Normandia y Bretaña ✏️ Diarios de Viajes de Francia

Fecha: Agosto 2012
Duración del viaje: 3 al 14 de agosto, 8 días efectivos, 4 en coche.
Medio de Transporte: Automóvil.
Kilómetros recorridos: 5.550 Km.
Escalas Técnicas: Dos, la primera en Burdeos y la segunda a la vuelta en Valladolid.
Meteorología: Una locura, todo el día poniéndote y quitándote ropa y chubasquero. Lo mismo sale el sol y hace calor (tampoco es que te ases pero algún día ha hecho 32º) que se nubla y hace fresquete, además casi el 50% de los días que hemos estado allí nos ha llovido, en fin el maletero del coche nos ha servido de armario improvisado para la ropa de abrigo y lluvia, sin alarmar a nadie porque estamos hablando de temperaturas suaves de entre 16 y 24 grados habitualmente.
Comida: Exquisita y variada como siempre en Francia. Desde los Moules et Frites Normandos a las Galettes, especialidad gastronómica de la región francesa de Bretaña. Problemas como en todos nuestros viajes con la hora de comer; nos es muy difícil adaptarnos a estos horarios tan tempranos lo que hace que tengamos muchos problemas y que en más de una ocasión tengamos que conformarnos con un bocadillo que no estaba previsto.
Precios: Asequibles en todos los sentidos, muy parecidos a los españoles en zonas turísticas.
En cada jornada he puesto al principio los lugares visitados valorados de 0 a 3 con asteriscos, es decir, el 0 equivale a ningún asterisco y 3 a tres asteriscos. Es una manera de indicaros de una manera rápida cuales han sido los lugares que más nos han gustado o han tenido un atractivo mayor para nosotros.


Este viaje comienza un 3 de agosto de 2012 como siempre con una ilusión enorme después de haberlo soñado y preparado durante algún tiempo, si bien es cierto que no con la intensidad y dedicación que en otras ocasiones.
El viaje lo habíamos dividido en dos partes asimétricas; por un lado visitaríamos más intensamente Normandía durante 6 días y dejaríamos solo 2 días para hacernos una vaga idea de cómo es la región de Bretaña. Establecimos por tanto, según nuestra habitual costumbre de viajar, 2 campamentos base: uno en las inmediaciones de Caen (Normandía) y otro en Scaer (Bretaña) para realizar desde éstos los desplazamientos a los lugares que teníamos planificado visitar. Como siempre, el alquiler de las casas la realizamos por internet e igualmente nuestra satisfacción ha sido plena. En esta ocasión, la casa de Caen la efectuamos en la página estrella en Francia para los alojamientos rurales www.gites-de-france.com.


Por cierto, increíble la cantidad de casas rurales que tienen a gala estar identificadas en sus puertas con el logotipo de este portal. Lo toman como una distinción de calidad. Además, indicaros que si alquiláis por esta página todo esta reglado desde el contrato inicial que te mandan al checkout del alojamiento donde el propietario debe rellenar un formulario indicando cualquier observación; todo esto debido a que hay un intermediario que es la empresa Gites de France. Por el contrario, la casa de Scaer, al ser sólo 2 días, fuimos a un B&B que encontramos en nuestra habitual página de búsqueda de alojamientos www.homelidays.es


en ambos casos, como he comentado un año más, hemos quedado muy satisfechos.
Voy a obviar los 4 días de viaje entre la ida y la vuelta y sólo relataré las jornadas productivas para no aburrir demasiado.

Día 1:

Honfleur. ***
Le Havre.
Fecamp. *
Etretat. ***

Amanece bastante nublado y con pinta de lluvia, aun así no alteramos nuestros planes y decidimos comenzar nuestra primera jornada por la Alta Normandía poniendo rumbo a la ciudad de Honfleur con la ilusión de empezar con buen pie realizando una visita a un lugar de renombre, y vaya si lo tiene merecido, es un lugar ciertamente encantador.
Llegamos hasta el centro de la villa con el coche y allí encontramos un parking en superficie con muchas plazas que nos permitió liberarnos del vehículo y comenzar nuestra visita como casi siempre en este viaje por la oficina de turismo donde nos informaron del recorrido habitual, así que empezamos a pasear por sus calles llenas de comercios, a cada cual más cuidado, hasta llegar a una especie de plaza central con la particularidad de que realmente es un puerto fluvial que abraza la ciudad como si fuera su bahía.


Esta “plaza de agua” esta comunicada con el rio por un puente levadizo que a determinadas horas se abre para que los barcos que lo deseen entren o salgan del puerto y en su bocana está situado un pequeño castillo medieval que le proporciona a la zona un especial encanto.


Viendo el espectacular escenario, pensamos que desde luego era el mejor para sentarnos a tomar en uno de los innumerables restaurantes unos moules con frites, el plato típico de la zona, consistente en un recipiente de pequeños mejillones cocinados principalmente a la marinera aunque también pueden servirse a la crema o a la sidra y aparte un cuenco de patatas fritas, una mezcla algo rara que ya habíamos visto en otros lugares (Bélgica). Obviando las frites, los moules nos resultaron muy buenos y sabrosos que, acompañados de una fría cerveza, nos sentaron de maravilla para continuar nuestra visita por la ciudad.
Una vez hubimos repuesto fuerzas, retomamos nuestro camino por las suntuosas calles de Honfleur admirando sus antiguas casas, algunas de ellas con las vigas de madera tan torcidas que parece van a quebrarse de un momento a otro, pero desde luego formando un conjunto digno de mención. Finalmente, desembocamos en una animada plaza con un mercadillo de cachivaches en la que se encuentra la iglesia de Sainte Cateherine la mayor iglesia de madera construida en Francia en la época, una construcción singular y que no había tenido ocasión de ver antes; siempre habían sido de piedra.


Después de disfrutar de Sainte Catherine, continuamos por la ruta prevista hacia Le Havre cruzando por el famoso puente de Normandía que permite librar el estuario del río Sena finalizando en una empinada y peraltada curva digna del mejor los diseños del excalectric.
Le Havre cuenta con uno de los puertos de Francia con mayor actividad. La ciudad fue destruida en la Segunda Guerra Mundial en un 85% y reconstruida posteriormente recibiendo la consideración de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Ciertamente no conozco los motivos de dicha distinción pero es una ciudad anodina, cuadriculada y plana en su visión donde todos los edificios son iguales aunque sí es cierto que te hace dudar sobre tu ubicación actual transportándote a cualquier barrio de diseño soviético. En definitiva, un fiasco que intentamos solventar poniendo rumbo rápidamente hacia nuestro siguiente destino, Fecamp.
Fecamp, es conocida por varios motivos, entre ellos, por albergar los acantilados más altos de la costa del alabastro con 146 m. de altura. Después de pasar por la oficina de turismo que se encuentra en el puerto, pensamos comenzar nuestra visita a la ciudad por el cabo Fagnet antes de meternos en el centro. Así que, siguiendo las señales que nos indicaban el camino, comenzamos a subir con tan mala suerte que empezó a diluviar de tal manera que hasta la carretera era difícil de ver. Una vez llegamos arriba, esperamos un rato pero, viendo que el aguacero no amainaba, decidimos retornar a la ciudad. En el trayecto de vuelta pudimos intuir entre la niebla que se había adueñado de la montaña lo que nos íbamos a perder y no era otra cosa que un espectacular paisaje donde los impresionantes cortados de los acantilados morían en kilométricas playas de arena blanca.
Una vez aparcamos, nos dirigimos a otra de las atracciones de la ciudad, el Palais Benedictine, que sólo visitamos por fuera y donde nos hicimos las fotos de rigor. Sin entender mucho del tema, os puedo decir que es un edificio con una arquitectura ecléctica con mezcla de varios estilos todo muy recargado; su construcción fue encargada en 1900 por Alejandro Le Grand un comerciante que amasó una gran fortuna después de descubrir la receta de un licor a base de hierbas y especias que se inventó en el siglo XVI en la abadía de la orden benedictina de Fecamp y debido a esto se bautizó con el nombre de “Benedictine”.


Después de la visita dimos una pequeña vuelta por el perímetro del palacio y vimos algunas de las peculiares casas de sus alrededores; nos topamos con una Boulangerie donde aprovechamos para degustar un pastel y coger fuerzas para poner rumbo a nuestro siguiente destino, Etretat.
La lluvia nos había dado una tregua pero, tal y como estaba el cielo, se intuía que era por poco tiempo y efectivamente así fue; nada más aparcar, volvió a llover y a fastidiarnos parte de la tarde, así que, entre la lluvia y el desconcierto que nos produjo el no saber hacia dónde debíamos dirigirnos para ver los archiconocidos acantilados de Etretat, se creó un breve momento de tensión hasta que conseguimos centrarnos. Para que no os ocurra lo mismo, os informo que los aparcamientos están a las afuera de la ciudad y que, una vez dejáis el vehículo, debéis ir andando hasta el paseo marítimo en el centro del pueblo donde ya se ven los acantilados y están los accesos para subir a los mismos. Cuando llegamos al paseo marítimo dejó de llover y, aprovechando que la marea estaba baja, decidimos visitar la playa, en este caso, no de arena sino de chinos y realizar una ingente cantidad de fotos desde todos los ángulos, con y sin personas.


Una vez hubimos desfogado nuestras ganas de fotografiar, comprobamos que los acantilados eran visitables y nos decidimos por uno de ellos así que recorrimos el paseo marítimo hasta el final y, justo cuando comenzamos la subida, nuevamente empezó a llover lo que hizo que algunos del grupo desistieran en la idea y otros le echaran valor para continuar. Os puedo decir que la subida es corta y muy “light” con escalones en casi todos sus tramos por tanto, cualquier persona con un mínimo de condiciones es capaz de hacerla y también es posible realizarla con niños sin problemas, además, la vista que depara el pequeño esfuerzo a realizar es espectacular, muy, muy bonito el paisaje.


Después del esfuerzo en la subida había que hidratar el cuerpo así que, nos fuimos a la plaza central del pueblo, por cierto muy bonita, a tomar una cerveza en uno de los múltiples bares de la zona. Una vez habíamos dado buena cuenta de las mismas, nos dirigimos hacia la casa para descansar de un día que había tenido nubes y claros como el tiempo.

Día 2:

Rouen ***
Jumieges *

El día amanece en la misma línea que el anterior, es decir, con claros y nubes así que nuevamente echamos los chubasqueros en el maletero y nos ponemos en marcha hacia la capital de la alta Normandía, Rouen.
Nada más llegar, y después de encontrar aparcamiento, empieza a caer un tremendo aguacero que hace que tengamos que estar refugiados durante un buen rato antes de comenzar la visita a la cuidad.
Lo primero que nos encontramos es la catedral de Notre Dame, templo de culto católico dominado por el estilo gótico flamígero aunque con alguna parte aún de románico. Llama la atención la torre finalizada en aguja de mucha altura. En el interior existe una exposición de fotografías y muestra los daños que sufrió la catedral después de la II Guerra Mundial al quedar muchas zonas prácticamente destruidas. Aprovechamos que está el sol fuera para pasear por la ciudad hasta que nos topamos con El Gros Horloge (Gran Reloj); es un reloj astronómico del siglo XIV, situado en una construcción sobre la rue du Gros Horloge en la que se aprecian muchos de los escudos y símbolos de la ciudad.


Como el hambre ya apretaba, intentamos buscar un restaurante donde comer pero nos ocurrió lo mismo que durante todo el viaje: llegábamos más tarde de las 14h y ya no nos admitían en ningún sitio; hay que tener cuidado con esto. En nuestro caso buscamos un sitio donde comprar unos bocatas y por ahí nos escapamos. Nuevamente comenzó a llover así que tuvimos que buscar un sitio donde cobijarnos y fue en la iglesia contemporánea dedicada a Juana de Arco cuyo techo recuerda las llamas del martirio. Esta situada en La place du Vieux Marché (Plaza del Viejo Mercado) escenario de la muerte de la heroína en la hoguera. Una gran cruz se levanta en el lugar donde se ubicó la hoguera.


Una vez escampó nuevamente, fuimos a ver el antiguo parlamento de Normandía un edificio con una bonita fachada que fue reconstruido tras la guerra. Después de ésto dimos por finalizada la visita a Rouen y cogimos el coche para dirigirnos hacia nuestro siguiente destino: la abadía de Jumieges.
Cruzamos el parque natural de los meandros del Sena siempre con el caudaloso río a la vista y, aunque el trayecto es muy bonito, al llegar tuvimos la desilusión de encontrarnos la abadía ya cerrada, aunque pudimos admirar de fuera su espectacular silueta de piedra blanquísima. Dada la hora que era, descartamos también la siguiente visita que teníamos prevista la abadía de Wandrille ya que estaría cerrada también.


La lluvia nos había hecho retrasarnos mucho en Rouen e hizo que el final de la jornada se estropeara así que nos encaminamos hasta nuestra base en Caen.

Dia 3:

Le Mont Saint Michel ***
Saint Malo ***
Dinan ***

Sin duda uno de los días con mayor contenido del viaje, al menos en la teoría. Nuestro primer destino iba a ser al renombrado Le Mont Saint Michel, una abadía que está construida en lo alto de un monte que a su vez es un islote rodeado por el mar y por arenas movedizas cuando baja la marea. De hecho, las espectaculares mareas de la bahía contribuyeron mucho a hacer del monte una fortaleza inexpugnable que durante siglos únicamente era accesible por vía terrestre en los momentos de marea baja, y por vía marítima cuando la marea era alta. Actualmente se puede acceder a la abadía en todo momento gracias a la carretera que lleva a los pies de la roca.
Nosotros no conseguimos ver la pleamar en todo su apogeo como era nuestro objetivo porque ese día la hora de subida finalizaba a las 11h. y llegamos cuando el mar se había vuelto a alejar del monte y estaba otra vez bastante baja, aun así es un paraje espectacular. Os paso enlace de donde mirar los horarios de las mareas www.ot-montsaintmichel.com/ ...michel.htm. Recordar que el mar se puede llegar a alejar hasta 15 km. en marea baja y subir a una velocidad impresionante, el símil que se utiliza es la velocidad del galope de un caballo para asemejarlo a la rapidez con la que se produce el transito de pleamar a bajamar.

Actualmente no se puede llegar como antes al monte en coche, debes dejarlo a unos 2 ó 3 km. en un enorme aparcamiento acondicionado al efecto (8€) y desde éste puedes coger las lanzaderas que te llevan al pie del monte o bien hacer el camino andando (40 min.) que fue la opción que nosotros escogimos ya que nos apetecía dar un paseo disfrutando del espectacular paisaje que había ante nuestros ojos. En cuanto a la visita al monte, os puedo decir que estaba atestado de gente no cabía un alfiler. La subida por sus estrechas y empinadas calles de piedra parecía un viacrucis por tanto no pudimos disfrutar como nos hubiera gustado del paseo por tan emblemático lugar; tampoco pudimos entrar en la abadía debido a que la cola para sacar las entradas era de varias horas, así que como era temprano y aún quedaba bastante día por delante, decidimos dar un pequeño salto a la región de Bretaña visitando Saint Malo la ciudad corsaria.


Llegamos a la zona portuaria y aparcamos sin problemas en un subterráneo. Entramos en la ciudad intramuros y subimos a su muralla, protegida por innumerables cañones recorriéndola de principio a fin admirando las diferentes playas y paisajes que se ven desde arriba.


Pudimos ver las islas a las que se puede llegar a pie cuando baja la marea, la piscina natural con sus enormes trampolines que hay en la playa central, los barcos varados sobre la arena y los bonitos paisajes que se otean desde la altura de muralla.


Estuvimos paseando un rato por las calles de la ciudad y como no, compramos algo de marisco ya cocido para la cena de esa noche. Es una ciudad que no podéis dejar de visitar, disfrutaréis con ella.
Pocos kilómetros nos separaban de Dinan y, aunque luego nos quedaba un largo camino de vuelta hasta Caen y la tarde ya estaba avanzada, le echamos valor dirigiéndonos hacia este ultimo destino del día.
Dinan, pequeña ciudad fortificada por una magnífica muralla que junto a sus innumerables casas de piedra, vigas de madera y estrechas callejuelas le da un carácter medieval.


En una de sus calles descubrimos un gran torreón y desde este punto se inicia la bajada con algunos tramos de mucho desnivel hasta el puerto fluvial de la ciudad. El trayecto es realmente bonito por esta serpenteante e inclinada calle de antiguos caserones que desemboca en un puente desde el que puede admirar el río de cruza la ciudad.
Una vez terminamos de disfrutar del entorno, nos armamos de valor y empezamos a subir y subir por la misma callejuela por la que habíamos bajado hasta la parte alta de la ciudad para coger el coche y dar por finalizada nuestra visita.

Día 4:

Arromanches *
Longues sur Mer ***
Colleville sur Mer (Omaha Beach) ***
Sainte Merie du Mont *
Sainte Mere Eglise *
Pointe du Hoc ***

Para esta jornada teníamos previsto visitar las playas del desembarco. Empezamos dirigiéndonos a Arromanches, playa en la que los británicos instalaron el puerto artificial que habían arrastrado desde Inglaterra con objeto de servir a las labores de aprovisionamiento de los barcos en los días posteriores al desembarco.
Por el camino nos topamos con el cementerio canadiense que no habíamos previsto ver, pero por supuesto paramos los coches e hicimos la visita de rigor. Unas mil tumbas, de cristianos y judíos, perfectamente alineadas y cuidadas en este pequeño y poco visitado cementerio. Llama la atención las edades de los caídos; algunos de tan sólo 17 años.


Una vez en Arromanches, vemos los restos del puerto a lo lejos. Hay una barcaza anfibia varada en la orilla, aunque al estar la marea alta no podemos verla completa.


Continuamos nuestro periplo hasta el siguiente destino previsto, Colleville sur Mer localidad en la que se encuentra el cementerio americano localizado en un barranco mirando hacia la playa de Omaha Beach, nombre en clave de unos de los principales puntos del desembarco de Normandía en el que durante la sangrienta batalla cayeron más de 4.000 soldados entre los dos bandos.


El cementerio es enorme, cubre un área de 70 hectáreas y contiene los restos de 9.387 militares estadounidenses- Las tumbas se encuentra situadas mirando a EEUU. Sus blancas lápidas, en cruz las cristianas y con la estrella de David las judías, están alineadas con milimétrica precisión y sólidamente unidas al suelo. El escenario proporciona una gran plasticidad y, a pesar de lo tétrico que representan, invitan a ser fotografiadas desde múltiples ángulos.
Un memorial, un estanque con nenúfares y una bandera ondeando que es arriada en nuestra presencia completan el conjunto.


Continuamos hasta otra de las localidades que comparte la playa de Omaha (8 Km de longitud), Longues Sur Mer, que permite contemplar una línea de baterías alemanas ubicadas en unos cinco bunkers todos ellos visitables; los cañones pueden ser curioseados con total libertad. Llama la atención (sin perjuicio de su corrosión por el transcurso del tiempo) los simples mecanismos que albergan estas máquinas capaces, seguramente, de agujerear un barco a varios miles de metros. Los bunkers se encuentran en una línea retrasada de la playa y no tienen visibilidad directa sobre la misma. Para suplir esta limitación, hay un bunker, muy bien conservado y a cuyo interior bajo el nivel del suelo se puede acceder que servía como puesto de dirección de tiro. Éste sí tiene visibilidad directa sobre la playa. Se distingue perfectamente en el comienzo de la película Salvar al soldado Ryan.


Proseguimos hasta Sainte Merie du Mont, en Utah Beach, otra de las playas con nombre clave, y no conseguimos entrar en su museo por llegar tarde. No obstante, vemos el tanque que tienen expuesto en la entrada. Nos asomamos a la playa y contemplamos una batería antiaérea que apunta al cielo. Leemos las inscripciones del monumento conmemorativo, donde se rinde homenaje a los caídos de cada país y división.


Continuamos rumbo a Sainte Mere Eglise, donde un paracaidista colgado a la torre de la iglesia conmemora el suceso ocurrido durante los días del desembarco. La historia supongo la conoceréis la mayoría pero, sino es así, os la relato brevemente: Resulta que la noche del 5-6 de junio de 1944 durante el salto de la 82 aerotransportada como parte de la operación Overlord, el paracaidista estadounidense John Steele, quedó colgado del campanario de Sainte Mère Église y tuvo que fingir estar muerto durante un día entero, mientras los alemanes mataban a todos sus compañeros que descendían lentamente del cielo. Al final del día, logró salvar su vida, cuando los aliados tomaron la plaza.


Y por último, para finalizar este magnifico día, la Pointe du Hoc; lugar sobrecogedor en el que se aprecia en toda su magnitud hasta qué punto puede llegar la barbarie humana dejando un espectacular paisaje como si fuera un queso gruyere. Además, cuando llegamos se cubrió todo de una densa niebla que aportaba aún más realismo a la escena.
Los diversos bunkers diseminados por una amplia zona junto al acantilado están rodeados de infinidad de cráteres provocados por los obuses que dejaron caer los americanos. En este acantilado, inexpugnable a juicio de los alemanes, los rangers americanos treparon con escalas con múltiples bajas para conseguir tomar la plaza, comprobando finalmente que los bunkers no estaban armados.
La punta de la costa que da nombre al emplazamiento se aprecia perfectamente y la verticalidad de la pared hace pensar en el sufrimiento de los americanos intentando ganar esta posición.

Dia 5:

Caen ***

Quinta jornada. Llevamos ya varios días con alto ritmo de visitas y muchos kilómetros a nuestras espaldas y los cuerpos empiezan a notarlo así que hoy toca bajar el pistón eliminando los kilómetros, por tanto decidimos hacer un itinerario corto y volver pronto a la casa a reponer fuerzas disfrutando del enorme jardín que aún no hemos ni catado casi. Visitamos Caen, a escasos 20 Km de Robehomme lugar en el que tenemos la casa.
Comenzamos visitando el castillo, su torreón y muralla, que permiten una bonita vista sobre la iglesia de Saint Pierre. El Castillo, de Guillaume le Conquerant (Guillermo el conquistador), tiene unas ruinas en su interior y una empalizada de madera muy antigua en la entrada. Fue prisión durante la guerra y, aunque no pudimos localizarlos, contiene grafitis realizados por los soldados, que sí pudimos contemplar en un cartel explicativo.


Tras rodear la iglesia de Saint Pierre nos dirigimos a la Abadía de los Hombres, actual emplazamiento del Hotel de Ville (ayuntamiento). Los jardines y la fachada del ayuntamiento presentan una bonita postal.
La abadía, situada a la derecha de la fachada, contiene varias torres superpuestas delante de las que se cruzan diversos contrafuertes y arbotantes. En su interior, como en tantas otras iglesias, se aprecian evidencias de su reconstrucción posterior a la guerra.


Para llegar a la abadía, recorremos una calle muy ambientada, repleta de bares. Tomamos una cerveza en uno de ellos.
La abadía de las mujeres se encuentra en el polo opuesto, por lo que tenemos que desandar la calle en sentido contrario. Comemos unos bocadillos en Fnac porque, como siempre, a la hora francesa no nos apetece aún ponernos a comer.
La iglesia de la abadía de mujeres presenta una fachada típica del románico, simétrica, sobria y equilibrada. En su interior, las formas de los elementos decorativos en los capiteles delatan su reciente factura, pero esto no quita interés alguno a la visita.
El edificio anexo, sede administrativa de la región en la actualidad, contiene unos apacibles jardines rematados con un cedro que hace las veces de mirador. El montículo en el que se encuentra el enorme árbol permite unas vistas excelentes sobre la abadía e invita a una parada en el camino.


La visita a Caen finaliza para nosotros y damos por terminada la jornada como habíamos planeado desde el principio para reponer fuerzas.

Día 6:

Bayeux ***

Como recordaréis, el día que fuimos a Sainte Merie du Mont en Utah Beach nos encontramos cerrado el museo que hay en esa localidad y no queríamos marcharnos de Normandía sin visitar al menos uno. Dado que uno de los más famosos es el de Bayeux, la decisión era sencilla así que dicho y hecho, una vez llegamos a Bayeux nos dirigimos directamente a su “Musee Memorial 1944 Bataille de Normandie” 7€ adultos 4€ niños. Creo que todos quedamos impresionados. Nos asombró sobre todo la profusión de vehículos de guerra y armamento que alberga, la cantidad de documentos gráficos y oficiales que se muestran, pero sobre todo, los utensilios cotidianos utilizados por los soldados en la época.


La conclusión es que los soldados que hicieron aquella guerra no utilizaron los modernos medios con los que aparecen hoy retratados en el cine bélico. Ropas de gruesa lana (nada de térmicos, nada de polares, nada de neoprenos), cierres y bisagras precarios, lejos del hermetismo deseable en algunos elementos como las máscaras de gas.
Impresionan los cañones antiaéreos de largo alcance, de todos los bandos y llaman la atención la colección de minas alemanas, algunas de ellas de cristal e incluso de madera para dificultar su detección. Sobrecogen, igualmente, los equipos médicos utilizados, con el material quirúrgico repleto de sierras y bisturíes.
Como curiosidad, el número de jeeps que fueron fabricados para la contienda con licencia de Ford: 365.000, o la importancia que tenían los camiones de comunicaciones, con unos blindajes propios de los más mortíferos tanques.


En definitiva, una visita a alguno de los múltiples museos diseminados por la geografía Normanda creo que es imprescindible para entender definitivamente cómo se desarrolló esa guerra.
Después del museo visitamos la catedral de Notre Dame de Bayeux, cuyas cúpulas superpuestas en una de las fachadas recuerdan al castillo de Blancanieves. La fachada opuesta, presenta mezcla de estilo románico y gótico, aunque, como otras, es fruto de la reconstrucción tras la guerra.
En el interior, techos altos y una cripta a oscuras realmente tenebrosa, en la que se han hecho lucir antiguos capiteles policromados.

Día 7:

Fougeres ***
Vitré ***

Finaliza nuestro periplo por tierras Normandas y comienza uno nuevo por la Bretaña que se inicia algo torcido, con el coche pinchado e intentando buscar un taller en Sábado donde nos reparasen la rueda. Afortunadamente, pudimos entendernos con los lugareños, que no sabían ni una palabra de inglés, para que nos indicaran dónde podía haber un taller de reparación de neumáticos abierto. Así que, muy despacio, hicimos unos cuantos kilómetros con la rueda casi vacía hasta que dimos con el taller indicado donde nos sacaron del apuro previo pago de los 23€ que nos costó la reparación.
Ahora sí enfilamos la carretera hasta Fougeres, ciudad medieval en la que se aprecia el esplendor que tuvo que tener en esa época por su posición estratégica. Imponente el conjunto medieval con un castillo y tres anillos de murallas reforzados por bastiones y torres perfectamente conservado sobre un rocoso promontorio circundado por el río Nancon.


Visitamos también el barrio de St. Sulpice en torno al castillo donde se encontraban los talleres, molinos e intactos rincones medievales además de la iglesia de St. Sulpice, edificio gótico flamígero con un puntiagudo pináculo de pizarra del siglo XV.
La parte de la ciudad alta difiere bastante de lo visto en la zona inferior; abundan las sobrias casas de granito con arcadas en la planta baja. Entramos en la iglesia de St. Leonard donde en ese momento además se estaba celebrando una característica boda. Al salir nos dirigimos a lo que allí llaman los jardines públicos desde donde hay unas vistas impresionantes además de poder ver con perspectiva la parte baja de la ciudad y el conjunto medieval amurallado.


Llegamos a Vitré después de comer. Es una ciudad al igual que Fougeres con claro carácter medieval y un centro histórico lleno de casas con armazón de madera y puertas en arco, muchas de ellas con fachadas revestidas de pizarra que testimonian el alto nivel de vida que debieron tener los habitantes de esta ciudad.


Paseando por sus callejuelas nos topamos con una ciudadela fortificada sobre un promontorio rocoso en la que se encuentra el castillo custodiado por varias torres con torreones cilíndricos y todo el conjunto precedido de un foso con puente levadizo. Hicimos unas cuantas fotos y nos sentamos en una terraza para tomar un refresco, que bien merecido lo teníamos después de otra gran jornada turística.


Una vez repuesta las fuerzas cogimos el coche poniendo dirección a nuestro segundo campamento base en Scaer.

Día 8:

Locronan ***
Quimper ***
Port Avent ***
Concarneau ***

Es el último día de nuestra vacaciones en Francia, hay que exprimirlo, así que, después de tomarnos un buen desayuno, nos pusimos en marcha con dirección a Locronan, localidad muy próspera en la antigüedad debido a la calidad de sus telas de lino y así lo demuestran las elegantes residencias que flanquean las calles de la ciudad y sobre todo la Grand Place, extraordinario conjunto arquitectónico con casas de granito de época renacentista donde se erigieron la iglesia de St-Ronan y la Chapelle du Penity.



Continuamos nuestro recorrido por la Rue Molan donde encontramos la iglesia de Notre Dame de Bonne Nouvelle que presenta en su exterior una fuente de piedra que junto a un crucifijo también de piedra que constituye un perfecto ejemplo del “paisaje bretón”.



Después de quedar gratamente sorprendidos por esta preciosa y cuidada ciudad tocaba retomar nuestra ruta hacia el próximo destino, Quimper.
Quimper es la capital del departamento de Finisterre, muy conocida por sus cerámicas que se remontan a finales del siglo XVII, a nosotros nos recibió con infinidad de flores; tanto sus puentes como sus calles están adornadas con decenas de composiciones florales que embellecen todos los rincones de la ciudad.
Antes de ponernos a visitar la ciudad decidimos zanjar una deuda que teníamos con nosotros mismos y ésta no era otra que darnos un homenaje en forma de mariscada y, aunque era una hora muy temprana para nosotros, intentando prevenir que no nos ocurriese lo de casi todos los días y quedarnos sin poder comer por la hora, nos sentamos en un restaurante de especialidad en fruit de mer y nos dimos el prometido homenaje.


Ya con la barriga llena nos dispusimos a visitar la ciudad empezando por la catedral de St. Corentin un extraordinario templo de arquitectura gótica, el resto del núcleo histórico de la ciudad se extiende frente a la catedral con multitud de casas antiguas con estructura de madera entremezclada con piedra.


Bonitas calles por la que estuvimos paseando durante un buen rato una vez que recorrimos toda la parte antigua decidimos cambiar de aire así que cogimos el coche en dirección Pont-Avent a unos 35 km.


Situado en el estuario del rio Avent conocida en otras épocas como “la ciudad del los molineros” por los numerosos molinos que tenía, aún hoy pudimos encontrar viejos molinos a orillas del río.



Pueblo lleno de galerías de arte y tiendas donde comprar antigüedades, cuadros, esculturas, etc. Siguiendo el curso del río por la calle principal se descubre un encantador y pintoresco lugar repleto de casas de piedra hasta llegar a la place Royale. Ciudad turística de donde se pueden degustar las galletes, dulce especialidad de Pont-Avent.
Quedaba poco tiempo para finalizar nuestra estancia en Bretaña y no queríamos dejar de visitar Concarneau un importante puerto pesquero de Francia muy conocido por su industria conservera. Sobre una isleta en el centro del puerto se erige la Ville-Close, ciudadela fortificada y rodeada por una muralla.


Una vez te adentras en la fortaleza tuvimos la sensación de transportarnos a una época de piratas de la que disfrutamos dando un largo paseo por sus calles.




Bueno amig@s llegó el final del viaje, espero que os haya gustado y que si viajáis por aquellas tierras os sirva este diario para poder planificar el vuestro.

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