Día 13 del viaje. Hoy es uno de esos días de trámite que hay en todo viaje, que no son especialmente interesantes y casi prescindibles, aunque bien es cierto que vamos a visitar el castillo de Himeji, pero va a ser en autocar, y de camino hasta Osaka, así que me parece que vamos a pasar unas cuantas horas pegados al asiento. Salimos de Hiroshima después de desayunar. Haciendo un paréntesis, desde el hotel Shinagawa en Tokio, los desayunos no han vuelto a ser igual. Aquel buffet fue tan increíble, que ninguno de los hoteles posteriores han alcanzado siquiera las expectativas
Nuestra primera parada no se produce demasiado tarde, en torno a las 10 de la mañana, en la ciudad de Kurashiki. Lo que más destaca en esta pequeña ciudad son los edificios antiguos existentes en torno a un tramo del canal, convertidos hoy en día muchos de ellos en museos. En la época feudal esos edificios eran utilizados como almacenes de arroz, que era transportado en barcos desde los campos de cultivo de los alrededores. El paseo por el canal, con los puentes antiguos, los sauces que cuelgan hasta el agua y las carpas, es francamente agradable. La pena es que la guía japonesa, sólo nos ha dejado poco más de 1 hora para pasear (Esta mujer siempre con prisas) y no hay posibilidad de visitar ninguno de los museos, como el Ohara de arte europeo, o el museo del juguete rural. Algunos edificios antiguos están convertidos en tiendas de souvenirs, pero a mí ya me parece todo cascarria. Me producen alergia.
Nuestra primera parada no se produce demasiado tarde, en torno a las 10 de la mañana, en la ciudad de Kurashiki. Lo que más destaca en esta pequeña ciudad son los edificios antiguos existentes en torno a un tramo del canal, convertidos hoy en día muchos de ellos en museos. En la época feudal esos edificios eran utilizados como almacenes de arroz, que era transportado en barcos desde los campos de cultivo de los alrededores. El paseo por el canal, con los puentes antiguos, los sauces que cuelgan hasta el agua y las carpas, es francamente agradable. La pena es que la guía japonesa, sólo nos ha dejado poco más de 1 hora para pasear (Esta mujer siempre con prisas) y no hay posibilidad de visitar ninguno de los museos, como el Ohara de arte europeo, o el museo del juguete rural. Algunos edificios antiguos están convertidos en tiendas de souvenirs, pero a mí ya me parece todo cascarria. Me producen alergia.
Subimos de nuevo al autocar. Tenemos unas cuantas horas para llegar a Himeji, aunque antes pararemos en ruta para comer. La guía japonesa está empeñada en hacer de animadora social y empieza a cantar canciones típicas (y muy infantiles) japonesas, y además quiere que nos aprendamos la letra y le hagamos los coros. Por supuesto no tiene éxito alguno , porque nuestras cabecitas pensantes son incapaces de recordar una sola palabra en ese idioma llamado japonés. La guía lo intenta con más de una canción, pero es totalmente imposible. Por otra parte dice que somos un grupo estupendo, aunque la verdad es que sólo nos conoce del día anterior. ¡En fin! :mrgreen:.
Llegamos por fin al área de servicio. La guía con sus prisas de siempre nos dice que 30 minutos para comer. ¡Ja!. No sabe a quién se enfrenta. Al final le sacamos más tiempo. El lugar está a tope. Hay muchos puestos para comprar comida rápida, sobre todo de bolitas de arroz (yo pensaba que era yakitori), pero yo voy a lo seguro, es decir, al restaurante, aunque hay tal cola, que al final nos tenemos que agrupar si queremos terminar a tiempo, eso sí, creo que con la espera ya nos hemos chupado casi todo el tiempo que dio la guía. Pido otro menú típico con los fideos y con la tempura, que me tengo que comer como si fuera la última cosa que estuviera haciendo en este mundo. Al final pasa lo de siempre, sufrir casi una indigestión de las prisas para que luego otros lleguen más tarde todavía.
Salimos hacia Himeji, a donde llegamos sobre las 14:30 ó 15:00. Vamos a visitar el castillo de la ciudad, conocido también como Shirasagi ("la garza blanca"), debido a su esbelta figura. Es una de las fortalezas más importantes de Japón que aún quedan en pie. El castillo tiene una torre central de 5 pisos y otras tres más pequeñas. Todo el recinto está rodeado por fosos y murallas defensivas, con aperturas para lanzar flechas y aceite o agua hirviendo. La construcción actual data de finales del siglo XVI.
Llegamos por fin al área de servicio. La guía con sus prisas de siempre nos dice que 30 minutos para comer. ¡Ja!. No sabe a quién se enfrenta. Al final le sacamos más tiempo. El lugar está a tope. Hay muchos puestos para comprar comida rápida, sobre todo de bolitas de arroz (yo pensaba que era yakitori), pero yo voy a lo seguro, es decir, al restaurante, aunque hay tal cola, que al final nos tenemos que agrupar si queremos terminar a tiempo, eso sí, creo que con la espera ya nos hemos chupado casi todo el tiempo que dio la guía. Pido otro menú típico con los fideos y con la tempura, que me tengo que comer como si fuera la última cosa que estuviera haciendo en este mundo. Al final pasa lo de siempre, sufrir casi una indigestión de las prisas para que luego otros lleguen más tarde todavía.
Salimos hacia Himeji, a donde llegamos sobre las 14:30 ó 15:00. Vamos a visitar el castillo de la ciudad, conocido también como Shirasagi ("la garza blanca"), debido a su esbelta figura. Es una de las fortalezas más importantes de Japón que aún quedan en pie. El castillo tiene una torre central de 5 pisos y otras tres más pequeñas. Todo el recinto está rodeado por fosos y murallas defensivas, con aperturas para lanzar flechas y aceite o agua hirviendo. La construcción actual data de finales del siglo XVI.
Realizamos la visita con nuestra guía japonesa. Las explicaciones no son nada del otro mundo a decir verdad. Lo más interesante es ver las pequeñas trampas que tiene el castillo para sorprender a los atacantes. Algunos pasillos son estrechos y en ángulo recto, para impedirles un avance rápido a los intrusos y tenderles emboscadas. Como en otros castillos y templos del país hay que quitarse los zapatos, que además tienes que llevar contigo en una bolsa. Además hay zapatillas para hacer el recorrido por el interior. En buena hora se me ocurre ponerme unas. El recorrido va subiendo por todos los pisos de la torre central (hasta 5) y los peldaños de las escaleras son altos y estrechos. Las zapatillas se me salen. Y yo con el vértigo que tengo No disfruto el camino, pensando tan sólo en la bajada. Al menos desde arriba podemos salir a un mirador y hay una excelente vista de los alrededores. Para bajar me tienen que ayudar y llevarme la mochila y los zapatos, porque veo las escaleras tan verticales que creo que me voy a dar un trompazo. Para mayor inri llevo las gafas de sol, con lo cual no veo tres en un burro. Se me hace eterno ir bajando cada uno de los peldaños de las 5 plantas. Cuando llegamos abajo respiro tranquilo. No me ha gustado nada la visita interior . Además, tampoco había nada de interés, o si lo había, la guía no ha abierto la boca.
Después de la parada de los baños volvemos al autocar para ir ya directamente hasta el hotel de Osaka. En esta ocasión la guía principal y la aprendiz se confabulan y vuelven a la carga. Nos explican en qué consiste la papiroflexia y nos empiezan a repartir hojas de papel. Llega la hora de los trabajos manuales y tenemos que hacer con el papel el monte Fuji. Según ellas es lo más básico, aquello por lo que comienzan los niños pequeños, así que empiezan a decirnos las instrucciones de dobla por aquí y corta por allá. Claro, a mí los trabajos manuales nunca se me dieron bien y empiezo muy mal, cortando el papel por donde no es, doblándolo peor aún. Al final, más que un volcán parece un colador. Reconozco que si no me hubiera equivocado daría el pego totalmente del monte Fuji. Cuando pasa la mujer para comprobar lo que hemos hecho, yo escondo el papel . ¡Qué vergüenza!. Afortunadamente habrá visto los resultados desastrosos en general y no nos anima a hacer más figuritas. Por suerte. Entre una cosa y otra llegamos al hotel de Osaka, ciudad de la que por cierto es orihunda nuestra guía. Aunque el hotel más que en Osaka podría estar en la ciudad de al lado. En definitiva, que estamos muy alejados del centro. El hotel se llama Senri Hankyu y no está mal, aunque tiene un aire de provincias o de suburbios . Lo peor son sus horarios. Cuando queremos cenar ya están prácticamente todos cerrados, así que no nos queda otro remedio que ir al centro comercial que hay en frente de nuestro hotel, en la estación de metro. La animación del lugar es nula, aunque por lo menos hay restaurantes abiertos. Esta vez para darle un pequeño respiro a aquellos a los que no les gusta la comida japonesa acudimos a uno italiano, donde pido algo tan original como una lasagna. Tras la cena, vamos a un pub que parece que tiene buena pinta, aunque sin ningún ambiente. Estamos unas cuantas personas de nuestro grupo y nada más. A eso de las 11 ó las 12 de la noche nos volvemos al hotel. Tenemos un único día para explorar la ciudad de Osaka.
Después de la parada de los baños volvemos al autocar para ir ya directamente hasta el hotel de Osaka. En esta ocasión la guía principal y la aprendiz se confabulan y vuelven a la carga. Nos explican en qué consiste la papiroflexia y nos empiezan a repartir hojas de papel. Llega la hora de los trabajos manuales y tenemos que hacer con el papel el monte Fuji. Según ellas es lo más básico, aquello por lo que comienzan los niños pequeños, así que empiezan a decirnos las instrucciones de dobla por aquí y corta por allá. Claro, a mí los trabajos manuales nunca se me dieron bien y empiezo muy mal, cortando el papel por donde no es, doblándolo peor aún. Al final, más que un volcán parece un colador. Reconozco que si no me hubiera equivocado daría el pego totalmente del monte Fuji. Cuando pasa la mujer para comprobar lo que hemos hecho, yo escondo el papel . ¡Qué vergüenza!. Afortunadamente habrá visto los resultados desastrosos en general y no nos anima a hacer más figuritas. Por suerte. Entre una cosa y otra llegamos al hotel de Osaka, ciudad de la que por cierto es orihunda nuestra guía. Aunque el hotel más que en Osaka podría estar en la ciudad de al lado. En definitiva, que estamos muy alejados del centro. El hotel se llama Senri Hankyu y no está mal, aunque tiene un aire de provincias o de suburbios . Lo peor son sus horarios. Cuando queremos cenar ya están prácticamente todos cerrados, así que no nos queda otro remedio que ir al centro comercial que hay en frente de nuestro hotel, en la estación de metro. La animación del lugar es nula, aunque por lo menos hay restaurantes abiertos. Esta vez para darle un pequeño respiro a aquellos a los que no les gusta la comida japonesa acudimos a uno italiano, donde pido algo tan original como una lasagna. Tras la cena, vamos a un pub que parece que tiene buena pinta, aunque sin ningún ambiente. Estamos unas cuantas personas de nuestro grupo y nada más. A eso de las 11 ó las 12 de la noche nos volvemos al hotel. Tenemos un único día para explorar la ciudad de Osaka.