- República Checa -
Día Treinta y uno - Praga
25/05
Llegamos a la estación pasadas las 9 de la mañana, bajamos al metro y fuimos al centro a buscar Internet para ver la dirección del hostel que habíamos reservado, pero oh sorpresa! hostelworld no nos había mandado confirmación, por ende a buscar alojamiento. Después de dar unas cuantas vueltas dimos con un hostel que zafaba y allí nos quedamos.
Dejamos las mochilas y salimos a patear la ciudad, al menos su casco antiguo porque no disponíamos de demasiado tiempo como para poder recorrer despacio y mirando detalles de la cultura del lugar.
Fuimos directo al Palacio de Praga, una construcción muy hermosa, con su catedral gótica privada y aposentos que pertenecieron a Carlos IV, rey de Prusia (que alguien me corrija si es un error). De allí bajamos la colina, sacamos unas fotos pintorescas a algunos edificios y nos fuimos para el Puente de Carlos IV (parece que fue muy importante el loco este porque el nombre de él está en toooooodas partes). Este puente es conocido por su maravillosa arquitectura, que combina el barroco con estatuas y esculturas de estirpe religioso y desde el que se puede ver el rio con una impronta de fondo de toda la ciudad, realmente increíble.
Después de pasar por el puente y por los 2 millones de negocios de venta de huevadas, de los que entramos a 1 millón y medio, nos fuimos a ver el reloj astronómico, pasando por algunas iglesias y monumentos muy lindos tales como la Torre de la Pólvora, Nuestra Sra. de Tyn, la Iglesia de San Nicolás, la Casa Municipal y la Catedral de San Vito.
En la plaza que alberga el edificio del reloj había tipo una feria dominguera, en la que pudimos ver espectáculos folclóricos de la región, con música muy pegadiza.
Al llegar al reloj justo eran las 17 hs, por lo que pudimos ver como saludaban los 12 apóstoles desde las ventanitas de la torre (a eso lo vimos de milagro, porque había 800 mil chinos y japoneses con sus objetivos kilométricos apuntando hacia arriba, seguramente los que nos habían despertado en el tren también estarían allí).
Del reloj fuimos a cenar comida china cerca de la Casa Municipal, de ahí al hostel, una ducha reparadora y de vuelta a la calle para aprovechar las vistas nocturnas. Como recorrido hicimos casi lo mismo que durante el día pero sin llegar al castillo. Las fotos desde la orilla del Moldava son realmente fantásticas.
Me dio mucha pena tener que estar sólo un día en la ciudad y mas pena me dio porque estaba llenísima de gente – quizás por ser domingo - , no pudimos disfrutar de cada lugar como hubiésemos querido. De todas maneras estuvimos en Praga y recorrimos sus calles aprovechando un tiempo que si estábamos en Berlín lo íbamos a desaprovechar dando vueltas sin ton ni son.