EL PRIMERO
Me levanto a las 5h, y veo a Cristóbal preparándose para marchar a coger el bus para Manuel Antonio. Le pido que me ayude a hacer la cura, y nos despedimos. Entro en Internet a ver el correo, y charlo con Yoana, la chica nica del hostel, que me trae al rato un café. Tomo la medicación y me inyecto la eparina, y me monto en las muletas para ir a la soda de la esquina a alimentarme y a respirar un poco de aire. Pido pinto con huevos, agua, café y dos paquetes de tabaco. Todo me sale por 3200 colones (6$). El resto del día lo paso poniendo al día el diario y viendo la calle al otro lado de la verja desde el patio de la entrada.
Veo un vagagundo tirado a la sombra de un frutal, y dos chavales que llegan en bicicleta y las aparcan. Uno de los dos se sube al árbol y va tirando ramas con frutos que no identifico. Cuando bajan se los comen, y los que sobran y dejan, los rebaña el vagabundo después de haberse incorporado porque dos policías le han increpado. Dos mendigos se acercan a la verja a pedirme algo que no entiendo. Les muestro el pie y se van. Escolares uniformados, obreros, parejas, padres y niños, borrachos, vendedores, malencarados, sol y dos chaparrones que destapan paraguas. Hago algunas fotos, y tiempo se pierde. Vuelvo a la habitación y leo un trozo de “Las aventuras del buen soldado Svejk”. Observo el pie y la pierna, y rememoro la caida; escribo echando el humo de un cigarrillo al ventilador del techo y oigo risas en la habitación contigua. Me avisan que tengo una llamada, y hablo con Cristóbal que me llama desde Quepos contándome que se ha encontrado con Irene y Fabián, un francés con el coincidimos en La Fortuna. Me dice que mañana sale para Uvita a la captura de ballenas. Salgo a fumar al porche. Me tomo las pastillas y me quito la venda a las 9 de la noche para meterme en la cama a dormir. Un día menos.
EL SEGUNDO
Me despierto a las 4h, pero es demasiado pronto y me vuelvo a meter en la cama para dormir 2 horas más. Al levantarme le pido un café a Yoana, miro el correo, tomo la medicación y salgo al porche a hacer llamadas. La primera a American Airlines para confirmar que se pueden cambiar los billetes de clase turista a Business, abonando la diferencia. La segunda, a la Cía de seguros para decirles, tal como me pidieron que averiguase, que sí se pueden cambiar los billetes de vuelo que teníamos, organizar el traslado en silla de ruedas, taxis, y la visita de revisión médica de control el día antes de volar. Todo conforme.
Me quedo fumando en la terraza un rato, y después le entrego a Yohana una bolsa de ropa sucia para lavar. Recojo la bandolera y me voy a la soda de ayer a nutrirme con un plato de arroz blanco, maduro (plátano frito), una empanada de queso, y agua. Pienso que debería ducharme y afeitarme aunque me de pereza para sentirme mejor. Me llama Xavier del seguro para decirme que han cambiado de línea aérea, y que van a sacar los nuevos billetes con Iberia, lo que para mí es perfecto, puesto que me ahorro unas 8 horas de viaje y una escala.
Siesta a la 1 de la tarde, sopor posterior, terraza, y a las 5 llega Irene de Manuel Antonio a pasar la noche antes de marchar a la mañana siguiente a Cahuita. Charla; afeitado, ducha y ropa limpia; una pizza. Que más se puede pedir. Tomo las pastillas y duro 5 minutos.
EL TERCERO
4,30h. Salgo y Yoana ya está levantada y además hay café preparado. Siguiendo rutina miro correo y leo las noticias en Internet. Charlamos y reimos Yoana y yo, y salgo a la terraza a ver los gatos pardos de la noche, y por buscarlo me encuentro con uno que me da la mano. Lo había visto el día anterior en el Hostel con una chica, y hoy me informa que es nica. Lleva look de pandillero de mara con tatuajes en las piernas y en el resto del cuerpo. A lo largo de la pantorrilla derecha está su nombre en letras azules: Jonathan. Ha entrado de madrugada a pedir una botella de agua, mientras su chica canadiense está como un tronco. Me habla de la Granada nicaragüense y de sus trapicheos. Yo le relato el accidente. Me ofrece chicas, drogas, habanos, o lo que haga falta, para esta misma tarde, que declino excusándome en la medicación de la pierna, pero insiste en apuntarme su número de móvil por, me dice, si voy a Nicaragua y deseo chicas increibles. Le toreo cansado, y se va.
Irene se levanta y marcha a Cahuita, y muleteo a la soda para pedir un café, una pasta de dulce de leche, y tabaco. Regreso al sofá a ver pasar más gente, y a escribir. Hablo con un yankee que me ha pedido un cigarrillo, de lo barato que es el tabaco en Costa Rica. Me informa que ya sabe decir dos palabras en español, a lo que le contesto entusiasmado que felicidades y que por algo se empieza. Le pido un taxi a Yoana para ir al Hospital La Católica, de donde consigo volver con el reembolso de 60000 colones (115$) por la devolución de 5 jeringuillas cargadas de eparina, que no necesitaba, y que había comprado por una confusión de la enfermera que me las proporcionó. He sudado sangre durante una hora, apelando a la comprensión de la reticente dueña de la farmacia que no veía nada claro devolver tanto dinero, y recordándole la factura de 7000$ que clavó su hospital por la reparación del pie.
Me como los dos trozos de pizza que sobraron ayer, con una botella de agua. Me inyecto la eparina en mal sitio lo que me provoca dolor, y brinco a coger una llamada del seguro, en la que me deletrean el localizador de los billetes de Iberia para el domingo 22 de agosto a las 17,05 de San José a Madrid y de Madrid a Barcelona, con silla de ruedas y taxis de traslados. Escribo, bebo agua, me tomo las pastillas, y leyendo sobre el soldado Svejk, me quedo dormido. Me despierta el sonido terrorífico de la guitarra y los balidos apagados de un espiritual chico guiri, así que huyo a la soda de la esquina a tomar un café y a mirar la calle. De vuelta, me siento en el hueco hecho por mi culo en el sofá del porche, y me dedico durante un par de horas a tomar fotografías de toda la gente que va pasando por detrás de la puerta de rejas de la entrada, hasta que alguien que entra corriendo por el aguacero que cae, entra corriendo dejándose la puerta abierta, y jodiéndome la serie. Anochece y los mochileros vuelven al redil. Entra y pasa a mi lado Jonathan el nico, sin ofrecerme sexo, drogas y rock & roll, supongo que conteniéndose porque lleva a su amiga canadiense agarrada de la mano.
Son las 5,30 de la tarde y quedan menos horas para irme a dormir. Hasta ese momento, recitaré 490 veces, o sea 70 veces 7, un mantra de sanación que me ha recomendado una amiga. La letanía, la interrumpe la llamada de Cristóbal desde Quepos, para contarme su decepción porque las ballenas no han aparecido en su excursión marítima en Uvita. Está diluviando fuera y es genial el sonido. Tomo una cerveza con Rodrigo, el chaval jefe del Hostel, y un amigo suyo, y a las 9 me meto en la cama.
EL CUARTO
Quedan 2 días. Bueno un poco más porque sólo son las 3 y media de la mañana. La pierna me pone contento porque no la veo tan hinchaday por tanto tiene un mejor aspecto. Mientras navego en Internet, veo por el espejo sobre el ordenador que el yankee del tabaco barato se mete en mi habitación a oscuras. Me levanto , brinco, y al encender la luz veo se ha encerrado en el lavabo a oscuras. Desde dentro oigo varios sorry! sorry! Espero que salga, repite los sorry! sorry! y se larga. Me acuesto, y al levantarme continuo la serie fotográfica “por detrás de las verja”. Más tarde, dudo si acercarme a la soda, llamar a la chica de la soda que pasa continuamente delante del hostel llevando pedidos, o no comer. También debería ir a una farmacia, pero no tengo ganas de desplazamientos. Como esta mañana me ha llamado por primera vez el corresponsal del seguro en la zona, para decirme que mañana ya está arreglada la revisión con el cirujano Lisandro, lo dejaré para después de la visita. Me decido por dar los 20 pasos hasta la soda y pido un arroz blanco con carne en salsa y un huevo frito, y una cocacola.
Me paso casi toda la tarde dormitando y viendo diluviar. Pido una pizza hawaiana que acompaño con dos imperiales y leo al buen soldado Svejk, hasta que al chico de una pareja de jóvenes de la habitación de al lado que han llegado hoy, le da por rascar la guitarra rebelde que lleva a cuestas, y cantar blues en voz baja y falsete como si le estuvieran cogiendo por los testículos, y se le escapara un hilillo de voz sin fuerza. Parecen de USA, y él va con modelo sombrerito Pete Doherty y camisa larga a cuadros, y ella con mono tejano de comuna de los 60. Están siempre pegados como si tuvieran una capa de chicle invisible, y no cesan de darse besitos de esos que se dan adelantando con los ojos cerrados, hasta la deformación, los labios juntos, hasta el punto de encuentro con los labios adelantados de la misma manera por la pareja. Tengo mala suerte al respecto, puesto que en la habitación anterior en la que estuve a principios de semana, se alojaron en la habitación de al lado otra pareja de chicos, estos mejicanos, con guitarra. El juglar, con faldones amarillos y pañuelo pirata rojo en la cabeza, casi era todavía peor que el de hoy, ya que entonaba como si estuviera diciendo sus últimas palabras y tuviera hipo, además de dirigirse constantemente a su churri, por el cariñoso apelativo de “pajarito”. Aunque mi pie reconstruído aullaba, estuve a punto de lanzar darle un puntapié a la guitarra con la izquierda. Son las 10, así que pastillas y ...
EL QUINTO
Despierto a las 4h. Miro correo, me vuelvo a acostar hasta las 6h. Tomo café. Me siento como Bill Murray en el día de la marmota de la película “Atrapado en el tiempo”, pero sin volverme un virtuoso del piano ni enamorarme ni dejar de gruñir ni evitar previstos accidentes. Pierdo el tiempo, y me siento en mi sofá, desde donde hablo con uno de los mendigos habituales de la plaza que pasa por la calle y se agarra a las rejas. Me pregunta que me ha pasado, y me dice si andaba “tomado” (bebido), y me río. Me cuenta lloroso que ayer le rompieron la nariz a un amigo suyo de la plaza y que lo va a llevar al hospital. Saca una botella y apura el último sorbo, y sigue su camino. Charlo un buen rato con Yoana que, después de haberle contado lo del yankee de ayer que se metió en mi habitación, me dice que está bien que se lo haya dicho porque, sin concretar, han tenido problemas con él, y que se lo va a decir a Rodrigo. Me cuenta también donde han derivado los grupos que había, ya que el hostel se ha quedado semivacío. El grupo del tipo yankee (10 veinteañeras, él y otro chico, y la tutora de unos 30 y pico años) son voluntarios multinacionales que se han marchado a Liberia; una pareja partió a las 2 de la mañana hacia El Salvador; otra pareja, regresaba ya de sus vacaciones a casa, ...
Me acerco a la soda a tomar un café y comprar tabaco, y me despido de ellos porque hoy cierran a la 1, de fin de semana. Vuelvo a la habitación a cambiarme para esperar el taxi que he pedido para que me lleve a La Católica, y me encuentro horrorizado con que el chaval yankee rascacuerdas castrati está entonando una de su repertorio hasta que, por suerte, ha de marcharse a otro destino con su desperdiciada guitarra y su sombrero con pluma de ave, a deleitar a otros.
Vuelvo a Guadalupe, y en la recepción del Hospital me dicen que el Doc Lisandro está fuera del país. Le pido que se asegure de lo que dice ya que él mismo me había dado cita para las 10h, y después de volver a llamar, me dice sonriendo que me está esperando y que ignora porque le habían dicho que el cirujano estaba ausente.
Al quitarme la venda, me desanimo. La fractura la siento bien, pero el pie y los gemelos están deformemente hinchados y hechos un hematoma, y el empeine del pie está enrojecido e irritado. Lisandro me dice al verme la expresión de la cara que es normal y que no me preocupe que sólo es una infección de la piel que curará, y me receta 5 píldoras más de antibiótico Elequine que, pago en la farmacia de la dueña comprensiva, al “módico” precio de 10$ unidad. Vuelvo al hotel, algo decaído y más serio, dónde me encuentro con Cristóbal que ha vuelto de su ruta. Traemos comida de la soda de al lado, que devoramos viendo vía satélite el Barça-Sevilla, y me acuesto porque quiero dormir.
Yoana se despide de nosotros porque comienza su fin de semana. Buena charla, liquido la deuda con el Hostel parte en dólares, parte en colones, porque se han de reservar 30$ que se han de pagar de impuesto de salida del país, luego llega Irene que desparrama sus cosas y cuenta de Cahuita, y dejo que pase el tiempo para que llegue el domingo
Me levanto a las 5h, y veo a Cristóbal preparándose para marchar a coger el bus para Manuel Antonio. Le pido que me ayude a hacer la cura, y nos despedimos. Entro en Internet a ver el correo, y charlo con Yoana, la chica nica del hostel, que me trae al rato un café. Tomo la medicación y me inyecto la eparina, y me monto en las muletas para ir a la soda de la esquina a alimentarme y a respirar un poco de aire. Pido pinto con huevos, agua, café y dos paquetes de tabaco. Todo me sale por 3200 colones (6$). El resto del día lo paso poniendo al día el diario y viendo la calle al otro lado de la verja desde el patio de la entrada.
Veo un vagagundo tirado a la sombra de un frutal, y dos chavales que llegan en bicicleta y las aparcan. Uno de los dos se sube al árbol y va tirando ramas con frutos que no identifico. Cuando bajan se los comen, y los que sobran y dejan, los rebaña el vagabundo después de haberse incorporado porque dos policías le han increpado. Dos mendigos se acercan a la verja a pedirme algo que no entiendo. Les muestro el pie y se van. Escolares uniformados, obreros, parejas, padres y niños, borrachos, vendedores, malencarados, sol y dos chaparrones que destapan paraguas. Hago algunas fotos, y tiempo se pierde. Vuelvo a la habitación y leo un trozo de “Las aventuras del buen soldado Svejk”. Observo el pie y la pierna, y rememoro la caida; escribo echando el humo de un cigarrillo al ventilador del techo y oigo risas en la habitación contigua. Me avisan que tengo una llamada, y hablo con Cristóbal que me llama desde Quepos contándome que se ha encontrado con Irene y Fabián, un francés con el coincidimos en La Fortuna. Me dice que mañana sale para Uvita a la captura de ballenas. Salgo a fumar al porche. Me tomo las pastillas y me quito la venda a las 9 de la noche para meterme en la cama a dormir. Un día menos.
EL SEGUNDO
Me despierto a las 4h, pero es demasiado pronto y me vuelvo a meter en la cama para dormir 2 horas más. Al levantarme le pido un café a Yoana, miro el correo, tomo la medicación y salgo al porche a hacer llamadas. La primera a American Airlines para confirmar que se pueden cambiar los billetes de clase turista a Business, abonando la diferencia. La segunda, a la Cía de seguros para decirles, tal como me pidieron que averiguase, que sí se pueden cambiar los billetes de vuelo que teníamos, organizar el traslado en silla de ruedas, taxis, y la visita de revisión médica de control el día antes de volar. Todo conforme.
Me quedo fumando en la terraza un rato, y después le entrego a Yohana una bolsa de ropa sucia para lavar. Recojo la bandolera y me voy a la soda de ayer a nutrirme con un plato de arroz blanco, maduro (plátano frito), una empanada de queso, y agua. Pienso que debería ducharme y afeitarme aunque me de pereza para sentirme mejor. Me llama Xavier del seguro para decirme que han cambiado de línea aérea, y que van a sacar los nuevos billetes con Iberia, lo que para mí es perfecto, puesto que me ahorro unas 8 horas de viaje y una escala.
Siesta a la 1 de la tarde, sopor posterior, terraza, y a las 5 llega Irene de Manuel Antonio a pasar la noche antes de marchar a la mañana siguiente a Cahuita. Charla; afeitado, ducha y ropa limpia; una pizza. Que más se puede pedir. Tomo las pastillas y duro 5 minutos.
EL TERCERO
4,30h. Salgo y Yoana ya está levantada y además hay café preparado. Siguiendo rutina miro correo y leo las noticias en Internet. Charlamos y reimos Yoana y yo, y salgo a la terraza a ver los gatos pardos de la noche, y por buscarlo me encuentro con uno que me da la mano. Lo había visto el día anterior en el Hostel con una chica, y hoy me informa que es nica. Lleva look de pandillero de mara con tatuajes en las piernas y en el resto del cuerpo. A lo largo de la pantorrilla derecha está su nombre en letras azules: Jonathan. Ha entrado de madrugada a pedir una botella de agua, mientras su chica canadiense está como un tronco. Me habla de la Granada nicaragüense y de sus trapicheos. Yo le relato el accidente. Me ofrece chicas, drogas, habanos, o lo que haga falta, para esta misma tarde, que declino excusándome en la medicación de la pierna, pero insiste en apuntarme su número de móvil por, me dice, si voy a Nicaragua y deseo chicas increibles. Le toreo cansado, y se va.
Irene se levanta y marcha a Cahuita, y muleteo a la soda para pedir un café, una pasta de dulce de leche, y tabaco. Regreso al sofá a ver pasar más gente, y a escribir. Hablo con un yankee que me ha pedido un cigarrillo, de lo barato que es el tabaco en Costa Rica. Me informa que ya sabe decir dos palabras en español, a lo que le contesto entusiasmado que felicidades y que por algo se empieza. Le pido un taxi a Yoana para ir al Hospital La Católica, de donde consigo volver con el reembolso de 60000 colones (115$) por la devolución de 5 jeringuillas cargadas de eparina, que no necesitaba, y que había comprado por una confusión de la enfermera que me las proporcionó. He sudado sangre durante una hora, apelando a la comprensión de la reticente dueña de la farmacia que no veía nada claro devolver tanto dinero, y recordándole la factura de 7000$ que clavó su hospital por la reparación del pie.
Me como los dos trozos de pizza que sobraron ayer, con una botella de agua. Me inyecto la eparina en mal sitio lo que me provoca dolor, y brinco a coger una llamada del seguro, en la que me deletrean el localizador de los billetes de Iberia para el domingo 22 de agosto a las 17,05 de San José a Madrid y de Madrid a Barcelona, con silla de ruedas y taxis de traslados. Escribo, bebo agua, me tomo las pastillas, y leyendo sobre el soldado Svejk, me quedo dormido. Me despierta el sonido terrorífico de la guitarra y los balidos apagados de un espiritual chico guiri, así que huyo a la soda de la esquina a tomar un café y a mirar la calle. De vuelta, me siento en el hueco hecho por mi culo en el sofá del porche, y me dedico durante un par de horas a tomar fotografías de toda la gente que va pasando por detrás de la puerta de rejas de la entrada, hasta que alguien que entra corriendo por el aguacero que cae, entra corriendo dejándose la puerta abierta, y jodiéndome la serie. Anochece y los mochileros vuelven al redil. Entra y pasa a mi lado Jonathan el nico, sin ofrecerme sexo, drogas y rock & roll, supongo que conteniéndose porque lleva a su amiga canadiense agarrada de la mano.
Son las 5,30 de la tarde y quedan menos horas para irme a dormir. Hasta ese momento, recitaré 490 veces, o sea 70 veces 7, un mantra de sanación que me ha recomendado una amiga. La letanía, la interrumpe la llamada de Cristóbal desde Quepos, para contarme su decepción porque las ballenas no han aparecido en su excursión marítima en Uvita. Está diluviando fuera y es genial el sonido. Tomo una cerveza con Rodrigo, el chaval jefe del Hostel, y un amigo suyo, y a las 9 me meto en la cama.
EL CUARTO
Quedan 2 días. Bueno un poco más porque sólo son las 3 y media de la mañana. La pierna me pone contento porque no la veo tan hinchaday por tanto tiene un mejor aspecto. Mientras navego en Internet, veo por el espejo sobre el ordenador que el yankee del tabaco barato se mete en mi habitación a oscuras. Me levanto , brinco, y al encender la luz veo se ha encerrado en el lavabo a oscuras. Desde dentro oigo varios sorry! sorry! Espero que salga, repite los sorry! sorry! y se larga. Me acuesto, y al levantarme continuo la serie fotográfica “por detrás de las verja”. Más tarde, dudo si acercarme a la soda, llamar a la chica de la soda que pasa continuamente delante del hostel llevando pedidos, o no comer. También debería ir a una farmacia, pero no tengo ganas de desplazamientos. Como esta mañana me ha llamado por primera vez el corresponsal del seguro en la zona, para decirme que mañana ya está arreglada la revisión con el cirujano Lisandro, lo dejaré para después de la visita. Me decido por dar los 20 pasos hasta la soda y pido un arroz blanco con carne en salsa y un huevo frito, y una cocacola.
Me paso casi toda la tarde dormitando y viendo diluviar. Pido una pizza hawaiana que acompaño con dos imperiales y leo al buen soldado Svejk, hasta que al chico de una pareja de jóvenes de la habitación de al lado que han llegado hoy, le da por rascar la guitarra rebelde que lleva a cuestas, y cantar blues en voz baja y falsete como si le estuvieran cogiendo por los testículos, y se le escapara un hilillo de voz sin fuerza. Parecen de USA, y él va con modelo sombrerito Pete Doherty y camisa larga a cuadros, y ella con mono tejano de comuna de los 60. Están siempre pegados como si tuvieran una capa de chicle invisible, y no cesan de darse besitos de esos que se dan adelantando con los ojos cerrados, hasta la deformación, los labios juntos, hasta el punto de encuentro con los labios adelantados de la misma manera por la pareja. Tengo mala suerte al respecto, puesto que en la habitación anterior en la que estuve a principios de semana, se alojaron en la habitación de al lado otra pareja de chicos, estos mejicanos, con guitarra. El juglar, con faldones amarillos y pañuelo pirata rojo en la cabeza, casi era todavía peor que el de hoy, ya que entonaba como si estuviera diciendo sus últimas palabras y tuviera hipo, además de dirigirse constantemente a su churri, por el cariñoso apelativo de “pajarito”. Aunque mi pie reconstruído aullaba, estuve a punto de lanzar darle un puntapié a la guitarra con la izquierda. Son las 10, así que pastillas y ...
EL QUINTO
Despierto a las 4h. Miro correo, me vuelvo a acostar hasta las 6h. Tomo café. Me siento como Bill Murray en el día de la marmota de la película “Atrapado en el tiempo”, pero sin volverme un virtuoso del piano ni enamorarme ni dejar de gruñir ni evitar previstos accidentes. Pierdo el tiempo, y me siento en mi sofá, desde donde hablo con uno de los mendigos habituales de la plaza que pasa por la calle y se agarra a las rejas. Me pregunta que me ha pasado, y me dice si andaba “tomado” (bebido), y me río. Me cuenta lloroso que ayer le rompieron la nariz a un amigo suyo de la plaza y que lo va a llevar al hospital. Saca una botella y apura el último sorbo, y sigue su camino. Charlo un buen rato con Yoana que, después de haberle contado lo del yankee de ayer que se metió en mi habitación, me dice que está bien que se lo haya dicho porque, sin concretar, han tenido problemas con él, y que se lo va a decir a Rodrigo. Me cuenta también donde han derivado los grupos que había, ya que el hostel se ha quedado semivacío. El grupo del tipo yankee (10 veinteañeras, él y otro chico, y la tutora de unos 30 y pico años) son voluntarios multinacionales que se han marchado a Liberia; una pareja partió a las 2 de la mañana hacia El Salvador; otra pareja, regresaba ya de sus vacaciones a casa, ...
Me acerco a la soda a tomar un café y comprar tabaco, y me despido de ellos porque hoy cierran a la 1, de fin de semana. Vuelvo a la habitación a cambiarme para esperar el taxi que he pedido para que me lleve a La Católica, y me encuentro horrorizado con que el chaval yankee rascacuerdas castrati está entonando una de su repertorio hasta que, por suerte, ha de marcharse a otro destino con su desperdiciada guitarra y su sombrero con pluma de ave, a deleitar a otros.
Vuelvo a Guadalupe, y en la recepción del Hospital me dicen que el Doc Lisandro está fuera del país. Le pido que se asegure de lo que dice ya que él mismo me había dado cita para las 10h, y después de volver a llamar, me dice sonriendo que me está esperando y que ignora porque le habían dicho que el cirujano estaba ausente.
Al quitarme la venda, me desanimo. La fractura la siento bien, pero el pie y los gemelos están deformemente hinchados y hechos un hematoma, y el empeine del pie está enrojecido e irritado. Lisandro me dice al verme la expresión de la cara que es normal y que no me preocupe que sólo es una infección de la piel que curará, y me receta 5 píldoras más de antibiótico Elequine que, pago en la farmacia de la dueña comprensiva, al “módico” precio de 10$ unidad. Vuelvo al hotel, algo decaído y más serio, dónde me encuentro con Cristóbal que ha vuelto de su ruta. Traemos comida de la soda de al lado, que devoramos viendo vía satélite el Barça-Sevilla, y me acuesto porque quiero dormir.
Yoana se despide de nosotros porque comienza su fin de semana. Buena charla, liquido la deuda con el Hostel parte en dólares, parte en colones, porque se han de reservar 30$ que se han de pagar de impuesto de salida del país, luego llega Irene que desparrama sus cosas y cuenta de Cahuita, y dejo que pase el tiempo para que llegue el domingo