Sawai Madhopur: Parque de Rathambhore ✏️ Diarios de Viajes de India

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22/01

Sawai Madhopur

13:15 Entramos en la estación de Sawai Madhopur, pequeñita y arreglada. Allí nos coge un rickhaw y nos lleva al hotel Continental, donde tiene comisión; la habitación 400, que pagaremos mañana antes de irnos. Dejamos las mochilas y nos deja en la taquilla donde se cogen los tickets del parque. 80.
14:20 Aún andamos renegociando la tarifa, ya que no se llena del todo a lo que se suma que no entendemos nada; total al final pagamos 1000.
Las tarifas son 200 entrada y 330 vehículo (no indian, dicen), ellos pagan mucho menos, nos parece justo.
14:38 Salimos por fin para Rathambhore National Park, que está a pocos km, en un camioncillo sin capota, a lo safari. Vamos pocos guiris, todos los demás son hindúes, hay muchos jóvenes.
Entramos por la puerta de lo que en su tiempo sería la entrada a un fuerte; de piedra color verde. El camino es escarpado a veces y se ve en lo alto de los acantilados otras fortalezas y edificios. Nada más entrar se empiezan a ver monos, mucho sambar, pájaros de muchas especies y jabalíes. En las charcas y lagunas se ve alguna garza, aves de varias clases y hemos visto un par de cocodrilos, uno tomando el sol y otro nadando por la mitad del lago.
Todos vamos sobresaltados mirando a todas partes con la ilusión de ver al señor del parque, pero no hay suerte.
Cuando los vehículos se cruzan, se preguntan pero nada.
Vemos un Martín pescador y aves muy atrevidas que se posan en las gorras de los visitantes y hasta en la mano si les ponen un poco de comida.
Vamos por zonas donde la vegetación no te deja ver más allá de dos metros y otras veces hay claros donde unos árboles parecidos a las acacias brindan sus pequeñas hojas color vino a los monos. Hay también estranguladoras y otros árboles grandes y frondosos que extienden unas lianas hasta el suelo; sus troncos retorcidos ofrecen una bonita vista al objetivo de la cámara. Durante todo el trayecto se ven templos y edificios abandonados pero en pie.
El tiempo va pasando y volvemos del safari, a medida que volvemos vamos poniendo caras. Paramos en un lago donde hay varios vehículos más y de repente se oye un chillido. El vehículo se pone en marcha, junto a los demás y a toda velocidad nos dirigimos hacia el ruido. A lo lejos en la orilla opuesta un buen ejemplar parece habernos visto y decide hacer de un pase especial para nosotros. Un momento después, sin mucha prisa, vuelve a perderse entre las cañas.
Por suerte llevamos los prismáticos y ha sido una bonita experiencia poder ver a este animal en su hábitat natural antes de abandonar el parque y volver al hotel a cenar.
20:00 Ya en el hotel, con un poco de dolor de tripa vamos a cenar al lado del hotel en el restaurante donde comemos veg pakora y un plato típico acompañado de dos colas, más una botella de agua para mañana por 140.
Revisamos el material. Preparamos el viaje de mañana a Bundi y a descansar.

23/01

8:00 Diana.
9:24 Compramos el billete, 44 y como el tren no sale hasta las 12, vamos a dar un paseo por el mercado.
Estamos desayunando en el hotel Chanakia al lado de la estación del pueblo. Sandwiches vegetales y coca-cola, 105. Infringiendo todas las recomendaciones de sanidad, pero bueno. Cuando acabas de comer te ofrecen “soaf”, un tarro de azúcar cristalizado, con granos del tamaño de medio guisante y unas semillas minúsculas que tienen cierto sabor a anís. El bar tiene unos cuadros de Shiva niño al que reza el dueño y hace ofrendas. A nuestro lado se sienta un inglés que viene de Ranthambhore y no ha visto tigres. Viene haciendo India desde Varanasi y va también a Bundi.
Nos despedimos con un “dhanyavad”, gracias.
Salimos y vamos a la estación, donde tomamos el sol y hacemos tiempo observando a los jabalíes que andan por todas partes, hozándolo todo y jugando alegremente. De vez en cuando el que barre el suelo les persigue para que no se metan encima de la gente. Hay alguno blanco, pero casi todos son de un negro azabache y tienen una hilera de cerdas que les recorre el lomo que erizan cuando se les molesta, dándoles aspecto terrible y horrible a la vez. En esta ciudad hemos visto muchísimos por la calle, parece que no son de nadie. Y huelen mucho, pero sólo de cerca.
11:22 Vamos acercándonos al andén, donde por unos momentos somos los únicos blancos. Nos miran y remiran, ya empezamos a acostumbrarnos. Los más atrevidos nos saludan; y cuando hablamos con alguno, al momento hay un corrillo que es para verlo.
12:20 El tren sale un poco retrasado y nos subimos donde nos dice uno de los que andan por el andén ayudando a la gente. Ya en el tren, clase SL (sleeper), que va lleno y preguntando nos van echando hacia atrás. Al final del todo, no hay más tren y tenemos que dejar las mochilas al lado de las “Latrinas”, o sea el WC y quedarnos entre dos vagones. Conocemos a dos chicos, uno estudiante y otro militar que jugaba al cricket y hablando (la nena) y yo intentándolo vamos pasando el camino.
Los chicos nos hacen fotos y me dicen que aprenda inglés, mientras toda su atención está puesta en la nena, ¡estos indis!.
Llegamos a Kota y al salir de la estación, cogemos un rikhaw 40 con el estudiante que nos acompaña hasta el mismo autobús, que salía en ese momento hacia Bundi. Nos deja su teléfono y nos da una dirección en Bundi.
El autobús, totalmente local, nos ha costado 44. Entre vaivenes de la carretera hemos llegado, después de una hora y media, a Bundi. Rickhaw por 40 hacia el hotel Haveli Uma Megh Payang G.H. Hemos negociado 550. Es muy bonito, viejo pero con encanto. Al llegar unas niñas ensayaban una danza con palmas y giros bailaban en el patio al compás de un radiocasete.
La haveli, casa antigua. La habitación es de los cuentos de las mil y una noches, con otra altura en la parte de las ventanas, que lo hace “como dice la nena” un chill out. Tiene una mesa de patas cortas y unas ventanas con los cristales pequeñitos y de colores. Pero la joya es espejo que hay en el baño, que es del tiempo de Saladino el Grande; muy bonito eso sí.
17:15 Comemos en el jardín de la haveli mirando el lago Nawal Sagar; nuestra habitación está justo enfrente en una esquina de la haveli. Tomamos chapati, paratnna y noodels picantitos y kingfisher. Abajo en el agua una serpiente de agua está de caza, y a medio metro de donde estamos sentados pasa un mono grande sin siquiera mirarnos y se pierde en el jardín del vecino.
Salimos a conocer los alrededores, que son espectaculares, con sus viejos templos y sus casas con los balcones tan bonitos. Pasando la Puerta de Chogan, una enorme entrada a la muralla, cuyas pesadas y grandísimas puertas descansan apoyadas en las paredes de la entrada, llegamos a una calle llena de tiendecillas, muchas para el turista, pasamos por una figura de un elefante que murió en 1707, famoso por no se qué y llegamos al templo de Charbhuja, por la calle que lleva este nombre. El templo está abandonado pero es precioso.
Compramos chuches, 45 y probamos una especie de palitos fritos que están picantísimos. Probamos también el ”alotique”, una especie de samusa de verdura frita que acompañan con salsas, chach, lasi y cebolla, 10, muy rico. Compramos unos cacahuetes tostados 10.
Se hace de noche cuando volvemos hacia el hotel disfrutando de las bonitas vistas nocturnas. Vemos iluminados el Charbhuja y el Palacio de Taragarh, arriba de la ciudad, muy bonitos.
Por la noche, Bundi es abordado por los murciélagos; no les hemos visto.
La gente del haveli es muy maja, nos atienden en todo al momento con muy buena cara y dándonos explicaciones precisas. Este pueblo es otra cosa; no hay mendigos en la calle y la gente, por la calle, no es tan insistente, cosa que se agradece. Todo transcurre a otro ritmo, más tranquilo, más chanti. Las vacas entran en las casas, los marranos andan por las calles y los monos, que como en todas agarran lo que pueden y lo que no también. Pero no vemos maltrato, una voz o un aspaviento y el animal se mueve. Aquí los animales cuentan. Una señora ha sacado una chapati y se lo ha dado a una vaca que esperaba fuera, después ha dicho algo y a echado unas gotas de agua sobre el animal (haciendo una reverencia hacia la vaca). Lo que nos sorprende es que no hemos visto un gato en todo el viaje.

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