En principio estaré en Siauliai sólo la mañana, pues tengo que coger el autobús a Riga a las 16:45.
Salgo de Klaipeda prontito, a las 7:45 en un autobús de línea que me lleva por los pueblos, pues tarda 200 minutos exactos en llegar (11:05; 42 lt). La estación de autobuses tiene un local, tipo correos, que hace de consigna. Son 2lt el día entero.
La idea del viaje a Siauliai era acercarme a la colina de las cruces situada a unos 12 kilómetros de la ciudad. Casualidad uno de los autobuses que paran cerca (a dos kilómetros) ha salido a las 11:00, así que me toca esperar al siguiente (12:15). Aprovecho para reservar el billete para Riga, que no se podía reservar desde internet. Problemas! que dicen que no quedan plazas!! Miro en esta horita de espera alternativas, otras compañías, rutas que me dejen en Letonia al menos, el tren, el globo,...lo que sea: la nada más absoluta.
Bueno, ya habrá tiempo de desesperse cuando llegue la hora. Lo que voy a hacer es acercarme al autobús e intentar subir como sea, aunque tenga que ir de pie.
Ahora lo que tengo que hacer es acercarme a la colina de las cruces, que era mi destino. En el camino, voy con Marta y María, una granadina y otra navarra que viven en Madrid. Las conocí en el albergue de Klaipeda (dormimos en la misma habitación), son muy simpáticas y también van a ir a la colina, así como a Riga (pero ellas sí tienen reservado el billete de bus).
El autobús que hay que coger para acceder a la apartada colina es el que se dirige a Joniskis, teniendo que bajarse en Domantai (tercera parada, diez o quince minutitos). Desde ahí tienes unos veinte minutos andando hasta la colina. ésta se puede ver al de poco de empezar a andar, tras una curva. Ya desde lejos impresiona y emociona por igual.
Una vez te vas acercando, puedes pararte en la oficina de turismo, donde hay un montón de puestos de souvenir con el producto estrella: las cruces, de todos los tamaños y precios. Por ejemplo, María ha comprado una de unos cuarenta centímetros por 5 litas.
Sin embargo, le emoción se incrementa cuando estás delante de la inmensa cantidad de cruces clavadas en la colina. Es imposible hacerse una idea de los cientos de miles de cruces que puede haber.
Sobre su origen hay múltiples leyendas, pero lo que al parecer está documentado es que los soviéticos, en tres ocasiones, arrasaron con la colina. Sin embargo, los lituanos volvían a las andadas y repoblaban el montículo con más y más cruces.
María, clavando su cruz:
También hay un monasterio desde finales del siglo pasado, tras una visita de Juan Pablo II a la zona. Pero, para que no se nos hiciera tarde, hemos preferido volver a la parada de autobús que nos devolviera a Siauliai.
Aquí me he despedido de las "madrileñas" y me he acercado a Vilnas Gatve, una calle peatonal muy chula y a diez minutos de la estación de autobuses. Como no puedo hacer nada hasta que venga el autobús (no soy muy dado a rezar), pues me he ido a comer comida lituana: la sopa del color de los cheiw de fresa ácida de los que hablé en Vilna y un descubrimiento de la lonely planet: kepta duona, unos trozos fritos de pan negro de centeno con ajo, acopañados de una crema de queso cremoso; una delicia.
Bueno, pues llegó la hora decisiva. No hay plazas suficientes al parecer, sin embargo, unos japoneses se ponen un poco bordes para comprar un billete y aprovecho la ocasión para meter las 40 lt cuando lo hacen ellos y voila, tengo asiento. Bueno un trocito de asiento, porque me toca lo que deja de mi asiento un señor gordísimo que ocupaba aproximadamente 1 asiento, más tres cuartos del mío (se me ha olvidado advertir que era un minibús, no un autocar). Pero como para quejarme estaba! Al volver a pasar por la colina de las cruces comprendo que le hemos quitado el asiento a otros que subían en esa parada y tienen que ir de pie en el microbús
Salgo de Klaipeda prontito, a las 7:45 en un autobús de línea que me lleva por los pueblos, pues tarda 200 minutos exactos en llegar (11:05; 42 lt). La estación de autobuses tiene un local, tipo correos, que hace de consigna. Son 2lt el día entero.
La idea del viaje a Siauliai era acercarme a la colina de las cruces situada a unos 12 kilómetros de la ciudad. Casualidad uno de los autobuses que paran cerca (a dos kilómetros) ha salido a las 11:00, así que me toca esperar al siguiente (12:15). Aprovecho para reservar el billete para Riga, que no se podía reservar desde internet. Problemas! que dicen que no quedan plazas!! Miro en esta horita de espera alternativas, otras compañías, rutas que me dejen en Letonia al menos, el tren, el globo,...lo que sea: la nada más absoluta.
Bueno, ya habrá tiempo de desesperse cuando llegue la hora. Lo que voy a hacer es acercarme al autobús e intentar subir como sea, aunque tenga que ir de pie.
Ahora lo que tengo que hacer es acercarme a la colina de las cruces, que era mi destino. En el camino, voy con Marta y María, una granadina y otra navarra que viven en Madrid. Las conocí en el albergue de Klaipeda (dormimos en la misma habitación), son muy simpáticas y también van a ir a la colina, así como a Riga (pero ellas sí tienen reservado el billete de bus).
El autobús que hay que coger para acceder a la apartada colina es el que se dirige a Joniskis, teniendo que bajarse en Domantai (tercera parada, diez o quince minutitos). Desde ahí tienes unos veinte minutos andando hasta la colina. ésta se puede ver al de poco de empezar a andar, tras una curva. Ya desde lejos impresiona y emociona por igual.
Una vez te vas acercando, puedes pararte en la oficina de turismo, donde hay un montón de puestos de souvenir con el producto estrella: las cruces, de todos los tamaños y precios. Por ejemplo, María ha comprado una de unos cuarenta centímetros por 5 litas.
Sin embargo, le emoción se incrementa cuando estás delante de la inmensa cantidad de cruces clavadas en la colina. Es imposible hacerse una idea de los cientos de miles de cruces que puede haber.
Sobre su origen hay múltiples leyendas, pero lo que al parecer está documentado es que los soviéticos, en tres ocasiones, arrasaron con la colina. Sin embargo, los lituanos volvían a las andadas y repoblaban el montículo con más y más cruces.
María, clavando su cruz:
También hay un monasterio desde finales del siglo pasado, tras una visita de Juan Pablo II a la zona. Pero, para que no se nos hiciera tarde, hemos preferido volver a la parada de autobús que nos devolviera a Siauliai.
Aquí me he despedido de las "madrileñas" y me he acercado a Vilnas Gatve, una calle peatonal muy chula y a diez minutos de la estación de autobuses. Como no puedo hacer nada hasta que venga el autobús (no soy muy dado a rezar), pues me he ido a comer comida lituana: la sopa del color de los cheiw de fresa ácida de los que hablé en Vilna y un descubrimiento de la lonely planet: kepta duona, unos trozos fritos de pan negro de centeno con ajo, acopañados de una crema de queso cremoso; una delicia.
Bueno, pues llegó la hora decisiva. No hay plazas suficientes al parecer, sin embargo, unos japoneses se ponen un poco bordes para comprar un billete y aprovecho la ocasión para meter las 40 lt cuando lo hacen ellos y voila, tengo asiento. Bueno un trocito de asiento, porque me toca lo que deja de mi asiento un señor gordísimo que ocupaba aproximadamente 1 asiento, más tres cuartos del mío (se me ha olvidado advertir que era un minibús, no un autocar). Pero como para quejarme estaba! Al volver a pasar por la colina de las cruces comprendo que le hemos quitado el asiento a otros que subían en esa parada y tienen que ir de pie en el microbús