinturas, a modo de etapas que exhiben escenas cotidianas de la vida de los primitivos pobladores nórdicos. Acordamos ir en grupito y yo (que había comprado el folleto) leía la explicación a los demás; la verdad, esa tarde lo pasamos muy bien.
Existe cierta polémica sobre la pintura roja con que se ha rellenado los grabados para poder distinguirlos mejor. Yo no puedo opinar si eso es bueno o malo para los grabados, pero sí reconozco que los dibujos quedan muy decorativos y se aprecian francamente bien los detalles. Aquí hay grabados sin los colores y desde luego se distinguen bastante peor:
Por lo demás, Alta no tiene mayor interés, al menos yo no se lo vi. Nos alojamos en uno de los hoteles que bordean la carretera que cruza las urbanizaciones (Rica Alta). Nada extraordinario, pero para una noche está bien. Después de cenar, salimos a dar una vuelta que se convirtió en un paseo muy largo, pues había un par de sitios para ver el sol de media noche, es decir, el falso ocaso del astro rey, que nos engaña cuando parece que se va a hundir en el horizonte y vuelve a salir otra vez.
La verdad, es más el conocer el fenómeno en sí que lo que se ve realmente. Pero tiene su cosilla. A la una de la madrugada, nos fuimos a dormir con un sol de justicia, total nada. Etapas 4 a 6, total 7
Después del desayuno, afrontamos un día muy intenso. Su culminación sería el gran objetivo del viaje: Cabo Norte. La primera parte del recorrido por la E6 transcurrió por una zona de tundra elevada e inhóspita, barrida por los fuertes vientos. Paramos a descubrir plantas autóctonas y sus propiedades, y, también, a conocer unos “maravillosos” mosquitos igualmente autóctonos, tan grandes como la yema de un dedo: ¡aggg!. Encima se colaron algunos en el autobús y tuvimos que dedicarnos a su caza y captura un buen rato. Fue el único punto donde se pusieron pesados, el resto del viaje tuvimos suerte y ni los vimos ni los sentimos, jeje.
Por la carretera E69, de nuevo en la costa recuperamos los bellos paisajes típicamente nórdicos, pueblecitos pesqueros con sus secaderos de bacalao al sol, a orillas de Porsangen.
De camino al norte, nos encontramos gente paseando por las playas de guijarros y rebaños de renos que tenían la peligrosa ocurrencia de refugiarse del sol en los túneles de la carretera, con lo cual había que ir con mucho cuidado ya que los vehículos podían toparse de bruces con ellos.
Nuestro guía nos propuso detenernos en un pueblecito (creo que se llama Revbag) donde afirman que se crían (¿se dice así?) los cangrejos más grandes del mundo. No sé si son los más grandes, pero ciertamente los que vimos eran enormes:
La parada mereció la pena porque el lugar era muy bonito; bueno, todos los lugares eran bonitos y más con un día tan espectacular. El viento estaba en calma y el agua era un espejo perfecto en el que se miraban desperdigadas nubes y montañas. Los azules y los verdes adquirían unos matices muy sugerentes.
Paramos en una playa en la que abundaban los típicos montoncitos de piedras que tanto acostumbran a hacer los nórdicos para pedir un deseo o recordar a personas queridas. Desde luego, la playa como playa no vale gran cosa y el agua debe estar helada, pero el paisaje ofrecía una belleza salvaje que atraía nuestra atención, aunque hubo a quien no le gustó demasiado: aquí no hay árboles y si no fuese por la luz del sol, seguramente parecerían lugares un tanto inhóspitos.
A lo lejos empezábamos a distinguir la isla de Mageroya, donde se encuentra Cabo Norte. El corazón se aceleraba sin remedio. Parte de la carretera que va hacia el Cabo discurre bajo el canal de Mageroy, en un túnel de unos 7 kilómetros a más de 200 metros de profundidad. En estas latitudes, no hay bosques ni casi árboles debido a las inclemencias meteorológicas, el frío y los fortísimos vientos no lo permiten, pero los paisajes moteados de verde resaltaban hermosos reflejándose en el agua. Seguramente con mal tiempo, las vistas no serían tan agradecidas.
Al fin, llegamos a Honningsvag, a 35 Km. al suroeste del cabo. Es una animada población, con restaurantes, hoteles, tiendas y un puerto en el que hace escala, entre otros, el Hurtigruten. Hicimos una visita al bar de hielo (El Artic Bar), propiedad de unos españoles que montaron su negocio allí y a los que, según nos contaron ellos mismos, les va realmente bien. Hay que ponerse unos ponchos térmicos especiales (mejor no pensar en la pinta que se te queda, son enormes y de color rojo, se te quitan las ganas de ver las fotos: parecemos morsas, jaja,) porque dentro la temperatura está bajo cero a fin de mantenerlo en pie, si bien cada año deben reconstruirlo. Es muy curioso de ver y siempre se agradece hablar con compatriotas tan lejos. Además, la tiendecita de recuerdos tiene buenos precios. Dentro todo es de hielo: la barra, las mesas, los taburetes, hasta los vasos… Tienen un trineo e incluso un igloo al que puedes acceder para hacerte una idea de cómo sería alojarse dentro:
En Honningsvag hay varios restaurantes en los que se come realmente bien a precios razonablemente noruegos. Así que aprovechamos y nos dimos un homenaje para finalizar las vacaciones. Por la tarde, nos apuntamos a una excursión a la Isla de los Pájaros. Por fortuna, el tiempo seguia espléndido. De camino, paramos en Nordkapphallen, con una estupenda vista panorámica de Honningsvag y la costa:
Un barquito nos llevó a la Reserva Natural de Gjesvaerstappan (15 Km. al oeste de Cabo Norte). En realidad, no hay una única isla sino tres (Storstappan, Kirkestappan y Bussestappan), donde anidan más de 350.000 aves. Desde este mirador se aprecian bien las tres islas:
Zarpando del puerto hacia las islas:
Así como el avistamiento de ballenas me gustó pero le faltó algo, sí puedo decir que aquí encontré uno de los puntos culminantes del viaje: sencillamente fascinante. Supongo que con mal tiempo no es lo mismo, pero lo que vimos mereció la pena con creces. Miles y miles de aves (no exagero: miles) anidando en las rocas, sobrevolando los peñascos, posadas en el agua: cormoranes, frailecillos, gaviotas, águilas… El espectáculo era bellísimo. Ni que decir tiene que las embarcaciones deben mantener cierta distancia con los acantilados y no está permitido desembarcar en las islas, que constituyen una reserva natural protegida.
También pudimos ver algunas focas, aunque no se aprecian muy bien en las fotos (aparece la cabecita, jeje); y un personaje inesperado que apareció cuando estaba fotografiando a los frailecillos: ¿quién eres tú?
De verdad, una maravilla; aunque posteriormente he visto en otros lugares preciosas islas en las que anidan las aves, ésta me caló muy hondo. Disfruté de la excursión minuto a minuto. La recomiendo si hace buen tiempo. Lástima que mi cámara ni yo fotografiando fuésemos lo suficientemente buenas para captar las imágenes en toda su belleza.
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