Nara
Nara comparte con Miyajima la atracción de los ciervos merodeando por el centro de la ciudad, solo que los ciervos de Nara están mejor educados. Hay montones de puestos con galletas para ciervos por las zonas por donde éstos deambulan, y cada vez que alguien compra un paquete, se ve abordado por varios ciervos a la caza de la galleta. El pequeño detalle que les hace más educados que a sus familiares de Miyajima es que hacen una reverencia con la cabeza como pidiendo la galleta. Eso sí, la persona que tiene las galletas debe tener un cierto aplomo, porque en general la gente se abruma cuando se ve rodeado de tanto ciervo y tanta asta y se las suelen dar de cualquier manera.
En cuanto a nuestra visita, que estuvo siempre rodeada de ciervos, comenzó por el Templo Kofuku‐ji, muchos de cuyos edificios estaban en obras, pero no la Pagoda de cinco pisos.
De ahí fuimos al Templo Todaiji, sin duda el punto fuerte de Nara. Alberga la estatua de Buda en bronce más grande de Japón con 16,2 metros de altura y además, también es el edificio de madera más grande del mundo (¿eso no lo habíamos leído ya?). Desde luego, el edificio desde fuera es bastante impresionante, al igual que la estatua de su interior. No creemos andar muy desencaminados si decimos que todos los turistas que estábamos en Nara decidimos visitar este templo a la vez. Al menos esa fue la sensación que nos dio.
Cuando finalizamos la visita a este templo, nos encaminamos al Santuario de Kasuga Taisha atravesando el agradable Parque de Nara, todo él repleto de ciervos, por supuesto. Cuando llegamos al santuario estaba ya cerrado, así que tuvimos que conformarnos con hacer una foto a la fuente con forma de ciervo o ciervo-fuente que había en la entrada. Tras eso, estuvimos deambulando un rato sin saber qué rumbo tomar cuando la lluvia tomó la decisión por nosotros: comenzó a caer el diluvio universal y en cuanto vimos un taxi libre, nos subimos y pusimos rumbo al hotel. Fue el único taxi que tomamos en todo el viaje y tenemos que decir que aquello de lo que habíamos oído hablar era cierto: la puerta la abre y la cierra automáticamente el conductor, y son carísimos. Solo la bajada de bandera equivalía casi a seis euros. Esa tarde no paró de llover, así que solamente salimos a cenar al sitio más cercano, un lugar de ramen, la sopa con fideos que se come sorbiendo. Una vez en su interior nos dio la sensación de que los comensales estaban haciendo una competición por ver (o escuchar) quién era el que hacía más ruido.
La mañana siguiente amaneció, como suele suceder en estos casos, con un sol radiante. Lo cual seguía implicando un calor y un bochorno enormes. Pero nuestro viaje estaba llegando a su fin, así que nada nos iba a impedir terminar las visitas. Al menos eso pensábamos nosotros.
Comenzamos la mañana visitando el estanque Sarusawano-ike, conocido porque en él se refleja la Pagoda de cinco pisos antes mencionada.
La mañana siguiente amaneció, como suele suceder en estos casos, con un sol radiante. Lo cual seguía implicando un calor y un bochorno enormes. Pero nuestro viaje estaba llegando a su fin, así que nada nos iba a impedir terminar las visitas. Al menos eso pensábamos nosotros.
Comenzamos la mañana visitando el estanque Sarusawano-ike, conocido porque en él se refleja la Pagoda de cinco pisos antes mencionada.
Pero pudimos ver una estampa bastante curiosa y simpática: había unos cuantos troncos en el centro repletos de tortugas aparentemente tomando el sol. Cada vez que alguna se movía empujaba a otra, e irremediablemente esa acción terminaba con alguna tortuga cayendo al agua. Parecíamos dos críos viendo a las tortuguitas.
Tras un paseo por las principales calles de Nara, viendo tiendas de todo tipo, tomamos el tren con dirección al último destino del viaje.
Hakone
Desde Nara fuimos en tren hasta Odawara, donde compramos el Hakone Free Pass para poder hacer todo el recorrido de la zona de Hakone: se trata de una ruta circular que comienza en Hakone-Yumoto (donde teníamos reservado el segundo y último ryokan del viaje), donde se toma un tren en zigzag, después un funicular, se continúa con un teleférico, después una travesía en barco por un lago, para terminar con un autobús que lleva de vuelta al punto de partida. Y todos esos medios de transporte están cubiertos por el Pass. Como llegamos a Hakone después de comer, dejamos la ruta para el día siguiente porque ese día ya no nos daba tiempo.
Tuvimos ciertos problemas en encontrar el ryokan, y entramos en algo que parecía un hotel a preguntar. El señor de la recepción, que curiosamente hablaba inglés, decidió acompañarnos hasta el sitio para que no tuviéramos dudas. Una vez llegamos al sitio, nos encontramos a la entrada con un panel con varios nombres, la mayoría en japonés, entre los que estaba el nuestro. Así que sí, ese parecía ser el sitio.
Cuando nos acomodaron en nuestra habitación, una amable señora entró para explicarnos diversas cosas: tanto la cena como el desayuno eran en la habitación, la hora a la que las servirían, cómo funcionaba el onsen, etc. Cómo comprendimos lo que nos dijo es para nosotros, todavía hoy, un misterio, porque apenas dijo un par de palabras en inglés. Existe la posibilidad de que comprendiéramos mucho menos de lo que creemos, lo cual es lo más probable, aunque tuvimos un nivel de aciertos muy grande con lo que supusimos que nos dijo. Sea como fuere, la cena llegó a la hora que pensábamos, y el onsen de después funcionó como habíamos supuesto.
Tuvimos ciertos problemas en encontrar el ryokan, y entramos en algo que parecía un hotel a preguntar. El señor de la recepción, que curiosamente hablaba inglés, decidió acompañarnos hasta el sitio para que no tuviéramos dudas. Una vez llegamos al sitio, nos encontramos a la entrada con un panel con varios nombres, la mayoría en japonés, entre los que estaba el nuestro. Así que sí, ese parecía ser el sitio.
Cuando nos acomodaron en nuestra habitación, una amable señora entró para explicarnos diversas cosas: tanto la cena como el desayuno eran en la habitación, la hora a la que las servirían, cómo funcionaba el onsen, etc. Cómo comprendimos lo que nos dijo es para nosotros, todavía hoy, un misterio, porque apenas dijo un par de palabras en inglés. Existe la posibilidad de que comprendiéramos mucho menos de lo que creemos, lo cual es lo más probable, aunque tuvimos un nivel de aciertos muy grande con lo que supusimos que nos dijo. Sea como fuere, la cena llegó a la hora que pensábamos, y el onsen de después funcionó como habíamos supuesto.
Comenzamos nuestra penúltima mañana en el país dejando las mochilas en recepción y nos fuimos a hacer la ruta de los distintos transportes. Comenzamos con el tren en zigzag, y según íbamos ascendiendo la ladera del monte, la lluvia y el viento que en Hakone era suave, se fue haciendo cada vez más patente. Tal fue así, que cuando llegamos al destino y fuimos a subir en el funicular, nos dijeron que el teleférico y el barco estaban fuera de servicio porque se acercaba un tifón, y que con toda probabilidad estaría todo el día cerrado. Con todo el dolor de nuestro corazón, volvimos a subir al tren y volvimos a zigzaguear la ladera, estaba vez hacia abajo. Con lo bien que nos había tratado el clima en Japón (exceptuando el insoportable calor húmedo), no nos dejó disfrutar de nuestro último día. Al llegar a la estación de Hakone-Yumoto, un hombre muy simpático nos informó de que si no habíamos subido al teleférico ni al barco, podíamos pedir que nos reembolsaran una parte del precio del Hakone Free Pass. Así que fuimos a la ventanilla que nos indicó, donde nos dieron no pocos yenes de vuelta, recogimos nuestras mochilas y pusimos rumbo de vuelta a Tokio, donde todo había empezado.
Por supuesto, a nuestra llegada al hotel de Tokio teníamos la maleta esperando en nuestra habitación, pero a esas alturas del viaje lo tomamos como la cosa más normal del mundo.
Por supuesto, a nuestra llegada al hotel de Tokio teníamos la maleta esperando en nuestra habitación, pero a esas alturas del viaje lo tomamos como la cosa más normal del mundo.
Reflexiones finales
En líneas generales no podríamos decir que Japón nos haya parecido un país bonito. Tiene cosas muy bonitas, sobre todo jardines, templos y santuarios, pero si tuviéramos que buscar algún adjetivo para definir la impresión que nos causó el país es fascinante. Japón es un país que fascina. La organización, la gente, la comida, la cultura, las comunicaciones… todo ello consiguió que, mientras estábamos allí, nos sintiéramos fascinados de todo lo que teníamos alrededor.
También reconoceríamos haber pecado de aquello de que, quien mucho abarca poco aprieta. Hay multitud de sitios que ver, y claro, uno siempre quiere aprovechar el viaje y el tiempo, pero mirando nuestro viaje retrospectivamente, hubiéramos debido ir a menos sitios, pero más tiempo, o visitar menos templos y santuarios pero disfrutándolos más. Por ejemplo, hubiéramos pasado más tiempo en Kamakura y hubiésemos visitado menos templos y santuarios en Kyoto, pero mucho más tranquilamente.
Uno de los motivos por los que queríamos visitar Japón era porque nos parecía asombroso que un país tan pequeño tuviera más de 120 millones de habitantes, menos de un 5% de paro y fuese la segunda potencia económica mundial. Nos parecían datos incompatibles. Sin embargo, después de haber pasado tres semanas allí, o mejor dicho, con sólo haber pasado tres semanas allí, hemos comprendido cómo es posible el “milagro japonés”.
Sin llegar a aquello de “este viaje no hubiera sido posible sin la ayuda de…”, queríamos agradecer o nombrar varias páginas webs y blogs, gracias a las cuales este viaje fue mucho más fácil y entretenido de organizar: hablamos de las webs oficiales de japan-guide o de la Oficina Nacional del Turismo Japonés (más conocida por JNTO), del blog de termico y de abierto por vacaciones, o del divertido relato de jbsiena, en esta misma plataforma.
Arigato gozaimas a todos.
También reconoceríamos haber pecado de aquello de que, quien mucho abarca poco aprieta. Hay multitud de sitios que ver, y claro, uno siempre quiere aprovechar el viaje y el tiempo, pero mirando nuestro viaje retrospectivamente, hubiéramos debido ir a menos sitios, pero más tiempo, o visitar menos templos y santuarios pero disfrutándolos más. Por ejemplo, hubiéramos pasado más tiempo en Kamakura y hubiésemos visitado menos templos y santuarios en Kyoto, pero mucho más tranquilamente.
Uno de los motivos por los que queríamos visitar Japón era porque nos parecía asombroso que un país tan pequeño tuviera más de 120 millones de habitantes, menos de un 5% de paro y fuese la segunda potencia económica mundial. Nos parecían datos incompatibles. Sin embargo, después de haber pasado tres semanas allí, o mejor dicho, con sólo haber pasado tres semanas allí, hemos comprendido cómo es posible el “milagro japonés”.
Sin llegar a aquello de “este viaje no hubiera sido posible sin la ayuda de…”, queríamos agradecer o nombrar varias páginas webs y blogs, gracias a las cuales este viaje fue mucho más fácil y entretenido de organizar: hablamos de las webs oficiales de japan-guide o de la Oficina Nacional del Turismo Japonés (más conocida por JNTO), del blog de termico y de abierto por vacaciones, o del divertido relato de jbsiena, en esta misma plataforma.
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