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Aunque hablaré más adelante de Hong Kong, ya que cuando tuvimos más tiempo para verlo fue al final del viaje, quiero comentaros la primera impresión que tuve al llegar a esa ciudad.
Llegamos al aeropuerto, justo despues de acabar de desayunar en el avión tras una larga noche de vuelo....y estaba anocheciendo. Fue un choque pensar que me habian robado un día, ya que en apenas unas horas estaría cenando y durmiendo sin haber visto la luz del sol.
Nos recogieron los empleados de Costa Cruceros en el aeropuero y en autobus nos llevaron desde el nuevo aeropuerto internacional de Hong Kong, en una zona ganada al mar en la isla de Lantau, a la Ocean Terminal en el puerto de la península de Kowloon.
Pasamos por el impresionante puente colgante de Tsing Ma, el más largo del mundo con 2,2 km que forma parte de la infraestructura de acceso al aeropuerto. Desde este puente a la izquierda pudimos ver el no menos impresionante puente puente atirantado de Ting Kau (record en su categoría) que une Hong Kong con los Nuevos Territorios y con la frontera China.
Entando en la zona urbana da la sensación de estar ante una inmensa colmena. Como era de noche se veian los rascacielos (todos los edificios son de al menos 60 pisos) elevarse hasta el infinito con todas las luces de sus ventanas encendidas una junto a la otra, lo que me hacia pensar las dimensiones de dichos pisos.
Pasamos por una cantidad impresionante de edificios de este tipo, mientras que a lo lejos ibamos se veian luces de colores que hacian disparar nuestra imaginación intentando adivinar lo que nos esperaba.
No podiamos ni aproximarnos a lo que nos encontrariamos una vez cerca del puerto. Una vez pasados los dos centros de Olimpic City a izquierda y derecha de la carretera, todo se iba inundando de color y de vida. Las calles hasta entonces desprovistas de vida, exceptuando los vehiculos a motor que rodaban junto a nosotros, empiezan a llenarse de gente en movimiento. Neones, tiendas, escaparates hasta perderse en el horizonte (muy cercano por cierto) y nos adentramos por Ferry Street en Canton Road. En esta calle se encuentran a espaldas del puerto todas las grandes y conocidas marcas de ropa, bolsos, complementos, perfumes y todo aquello que puede volver loca a una mujer (y a muchos hombres) con una buena tarjeta de crédito en sus manos (preferiblemente con fondos).
A través de un pasaje por uno de estos edificios, que son imponentes centros comerciales pasamos a la Ocean Terminal donde muy modosito nos esperaba el Costa Allegra.
Llegamos muy cerquita de las 8 de la tarde, hora en que cominza el espectáculo de luces en los edificios que rodean el puerto. En el camino del embarque en una de las pasarelas pudimos ver por primera vez y recien llegados esta maravilla.
Nueva York y su Skyline me impresionaron, pero esto lo superaba con creces. Es increible lo que se puede hacer con luces y colores. Es para verlo en persona, no se puede describir.
Tras ver el espectáculo entramos en el barco y nos llevaron a nuestros camarotes.
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