Un día en Bucarest y final del viaje ✏️ Diarios de Viajes de Rumania11º día: BUCAREST. El tren llega a la estación Gara de Nord a las 6h de la mañana. Hemos reservado habitación en un hotel cercano, un Ibis, pensando que como mínimo nos servirá para dejar las maletas mientras decidimos qué nos apetece hacer. La...Diario: La Gran Pascua ortodoxa (Rumanía)⭐ Puntos: 4.8 (12 Votos) Etapas: 7 Localización: Rumania11º día: BUCAREST El tren llega a la estación Gara de Nord a las 6h de la mañana. Hemos reservado habitación en un hotel cercano, un Ibis, pensando que como mínimo nos servirá para dejar las maletas mientras decidimos qué nos apetece hacer. La verdad es que a esas horas lo que nos apetece es seguir durmiendo El hotel no se ve desde la salida de la estación, pero preguntando a los taxistas lo encontramos en menos de 5 minutos. Además tenemos suerte, en recepción nos dicen que nuestra habitación (una triple) está preparada, sólo hay que esperar hasta las 7h para ocuparla, respetando la norma interna del hotel. Nos sentamos a esperar y al poco rato se abre la barra de la cafetería, así que también podemos tomar café y unos bollos. El Ibis Gara de Nord es, como todos los de su marca, bastante espartano y falto de carácter. Lo hemos elegido por la proximidad a la estación y porque vamos a dormir muy poco, ya que nuestro vuelo saldrá en la madrugada del día siguiente. Pagamos 54€ por una habitación bastante grande, con 2 camas king size y sin desayuno, lo cual nos pareció un ahorro con respecto a coger 2 habitaciones en un hotel más viejo y barato. Dormitamos hasta las 9h para compensar un poco la falta de sueño y a continuación bajamos a la parada del Metro, por una boca que hay justo frente a la puerta del hotel. Bucarest, como todo el mundo sabe, no es una capital con grandes atractivos, pero ya que estamos aquí habrá que recorrer algo de lo más característico. ¿Y qué es lo verdaderamente genuino y exclusivo de Bucarest?... Efectivamente, es el Palatul Parlamentului, que puede presumir de ser el segundo montón de ladrillo y cemento más grande del mundo, después del Pentágono. Nos bajamos del Metro en Piata Unirii y nos vamos acercando al mastodonte por el centro del gran bulevar. Así podemos imaginarnos la dimensión del desastre urbanístico que la megalomanía de Ceausescu infligió a una ciudad que en la década de 1920 se consideraba elegante y armoniosa. Todo un barrio fue demolido sin contemplaciones en 1984 para allanar el camino a una construcción que todavía hoy no se sabe muy bien para qué puede servir. Cuando llegamos a la vista del palacio y vemos lo que aún nos queda para acercarnos a sus puertas se nos quitan las pocas ganas que teníamos de visitarlo; así además nos ahorramos la incertidumbre (a veces se puede acceder y a veces no). Lo dejamos pasar a nuestra izquierda y giramos en dirección al canal que trae a la ciudad el agua del Danubio. Al llegar allí, tras pasar revista a horrorosos edificios oficiales y un parque infantil en el que podrían acampar a la vez todos los niños de Rumanía, todavía tenemos que andar un poco para cruzarlo, ya que al parecer en el presupuesto de la obra para abrir el canal no entraban más que un par de puentes xD. Pero una vez cruzado estamos ya en lo que se puede considerar centro histórico de Bucarest, lo que equivale a un urbanismo más amable y racional. De hecho estamos ya en la histórica Calea Victoriei y aprovechamos, ¿por qué no? para cumplir con otro de los clichés turísticos más rancios: fotografiarnos junto a la estatua del emperador Trajano que adorna la entrada al Museo Nacional de Historia. Trajano y su loba La verdad es que la estatuilla en cuestión se las trae, pero en fin, ya estamos viendo que en Bucarest abundan los objetos peculiares. Como la cadena de establecimientos Boutique-Restaurant Chocolat, que proponen un extraño e innovador concepto gastronómico. Nos sentamos en su terraza para tomar un excelente chocolate, mientras dudamos entre retirarnos a dormir todo el día o seguir viendo alguna cosa más. Al final decidimos dividirnos para hacer algunas compras, llevarlas por separado al hotel y volver a la zona de Lipscani para comer. Pero antes del almuerzo aún tendremos tiempo de ver la Iglesia Stavropoleos , que tiene un patio rodeado de lápidas antiguas en el que se está muy bien viendo el ir y venir de los turistas. Mientras estamos allí se pone a llover y el centro se queda casi desierto de repente; de hecho no se puede decir que haya grandes masas de turistas en esta ciudad. Elegimos para comer un restaurante turco: el Divan, en la Strada Franceza. Este local viene muy recomendado en las guías y esperábamos encontrarlo lleno, pero al llegar allí hay muy pocos clientes y además la lluvia ha disuadido a la gente de ocupar la mejor mesa, expuesta a la calle, así que nos la adjudicamos nosotros. La cocina nos sorprende por su calidad, creo que es la mejor comida turca que he probado nunca fuera de Turquía. Probamos varios platos de mezze y dos clases de kebab. Tras el café seguimos un rato paseando por Calea Victoriei, descubriendo con luz diurna lo que no veíamos bien la noche que llegamos a Bucarest. La verdad es que esta parte de la ciudad conserva edificios notables, singulares y que en su día debieron ser muy elegantes, pero en diversos períodos de la Historia algunos de ellos fueron destruídos y ya no se recuperaron, otros quedaron abandonados al deterioro y, además, las nuevas construcciones rompieron gran parte de la armonía del plan urbano. El remate del mal gusto probablemente sea eso que yo definiría como "una croqueta pequeña pinchada en un palillo grande y sangriento"... Los que hayáis estado en Bucarest ya sabéis a qué me refiero xD Monumento al "pincho de la Revolución Democrática" Edificios del centro de Bucarest Cuando nos cansamos de caminar, bajamos al Metro para regresar a nuestro hotel. Allí liquidamos las provisiones que nos quedan y pronto nos quedamos fritos. Dormimos razonablemente bien hasta que nos despiertan nuestras alarmas, hacia las 03h30'. Bajamos a recepción para que nos llamen un taxi y salimos a esperarlo fuera (nuestra cuenta ya está pagada con antelación). En menos de 5 minutos llega el taxi con el número que nos habían confirmado y salimos hacia Otopeni. A pesar de lo que se ha dicho con frecuencia sobre los taxistas de Bucarest, la factura del nuestro es totalmente correcta; pagamos 40 RON incluyendo un redondeo al alza como propina. Y ya está terminado el relato de lo más relevante de nuestro viaje. Os animamos sin reservas a visitar Rumanía; es un destino muy fácil y también lo bastante atractivo para que valga la pena. Y lo que es más importante: sus habitantes no se merecen en absoluto la mala fama que a veces se les cuelga en España. Índice del Diario: La Gran Pascua ortodoxa (Rumanía)
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