GINEBRA ✏️ Diarios de Viajes de SuizaAvión Swiss Air BCN-Ginebra. Llegada en una hora y veinte minutos. En el avión nos obsequian con bebidas, una pasta rellena de chocolate (tipo napolitana) y una chocolatina. Tren al centro de la ciudad (ojo con no subirse en primera clase cuando...Diario: Suiza en tren con Swiss pass⭐ Puntos: 4.8 (4 Votos) Etapas: 15 Localización: SuizaAvión Swiss Air BCN-Ginebra. Llegada en una hora y veinte minutos. En el avión nos obsequian con bebidas, una pasta rellena de chocolate (tipo napolitana) y una chocolatina. Tren al centro de la ciudad (ojo con no subirse en primera clase cuando llevas segunda) y alojamiento en el hotel Drake Longchamp, en la calle Butini, muy cerca de la principal Rue de Lausanne, al que se llega en el tranvía nº 15 desde la Plaza Cornavin (estación de trenes). Una vez tuvimos las llaves y dejamos las cosas en las habitaciones volvimos a la Rue de Lausanne para coger el tranvía. El mismo que nos ha llevado al hotel nos conducirá en poco tiempo a nuestras siguientes visitas (dirección Nations). El nombre de Ginebra es de origen celta: Genava. Aunque Ginebra esté mencionada en escritos de Julio César en latín como Genava (Génava), durante la Guerra de las Galias, el nombre en sí mismo es de origen céltico. Vendría a significar algo parecido a "estuario". El primer pueblo que se estableció en la región y en parte de Galia (Saboya y Delfinado) fueron los alóbroges. El lugar ocupado actualmente por Ginebra fue un poblado alóbroge, tomado y fortificado por César (58 a. C.). Bajo la dominación romana forma parte de la provincia de la Galia Narbonense. A la caída del imperio la ocuparon los burgundios (siglo V) y los francos (534). Fue capital del reino de Borgoña en el siglo IX y se integró en el Sacro Imperio Romano Germánico en 1032, dentro del cual goza de cierta autonomía. En el siglo XVI adoptó rápidamente las tesis de la Reforma luterana y acogió a Calvino en 1541. Con el calvinismo, la ciudad se convirtió en refugio para protestantes que escapaban de otros lugares. En la noche del 11 al 12 de diciembre 1602, Ginebra fue atacada por los duques de Saboya. Los atacantes utilizaron unas escaleras plegables de madera (guardadas en el Museo de arte e historia) para asaltar la muralla sur. Los ginebrinos ganaron la batalla y llamaron ese evento "l'Escalade", cuya conmemoración se celebra cada año. Anexionada por la Francia revolucionaria en 1798, la unión duró hasta la derrota de Napoleón en 1814. En 1815 se sumó a la Confederación Helvética. Hoy en día es una de las ciudades más francesas de Suiza, una de las más caras del mundo pero también una en las que se vive mejor. A orillas del lago Lemán (o lago de Ginebra) se encuentran importantes ciudades y entre ellas destaca Ginebra, puerta natural de entrada a Suiza y donde desemboca el río Ródano. Es posiblemente el centro urbano más cosmopolita de Suiza. Se la conoce como la “ciudad de la Paz” o “la más pequeña de las grandes ciudades” porque, pese a tener pocos habitantes, tiene una gran importancia internacional a nivel diplomático, porque alberga muchas organizaciones internacionales y por las conferencias que se realizan en ella al más alto nivel. Es sede de unas 200 organizaciones internacionales. Fue sede de la Sociedad de Naciones (precedente de la actual ONU) en el período entre las dos guerras mundiales y hoy acoge la principal delegación de la ONU en Europa. Tampoco podemos olvidar que es la sede de la Cruz Roja, que nació allí. Ginebra es una ciudad rica y bien cuidada, entre las más caras del mundo, con un casco antiguo bien preservado, tranvías, calles peatonales y numerosos parques. El casco antiguo se encuentra en la orilla izquierda del lago Lemán. La estación de ferrocarril se ubica en la orilla derecha del lago, en la plaza de Cornavin. Desde esta plaza salen dos calles muy comerciales, la rue de Lausanne y la rue de Mont Blanc. Una vez cruzado el lago por algunos de los diferentes puentes (de Mont Blanc, des Bergues, de l’Ille, etc.) estaremos en la orilla izquierda donde unas calles más allá comienza el casco antiguo (“vieille ville”). En primer lugar entramos en el Palacio de Naciones Unidas,en el enorme Parque Ariana, al que se accede por una entrada trasera (no la principal, más famosa, llena de banderas) y para la que tienes que caminar un poco. Por el camino vimos el exterior del Museo Ariana, precioso palacio rodeado de jardines junto a los que hay una estatua de Gandhi. La visita al Palacio de Naciones Unidas cuesta unos 10 CHF por persona y es necesario mostrar un pasaporte por grupo para que te den una acreditación. En nuestro caso fue imposible hacer la visita en español y tuvimos que conformarnos con una en inglés con una guía de nacionalidad china. El recorrido dura una hora y recorres las principales salas de los distintos edificios que conforman el conjunto, mucho más completa e interesante que Naciones Unidas en Nueva York. O por lo menos a mí me lo pareció así. Llaman poderosamente la atención la sala de Derechos Humanos, con una espectacular cúpula obra de Miquel Barceló, o la sala del Consejo, con pinturas murales de Josep Mª Sert. La Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra se ubica en el llamado Palacio de las Naciones, edificio construido por la Sociedad de Naciones entre 1929 y 1938 y ampliado en los primeros años de la década de los cincuenta y últimos sesenta. También se ubican allí oficinas administrativas de otros organismos dependientes como el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la OMS o la OIT. Ha sido ampliado en varias oportunidades hasta alcanzar un largo total de 600 metros. Posee 34 salas de conferencias y alrededor de 2800 oficinas. Es la segunda de las cuatro sedes más grande, después de la de Nueva York. Delante del Palacio nos llama la atención una curiosa escultura. En el Parque Ariana se han ido incorporando obras de arte contemporáneo. Entre esas obras se encuentra la Silla Rota. Se trata de una monumental escultura (cuya temática deja muy clara el nombre) de 12 metros de altura y más de 5 toneladas de peso. Está hecha en madera por el maestro carpintero Louis Genéve, siguiendo los diseños del artista helvético Daniel Berset. Fue un encargo de la organización Handicap International, firme defensora de los derechos de las personas discapacitadas y que quería llamar la atención sobre el daño que provocan las minas antipersonas. Se instaló allí en 1997 para estar solo tres meses... y lo que lleva. Saliendo del Palacio y cruzando la calle encontramos el enorme edificio que alberga la Cruz Roja. En la parte inferior está en Museo de la Cruz y la Media luna roja, que es visitable (con audioguía). Sin estar mal el museo es algo insípido. Eso sí, no podemos dejar de lado el hecho de que la Cruz Roja nació en Ginebra y que es el único museo que se le ha dedicado en el mundo. Fue inaugurado en 1988 y completamente remodelado en 2013. Se encuentra situado junto al CICR (Comité Internacional de la Cruz Roja- un edificio que sí es precioso), en una moderna instalación de estructura subterránea hecha con cristal y cemento. Se inauguró en 1988 y del mismo se pueden destacar algunas obras como el grupo ‘Los petrificados’, escultura de Carl Bucher que representa la violación de los derechos del ser humano. Henri Dunant nació en Ginebra en 1828. Era empresario, filántropo y humanista. Al observar las secuelas de la batalla de Solferino en Italia, se decidió a escribir sus recuerdos y experiencias en el libro Un Recuerdo de Solferino, en el que reclamó la creación de un cuerpo de voluntarios para socorrer a los heridos de guerra sin distinción del bando que fueran. Dicha petición sirvió más tarde para la fundación de la Cruz Roja. Él mismo ayudó económicamente para comprar material sanitario, que escaseaba, y animó a la población a asistir a los heridos sin importarles de dónde eran. Es más, se le considera el inventor del botiquín de primeros auxilios. La primera reunión aconteció el 17 de febrero de 1863, la cual se considera hoy en día la fecha de fundación del Comité Internacional de la Cruz Roja. El Presidente de la Sociedad Ginebrina para el Bienestar Público, el jurista Gustave Moynier, hizo del libro y sus sugerencias el tema de la reunión de 9 de febrero de 1863. Las recomendaciones de Dunant se examinaron y se valoraron positivamente por los miembros. Crearon un comité de cinco personas para investigar más la posibilidad de llevarlo a cabo e hicieron de Dunant uno de sus miembros. Los otros fueron Moynier, el general del ejército suizo Henri Dufour y los médicos Louis Appia y Théodore Maunoir. Moynier y Dunant tuvieron muchas discrepacias al respecto de mantener la neutralidad, algo que para el segundo era innegociable. En 1864 se redactó la Convención de Ginebra con base en algunos de los postulados humanitaristas de Dunant, que recibió el premio Nobel de la Paz en 1901. En el casco antiguo pasamos por la casa donde tuvieron lugar esas reuniones y donde nació la Cruz roja. Regresamos al centro de la ciudad y comemos en Manora (restaurante self-service del centro comercial Manor), una opción muy razonable teniendo en cuenta los precios de Suiza. La comida está dispuesta en diferentes zonas y puedes escoger lo que quieras. Los precios están marcados y no es difícil saber lo que cuesta cada cosa. En el caso de las ensaladas, por ejemplo, dispone de una especie de buffet en el que puedes elegir lo que más te gusta y pagar el precio por el tamaño del plato. La gracia es llenarlo lo más posible y con aquello que resulte más caro (vamos, si se puede coger ensalada de pasta con carne mejor que lechuga porque se paga lo mismo). También hay una zona donde unos cocineros hacen carne u otros platos calientes al momento. Los postres son deliciosos. En cuanto a la bebida, aunque puedes coger lo que gustes es bueno saber que en el restaurante, junto a las mesas, hay un grifo en el que puedes servirte agua muy buena, fresca y gratis. Visitamos el casco antiguo (ayuntamiento, catedral de san Pedro, Maison Tavel, Parc des Bastions, catedral ortodoxa rusa, reloj de flores, etc). También vimos la torre de la Isla, situada en una pequeña isla en medio del río Ródano que pasa desapercibida si no te fijas atentamente. Se trata de los restos de un antiguo castillo episcopal del siglo XII - XIII que después se convirtió en prisión. Al pie de la torre existe una lápida que recuerda el paso de Julio César por Genava. Así es como se llamaba la ciudad en la época romana, en el 58 a.C. Hay una estatua de 1919 dedicada a Philibert Berthelier. Se trataba de un patriota ginebrino al que juzgaron por traición contra el duque de Saboya y decapitaron en 1519. Estuvo en esa prisión. La catedral de san Pedro se halla sobre una colina en la orilla izquierda del Ródano. Data de los siglos XI y XIII y desde sus torres (es posible subir previo pago de 5 CHF- 157 escalones) se obtienen buenas vistas. Se transformó en lugar de culto protestante en el siglo XVI y desde ella Calvino dirigió los asuntos espirituales de la comunidad durante 25 años. Tenía una estructura gótica pero en el siglo XVIII se le incorporó una fachada neoclásica semejante a un templo romano. Llama la atención la ausencia de ornamentación en su interior, sin imágenes ni adornos. Esto es propio del protestantismo. El edificio refleja la estética calvinista imperante, de diseño sobrio y purista e interiores luminosos. Es importante buscar (en la nave de la izquierda conforme se entra) la silla que usó Calvino, mucho más pequeña de lo que habría imaginado (lo primero que pensé al verla es que el buen señor tenía un culito pequeño). Excavaciones recientes han demostrado que ya en tiempos de los romanos esa zona estaba ocupada. Al salir estuvimos un rato sentados (o debería decir tumbados) en unos curiosos bancos cubiertos de césped. Por detrás de la catedral se puede bajar la estrecha escalera del “Passage des degres de poules”, para desembocar en la Plaza du Bourg-de-Four, origen del primer asentamiento a orillas del lago. Cuenta con una atractiva fuente del siglo XVIII y el Palacio de Justicia, que fue en sus inicios un convento y después un hospital. Alrededor de la plaza se pueden recorrer algunas de callejuelas de trazado medieval, con pasadizos, plazas, fuentes y surtidores decorados, tiendas y tascas o cafés. En esa plaza se celebraba un mercado desde el siglo IX. En el siglo XVI muchos protestantes que huían de otros países se alojaron allí. Por eso la altura de las casas aumentó (sin ser muy altas). También se puede visitar el Ayuntamiento (“Hôtel de Ville”). En su Salón Alabama se firmó el primer Tratado de Ginebra con el que se fundó la Cruz Roja. Frente al Ayuntamiento se aprecia el edificio del antiguo arsenal, construcción del siglo XV que inicialmente tuvo como finalidad almacenar trigo. A la entrada hay un patio con soportales y varios cañones de artillería de los siglos XVII y XVIII donde en verano tienen lugar conciertos. En la primera planta están instalados los Archivos del Estado. Aunque nosotros no lo vimos, tiene una curiosa escalera en rampa y en espiral, empedrada, que antes se subía a caballo. Data de mediados del siglo XVI. En uno de los extremos del Ayuntamiento empieza la artería principal del casco antiguo, la Grand-Rue (Calle Mayor), plagada de edificios neoclásicos, anticuarios, cafés y librerías. La avenida es comercial y pintoresca, con mansiones antiguas restauradas. Una de ellas, la del número 40, se corresponde con la casa natal del filósofo y escritor Jacques Rousseau. En la primera planta está situado el museo dedicado a la vida y obra del gran pensador. La “Maison Tavel” se considera la casa más vieja de Ginebra. Y aún está en pie. Perteneció a una familia noble local, cuyo escudo se puede observar en una de las ventanas de la fachada. Tiene sus orígenes en el siglo XII-XIII aunque sufrió modificaciones en los siglos XIV y XVII porque se destruyó en un incendio de 1334. Los propietarios que la renovaron fueron los ricos mercaderes Calandrini, que dotaron a la fachada de más ventanas. La fachada está decorada con cabezas esculpidas. Y la torre de la esquina es circular, alta y con tejado piramidal. Muy de cuento de hadas. Acoge desde 1996 un museo dedicado a la vida de los ginebrinos en la antigüedad y en la planta superior una preciosa maqueta de la ciudad del siglo XIX. Pertenecía a la familia Tavels, unos nobles ginebrinos. En la planta baja hay expuestas algunas baldosas del siglo XVI y objetos medievales. En la primera planta, hay piezas de metal como puertas y tiradores que se remontan a edificios de los siglos XVI y XVIII. En la sala más pequeña de la primera planta, se pueden ver cuatro cuadros del siglo XVIII que muestran representaciones de Ginebra. En la segunda planta hay doce salas que nos dejan ver cómo eran en el siglo XVIII. Entre ellas hay un salón, una biblioteca, los aposentos, una torreta y la cocina. Los sótanos se remontan al siglo XII. Hay unos enormes barriles. También se destinan a exposiciones temporales. La entrada a la casa (no a las exposiciones temporales) es gratis. Vale la pena dedicarle un rato. En el Jardín Anglais hay un enorme y bonito reloj de cinco metros de diámetro y más de diecisiete metros de circunferencia. Lo curioso es que está hecho de flores. El Servicio de Parques de Ginebra creó en el 1955 el Reloj de Flores o L'Horloge Fleurie y desde entonces, ha servido de inspiración a otras ciudades. Funciona gracias a un mecanismo electrónico que le permite regular la hora. Es imposible que funcione mal. Estamos en Suiza. Cogimos un barco para dar un paseo de una hora por el lago Leman y al salir vimos el lugar donde mataron a Sissi (ante el hotel Beau Rivage), el mausoleo del duque de Brunswick y la Ile de Rousseau. Y, claro, vemos el Jet d'eau desde todos los ángulos. El chorro de agua es el símbolo de Ginebra. Se trata de un géiser artificial de 145 metros de altura cuyo funcionamiento está condicionado por las condiciones climáticas. No hace falta que haga grandes introducciones para saber quién era Sissi. Es un personaje muy conocido. El cine no ha sido muy fiel al reflejar su vida, siendo a menudo edulcorada. En la vida real fue una mujer compleja e inadaptada a la vida que le tocó vivir. Era una gran viajera, una aventurera, rebelde. Un espíritu libre en la enconsertada vida de la corte vienesa. Estaba obsesionada con su cuerpo. Medía 1,72 metros y apenas pesaba 50 kilos, con una cintura de avispa que mantuvo toda la vida. Hacía ejercicio hasta la extenuación y montaba a caballo durante horas. No dejó que volvieran a hacerle una foto desde los 30 años, siempre se mostraba cubierta en público desde entonces y su último retrato es de cuando tenía 42 años. Su gran historia de amor con Francisco José queda para el cine; en la vida real él sí la amaba pero ella a él no. Tuvo cuatro hijos, de los que perdió a la pequeña Sofía a los dos años y al único varón, Rodolfo, que según la versión oficial se suicidó. El anarquista Luigi Lucheni quería asesinar a un noble francés en Ginebra. Cuando el rey de Italia Humberto I sofocó una revuelta de obreros en Milán en mayo de 1898, Lucheni juró venganza y planeó diversos atentados, a pesar de no tener dinero para viajar a Italia. Sissi se encontraba de incógnito en la ciudad suiza junto a su dama de compañía pero un artículo de periódico develó la identidad de la famosa visitante. Lucheni vio en ella a la víctima perfecta. La atacó con un fino estilete en el corazón mientras paseaba a orillas del lago Lemán. Al principio la emperatriz, que entonces tenía 60 años, pensó que el extraño había querido robarle el reloj y se levantó a duras penas. Llegó a subir al barco pero pocos minutos después se desvaneció y murió. Lucheni fue detenido por los viandantes al ver que huía. Fue entregado a la policía y, al saberse del asesinato de Sissi, fue condenado a cadena perpetua. No le importó la condena pero sí el castigo. Deseaba, parece, que le condenaran a muerte para pasar a la historia como mártir. No se le concedió el deseo y terminó suicidándose. Frente al Hotel Beau Rivage, donde se alojaba, una estatua recuerda a Sissi en el lugar donde fue asesinada a orillas del lago. Muy alta, muy delgada y con un abanico. El muro de los reformadores es una pared de 100 metros situada en el Parque del Paseo de los Bastiones y que fue construido al lado de la muralla de la fortaleza del siglo XVI. En este muro se esculpieron en piedra las efigies de los cuatro líderes de la Reforma protestante: Knox, Bèze, Calvino y Farrel. El muro, erigido entre 1909 y 1917, está cubierto con inscripciones e imágenes que describen la historia de la Reforma y la persecución de sus primeros seguidores. Entre los símbolos grabados en piedra están el emblema de Ginebra, el águila real y la llave episcopal, así como león de Berna (su aliada) y el león de Escocia (hermanada con Ginebra por la religión y su pugna histórica). Es uno de los monumentos más famosos de la ciudad así que su visita es obligada. En ese parque está la Universidad de Ginebra. Cogimos un tranvía y fuimos al barrio de Carouge. Los tranvías pasan por la Place de Neuve. Creo que son el 12 y el 18. Tardan en llegar unos 18 minutos. Hay 8 paradas hasta Rondeau. Carouge fue construida en su mayor parte en el siglo XVIII, bajo la dirección del rey de Cerdeña, ya que la ciudad era protectorado de su reino. El trabajo lo llevaron a cabo arquitectos de Turín, dando lugar a una ciudad de estilo colorista lombardo, que impregna las casas con preciosas arcadas y plazoletas. Es como un remanso de paz en plena ciudad, como si entraras de repente en otro mundo. Es un barrio bohemio, tranquilo, sin grandes monumentos. El corazón del barrio es la Place du Marché. Si visitas esta plaza en las mañanas de miércoles o sábado hay un mercado que lleva más de 300 años en funcionamiento. Las casas neoclásicas. Muchas se han convertido hoy en galerías de arte, boutiques y tiendas especializadas. Y es que actualmente en el barrio se han instalado muchos artistas y artesanos. Hay un museo, el Museo de Carouge, que alberga una colección de cerámica de artistas locales de los siglos XIX y XX. Nosotros no lo visitamos. Parece que también es uno de los sitios de moda para ir a tomar algo. Volvimos a tomar un transporte y nos dirigimos a uno de los barrios de Ginebra que no visitan los turistas, el de Eaux Vives, con un ayuntamiento de arquitectura típicamente suiza y mucho más bonito que el de la propia ciudad. Se va en los tranvías 12 o 21. Son unos 20 minutos de trayecto y la parada se llama así. Hay un parque, de los más antiguos de la ciudad, en la ampliación del Parc de la Grange, con el que se comunica a través de una puerta situada más abajo. La minúscula isla de Rosseau, donde solía ir a pasear y descansar el filósofo, es ahora lugar de encuentro de jóvenes con su música y sus bebidas. Nada relajante. Pero es posible ver muchas aves a su alrededor. Índice del Diario: Suiza en tren con Swiss pass
01: Recorrido
02: DATOS PRÁCTICOS
03: GINEBRA
04: LAUSANNE, VEVEY Y MONTREUX
05: FÁBRICA DE QUESO, GRUYÈRES, CHOCOLATE CALLIER, CHILLON, ROCHERS DE NAYE
06: MONTREUX Y PASEO DE LAS FLORES AL CASTILLO DE CHILLON, TREN GOLDEN PASS A
07: LAUTERBRUNNEN, CATARATAS DE TRUMMELBACH, TELEFÉRICO A GIMMELWALD (subida
08: TREN A ZERMATT. VISITA AL PUEBLO. SUBIDA AL GORNERGRATBAHN (Cervino)
09: TREN GLACIER EXPRESS A CHUR. VISITA A CHUR. VISITA A AROSA.
10: VISITA A VADUZ ( Liechtenstein), MAIENFELD (Pueblo de Heidi), SAN GALLEN
11: BERNINA EXPRESS. TIRANO . AUTOBÚS BERNINA EXPRESS. LUGANO
12: BELLINZONA. TREN y BARCO WILHELM TELL. LUCERNA
13: MONTE PILATUS. STANSERHORN.ALTDORF. BÜRGLEN. SCHWYZ
14: BERNA Y ZURICH
15: BASILEA. REGRESO A BARCELONA DESDE ZURICH
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