Kericho
Salimos de Nakuru y subimos hacia tierras más altas, hacia Kericho, bordeando Mau Forest.
Kericho es la capital del té, la ciudad en si poca cosa tiene que enseñar, pero los paisajes que ves durante el viaje son impresionantes, los inmensos campos de té, de un verde intenso, bordeados por el bosque mientras los trabajadores andan entre las plantas recolectando ofrecen unos paisajes preciosos.

Nos alojamos en un hotel, a las afueras de la ciudad, se trata de una antigua casa colonial y su interior sigue en el mismo estado y con los mismos muebles de hace un siglo, recuerdo que comentamos que si hubieran filmado aquí escenas de “Memorias de África”, no habrían necesitado tocar nada para conseguir la ambientación. Pero la falta de mantenimiento, algo típico que he ido encontrando en todos mis viajes por África, están haciendo que esta magnífica casa colonial este empezando a desmoronarse.

La ciudad de Kericho no tiene demasiados atractivos, por no decir ninguno, un pequeño mercado en el centro y poca cosa más. En los alrededores, además de los campos de té, encontramos también las plantas de procesamiento del té, principales responsables de la deforestación acelerada que está sufriendo toda esta zona, incluyendo la, teóricamente, protegida área de Mau Forest. La necesidad de madera para quemar en el proceso de secado de las hojas de te es el principal responsable de dicha deforestación.
Nandi Hills – Kitale
De Kericho, partimos hacia el norte, hacia uno de los hitos de este viaje, Mount Elgon.
Para llegar hasta allí vamos a necesitar prácticamente todo el día, cruzaremos las Nandi Hills, una cadena montañosa en la que las leyendas sobre animales mitológicos se mezclan con la realidad y en la que a cada curva del camino quieres detenerte para poder observar el paisaje con más detenimiento, desearías poderte pasar horas sentado allí, viendo los valles y las lejanas montañas que conforman unas vistas increíbles. Nandi Hills son un escenario precioso, habitado por unas gentes amables y hospitalarias que, poco acostumbradas a ver turistas por esa parte del país, se acercan disimuladamente para observarte y te conviertes en objeto de juego por parte de los niños, que hacen del hecho de venir y rozarte la mano, una especie de muestra de valentía.

A media tarde llegamos a Kitale, la ciudad en la que encontramos un hotel donde pasar un par de noches y desde la que nos podremos acercar al parque nacional del Monte Elgon.
Kitale, parece en principio, una ciudad sin ninguna gracia, pero si sales a pasear por sus calles al atardecer, te encuentras con unos bares llenos de vida y unos mercados en los que perderte y dar vueltas durante mucho rato.

Otra característica de este lugar es que se encuentra totalmente fuera de cualquier ruta turística, con lo bueno y lo malo que ello conlleva. Lo bueno es que vas a encontrar unas gentes que no ven al turista como un simple saco de dólares a vaciar, lo malo que, lógicamente, las infraestructuras hoteleras son las que son. Encontramos un pequeño hotelito, bastante limpio donde dormir y con un restaurante fabuloso, donde disfrutamos de unas cenas estupendas.
Mount Elgon N.P.
Mount Elgon es un Viejo volcán extinguido, de unos 4.300 metros de altura, cubierta por un espeso bosque selvático y que es la excusa perfecta para acercarse hasta esta zona del país.
El volcán se encuentra entre Kenya y Uganda, estando la cumbre más alta en este último país. Hasta hace un par de años, aquí no venía nadie, la situación fronteriza del volcán y los frecuentes tiroteos entre guardias fronterizos y bandidos que cruzaban la frontera en busca de botín y caza furtiva, no hacían del lugar un sitio especialmente agradable, pero desde el año 2.010, el gobierno de Kenya decidió reforzar la presencia militar en la zona y desde entonces la zona se ha pacificado.
Conscientes de donde nos metíamos, decidimos, antes de acercarnos al parque, preguntar en el puesto de control del ejército cual era la situación en la zona, nos tranquilizaron y nos dijeron que no había ningún riesgo en ir hasta allí, así que allá que fuimos y lo cierto, es que en ese parque vivimos un par de experiencias de aquellas que recuerdas toda la vida.
Que el parque se encuentra fuera de la ruta turística típica de Kenya, ya lo teníamos claro, lo que no sabíamos es que lo estuviera tanto, nos dimos cuenta de ello cuando, al entrar al parque, nos hicieron inscribir en el libro de registro y allí pude ver que la última inscripción de un visitante era de quince días atrás. En Kenya, que recibe millones de visitantes cada año, con lugares como Nakuru o Masai Mara donde diariamente entran miles de personas, encontrar algo así se te antoja casi imposible.
Justo al entrar al parque, ya ves a gacelas y waterbucks que andan por allí, junto con manadas de babuinos, pero andábamos buscando otra cosa y empezamos a subir con el 4x4 por la montaña.

Dejando de lado la grandiosa colección de plantas y árboles que cubre la montaña y que te hacen sentir minúsculo cuando bajas del coche y te plantas al pie de algunos de esos gigantescos árboles, Mount Elgon tiene un “secreto” especial. Kitum Cave. Esta es una cueva, situada a media altura de la montaña, a la que llegas después de dejar el coche y andar diez minutos por una senda perfectamente marcada, esta cueva tiene dos cosas especiales. La primera es que por las noches, los elefantes (los pocos que quedan por la zona) vienen a la cueva y con sus colmillos rascan las paredes para hacer salir la sal que se encuentra incrustada en sus paredes y lamerla. La segunda, es que en su interior, hay una especie de chimenea, de un par de metros de diámetro, que comunica con alguna otra sala de la cueva situada encima de donde tu estas, la cual está totalmente a rebosar de murciélagos. Cuando el ranger que nos acompañaba, se puso debajo del agujero e ilumino con su frontal el interior del mismo, fue como si se hubiera abierto un grifo. Miles de murciélagos salieron en tromba del agujero, como si de una columna de agua se tratara, para salir a continuación, volando por toda la cueva. La verdad, la sensación de estar ahí de pie, mientras miles de murciélagos vuelan a tu alrededor es uno de esos recuerdos que no creo que olvide mientras viva.

Salimos de la cueva y nos dirigíamos hacia un mirador que se encuentra unos kilómetros más allá de la cueva, cuando el ranger hizo detenerse el coche y nos dijo que bajáramos del mismo en silencio, Mount Elgon nos reservaba aun otro momento especial, justo a la vuelta de la curva, un par de jirafas, un macho y una hembra comiendo tranquilamente hojas de los árboles. Paso a paso, muy despacio, deteniéndonos cada vez que el macho dejaba de comer para mirarnos conseguimos que el animal no nos considerara un peligro y pudimos acercarnos hasta dos o tres metros del macho. La verdad es que estar ahí, a tocar de aquella jirafa, sin cristales ni vallas ni nada de nada, por decirlo así, en su casa, es otro de esos momentos especiales que guardo de este viaje.
