Salimos desde Valladolid rumbo a Santo Domingo de la Calzada, para ver la catedral, con el plan de pasar un rato en Ezcaray a la hora de comer, antes de ver los monasterios de Suso y Yuso en San Millán de la Cogolla. Pero los planes están para romperlos.
Llegamos a las 11:30 a Santo Domingo, y nos encontramos con que la catedral cerraba a las 12:15, por ser festivo y celebrar misa. Compramos la entrada para una visita guiada, con la que podías acceder también a la torre de la catedral, por 5 euros. Teniendo en cuenta que la entrada normal a la catedral costaba 3,50 y la de la torre 1 euro, nos pareció que merecía la pena. En la visita solo íbamos 4 personas y duró unos 45 minutos, hasta que cerraron la catedral a las 12:45 para la misa. Nos contaron la historia de la catedral, los detalles más importantes y el milagro del ahorcado, cuando “cantó la gallina después de asada”. Incluso tienen un gallo y una gallina viva dentro de la catedral para rememorar esta leyenda. El gallo es el suvenir del pueblo! De todos los tamaños, modelos, colores y nacionalidades. Vimos hasta gallos típicos de Portugal
Subimos a la torre, muy bonita. Me llamó la atención que la torre de la catedral estuviera al lado de la misma, no integrada en la propia catedral, como suele suceder.
Como todavía nos faltaban por ver las defensas de la catedral, decidimos dar una vuelta por el centro del pueblo y comer allí, en lugar de en Ezcaray. Entramos a comer en el Bar Hidalgo, que anunciaba menú a 12 euros, como en la mayoría de los restaurantes, pero entonces vimos la barra llena de pinchos, con una pinta espectacular, y no pudimos resistirnos, así que al final acabamos comiendo de pinchos. Particularmente buena la tortilla de patatas, de 4 o 5 dedos de grosor, deliciosa. Tenía pimientos y un puntito picante. Nos contó el dueño del bar que la hacía su madre, de 80 años. A eso de las 2, acabada la misa, llegó un mogollón de gente, y todos los pinchos que había en la barra se acabaron en menos de 15 minutos. Menos mal que nosotros ya nos habíamos puesto a gusto.
Después de comer subimos a las defensas de la catedral. Me pareció curioso, nunca habíamos visto una catedral con este sistema defensivo, pero es que, al parecer, la Catedral de Santo Domingo de la Calzada tenía una función militar además de religiosa. Desde arriba hay unas vistas muy buenas de la torre.
Finalmente la visita a Santo Domingo de la Cazada se demoró más de lo previsto y descartamos visitar Ezcaray, ya que a las 16:30 teníamos cita para ver el Monasterio de Suso. Tendremos que dejar esta localidad, que tiene fama de ser preciosa, para otra ocasión que paremos por La Rioja. Fue montarnos en el coche y comenzar a llover. Ya decían las previsiones que el otoño iba a llegar estos días y, aunque la lluvia no era mucha, hacía mucho viento, y el tiempo estaba algo desapacible. Compramos la entrada para ver el monasterio de Suso (el de arriba). Cuesta 3 euros y se compra en el Monasterio de Yuso, en la planta baja. Es necesario reservar, pues solo lo pueden visitar 200 personas al día. Los coches no pueden subir, así que te llevan en un autobús hasta arriba. El monasterio es muy pequeño, pero impresiona saber que es muy antiguo, del siglo VI, y por el lugar donde está ubicado, arriba en la montaña, tiene algo especial. Dentro no dejan hacer fotos, y lo que se puede ver son tres cuevas, una de ellas donde enterraron a San Millán de la Cogolla, otra con huesos de otros frailes, y otra, más profunda que las demás. Hay diferentes estilos, ya que se amplió en el siglo XI, por lo que pueden verse arcos de herradura y de medio punto. Llaman la atención los dibujos que los peregrinos han ido haciendo en las paredes del patio a lo largo de los años (o eso nos dijeron).
A continuación visitamos el Monasterio de Yuso (el de abajo). La entrada cuesta 5 euros, la visita es guiada y dura una hora. Aquí no es necesario reservar. A este monasterio se le conoce como la “cuna del castellano”, pues aquí donde se guardan las primeras palabras escritas en este idioma (escritas en Suso), lo que se conoce como las glosas emilianenses. La iglesia del monasterio es muy bonita, así como la sacristía, ambas con una vistosa decoración. Los libros de canto gregorianos de los frailes llaman mucho la atención, sobre todo por su tamaño. Actualmente viven 11 frailes en el monasterio. Allí se conservan los restos de San Millán de la Cogolla.
A pesar de que en el monasterio de Yuso hay muchas más cosas para visitar, no tiene el encanto especial que tiene el de Suso, su antigüedad, estar dentro de una roca y el paisaje lo hacen un sitio especial.
Cuando terminamos la visita a Yuso nos fuimos a Logroño, donde pasaríamos las siguientes tres noches. Nos alojamos en el Hotel NH Logroño. La pega de este hotel es que está alejado del centro, a 20 minutos andando. Por lo demás, esta zona te facilita poder aparcar en la calle (en el centro de la ciudad es imposible), aunque no abunda el aparcamiento. Hay una parada de autobús urbano muy cerca, con muy buena frecuencia, que te deja en 5 minutos en el centro, y en Logroño el autobús urbano es barato (72 céntimos).
Descansamos un rato y salimos a cenar. Por supuesto, nos fuimos a la famosa calle Laurel.
Pensamos que no habría mucho ambiente, ya que el día antes se habían acabado las fiestas de San Mateo, pero nos equivocamos, estaba llenísima de gente. No me quiero imaginar lo que será un sábado, o en fiestas. Yo tenía muchas ganas de probar los “champis” del Soriano, ya que me encantan los champiñones, pero estaba cerrado . Me tocaba esperar al día siguiente. Probamos otro de los clásicos: el Agus. Bueno, para no liarme ni liaros, os digo los pinchos que probé ese día y mi valoración personal:
* El Agus: En travesía de la Laurel. Pinchito de carne que te lo ponen en un pan con una salsa verde. Buenísimo, en este bar solo hacen pinchitos y Agus.
* Cojonudo: En El Muro, en el centro de la Laurel. Pan con picadillo de chorizo y huevo frito de codorniz. No me hizo mucha gracia, no sé si en otros sitios lo prepararán mejor. Aquí era recalentado en microondas…
* Pincho de sepia en El Abuelo. Pues eso, un pincho de sepia con salsa de aceite y perejil. Buenísimo, la sepia estaba en su punto.
* Las Quejas: En la calle Albornoz. Son unas chapatitas con jamón, queso y setas. Muy bueno.
* Los Rotos, en la taberna del mismo nombre. Pan de pita con un revuelto de huevo y patatas y otro ingrediente a elección. Pedimos en de setas en la calle San Juan. Ese día no tuvimos éxito, ya que se olvidaron de sacarlo y luego nos lo recalentaron. Así que no nos gustó mucho, tuvimos que probarlo al día siguiente para cogerle la gracia.