La decisión de hacer un viaje a Cuba en unos días que nos quedaban de vacaciones fue bastante sencilla, establecer el itinerario resultó mucho más complicado. Primero piensas en el clásico combinado La Habana-Varadero, pero en cuanto empecé a indagar, me di cuenta que, puestos a hacer 8.000 Km. y 10 horas de viaje en avión de ida y otros tantos de vuelta, para nuestros gustos había otros lugares más atractivos que una estancia playera por muy bueno que sea el todo incluido. Simplemente se trata de una preferencia personal porque cada cual tiene su forma de ver y vivir las vacaciones. Lo que sí queríamos era visitar algún Cayo para conocer las playas cubanas y hacer un poco de snorkel.
Conforme iba leyendo información, añadía nuevos destinos y descubrí también que la isla es más grande de lo que me había imaginado, con lo cual lo que empezó en siete días acabó en doce, en realidad diez, pues un día se va en la ida y otro en la vuelta: en total, diez días completos allí. Como no era posible alargarlo más, tuve que eliminar lugares tan atractivos como la zona oriental de la isla. Me puse unos destinos fijos como La Habana un mínimo de tres días, Viñales, Trinidad, Topes de Collantes y algún cayo. Demasiadas aspiraciones para tan pocos días, lo sé; pero como los días son los que son, ahí empezó la locura de ver qué hacer, en qué orden y cómo cuadrarlo todo.
La excursión a Viñales de un día desde La Habana que ofertan las agencias no me convencía, es una paliza y te pasas la mayor parte del tiempo metido en el bus pues hay 189 Km. desde La Habana a Viñales. Además, quería incluir Las Terrazas y Soroa. Hay guías que ofertan los tres destinos en un día con un taxista, pero incluso esa opción a la carta seguía pareciéndome una paliza para una sola jornada. Así que me planteé dos o tres días por esta zona para poder unir también Cayo Jutías o Cayo Levisa.
El alquilar un coche quedó descartado casi desde el principio: para dos personas sale bastante caro, en enero no hay demasiadas horas de sol (amanece a las siete y anochece a las seis), a mi no me gusta conducir, somos incapaces de levantarnos antes de las ocho a no ser que nos obliguen y circular por las carreteras cubanas de noche no es muy aconsejable si no se conocen. Tanteé la opción de contratar un coche con conductor, pero el precio también subía mucho. Miré contratar taxis para ir de unos lugares a otros, pero eso complicaba bastante el tema, y con el autobús se pierde bastante tiempo. Finalmente encontré una solución intermedia que terminó saliendo bastante bien: un mini-circuito de tres días: el primer día recorriendo Las Terrazas y Soroa (durmiendo en Soroa), el segundo día visitando Cayo Levisa (duramiendo en Viñales) y el tercer día por Viñales con regreso a La Habana por la tarde. Lo contraté desde España por internet.
Respecto a la zona central, ir a Trinidad sin coche era incluso más peliagudo pues la distancia es realmente considerable 335 Km, y en Viazul suponía casi un día perdido en el trayecto en bus. Puede interesar en viajes más largos, pero con tan poco tiempo, fastidia bastante la verdad. Así que, por cuestión de precio y para aprovechar al máximo, volví a decantarme por la opción del mini-circuito de cuatro días.
Por las fechas de los vuelos, sobre todo el de ida, el 2 de enero, los precios eran bastante elevados, si bien no tanto como en la semana de Navidad. Pero como las fechas no eran negociables por razones laborales, después de mucho mirar y esperar con paciencia a que bajaran los precios de los vuelos (que, por cierto, no hicieron más que ir subiendo según pasaban las jornadas), aproveché una oferta puntual on line de Halcón Viajes, que incluía vuelos directos con AirEuropa, traslados aeropuerto-hotel-aeropuerto, visados, seguro ampliado (que necesito por razones particulares) y 10 noches en el Hotel Sevilla. La oferta era cerrada y suponía perder cinco noches de alojamiento en La Habana, pero por más que busqué, no encontré nada que me saliera más barato en un hotel con esa ubicación, aun reservando cinco noches menos. Por mi cuenta, sorprendentemente solo el vuelo me salía 200 euros más barato por persona que el paquete completo, a lo que tendría que añadir el hotel, los traslados, los visados y el seguro.
En resumen, que un viaje a Cuba lleva tiempo de preparar y tampoco resulta demasiado barato. Hay formas de ahorrar, moviéndose con los autobuses de Viazul, alojándose en casas particulares, etc; pero hay que estudiarlo mucho y contar con más días. Así que a estudiar toca, al fin y al cabo los preparativos no dejan de ser una parte misma del propio viaje, ¿no?
Conforme iba leyendo información, añadía nuevos destinos y descubrí también que la isla es más grande de lo que me había imaginado, con lo cual lo que empezó en siete días acabó en doce, en realidad diez, pues un día se va en la ida y otro en la vuelta: en total, diez días completos allí. Como no era posible alargarlo más, tuve que eliminar lugares tan atractivos como la zona oriental de la isla. Me puse unos destinos fijos como La Habana un mínimo de tres días, Viñales, Trinidad, Topes de Collantes y algún cayo. Demasiadas aspiraciones para tan pocos días, lo sé; pero como los días son los que son, ahí empezó la locura de ver qué hacer, en qué orden y cómo cuadrarlo todo.
La excursión a Viñales de un día desde La Habana que ofertan las agencias no me convencía, es una paliza y te pasas la mayor parte del tiempo metido en el bus pues hay 189 Km. desde La Habana a Viñales. Además, quería incluir Las Terrazas y Soroa. Hay guías que ofertan los tres destinos en un día con un taxista, pero incluso esa opción a la carta seguía pareciéndome una paliza para una sola jornada. Así que me planteé dos o tres días por esta zona para poder unir también Cayo Jutías o Cayo Levisa.
El alquilar un coche quedó descartado casi desde el principio: para dos personas sale bastante caro, en enero no hay demasiadas horas de sol (amanece a las siete y anochece a las seis), a mi no me gusta conducir, somos incapaces de levantarnos antes de las ocho a no ser que nos obliguen y circular por las carreteras cubanas de noche no es muy aconsejable si no se conocen. Tanteé la opción de contratar un coche con conductor, pero el precio también subía mucho. Miré contratar taxis para ir de unos lugares a otros, pero eso complicaba bastante el tema, y con el autobús se pierde bastante tiempo. Finalmente encontré una solución intermedia que terminó saliendo bastante bien: un mini-circuito de tres días: el primer día recorriendo Las Terrazas y Soroa (durmiendo en Soroa), el segundo día visitando Cayo Levisa (duramiendo en Viñales) y el tercer día por Viñales con regreso a La Habana por la tarde. Lo contraté desde España por internet.
Respecto a la zona central, ir a Trinidad sin coche era incluso más peliagudo pues la distancia es realmente considerable 335 Km, y en Viazul suponía casi un día perdido en el trayecto en bus. Puede interesar en viajes más largos, pero con tan poco tiempo, fastidia bastante la verdad. Así que, por cuestión de precio y para aprovechar al máximo, volví a decantarme por la opción del mini-circuito de cuatro días.
Por las fechas de los vuelos, sobre todo el de ida, el 2 de enero, los precios eran bastante elevados, si bien no tanto como en la semana de Navidad. Pero como las fechas no eran negociables por razones laborales, después de mucho mirar y esperar con paciencia a que bajaran los precios de los vuelos (que, por cierto, no hicieron más que ir subiendo según pasaban las jornadas), aproveché una oferta puntual on line de Halcón Viajes, que incluía vuelos directos con AirEuropa, traslados aeropuerto-hotel-aeropuerto, visados, seguro ampliado (que necesito por razones particulares) y 10 noches en el Hotel Sevilla. La oferta era cerrada y suponía perder cinco noches de alojamiento en La Habana, pero por más que busqué, no encontré nada que me saliera más barato en un hotel con esa ubicación, aun reservando cinco noches menos. Por mi cuenta, sorprendentemente solo el vuelo me salía 200 euros más barato por persona que el paquete completo, a lo que tendría que añadir el hotel, los traslados, los visados y el seguro.
En resumen, que un viaje a Cuba lleva tiempo de preparar y tampoco resulta demasiado barato. Hay formas de ahorrar, moviéndose con los autobuses de Viazul, alojándose en casas particulares, etc; pero hay que estudiarlo mucho y contar con más días. Así que a estudiar toca, al fin y al cabo los preparativos no dejan de ser una parte misma del propio viaje, ¿no?
Dejo un pequeño mapa casero, en naranja los lugares que íbamos a visitar:
El dos de enero salimos con apenas diez minutos de retraso desde el aeropuerto de Barajas. Había reservado los asientos del avión en la web de AirEuropa (10 euros por asiento y vuelo), si bien en la ida no conseguí pillar los de primera fila, con más espacio delante para estirar las piernas. Salimos con lluvia y frío a las 15:15 hora española y después de más de 10 horas de vuelo pesado e interminable, pero sin incidencias dignas de mención, llegamos a La Habana sobre las 19:15 hora cubana, ya de noche allí. Los trámites en el aeropuerto José Martí fueron lentos, pero a nosotros se nos dio bien y terminamos pronto. Nos estaba esperando un autobús de Travelplán para llevarnos a los respectivos hoteles. Otros viajeros tardaron más y aprovechamos la espera para ir a cambiar a la Cadeca (Casa de Cambio) del aeropuerto. Tardamos una media hora porque había bastante cola, pero nos venía muy bien llevar ya moneda cambiada. El cambio fue parecido al que nos dieron en otras Cadecas de La Habana, creo que no varía demasiado de unas a otras, incluso puede que sea hasta el mismo. Donde no hay que cambiar es en los hoteles. En los bancos no probamos, había demasiadas colas.
El trayecto desde el aeropuerto José Martí hasta La Habana Vieja nos llevó una media hora. La verdad es que llegar a La Habana de noche y descubrir sus calles desde el bus es toda una experiencia, porque aunque vas sabiendo que las ciudades en Cuba están mucho menos iluminadas de lo que estamos acostumbrados en España, no deja de resultar chocante encontrártelas medio en penumbra, mientras intentas desentrañar el estado de los edificios, que se adivinan unos decrépitos y otros hermosos y coloristas; pero sobre todo sorprende la gente, la gran cantidad de personas que se mueven tranquilamente entre las sombras. Los parques y las aceras están repletos de niños que juegan, gente que pasea, habla en corros o sentados en bancos o en sus propias sillas. Te preguntas, cómo pueden estar tan panchos en un lugar tan oscuro; y te da un poco de cosa pensar que tú mismo tendrás ir por esas calles en cuestión de horas. Sin embargo, la sensación de cierta inquietud se supera muy pronto.
En el autobús nos dieron una hoja de Travelplán con reseña de excursiones y una cita para el día siguiente a las 09:15 para la reunión informativa de rigor, reunión a la que no íbamos a asistir entre otras cosas porque a esa hora ya estaríamos de camino a Las Terrazas y Soroa.
En la misma entrada del Hotel Sevilla, mientras recoges las maletas, están aposentadas bastantes personas que te ofrecen de todo, guías, taxis, visitas turísticas, puros… No somos muy aficionados a escuchar al primero que se dirige a nosotros y, además, íbamos muy aleccionados sobre el tema de los jineteros, buscavidas y demás gente que intentan sacar algún cuc extra a los turistas, así que simplemente con decir “no, gracias”, la primera prueba quedó superada.
El Hotel Sevilla es todo un histórico en La Habana, fue inaugurado en 1908. Allí se alojaron en los años dorados de la ciudad escritores, actores de cine, cantantes y también tuvieron su cuartel general famosos gansters como Lucky Lucciano. Hay colecciones de fotos de la época muy interesantes en uno de los vestíbulos, junto a los ascensores. Tiene una fachada de corte neomudejar realmente preciosa y sus salones respiran un sabor clásico que resulta muy atractivo, más aún por la noche en que pasan más desapercibidos los desperfectos causados por el tiempo y un mantenimiento limitado. El patio andaluz es encantador para tomar un cóctel o una cena rápida, siempre amenizada con actuaciones en directo de grupos de música cubana.
El trayecto desde el aeropuerto José Martí hasta La Habana Vieja nos llevó una media hora. La verdad es que llegar a La Habana de noche y descubrir sus calles desde el bus es toda una experiencia, porque aunque vas sabiendo que las ciudades en Cuba están mucho menos iluminadas de lo que estamos acostumbrados en España, no deja de resultar chocante encontrártelas medio en penumbra, mientras intentas desentrañar el estado de los edificios, que se adivinan unos decrépitos y otros hermosos y coloristas; pero sobre todo sorprende la gente, la gran cantidad de personas que se mueven tranquilamente entre las sombras. Los parques y las aceras están repletos de niños que juegan, gente que pasea, habla en corros o sentados en bancos o en sus propias sillas. Te preguntas, cómo pueden estar tan panchos en un lugar tan oscuro; y te da un poco de cosa pensar que tú mismo tendrás ir por esas calles en cuestión de horas. Sin embargo, la sensación de cierta inquietud se supera muy pronto.
En el autobús nos dieron una hoja de Travelplán con reseña de excursiones y una cita para el día siguiente a las 09:15 para la reunión informativa de rigor, reunión a la que no íbamos a asistir entre otras cosas porque a esa hora ya estaríamos de camino a Las Terrazas y Soroa.
En la misma entrada del Hotel Sevilla, mientras recoges las maletas, están aposentadas bastantes personas que te ofrecen de todo, guías, taxis, visitas turísticas, puros… No somos muy aficionados a escuchar al primero que se dirige a nosotros y, además, íbamos muy aleccionados sobre el tema de los jineteros, buscavidas y demás gente que intentan sacar algún cuc extra a los turistas, así que simplemente con decir “no, gracias”, la primera prueba quedó superada.
El Hotel Sevilla es todo un histórico en La Habana, fue inaugurado en 1908. Allí se alojaron en los años dorados de la ciudad escritores, actores de cine, cantantes y también tuvieron su cuartel general famosos gansters como Lucky Lucciano. Hay colecciones de fotos de la época muy interesantes en uno de los vestíbulos, junto a los ascensores. Tiene una fachada de corte neomudejar realmente preciosa y sus salones respiran un sabor clásico que resulta muy atractivo, más aún por la noche en que pasan más desapercibidos los desperfectos causados por el tiempo y un mantenimiento limitado. El patio andaluz es encantador para tomar un cóctel o una cena rápida, siempre amenizada con actuaciones en directo de grupos de música cubana.
Al llegar, teníamos hambre, pero estábamos cansados y al día siguiente nos íbamos temprano para Soroa, no nos apetecía salir a patear las calles, buscando un sitio donde cenar. Así que nos sentamos en el Patio Andaluz y pedimos un par de cócteles, unos bocatas de atún (muy ricos) y una ensalada (pimientos y judías verdes de lata), mientras empezábamos a acostumbrarnos a las actuaciones de músicos en directo, que ya no nos abandonarían durante todo el viaje. Nos cobraron 19 CUC, un poco caro, pero tampoco se puede esperar otra cosa en el patio de un hotel así. Y, naturalmente, los músicos pasaron la gorra al final de la actuación, pidiendo una colaboración. Empezábamos con las propinas (esa noche, en media hora, maletero, camarero y cantantes), rutina impuesta que se repetiría constantemente a lo largo del viaje. Terminas aceptando que es algo propio de Cuba, como la música, el ron, la alegría de los cubanos o la imagen del Che. Al principio te pillan un poco descuidado, pero pronto aprendes a disponer de monedas suficientes para no dar de más: un cuc es una propina más que suficiente (en los lavabos, con 0,20 ó 0,30 está bien).
Por supuesto, dada la oferta que llevábamos, no esperábamos ni el desayuno vip en el restaurante del ático, ni una habitación tipo suite con maravillosas vistas en los pisos más altos. Nuestro desayuno era en el buffet del lobby y nos dieron una habitación normalita en el tercer piso que daba a la calle. No era muy amplia (la cama si tendría casi 2m de ancha), pero tampoco íbamos a parar mucho dentro. El armario muy pequeño, una mesa, una cómoda con cajones, un escritorio y una televisión grande de pantalla plana. Había secador de pelo y botecitos de gel, champú y body milk. Los muebles viejos, igual que las toallas, sábanas y colcha. El cuarto de baño muy antiguo también. Sin embargo, todo estaba limpio, no había bichos más allá de algún insecto tamaño pequeña mosca, el agua salía caliente y el aire acondicionado funcionaba bien. Había enchufes a 110 y 220 voltios, y no son necesarios adaptadores. Los cargadores de teléfonos y máquinas de fotos cargan bien incluso en los enchufes de 110.
Habitación con figuritas de cisnes (otro día tuvimos elefantes):
Por la noche, como es lógico, costó conciliar el sueño por la diferencia horaria, y en la nebulosa de ese querer dormir y no poder, escuché con horror como golpeaba furiosamente el agua contra los cristales de las ventanas: estaba lloviendo a cántaros. ¿Se habría acabado nuestra tradicional suerte con el tiempo en los viajes? ¡Puffff!
Fachada del Hotel Sevilla por la noche:
Uno de los salones del hotel: