La isla Holbox (pronúnciese Jolbosh) está en la costa norte del estado de Quintana Roo, a unos cien kilómetros al oeste de Cancún. Holbox me encandiló desde que lo encontré durante uno de mis “viajes” por internet pero poco me imaginaba que me sorprendería con la experiencia que iba a pasar. El ferry desde Chiquilá a Holbox tarda veinte minutos (70$MXC/ 4 euros). Densos nubarrones nos daban la bienvenida a la isla. Una calle de arena blanca te lleva desde el embarcadero hasta el centro del núcleo urbano de la isla (cuatro calles donde se concentran alojamientos, restaurantes y tiendas).
No iba a tardar en darme cuenta de que el huracán RINA no estaba para bromas. Me dirigí al Hostal Casa Maya. “Buenas tardes, ¿Tenéis alojamiento?”. Un chaval se me quedó mirando con cara de póker. “¿Alojamiento?, estamos empacando para salir mañana mismo de la isla”. Empacar era la palabra que flotaba sobre Holbox. Restaurantes y tiendas cerrando para hacer maletas y salir cagando leches. Por suerte, el Tribu Hostel (dormitorio compartido con baño, 220$MXC/ 13 euros) estaba abierto y aceptaba huéspedes. La chica de recepción nos comentó que a las ocho de la tarde recibiría un parte para saber si había que evacuar la isla o no.
A las seis de la tarde el cielo de Holbox estaba feo, feo. Totalmente cubierto, densos nubarrones se aproximaban desde Cancún, el viento iba en aumento, malos presagios. Nos acercamos a la playa. El mar caribe estaba furioso. Había perdido su habitual tonalidad verde esmeralda y se mostraba oscuro, oscurísimo mientras iba vomitando algas muertas a la playa.
El RINA podría amargarnos la estancia en Holbox pero no iba a llegar a tiempo de jodernos la cena. Un restaurante local en la plaza de Holbox, unos inolvidables filetes de lenguado a la mexicana (con un sofrito de tomate y cebolla finísimo) con la calma chicha de Holbox. Se estaba de vicio. Unos niños jugaban tranquilamente a baloncesto en la plaza mientras un local iba sirviendo tacos y quesadillas en su carrito como si nada pasara….pero algo pasaba “Lo siento pero deberíamos cerrar para empezar a empacar”. El camarero nos miraba con sonrisa nerviosa mientras dejaba la cuenta sobre la mesa.
Al volver al Tribu Hostel un rápido vistazo a la trayectoria del huracán no permitía muchas alegrías. El RINA todavía estaba sobre el mar, a unos 300 kilómetros de Chetumal pero había cogido mala leche el colega y había llegado a categoría 3 con vientos de 160 km/h. Parecía que iba a impactar en las costas de Tulum y Cancún en unas 24 horas. Contacté con los editores para explicarles la situación, no habría reports de Holbox. Su respuesta fue clara y evidente “Sal por patas, tío”. Las últimas noticias eran de evacuación completa de Holbox mañana a las diez de la mañana pero faltaba la confirmación oficial por parte de Protección Civil. Mientras tanto, a descansar. Buenas noches.
“Parece imposible que tenga que pasar un huracán por aquí”, pensé mientras caminaba por las desiertas calles de arena de Holbox en busca de mi café. La mañana era radiante, el sol pegaba de lo lindo, el cielo de un azul intenso. Precioso. Paseaba con calma por el “núcleo urbano”. Holbox era una maravilla de fusión entre lo local y lo turístico que no había visto en ninguno de los sitios paradisíacos por donde había pasado. Ni muy solitario, ni muy cargado de establecimientos turísticos. Armónico.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Locales pasando a mi lado con un saludo y una sonrisa de buenos días, buenas vibraciones. “Un buen lugar para pasar una temporadita”, pensé mientras me acercaba a la playa. El mar estaba más calmado aunque continuaba revuelto y oscuro. Un olor fétido debido a las algas en descomposición invadía el ambiente pero no impidió que notara la sensación de conexión con este lugar mientras contemplaba las desiertas playas llenas de algas. Quizás no era el Holbox que sale en las paradisíacas fotos de internet. No era el Holbox de las cristalinas aguas de tonos esmeralda, la arena blanca y los tiburones ballena, pero continuaba siendo Holbox y me tenía enganchado por alguna razón que no tenía nada que ver con esas cosas.
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Al acercarme de nuevo a la plaza el gentío frente al Ayuntamiento llamó mi atención. La presidenta municipal daba el último parte. Parecía que RINA había bajado su intensidad a categoría 1. “El Gobernador de Quintana Roo llegará a las doce para dar el parte definitivo”. Miré hacia el cielo, solazo del quince y ninguna nube.
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El Muy Honorable Excelentísimo Señor Gobernador (se me acaban los adjetivos. Vaya, el “Más Mejor” a juzgar por los calurosos aplausos con los que la multitud recibió a la comitiva de este señor y todos sus adláteres cuando, en el fondo, estaba haciendo su trabajo) apareció a las doce y media. En una especie de arenga al pueblo holboxeño el gobernador pronunció solemnemente el último parte que básicamente consistió en lo siguiente “El RINA ha bajado la intensidad y quizás no pase por aquí pero para evitar follones, to kiski fuera de la isla YA”. Así se inició oficialmente el Plan de Evacuación de los 1.300 habitantes de Holbox y de los cuatro turistas despistaos que andábamos por ahí.
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Protección Civil, policía municipal, estatal, federal, ejército….uniformes por todos lados mientras la peña se dirigía con la calma hacía el embarcadero. Los ferrys (gratuitos) iban llegando cada quince minutos para llevar a la gente hacía Chiquilá (en grupos de 100 personas).
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Mientras el ferry se alejaba de Holbox lancé un silencioso mensaje al aire “Preciosa, creo que nos volveremos a ver en mejores circunstancias”. Una vez en Chiquilá, identificación de cada uno y destino hacia dónde íbamos. Transporte gratuito hacia la población de Kantunilkin, a una hora de Chiquilá ya fuera del alcance del RINA.
Con Laura decidimos ir hacia el interior de Yucatán ya que toda la costa estaba afectada por el RINA. Valladolid estaba a unas dos horas y parecía un sitio acogedor. Al llegar a Kantunilkin llovía a cántaros y el autobús a Valladolid no salía hasta la mañana siguiente. Nos dejaron en unas escuelas habilitadas por Protección Civil para pasar la noche. “Los hombres por aquí, las mujeres por ahí”. Laura y yo nos quedamos mirando….joder, aunque pusieran muy buena intención te sentías como en un campo de refugiados. Decidimos ir a buscar alojamiento cerca. Hotel San Luís (habitación privada doble con baño 250$MXC/ 15 euros). Estábamos empapados y cansados, ¡padentro!.
Una buena ducha, un paseo hasta la taquería más cercana y unos tacos de “puerco empanizado” que entraron como zanahoria en culo. Mañana hacia Valladolid, volvíamos a salirnos de ruta aunque esta vez fuera, como se acostumbra a decir, por “causas de fuerza mayor”. Adiós Holbox. Buenas noches.
No iba a tardar en darme cuenta de que el huracán RINA no estaba para bromas. Me dirigí al Hostal Casa Maya. “Buenas tardes, ¿Tenéis alojamiento?”. Un chaval se me quedó mirando con cara de póker. “¿Alojamiento?, estamos empacando para salir mañana mismo de la isla”. Empacar era la palabra que flotaba sobre Holbox. Restaurantes y tiendas cerrando para hacer maletas y salir cagando leches. Por suerte, el Tribu Hostel (dormitorio compartido con baño, 220$MXC/ 13 euros) estaba abierto y aceptaba huéspedes. La chica de recepción nos comentó que a las ocho de la tarde recibiría un parte para saber si había que evacuar la isla o no.
A las seis de la tarde el cielo de Holbox estaba feo, feo. Totalmente cubierto, densos nubarrones se aproximaban desde Cancún, el viento iba en aumento, malos presagios. Nos acercamos a la playa. El mar caribe estaba furioso. Había perdido su habitual tonalidad verde esmeralda y se mostraba oscuro, oscurísimo mientras iba vomitando algas muertas a la playa.
El RINA podría amargarnos la estancia en Holbox pero no iba a llegar a tiempo de jodernos la cena. Un restaurante local en la plaza de Holbox, unos inolvidables filetes de lenguado a la mexicana (con un sofrito de tomate y cebolla finísimo) con la calma chicha de Holbox. Se estaba de vicio. Unos niños jugaban tranquilamente a baloncesto en la plaza mientras un local iba sirviendo tacos y quesadillas en su carrito como si nada pasara….pero algo pasaba “Lo siento pero deberíamos cerrar para empezar a empacar”. El camarero nos miraba con sonrisa nerviosa mientras dejaba la cuenta sobre la mesa.
Al volver al Tribu Hostel un rápido vistazo a la trayectoria del huracán no permitía muchas alegrías. El RINA todavía estaba sobre el mar, a unos 300 kilómetros de Chetumal pero había cogido mala leche el colega y había llegado a categoría 3 con vientos de 160 km/h. Parecía que iba a impactar en las costas de Tulum y Cancún en unas 24 horas. Contacté con los editores para explicarles la situación, no habría reports de Holbox. Su respuesta fue clara y evidente “Sal por patas, tío”. Las últimas noticias eran de evacuación completa de Holbox mañana a las diez de la mañana pero faltaba la confirmación oficial por parte de Protección Civil. Mientras tanto, a descansar. Buenas noches.
“Parece imposible que tenga que pasar un huracán por aquí”, pensé mientras caminaba por las desiertas calles de arena de Holbox en busca de mi café. La mañana era radiante, el sol pegaba de lo lindo, el cielo de un azul intenso. Precioso. Paseaba con calma por el “núcleo urbano”. Holbox era una maravilla de fusión entre lo local y lo turístico que no había visto en ninguno de los sitios paradisíacos por donde había pasado. Ni muy solitario, ni muy cargado de establecimientos turísticos. Armónico.
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Locales pasando a mi lado con un saludo y una sonrisa de buenos días, buenas vibraciones. “Un buen lugar para pasar una temporadita”, pensé mientras me acercaba a la playa. El mar estaba más calmado aunque continuaba revuelto y oscuro. Un olor fétido debido a las algas en descomposición invadía el ambiente pero no impidió que notara la sensación de conexión con este lugar mientras contemplaba las desiertas playas llenas de algas. Quizás no era el Holbox que sale en las paradisíacas fotos de internet. No era el Holbox de las cristalinas aguas de tonos esmeralda, la arena blanca y los tiburones ballena, pero continuaba siendo Holbox y me tenía enganchado por alguna razón que no tenía nada que ver con esas cosas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Al acercarme de nuevo a la plaza el gentío frente al Ayuntamiento llamó mi atención. La presidenta municipal daba el último parte. Parecía que RINA había bajado su intensidad a categoría 1. “El Gobernador de Quintana Roo llegará a las doce para dar el parte definitivo”. Miré hacia el cielo, solazo del quince y ninguna nube.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El Muy Honorable Excelentísimo Señor Gobernador (se me acaban los adjetivos. Vaya, el “Más Mejor” a juzgar por los calurosos aplausos con los que la multitud recibió a la comitiva de este señor y todos sus adláteres cuando, en el fondo, estaba haciendo su trabajo) apareció a las doce y media. En una especie de arenga al pueblo holboxeño el gobernador pronunció solemnemente el último parte que básicamente consistió en lo siguiente “El RINA ha bajado la intensidad y quizás no pase por aquí pero para evitar follones, to kiski fuera de la isla YA”. Así se inició oficialmente el Plan de Evacuación de los 1.300 habitantes de Holbox y de los cuatro turistas despistaos que andábamos por ahí.
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Protección Civil, policía municipal, estatal, federal, ejército….uniformes por todos lados mientras la peña se dirigía con la calma hacía el embarcadero. Los ferrys (gratuitos) iban llegando cada quince minutos para llevar a la gente hacía Chiquilá (en grupos de 100 personas).
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Mientras el ferry se alejaba de Holbox lancé un silencioso mensaje al aire “Preciosa, creo que nos volveremos a ver en mejores circunstancias”. Una vez en Chiquilá, identificación de cada uno y destino hacia dónde íbamos. Transporte gratuito hacia la población de Kantunilkin, a una hora de Chiquilá ya fuera del alcance del RINA.
Con Laura decidimos ir hacia el interior de Yucatán ya que toda la costa estaba afectada por el RINA. Valladolid estaba a unas dos horas y parecía un sitio acogedor. Al llegar a Kantunilkin llovía a cántaros y el autobús a Valladolid no salía hasta la mañana siguiente. Nos dejaron en unas escuelas habilitadas por Protección Civil para pasar la noche. “Los hombres por aquí, las mujeres por ahí”. Laura y yo nos quedamos mirando….joder, aunque pusieran muy buena intención te sentías como en un campo de refugiados. Decidimos ir a buscar alojamiento cerca. Hotel San Luís (habitación privada doble con baño 250$MXC/ 15 euros). Estábamos empapados y cansados, ¡padentro!.
Una buena ducha, un paseo hasta la taquería más cercana y unos tacos de “puerco empanizado” que entraron como zanahoria en culo. Mañana hacia Valladolid, volvíamos a salirnos de ruta aunque esta vez fuera, como se acostumbra a decir, por “causas de fuerza mayor”. Adiós Holbox. Buenas noches.