MAPA DE RUTA
La buena señalización y organización del aeropuerto de Bangkok, nos permite llegar rápido a la 1ª planta, donde en una acera exterior se encuentran los puestos de los public taxi. Allí se le menciona destino, pasajeros y equipaje al empleado del mostrador, que te tasa la carrera y emite una factura a abonar a la llegada. En nuestro caso, negociamos poco los 700 THB (17 eu) que nos pide, incluidos los 125 THB (3 eu) de tasas y peaje de autopista, con la excusa de que para nosotros 4 y el equipaje, es necesario un taxi más grande que los usuales.
Mucho tráfico y 1 hora después, 08'30 am, dialogamos con el recepcionista del hotel Heritage, que analiza la reserva, y nos informa que el check in es a las 2 de la tarde. Anticipamos la cumplimentación del formulario de entrada, y después de soltar los bultos para su custodia hasta la apertura de puertas, paseamos hasta el cercano Lumpini Park, con el doble objetivo de relajarnos, y hacer una primera emboscada en territorio bangkonés/niano/nita o como sea el gentilicio de esta urbe.
Con bochorno, pero sin rozar el agobio sudoroso de la India, se nos presenta la sempiterna lluvia de esta estación del año, a mitad de la media hora de senderismo urbano que empleamos para hollar un bucólico y cuidado parque, con mucha hierba y poca gente, a cubierto del chaparrón, conversando en los reservados con mesas y sombrillas de las orillas del lago. Los imitamos, sentándonos en uno desocupado frente a un espacio de fitness al aire libre, donde unos musculosos thais levantan pesas o hacen ejercicios en aparatejos oxidados, y aplacamos un buen rato el cansancio, relajándonos hasta que el agua amaina y desandamos al hotel, chocando con los currantes que descienden a los bajos de los edificios a comer en los carros fast food oriental que pueblan esos rincones.
Tras reencontrarnos con nuestros amigos en la terraza del hotel, cruzamos la acera para entrar en una casa blanca con jardín, cobijo del restaurante FEUANG NARA, y pedir 2 cerdos agridulces, unos calamares fritos, un guisado picante de verduras con tortilla, unos cuencos de arroz blanco, y unas cervezas singha. Excelente, y con una cuenta envuelta en sonrisas y afab¡lidad, que nos aligera de 700 THB (4 eu pax). Un rato después en la habitación, sólo admiramos despiertos la ducha de media hora que utilizamos, y en sueños durante 3 horas y pico, la cama XXL donde dormimos en letargo la siesta.
El resto del día, da para un callejeo de exploración por los alrededores mojados y una cena en un garito de thais del callejón de la parte trasera del hotel, al que da uno de los balcones de nuestro aposento, fácilmente idetificable por un rótulo luminoso de bazar “chino” con la oferta “seafood”. El comedor, con mesas y sillas de plástico, y una tele como Dios manda, está lleno de gente entre la que no hay asomo de forasteros, lo cual interpretamos como buena señal.
Me pido unos noodles de arroz con shrimps (camarones) excelentes, y una cerveza Leo; Sandra se pide unas cortezas de cerdo que no le gustan, pero de las que Gorka da buena cuenta, junto al guisado picante que ha pedido, mientras Rosa espera pacientemente su plato de noodles de arroz.
En el centro de la mesa, unos mini crabs (cangrejos) fritos y crujientes, que se comen enteros con patas y caparazón, y están realmente buenos. Después de un cigarro en el exterior junto a los currantes, y de abonar una cuenta de unos 3 y pico euros por cabeza, damos por concluida la jornada, y nos vamos a dormir con posos de amabilidad, sonrisas, juegos, belleza, y hedonismo, y con el ánimo de despertar algo más ajustados al ritmo del país.
La buena señalización y organización del aeropuerto de Bangkok, nos permite llegar rápido a la 1ª planta, donde en una acera exterior se encuentran los puestos de los public taxi. Allí se le menciona destino, pasajeros y equipaje al empleado del mostrador, que te tasa la carrera y emite una factura a abonar a la llegada. En nuestro caso, negociamos poco los 700 THB (17 eu) que nos pide, incluidos los 125 THB (3 eu) de tasas y peaje de autopista, con la excusa de que para nosotros 4 y el equipaje, es necesario un taxi más grande que los usuales.
Mucho tráfico y 1 hora después, 08'30 am, dialogamos con el recepcionista del hotel Heritage, que analiza la reserva, y nos informa que el check in es a las 2 de la tarde. Anticipamos la cumplimentación del formulario de entrada, y después de soltar los bultos para su custodia hasta la apertura de puertas, paseamos hasta el cercano Lumpini Park, con el doble objetivo de relajarnos, y hacer una primera emboscada en territorio bangkonés/niano/nita o como sea el gentilicio de esta urbe.
Con bochorno, pero sin rozar el agobio sudoroso de la India, se nos presenta la sempiterna lluvia de esta estación del año, a mitad de la media hora de senderismo urbano que empleamos para hollar un bucólico y cuidado parque, con mucha hierba y poca gente, a cubierto del chaparrón, conversando en los reservados con mesas y sombrillas de las orillas del lago. Los imitamos, sentándonos en uno desocupado frente a un espacio de fitness al aire libre, donde unos musculosos thais levantan pesas o hacen ejercicios en aparatejos oxidados, y aplacamos un buen rato el cansancio, relajándonos hasta que el agua amaina y desandamos al hotel, chocando con los currantes que descienden a los bajos de los edificios a comer en los carros fast food oriental que pueblan esos rincones.
Tras reencontrarnos con nuestros amigos en la terraza del hotel, cruzamos la acera para entrar en una casa blanca con jardín, cobijo del restaurante FEUANG NARA, y pedir 2 cerdos agridulces, unos calamares fritos, un guisado picante de verduras con tortilla, unos cuencos de arroz blanco, y unas cervezas singha. Excelente, y con una cuenta envuelta en sonrisas y afab¡lidad, que nos aligera de 700 THB (4 eu pax). Un rato después en la habitación, sólo admiramos despiertos la ducha de media hora que utilizamos, y en sueños durante 3 horas y pico, la cama XXL donde dormimos en letargo la siesta.
El resto del día, da para un callejeo de exploración por los alrededores mojados y una cena en un garito de thais del callejón de la parte trasera del hotel, al que da uno de los balcones de nuestro aposento, fácilmente idetificable por un rótulo luminoso de bazar “chino” con la oferta “seafood”. El comedor, con mesas y sillas de plástico, y una tele como Dios manda, está lleno de gente entre la que no hay asomo de forasteros, lo cual interpretamos como buena señal.
Me pido unos noodles de arroz con shrimps (camarones) excelentes, y una cerveza Leo; Sandra se pide unas cortezas de cerdo que no le gustan, pero de las que Gorka da buena cuenta, junto al guisado picante que ha pedido, mientras Rosa espera pacientemente su plato de noodles de arroz.
En el centro de la mesa, unos mini crabs (cangrejos) fritos y crujientes, que se comen enteros con patas y caparazón, y están realmente buenos. Después de un cigarro en el exterior junto a los currantes, y de abonar una cuenta de unos 3 y pico euros por cabeza, damos por concluida la jornada, y nos vamos a dormir con posos de amabilidad, sonrisas, juegos, belleza, y hedonismo, y con el ánimo de despertar algo más ajustados al ritmo del país.