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Habíamos decidido hacer la excursión por nuestra cuenta, cogiendo el tren en Villefranche hasta Niza y visitar esta ciudad de sabor marinero. Como íbamos por nuestra cuenta fuimos de los últimos en abandonar el barco
. Aquí se accede al puerto con barcas y tienes que esperar a que haya hueco en alguna.
Por fin desembarcamos y nos dirigimos hasta la estación de tren que se encuentra a unos cientos de metros del puerto. Al llegar se iba en ese momento el tren de Niza y tuvimos que esperar al siguiente, así que, al final, subimos al tren cerca ya de las 12 de la mañana
. (El tren pasaba cada hora).Bueno, ya estamos de camino hacia Niza. El viaje es muy corto y llegamos en un santiamén. La estación de Niza bonita, señorial. Decidimos recorrer el camino desde la estación al centro histórico a pié en vez de coger el tranvía. Hicimos bien, es un camino lleno de edificios del XIX, muy señoriales y con aceras anchas y agradables para el paseo.
Desembocamos en el Paseo de los Ingleses, llamado así porque fue construido por los ingleses que iban de turismo a la ciudad y gustaban de un paseo marítimo que no existía, desde entonces recibe ese nombre.
Una playa magnífica, en forma de media luna, aguas azules, bonito, bonito. La pena fue que el tiempo no acompañó, todo nublado incluso cayeron algunas gotas.
Siguiendo el paseo llegamos hasta el parque de la fortaleza, una colina coronada por un castillo (los restos, que son muy pocos) convertido en parque público. Merece la pena visitarlo, el parque es realmente bonito, muy verde y frondoso, con una hermosa cascada y preciosas vistas de la ciudad.
Debidamente cansados y muertos de hambre buscamos un lugar apropiado para comer. En el casco antiguo hay muchísimos establecimientos donde comer, unos más lujosos que otros, algunos cerrados y otros con terrazas al aire libre, elegimos una y basamos nuestra elección en la cantidad de franceses que ocupaban las mesas, era una marisquería y comimos estupendamente, todavía recuerdo el plato de mejillones que nos sirvieron y lo ricos que estaban
. Aprovechamos para descansar un poquito y luego otra vez a correr el tacón.
Dedicamos nuestro último tiempo en callejear por el barrio antiguo sin ningún fin concreto y nos tomamos un cafetito en un establecimiento pequeñito y con mucho sabor (aprovechamos para cambiar aguas) y con gran tristeza iniciamos el camino de vuelta a la estación
.Una vez en la estación a mí me entraron las prisas: que si no vamos a llegar bien, que nos hemos retrasado mucho, que estoy agotada, en fin, que acabamos cogiendo un taxi hasta Villefranche
. Como bien decía mi marido soy una “cagaprisas” y llegamos con mucho tiempo a Villefranche, así que nos dio tiempo de hacer una visita al pueblo que es muy bonito y se lo merece.
Villefranche es un pueblo marinero pero colonizado por gente de dinero y tiene muchas casas lujosas en las laderas de los montes que le rodean.
Pero sobre todo tiene una calle “la calle oscura”, recuerdo de la época en que era atacada por piratas. Esta calle discurre por debajo de la muralla, entre sus muros, escondida totalmente y allí se refugiaba la gente cuando la atacaban. Se conserva un tramo y es realmente interesante visitarlo.
También se conserva la fortaleza que se puede visitar. Aunque se nos hizo de noche todavía se puede apreciar en las fotos
Después, ya agotados del todo, nos fuimos al embarcadero a esperar las lanchas que nos acercarían al barco.
Una vez aquí, ya sabéis, ducha, paseíto coctelero
, cena y al sobre.Aprovecho para contaros un pequeño “truquito” que utilizo en mis viajes: me he comprado unas zapatillas de esas que parecen zapatos y en cuanto que llego al barco me las coloco, a penas se nota si no te fijas mucho y voy comodíiiiiiisima.
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