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17 de marzo
A eso de las 7 de la mañana suena el despertador para recordarme que estoy en New York, y sin ropa. Me pongo lo que llevaba en el vuelo y me dirijo a recepción a ver si hay suerte y ha llegado mi equipaje. BINGO! Está aquí, así que me lo llevo a mi "suite" y me voy a dar una ducha antes de bajar a desayunar (bollo, fruta y café) y empezar mis andaduras por New York.
Mi primer destino, al que pretendo dirigirme andando, es el EMPIRE STATE BUILDING, uno de los imprescindibles en cualquier visita a NY. Intentando acostumbrarme al tráfico, al bullicio de las calles a todas horas y al entramado de calles y avenidas, sin darme cuenta, llego a la esquina de la 5ª avenida con la calle 23, es decir al FLATIRON BUILDING. El diseño en forma de plancha del edificio es particular y curioso, y aprovecho para sacar mis primeras fotos, con la luz de la temprana hora dando un colorido especial al edificio situado en el punto de cruce de la 5ª Avenida, Broadway y la calle 23, justo enfrente del Madison Square Park (no Garden).
Satisfecho por la primera vista, continúo subiendo por la 5ª avenida, mirando al cielo para ver la punta del edificio probablemente más emblemático de la historia. Sé que tiene que estar por aquí, pero como no he estudiado mucho el tema (y no he leído suficiente esta página), no doy con él casi hasta que me meto dentro por accidente, en la 5ª con la 34.
Antes de las 9 de la mañana ya hay una larga cola y un par de autobuses de japoneses esperando para entrar, así que pregunto a la amable encargada si hay que tener reserva y me contesta que no es necesario, que me limite a hacer cola con los demás mientras dura la explicación del edificio que tiene lugar en la planta baja. Después de pagar la entrada (20$ creo), y pasar el control de seguridad, en el que amablemente me guardarán mi navaja multiusos hasta el descenso (pardillo de mí, no pensar en la rigurosa seguridad...), entro con un grupo de turistas de distintas nacionalidades en el ascensor que nos dejará en la planta 86, en el mirador que se eleva sobre Manhattan desde su edificio nuevamente más alto desde los atentados del 11-S. El día es muy claro y la vista, espectacular, como era de esperar: desde la Estatua de la Libertad al suroeste, el Puente de Brooklyn al sureste, el Chrysler al noreste y Central Park a lo lejos hacia el norte. Me hincho a hacer fotos del paisaje y de pedir a otros turistas maravillados que me inmortalicen con la ciudad a mis pies. Eso sí, pasando un frío del carajo, con un viento incesable y helado en los cuatro miradores que rodean el edificio.
Al cabo de un rato bajo y me meto en la tienda que hay justo enfrente de la entrada, para comprar mis primeros souvenirs: llavero y gorra de los Yankees! Con el abrigo calado hasta las cejas, bajo por la 5ª y me dirijo al hostel a dejar trastos, para después volver a salir y dirigirme a la estación de metro de la 7ª con 23 para comprar el Metro Card (31$, viajes ilimitados durante 7 días). En el banco sólo tenían billetes grandes y no tienen cambio de 100$, o sea que salgo del metro y me meto en una tienda de ropa, en la que curioseo y acabo comprando unos vaqueros Levi's y 1 docena de calcetines de la misma marca, todo por 40$. Lo admito, soy comprador compulsivo. Con el cambio en el bolsillo y tras otro viaje al Hostel a dejar el paquete, vuelvo al metro. Esta vez triunfo y ya tengo el pase en mi poder. El funcionamiento del metro es relativamente sencillo (excepto noches de fines de semana, en que suprimen algunas líneas), pues en la boca ya pone si los trenes van Uptown (norte) o Downtown (sur). Lo único más o menos complicado, es acertar si el tren es "local" o "express". El primero hace todas las paradas, el segundo se salta varias de ellas. En fin, me meto en la línea 1 (roja) dirección Uptown hasta la 125 a la entrada de Harlem. La intención es dar una vuelta por allí, ver el teatro Apollo y bajar por Central Park. Nada más salir del metro en la estación, me encuentro de bruces al lado de la Tumba del General Grant, en Riverside Drive, junto al río Hudson.
El parque está nevado, pero no mucho, y doy un paseo sin entrar al monumento ni a la Riverside Church. Me dirijo al Apollo Theatre, en la 125, entre el Blvd Frederick Douglas y el Blvd Adam Clayton Powell. Voy bajando por las avenidas hacia el sur, cruzando de este a oeste de vez en cuando (y viceversa), y llego hasta la entrada noroeste de Central Park, tras haber atravesado el Morningside Park y pasado frente a St. Luke's Hospital y la Catedral de St. John the Divine, dejando en el olvido la Universidad de Columbia.
Me meto de lleno en Central Park y voy deambulando por los cientos de caminos que lo atraviesan en todas direcciones, hasta llegar a la altura de la calle 81, dónde decido refugiarme del frío pasando un rato en el NATURAL HISTORY MUSEUM, protagonista de varias películas.
Montones de fotos de dioramas y esqueletos después, y bastante cansado ya, salgo y me tomo un bocadillo en uno de los múltiples chiringuitos ambulantes que se encuentran por toda la ciudad. Sigo más al sur hasta el edificio DAKOTA, residencia del difunto John Lennon, y ya en el parque, más o menos a la misma altura, el STRAWBERRY FIELDS, dedicado a la memoria del autor de Imagine (entre otras). Más al sur, una de las torres Trump, junto al COLUMBUS CIRCLE, con estatua de Colón incluída. Ya no puedo con mi alma, y me meto en una entrada de metro dirección Downtown de la línea 1 (roja), hasta Penn Station, dónde doy una vuelta junto al Madison Square Garden (esta vez sí), y bajo andando hasta el hostel.
Tras un merecido descanso, salgo a dar una última vuelta para encontrar algún lugar para cenar, y a un par de calles del Hostel, me meto en una pizzería en la que sirven unas gigantescas porciones de varios tipos de pizza a precio de risa (no recuerdo el nombre
). De regreso, distingo a lo lejos el Empire State, iluminado con los colores de la bandera irlandesa en la cima. Mañana más...
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