Gijón ✏️ Diarios de Viajes de EspañaDespués de que, por segunda vez, se nos fastidiara nuestro viaje a la República Checa y decidiéramos tener este año unas vacaciones tranquilas en España, teníamos claro que el sitio elegido sería Asturias. Lo que sí nos costó un poco fue elegir a...Diario: DÍAS DE RELAX EN ASTURIAS⭐ Puntos: 4.9 (24 Votos) Etapas: 2 Localización: EspañaDespués de que, por segunda vez, se nos fastidiara nuestro viaje a la República Checa y decidiéramos tener este año unas vacaciones tranquilas en España, teníamos claro que el sitio elegido sería Asturias. Lo que sí nos costó un poco fue elegir a qué sitio iríamos… En Asturias hay tantos lugares que merecen la pena que, a veces, es difícil elegir. Además, contamos con el impedimento de que nos movemos en transporte público, por lo que estamos un poco limitados. Al final, gracias a los consejos de una buena amiga de este foro nos decidimos: unos días en Gijón (esa parte es “obligada” porque tenemos mucho cariño a esa ciudad) y el resto en Tapia de Casariego . Descartado el autobús, por las experiencias “traumáticas” que hemos tenido al volver de Asturias en ocasiones anteriores, y viendo el precio tan elevado del avión, esta vez nos decantamos por el tren. Tuvimos mucha suerte al encontrar una “tarifa estrella” por Internet y pudimos viajar en clase preferente a un precio incluso menor que el de la clase turista. La clase preferente, además de la amplitud en los asientos, tiene la ventaja de que te dan la comida/cena (algo que nosotros no sabíamos). No es que sea una comida “de lujo” pero la verdad es que tampoco está mal lo que te ponen… mejor de lo que esperábamos. El tren sale desde la estación de Chamartín y tarda alrededor de 5 horas y media en llegar a Gijón. Lo primero que hicimos al llegar a Gijón, evidentemente, fue buscar nuestro hotel. En ocasiones anteriores nos habíamos alojado siempre en el Hotel Pathos. Es un hotel que nos gustaba pero que, cada año, se iba volviendo más y más ruidoso. Así que esta vez decidimos cambiar y elegimos el Hotel Pasaje. Es un hotel sencillo situado en pleno centro de Gijón, frente al puerto deportivo. La verdad es que nos gustó… La habitación doble nos costó 70 euros por noche, solo alojamiento. Hicimos la reserva directamente a través de su web y ahí no encontramos la posibilidad de elegir una tarifa con desayuno, que es lo que hacemos habitualmente… La habitación que nos dieron estaba muy bien. Amplia, acogedora y limpia. Y con unas vistas preciosas al puerto. Por la noche, sobre todo, estaba precioso con la iluminación. La única pega que le encontramos fue que no había aire acondicionado dentro de la habitación (sí lo hay en el hotel pero no en las habitaciones) y pasamos algo de calor un par de noches. Otra pega fue que no tenia persianas, solo cortinas… pero esto es ya algo habitual en casi todos los hoteles. A nosotros nos fastidia porque nos gusta dormir a oscuras. Y con las cortinas, por muy gordas que sean, siempre pasa luz por la mañana porque nunca cierran bien de todo. Nos llamó la atención que hubiera minibar pero que estuviera vacío… ¡¡¡solo había una botella de agua!!!! Pero nos pareció genial porque nunca consumimos nada del minibar y, así, la nevera tenia sitio de sobra para meter nuestras propias botellas de agua o para guardar alguna cosa que compráramos (queso principalmente, que es lo que compramos en todos nuestros viajes… y, sobre todo, en Asturias). A pesar de estar en pleno centro, no encontramos el hotel especialmente ruidoso (ni fuera ni dentro) y el trato por parte del personal fue inmejorable. Como estábamos bastante cansados del viaje, esa primera tarde en Gijón la dedicamos a pasear tranquilamente por la Playa de San Lorenzo y dar a nuestros pies su primer remojón en el mar. Sí, solo nuestros pies… yo no fui capaz de meterme entera al agua ningún día, a pesar de que en algunos de ellos tuvimos muy bien tiempo. Por la noche, decidimos seguir los consejos leídos en este foro y fuimos a cenar a Tierra Astur. Esta sidrería se merece una mención especial… Comer allí es toda una experiencia que recomiendo a cualquiera que vaya a Gijón, no solo por la comida en sí. El local es muy amplio y la decoración muy original. El ambiente es muy bullicioso… eso fue lo único que no nos gustó. Todas las veces que fuimos (3 en total) había muchísima gente, los camareros corriendo de un lado para otro con sus bandejas (se te quedaban los ojos como platos viendo esas bandejas enormes de comida) o escanciando sidra en las mesas, la música celta (eso sí nos gustó). Para los que os gusten los sitios tranquilos, como a nosotros, puede resultar un poco agobiante. Pero aun así merece la pena. Una cosa que nos gustó es que la cocina está a la vista, algo que siempre da garantías de higiene. El servicio muy bueno y rápido, a pesar de toda la gente que había. En el local tienen también una tienda con productos asturianos… algunos de “marca propia” (Tierra Astur o Crivencar), que vimos en algunas tiendas en días posteriores pero a precios más caros (así que os recomiendo comprarlos en la propia sidrería). Y la comida … que, al fin y al cabo, es lo más importante, muy bien. Tienen una carta muy amplia y estaba todo riquísimo. Lo que menos nos gustaron fueron las “sartenes”. Especialmente recomendable el chorizo a la sidra. El cordero y los escalopines al cabrales muy ricos también. Y la charlota de postre… de lo mejor que he probado. Eso sí, no os paséis al pedir que las raciones son grandes y contundentes. Al día siguiente, nos levantamos pronto porque queríamos ir a visitar la Villa Romana de Veranes. Desayunamos en la cafetería del hotel y nos fuimos a la estación de autobuses. Para ir allí desde Gijón hay que coger la línea Gijón- Oviedo (con paradas) y bajarse en la Venta de Veranes (se tarda unos 15 minutos en llegar) . Como anécdota, contaros que el conductor no sabia cuál era esta parada. Al subir al autobús, le preguntamos si podía avisarnos cuando llegáramos a Verañes. Nos preguntó a ver qué parada era y le dijimos que íbamos a la Villa Romana y, para nuestra sorpresa, nos dijo que no sabía qué parada era. Eso sí, le estuvo preguntando a una señora que fue la que, cuando llegamos a la parada, nos avisó para que nos bajáramos. El autobús te deja en la carretera y, desde allí, hay que andar 1 km para llegar a la villa. Decir que es solo un kilómetro… ¡¡¡¡ pero cuesta arriba!!!!!!!!! No os podéis imaginar cómo llegamos entre la dichosa cuesta (además de haber subido y bajado otra, al equivocarnos de camino) y el calor que hacía esa mañana. Eso sí, tras terminar la visita, llegamos a la conclusión de que el esfuerzo había merecido la pena porque nos encantó el sitio (entonces aun no sabíamos que estaríamos 3 días con agujetas en las piernas ). Este centro forma parte de los museos arqueológicos de Gijón, junto con las termas de Campo Valdés (situadas en el centro de Gijón) y el parque arqueológico de la Campa Torres (situado a 7 km desde el centro ). Y fue abierto al público en 2007. La visita comienza con un audiovisual, tras el cual se puede ver la zona del museo, con información sobre la época romana y la Villa de Verañes y objetos encontrados en las excavaciones… Llama especialmente la atención un plato de cristal, así como los restos de ventanas. También una placa en la que figura la inscripción: “UTERE FELIX DOMUM TUAM” Es decir, “QUE DISFRUTES DE TU CASA” Después se puede pasar ya a ver el yacimiento arqueológico. Se hace a través de un sendero (en el cual hay varios “miradores”), que te va acercando a lo que eran las distintas estancias de la casa. Existen también video-guias y, en verano, hay visitas guiadas desde Gijón (esas te llevan hasta allí en autobús directamente y así os podéis ahorrar la cuesta). Se cree que Veranes fue construída en el siglo IV dc sobre las ruinas de un asentamiento anterior y que perteneció a un personaje importante (seguramente llamado Veranius). Esto último es fácilmente deducible por el tamaño de la vivienda y las estancias, así como por algunos de los objetos encontrados en las excavaciones. La vivienda fue reformada y ampliada en varias ocasiones y se cree que estuvo en uso hasta el siglo V. El “plato fuerte” del yacimiento ( que mide aproximadamente una hectárea), es el impresionante mosaico de la “estancia de representación”. Si os gusta la arqueología y la historia, os recomiendo que visitéis este yacimiento. Es impresionante y nosotros nos lo pasamos fenomenal recorriéndolo... y criticando al mandamás que debía de vivir allí por tener calefacción en su habitación y no en las de los invitados . Tras la visita, bajamos de nuevo hasta la carretera para coger el autobús de vuelta a Gijón. Pasamos por el hotel para dejar la mochila y fuimos a comer al restaurante Planeta, junto al puerto. Lo conocíamos de alguna vez anterior y nos parece un sitio muy agradable. El pastel de cabracho lo hacen riquísimo (para mi gusto, uno de los mejores que he probado) y los mejillones estaban muy buenos también. Como hacía un bochorno de morirse y no estaba la cosa para dar paseos, nos fuimos al hotel para descansar un poco antes de seguir con nuestro plan… el centro de talasoterapia: Talasoponiente. El bochorno que había hecho durante toda la mañana no presagiaba nada bueno y, justo en el momento en que íbamos para allá, empezó a descargar un tormenta impresionante, que no pararía ya en toda la tarde. Llegamos al centro completamente empapados. Menos mal que estaba solo a 5-10 minutos del hotel. Talasoponiente es un centro que incluye lo que es el balneario propiamente dicho, además de gimnasio y un parque lúdico acuático. Tiene también servicios de fisioterapia y estética… Hay dos tipos de entrada: una que da acceso al gimnasio y parque lúdico únicamente y otra que permite la entrada, además, al balneario. Por supuesto, esa fue la que cogimos… Por 19.90 euros puedes disfrutar a tu aire de las instalaciones durante 2 horas y media. Comentaros que es el spa más completo y grande en el que hemos estado… Tiene varias piscinas de agua salada, cada una con diferentes chorros a distintas alturas (incluso para la planta de los pies), cuellos de cisne, camas y sillas de agua… También hay una piscina pequeñita con más concentración de sal, en la que puedes flotar, que es muy agradable. Hay además saunas y duchas, pero no las probamos. Preferimos quedarnos en las piscinas. Salimos de allí como nuevos . A la salida, seguía lloviendo y caían unos rayos que asustaban. Así que, para no andar buscando sitios para cenar, decidimos comer algo en la “Oktoberfest” Gijonesa… una imitación en pequeño de la Oktoberfest de Munich, con 15 cervecerías y un puesto de comida alemana, que se celebraba en Gijón justo esos días y que estaba situada nada más salir de Talasoponiente. Nos pedimos una bratwurst para cada uno y nos las comimos allí, mientras esperábamos a ver si paraba un poco de llover y veíamos cómo los rayos iluminaban el cielo. ¡¡¡ Qué miedo pasé!!!! Al final, como no paraba de llover, nos liamos las toallas a la cabeza y nos fuimos de camino al hotel. Curiosamente, a los 5 minutos de llegar a la habitación dejó de llover por completo . Al día siguiente, tras desayunar, cogimos el autobús de la línea 1 y nos fuimos a visitar el Jardín Botánico, donde pasamos toda la mañana. Nos pareció un lugar muy agradable y es muy completo. Está dividido en cuatro áreas: Entorno Cantábrico, Factoría Vegetal, Jardín de la Isla y Itinerario Atlántico. Nosotros solo vimos 3 de ellas, debido a un pequeño percance… Mientras íbamos paseando por el tercer área, encontré reptando, justo enfrente de mí, lo que yo creí que era una serpiente. Yo tengo una fobia terrible a las serpientes y no puedo ni siquiera ver una foto de ellas, así que os podéis imaginar mi reacción. El grito que pegué se tuvo que oír por todo el parque y salí corriendo. Al final, David se acercó al bicho y me confirmó que no era una serpiente sino un lución, completamente inofensivo... Pero yo ya tenía el susto en el cuerpo y no había manera de quitármelo. Intenté hacerme la valiente y seguir con la visita pero, según íbamos entrando en el último área, el bosque, la ansiedad y el miedo me fueron paralizando y fui incapaz de seguir. Así que nos dimos media vuelta para salir de allí cuanto antes y dimos por concluida la visita, no sin antes visitar la tienda y comprar unas semillas. Como el autobús de vuelta nos dejaba casi enfrente, ese día comimos en Tierra Astur y nos fuimos a descansar un rato al hotel. Por la tarde, estuvimos dando un paseo por la playa de San Lorenzo y estuvimos también en la Plaza Mayor, donde había un grupo infantil de gaiteros tocando y un mercadillo solidario. Gracias a él pudimos cumplir con una de nuestras tradiciones viajeras: rescatar peluches. Sí, ya se que suena un poco raro pero, desde hace varios años, cuando vamos a algún lugar en el que hay “charity shops” siempre nos llevamos de allí algún peluche. Aquí no son tan comunes las “charity shops”, pero tenemos los mercadillos solidarios que cumplen el mismo fin ¿no? Así que, siguiendo la tradición, rescatamos dos peluches. Como aun estábamos llenos de lo que habíamos comido al mediodía, decidimos que sería mejor no cenar. Así que nos compramos unos yogures con bífidus para aliviar un poco la flora intestinal, que ya empezaba a estar un poco perjudicada con los excesos, y nos fuimos al hotel a comérnoslos tranquilamente. Índice del Diario: DÍAS DE RELAX EN ASTURIAS
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