Día 16: 23 de agosto

Antes de que sonara el despertador, saltó la alarma de incendios del hotel. ¡Menudo susto!. Salimos a la calle por si había algún incendio pero nada. Siguió sonando y sonando así que al final cogí el coche y fui a la recepción. Me dijeron que era una avería y que enviarían a alguien a desconectarla. Ellos no la oían desde allí ya que estábamos en zonas diferentes. Tardaron un buen rato…
Llovía bastante y volvía a haber niebla, así que decidimos salir de la carretera escénica en la milla 66, porque no merecía la pena al no tener vistas y teniendo en cuenta que la velocidad está muy limitada, a la paralela más cercana para volver a entrar en ella en Waynesboro, que es donde termina la Skyline Drive y comienza la Blueridge Parway.
Cuando nos volvimos a incorporar a la carretera escénica llovía a mares, como si tirasen cubos llenos de agua y apenas se veía nada. Así que, bastante quemados, decidimos parar en el siguiente centro de visitantes, Humpback Rocks. Allí nos dijeron que siguiéramos hacia el sur, hasta el centro de visitantes de Otter Creek, que cuanto más al sur mejor hacía, así que continuamos.
Al llegar a la zona de Otter había dejado de llover, así que decidimos bajar a estirar las piernas. Paramos en una zona muy bonita en la que había una línea de ferrocarril abandonada y dimos un pequeño paseo por el bosque.
Llovía bastante y volvía a haber niebla, así que decidimos salir de la carretera escénica en la milla 66, porque no merecía la pena al no tener vistas y teniendo en cuenta que la velocidad está muy limitada, a la paralela más cercana para volver a entrar en ella en Waynesboro, que es donde termina la Skyline Drive y comienza la Blueridge Parway.
Cuando nos volvimos a incorporar a la carretera escénica llovía a mares, como si tirasen cubos llenos de agua y apenas se veía nada. Así que, bastante quemados, decidimos parar en el siguiente centro de visitantes, Humpback Rocks. Allí nos dijeron que siguiéramos hacia el sur, hasta el centro de visitantes de Otter Creek, que cuanto más al sur mejor hacía, así que continuamos.
Al llegar a la zona de Otter había dejado de llover, así que decidimos bajar a estirar las piernas. Paramos en una zona muy bonita en la que había una línea de ferrocarril abandonada y dimos un pequeño paseo por el bosque.
Seguimos conduciendo un poco más y pudimos tener alguna vista del valle y llegar al precioso Otter Lake.
En Otter Creek no había donde comer y seguimos hasta [b]Peaks of Otter, para comer en el Peaks of Otter Lodge. Comimos bastante bien y probamos los famosos tomates verdes fritos típicos del sur de los Estados Unidos. Nos gustaron, pero no sabían a tomate porque eran muy ácidos.
Habíamos paseado un poco, pero como el tiempo parecía que mejoraba decidimos hacer una caminata más larga. Aquí la más famosa es la subida a The Pinacle, pero ni siquiera se veía la cima con la niebla, así que subir era una tontería, por lo que decidimos hacer el Harkenning Hill Trail, que va por el interior del bosque.
Cuando llevábamos algo más de la mitad del camino se empezaron a oír truenos, así que, como no llevábamos chubasqueros, aceleramos el ritmo en la bajada, vamos, que bajamos corriendo y justo cuando llegamos al coche se puso a llover de nuevo y esta vez cayó la mundial, así que decidimos plegar velas (bueno, ya eran casi las seis de la tarde) e irnos a Roanoke a nuestro hotel, otro motel de carretera.
Una vez allí buscamos un restaurante italiano, Mamma Maria. La camarera nos ofreció helado casero de postre pero estábamos llenos y no quisimos, pero al salir nos paramos a verlos. Lo curioso es que un chico que había por allí nos escuchó hablar y se acercó y nos contó que era de origen italiano, pero que se había criado en Miami y que por eso hablaba castellano. El caso es que no sólo nos invitó a los helados, sino que nos recomendó restaurantes en Miami y los Cayos y hasta nos dio su teléfono por si en lo que nos quedaba de viaje necesitábamos su ayuda. En fin, tras una hora de charla nos fuimos al hotel, esperando que los Apalaches nos regalaran mañana un buen día.
Una vez allí buscamos un restaurante italiano, Mamma Maria. La camarera nos ofreció helado casero de postre pero estábamos llenos y no quisimos, pero al salir nos paramos a verlos. Lo curioso es que un chico que había por allí nos escuchó hablar y se acercó y nos contó que era de origen italiano, pero que se había criado en Miami y que por eso hablaba castellano. El caso es que no sólo nos invitó a los helados, sino que nos recomendó restaurantes en Miami y los Cayos y hasta nos dio su teléfono por si en lo que nos quedaba de viaje necesitábamos su ayuda. En fin, tras una hora de charla nos fuimos al hotel, esperando que los Apalaches nos regalaran mañana un buen día.
BLUERIDGE PARKWAY:
http://www.nps.gov/blri/index.htm/
ALOJAMIENTO ROANOKE-SALEM:
Motel Days Inn:
http://www.daysinn.com/hotels/virginia/salem/days-inn-salem/hotel-overview