Nos levantamos con esa sensación ya conocida, más agria que dulce, del último día de tu viaje. Además, Elena se despertó regular (lo achacábamos al cansancio del día anterior, no queríamos ver la realidad) y el día esta feo (llovía un poco). Pero aun teníamos la espina clavada de disfrutar un poco de Central Park y además coincidía que el día anterior había llegado la selección española de fútbol a un hotel justo al lado del parque y saldrían por él, así que, allí que nos fuimos.
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No era el mejor tiempo para despedirse de la ciudad
No era el mejor tiempo para despedirse de la ciudad
Primero, paramos en el Whole Food Market a desayunar (yo, un desayuno poco calórico, huevos con bacon) y a comprar bastantes galletas de triple chocolate para traer España, y de ahí, al parque. Parecía que el día nos respetaba, había dejado de llover y la temperatura era más que agradable en comparación al calor del día anterior. Parecía...
No íbamos con una ruta fija por Central Park, así que caminamos disfrutando de la tranquilidad del parque un Lunes por la mañana, con gente corriendo y haciendo yoga. Nos hicimos varias fotos, y cuando llegábamos a Bethseda Fountain, otra vez a llover, aunque bueno, no era mucho. Algunas fotos más con el lago de fondo y nos encaminamos a la estatua de Alicia en el País de las Maravillas, parando antes en la estatua de Hans Christian Andersen. De pronto, nos damos cuenta de que apenas hay gente en el parque, que todo el mundo se había ido. Llovía, si, pero no tanto como para eso, pero digo que la gente ya se lo conocía. Cuando llegamos a la estatua, el diluvio universal, otra vez mirando alrededor a ver si veíamos a Noé con su arca, ¡¡y encima en la parte más alejada a nuestra salida del parque!!. Ahí nos tienes a los dos, con nuestro churriparaguas de 5$ corriendo para salir del parque en medio de una tromba de agua terrible.
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Sin lluvia, la temperatura era agradable
Sin lluvia, la temperatura era agradable
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Pintores en Betsheda Fountain
Pintores en Betsheda Fountain
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Betsheda Fountain desde detrás
Betsheda Fountain desde detrás
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La estatua de Alicia en el pais de las maravillas, que además servía como "paraguas" a los pequeños
La estatua de Alicia en el pais de las maravillas, que además servía como "paraguas" a los pequeños
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No se aprecia bien, pero era un auténtico diluvio
No se aprecia bien, pero era un auténtico diluvio
Llegamos al apartamento absolutamente chorreando y con toda la ropa guardada. Sacamos lo que pudimos, nos cambiamos, metido lo mojado en bolsas y a la maleta (con miedo de como llegarían). Salimos, cogimos un taxi de un tipo haitiano con el que tuve una conversación de una hora sobre fútbol (¡ya hay otro haitiano que conoce varias cosas del Atleti!) y sobre el partido que España iba a jugar con Haiti y llegamos con tiempo de sobra al JFK para facturar nuestras maletas (una más de las que traíamos al principio, 60$), comer y gastar nuestros últimos dólares en compras en las tiendas.
Me llamó la atención que Elena no dijo absolutamente nada en el trayecto al aeropuerto y una vez después de comer, su cuerpo no pudo más. Los cambios constantes de temperatura, los "chapuzones" en Wall St y de ese mismo día, el calor del día anterior (si, y el "pequeño" paseo), le hicieron polvo. Para ella, fue un infierno la espera en el aeropuerto y el vuelo, con al fiebre cada vez más alta, tan pronto con calor como con frío, y con los medicamentos en las maletas facturadas (y en el avión no te dan nada).Y para colmo, nos tuvieron en el avión así como una hora sentados esperando a tener pista para salir, con bastante calor dentro (no se porqué no ponían el aire, supongo que por temas de combustible). Elena apenas pudo dormir en el viaje (yo caí rendido en el avión y me desperté en el desayuno) y luego estuvo una semana ya en España hasta que se recuperó completamente. Por cierto, el avión, un Boeing 757 sin pantallas individuales, ostensiblemente peor que el A330 de la ida y encima, con una mujer al lado que se dedicaba a cantar las canciones que sonaban en su iPod en un español, cuanto menos, peculiar (menos mal que se durmió pronto).
Aterrizamos en Madrid a la hora prevista, recogimos el coche en el hotel que habíamos reservado en la ida y en poco más de 2 horas estábamos en casa, cansados pero con la satisfacción de de haber completado un viaje increíble.