Lanzarote no es una isla que destaque especialmente por sus playas, pero tenerlas las tiene, y algunas merecen muchísimo la pena, y algún baño sí que nos dimos, a pesar de ser noviembre.
En la zona donde nosotros nos quedamos, Costa Teguise, hay algunas playas bastante apañadas para el baño, como la playa de las Cucharas, pero son las típicas playas masificadas, de tumbona y carrito de pipas y helados, como las que te puedes encontrar en otros sitios. Nosotros preferimos otras, un poco más salvajes, donde la naturaleza y el paisaje nos indicaran algo único de la zona para poder recordarlo…
PLAYAS DEL PAPAGAYO
Las Playas del papagayo son una sucesión de playas y calas ubicadas en el Paraje Natural de Los Ajaches, al sur de la isla. Las playas tienen diferentes nombres, como Papagayo, Playa Mujeres, Puerto Muelas, Playa de la Cruz, Caleta del Congrio,… Al estar dentro de una zona protegida, el acceso se encuentra controlado y hay que pagar 3 por entrar con vehículos a los aparcamientos junto a las playas. Una vez se paga, hay una pista de tierra de varios kilómetros, así que cuidado si el seguro del coche de alquiler excluye los caminos no asfaltados (los que yo consulté todos lo excluían).
En primer lugar estuvimos en la Playa del Papagayo, en una cala muy bonita entre dos acantilados. Estuvimos dando un paseo por la orilla, mojándonos los pies, y luego fuimos a tomarnos una cerveza al chiringuito que hay allí mismo. Nos costaron caras las cervezas, pero las vistas lo merecen. Eso sí, no comimos allí, nos llevamos bocadillos para comer en la playa.
La playa es muy tranquila, y había gente practicando snorkel, pero decidimos no bañarnos allí, porque había bastantes piedras, así que seguimos nuestro camino.
Dimos un paseo por los acantilados, con unas vistas preciosas. Un paseo bastante aconsejable, si no se tienen intenciones de bañarse, es recorrer todos esos acantilados, de una playa a otra…
Seguimos caminado hasta otra de las playas, nudista, que no sé como se llama, pero tenía muchas piedras grandes y decidimos buscar otras en coche.
Fuimos a la Caleta del Congrio. Esta playa está acondicionada para autocaravanas, y es de arena fina, nos pareció muy apetecible, y aquí sí que nos bañamos. El agua estaba un poco fría, pero tranquila, y se podía nadar bien, así que enseguida entramos en calor.
PLAYA DE FAMARA
Es la playa más extensa de Lanzarote, kilométrica, situada junto al Risco de Famara, en el noroeste de la isla. Se trata de un paraje natural rodeado de dunas, donde solo se nota la mano del hombre en la caseta del puesto del socorrista, y con unas vistas estupendas de la Isla de La Graciosa.
Primero dimos un largo paseo, que en esta playa se puede alargar todo lo que uno quiera, y luego un baño. El agua no estaba fría, pero sí que tenía mala leche. Por algo Famara es una de las playas preferidas por los sufistas. Allí pega mucho el viento, y las olas son enormes.
No pudimos nadar, eso era tarea imposible, por las olas y por el mar de fondo que había. Nos dedicamos a jugar con las olas, y aunque acabamos con las piernas agotadas y nos llevamos algún revolcón que otro, disfrutamos como enanos. Después de aquello, solo nos quedó ir al apartamento, a descansar y a quitarnos la arena.
LAS SALINAS DEL JANUBIO, LOS HERVIDEROS Y EL CHARCO DE LOS CLICOS
Como no toda la costa es playa, una de las tardes la dedicamos a visitar estas tres atracciones situadas en la costa suroeste de la isla, en el Parque Natural de Los Volcanes.
Primero visitamos las Salinas del Janubio desde un mirador. Desde mi punto de vista no tiene mucho que ver, aunque es curioso y si te pilla de paso no está mal parar allí. Impresionante el enorme pedrusco de olivina que había junto al mirador.
Después, siguiendo por la carretera que une las Salinas con El Golfo, fuimos a la zona de Los Hervideros. Es una zona de acantilados volcánicos, que se conoce con ese nombre porque cuando el mar está revuelto, las olas golpean contra las rocas, dando la sensación visual de una olla hirviendo. Desde que sales de Las Salinas, hay en la carretera bastantes sitios donde pararse en la carretera para ver los espectaculares paisajes de los acantilados.
Hasta que se llega a Los Hervideros propiamente dichos, donde ya hay puestos de artesanía en el aparcamiento, y miradores para ver como el agua golpea sobre los pasadizos que se formaron en el recorrido de la lava hacia el mar.
Ese día el mar no estaba demasiado bravo, pero lo justo para que el paisaje fuera impresionante. Y vimos una preciosa puesta de sol desde allí.
Ya con poca luz (es el problema de ir en noviembre, que anochece pronto), nos fuimos a ver el Charco de Los Clicos, un poco más adelante, junto al pueblo de El Golfo. A mi no me hacía mucha ilusión, ¿un charco verde? Pues vaya cosa… Pero según nos acercamos nos dimos cuenta de que la cosa no era tan simple. Y es que resulta que el entorno es impresionante, porque la laguna está en el centro de un cráter, justo en la costa, y las paredes que rodean la laguna tienen unos colores y unas formas muy bonitas. La combinación de colores de el verde de la laguna, el negro de la arena, el azul del mar, y la Montaña Roja… Las mejores vistas del Charco de los Clicos son desde lo alto de la Montaña Roja.
Nos gustó mucho, tanto que nos fuimos de allí prácticamente de noche, y pensamos volver para verlo con más luz si nos daba tiempo. Pero la isla tiene tantas cosas que ver que al final no pudimos.