Después de nuestro recorrido por el Caminito del Rey (etapa número 27 de este diario), decidimos hacer noche en Antequera. Con idea de una tarde de descanso y relax, reservamos una habitación doble en el Hotel el Convento de la Magdalena, un establecimiento de cinco estrellas con spa, instalado en un antiguo convento rehabilitado. No es que frecuentemos los hoteles de cinco estrellas precisamente, pero de éste nos llamó la atención su precio de 90 euros, con acceso al spa y desayuno incluido. El emplazamiento es muy bonito y el edificio también; la habitación era estupenda (aunque en planta baja y sin vistas destacadas), amplia, cómoda y con un cuarto de baño enorme, sin que le faltase detalle: ducha y bañera de hidromasaje, albornoces, zapatillas, chanclas, gorros de baño para la piscina termal, todo tipo de útiles de aseo, etc. El spa es pequeñito, pero como fuimos a última hora estábamos casi solos, así que no tuvimos problemas de masificación; el desayuno, muy completo. La pega es que está en medio del campo, a unos 10 km de Antequera y hay que utilizar coche para todo. Sólo íbamos a pasar la tarde y a dormir, pero es cierto que de habernos alojado en el centro de Antequera hubiésemos ido a cenar y a dar una vuelta por la ciudad, mientras que al estar alejados, después de un día de caminatas y de haber viajado más de 50 Km. por carreteras de montaña muy viradas, nos dio pereza volver a coger el coche y no salimos. A cambio, nos dimos unos bañitos muy relajantes. En fin, no se puede tener todo en esta vida.
Hotel Convento de la Magdalena.
A la mañana siguiente, fuimos a ver el Torcal de Antequera, llugar catalogado como “Paraje Natural”. El día amaneció algo nublado y fresquito, tanto es así que incluso tuvimos que ponernos el chubasquero. No nos importó, ya que hacía una temperatura muy agradable para caminar por el Torcal, que se encuentra a poco más de 16 kilómetros de Antequera, por una carretera virada que asciende constantemente. Pasado un mirador, que decidimos dejar para la vuelta ya que aún había algo de neblina, cruzamos una barrera para vehículos que estaba levantada y seguimos hasta el Centro de Visitantes. También dejamos para más tarde el indicador que señalaba el punto donde se encuentra una de las joyas del Torcal, el monumento natural llamado “Tornillo”.
El aparcamiento se encuentra junto al Centro de Visitantes, que además de facilitar información cuenta con una tienda, servicios, bar y restaurante (bocadillos y menús sencillos). Aunque el acceso al Torcal es gratuito, me ofrecieron un mapa por 3,5 euros, con las rutas y la reseña de los lugares exactos donde se encuentran las rocas con formas más destacadas. La verdad es que lo compré sobre todo para colaborar en la conservación del parque, ya que no cobran entrada; luego nos vino muy bien porque de no tenerlo sería difícil fijarse en esas rocas precisamente puesto que no hay carteles informativos que las identifiquen. Este verano, en Francia, estuvimos en Montpellier-le-Vieux, un lugar parecido a éste, y se notaba mucho la diferencia en el mantenimiento entre uno y otro. Naturalmente, allí cobraban entrada. Creo que en ocasiones merece la pena pagar (aunque sea pequeño importe) para ayudar a conservar los espacios naturales en el mejor estado posible y, de paso, así aprenderemos a valorarlos. Y es que muchas veces parece que las cosas gratis tienen poco valor. En fin, es solo mi opinión y sé que no será compartida por mucha gente, pero ahí queda.
El aparcamiento se encuentra junto al Centro de Visitantes, que además de facilitar información cuenta con una tienda, servicios, bar y restaurante (bocadillos y menús sencillos). Aunque el acceso al Torcal es gratuito, me ofrecieron un mapa por 3,5 euros, con las rutas y la reseña de los lugares exactos donde se encuentran las rocas con formas más destacadas. La verdad es que lo compré sobre todo para colaborar en la conservación del parque, ya que no cobran entrada; luego nos vino muy bien porque de no tenerlo sería difícil fijarse en esas rocas precisamente puesto que no hay carteles informativos que las identifiquen. Este verano, en Francia, estuvimos en Montpellier-le-Vieux, un lugar parecido a éste, y se notaba mucho la diferencia en el mantenimiento entre uno y otro. Naturalmente, allí cobraban entrada. Creo que en ocasiones merece la pena pagar (aunque sea pequeño importe) para ayudar a conservar los espacios naturales en el mejor estado posible y, de paso, así aprenderemos a valorarlos. Y es que muchas veces parece que las cosas gratis tienen poco valor. En fin, es solo mi opinión y sé que no será compartida por mucha gente, pero ahí queda.
Pero, ¿qué es el Torcal de Antequera? Según se puede leer en los carteles informativos, se trata de una de las manifestaciones más importantes de paisaje kárstico de toda Europa y debe su nombre a las dolinas o torcas, formaciones en forma de depresiones circulares. La palabra “karst” hace referencia a una región de Eslovenia donde se estudiaron por primera vez los fenómenos geomorfológicos relacionados con las calizas, unas rocas de más de 150 millones de años, formadas por sedimentos marinos muy sensibles a la erosión. Estas rocas se modelan por la acción climática (lluvia, nieve y viento), lo que unido a la estructura del macizo “plegado en forma de champiñón”, provoca que los estratos de la parte superior queden planos, dando lugar a figuras rocosas de aspecto muy bello y singular.
Aunque la visita por el Torcal es libre, en la actualidad existen dos rutas senderistas señalizadas (la verde y la amarilla) que es muy recomendable seguir, ya que fuera de ellas resulta fácil desorientarse. Hasta hace un tiempo había otra ruta más larga (la roja), pero ahora se encuentra cerrada por estar esa zona en proceso de regeneración.
Estas rutas (ambas circulares) son:
1. Ruta verde. La más corta y asequible. Dificultad, baja; distancia, 1,5 kilómetros; duración: 45 minutos. Se ven las formaciones más espectaculares.
2. Ruta amarilla. Dificultad media; distancia, 3 kilómetros; duración, 2 horas. Además, de las formaciones de la ruta verde, se camina por una parte del laberinto rocoso. Si se tiene tiempo y ganas, creo que es la más recomendable, aunque sea un poco más larga y complicada porque pasa por un terreno quebrado, con tierra suelta y piedras, que pueden estar resbaladizas.
1. Ruta verde. La más corta y asequible. Dificultad, baja; distancia, 1,5 kilómetros; duración: 45 minutos. Se ven las formaciones más espectaculares.
2. Ruta amarilla. Dificultad media; distancia, 3 kilómetros; duración, 2 horas. Además, de las formaciones de la ruta verde, se camina por una parte del laberinto rocoso. Si se tiene tiempo y ganas, creo que es la más recomendable, aunque sea un poco más larga y complicada porque pasa por un terreno quebrado, con tierra suelta y piedras, que pueden estar resbaladizas.
Sin embargo, no son senderos habilitados como puede haber en otros sitios. Son sencillos, pero no es posible, por ejemplo, llevar un carrito de niño, y no los veo nada apropiados para personas con problemas de movilidad. Podrían hacer algún tramo, pero me parece que encontrarían complicado completar siquiera la ruta verde. Al menos, eso me pareció. Por supuesto, hay que llevar calzado cerrado y con suela que agarre bien.
Hicimos la Ruta Amarilla. Tanto la ruta verde como la amarilla comienzan junto al aparcamiento, en el llamado Torcal Alto. Al principio, van juntas y están marcadas con una flecha de color blanco. Hay algún panel informativo por el camino, pero no se prodigan. Para reconocer las figuras que figuran en el mapa, hay que estar atentos a unos postes de madera clavados en el suelo ya que suelen coincidir con alguno de los puntos importantes que vienen en el mapa. Ignoro si en el pasado tuvieron un número grabado indicando la figura en cuestión, pero hoy en día no es así, con lo cual hay que detenerse en el lugar mirar la figura en el mapa y compararlo con las rocas de los alrededores, a ver si la localizamos. Algunas conseguimos distinguirlas muy claramente y otras no tanto, incluso en las que reconocíamos nos parecía como estar mirando al revés; pero es muy divertido el intentarlo y jugar a crear formas nuevas en tu imaginación. En cualquier caso, en todo momento el recorrido es muy interesante y entretenido, espectacular muchas veces.
En esta foto aparece el poste de madera que os digo, pero sin ningún número. No sé si se corresponde con el gorrión, que aparece en el mapa. Al ver este palo, es aconsejable detenerse porque seguramente hay algo de interés. ¿Qué es? ¡Aaaaah….!
Arce de Montepellier. (aunque no es de piedra, está entre los destacados
Esfinge
El castillo.
Esto es de mi cosecha. Me recuerda a un templo tailandés.
Después de una media hora o menos, los senderos se separan. El de la derecha sigue la ruta amarilla (flechas amarillas) y el de la izquierda, la ruta verde (flechas verdes). Por lo tanto, continuamos por la derecha. El camino a veces se vuelve un tanto salvaje. La vegetación está formada por encinas, endrinos, lentiscos, coscojas, majuelos, zarzas…Hay también una gran variedad de mamíferos y aves por el Torcal, que incluye conejos, zorros, águilas reales y buitres leonados. Ninguno se dejó ver. Sin embargo, mi sorpresa fue mayúscula cuando me encontré con un imponente ejemplar de cabra montés, mirándome fijamente y tan quieta que no pude por menos que preguntarme si no sería una escultura sobre la piedra. Cuando empezó a mordisquear unas ramas, confirmé que estaba vivita y coleando. Eso sí, quedaba muy “propia” para la foto.
El sendero continua, encajonado en el llamado Callejón Oscuro y gira a la izquierda en el Hoyo de la Mesa. El paisaje allí es realmente impresionante, como un laberinto de piedra.
A esto le llaman “la jarra y la botella”.
Entramos en otra zona estrecha, con pasadizos entre las rocas. Se llama el Callejón del Tabaco. Al salir nos encontramos con la figura denominada “El burladero”. Está claro por qué.
Una de las figuras más “conseguidas” es la del camello, con sus dos jorobas.
Y aquí tenemos al “adelantado”
Cuando llegamos al llamado “Hoyo de la Burra” nos volvimos a encontrar con la ruta verde, que converge aquí con la amarilla y siguen juntas hasta regresar al Centro de Visitantes. En esta zona hay un altillo desde el que se tiene una panorámica impresionante para dejar volar la imaginación en una futurista ciudad de piedra.
¿O es una antigua ciudad azteca?
Al fondo, a la derecha, tenemos “el robot”.
Una gran muestra de la erosión en forma de estrías en la piedra, se tiene en el llamado Hoyo de la Rubia.
Para finalizar la ruta y antes de volver al coche, nos acercamos al mirador de los Balcocillos o las Ventanillas, desde el que se contempla un amplio panorama de los alrededores.
Fuimos a buscar el coche y unos pocos cientos de metros más adelante, volviendo a la salida, paramos junto a un cartel que indica “monumento natural”. Hay que detenerse allí porque a unos doscientos metros caminando es imprescindible ver uno de los iconos del Torcal, el llamado “Tornillo”.
Y aquí, el tornillo en la ferretería,
Ahí finalizamos nuestra visita al Torcal. Lamentablemente se nos olvidó preguntar dónde están los fósiles y nos fuimos sin verlos. Nos lo apuntamos para la próxima vez. Se nos había hecho tarde y paramos por la carretera a comer. Sin pensar, nos detuvimos en el aparcamiento de un restaurante grande y con muy buena pinta: el restaurante-museo “El Molino Blanco”. Tomamos porra antequerana (parecido al salmorejo), sopa de picadillo, lubina y pulpo al horno, con sangría y cafés. Nos costó 45 euros. El local es realmente pintoresco, un auténtico museo que reúne objetos antiguos de todo tipo (aperos de labranza, relojes, máquinas de coser, herramientas, radios, en fin, de todo). Muy curioso de ver. La cocina nos pareció menos interesante. Lo que nos pusieron estaba bueno (pero sin destacar) y las cantidades eran abundantes, pero con la fórmula de rellenar con patatas fritas, lo cual no me parece la mejor idea (dejando aparte que no me gustan las patatas fritas).
Ya no nos daba tiempo de visitar Antequera, pero no queríamos irnos sin ver los dólmenes. Fuimos hasta el nuevo complejo que han abierto no hace mucho y que, realmente, parece una obra muy interesante, destinada a resaltar unos monumentos que aspiran a convertirse en Patrimonio de la Humanidad. Eran las cuatro y veinte de la tarde, y al llegar, nos encontramos con la desagradable sorpresa (no fuimos los únicos, por cierto) de que ya estaba cerrado. No podíamos creer que en Andalucía, el día 4 de septiembre el horario (de verano) para ver un monumento así sea de 09:00 a 15:30. La entrada es gratuita, pero vuelvo a mi reflexión del Torcal, si la gratuidad conlleva dar a los visitantes un servicio a medias, casi sería mejor que cobrasen una pequeña cantidad que permitiese una atención más amplia, teniendo en cuenta, además, las instalaciones nuevas que han montado, que están en pleno casco urbano y no en una cueva perdida en medio del campo. Incluso hubiera entendido un horario partido, pero no sé qué sentido tiene abrir de 14:00 a 15:30, que es tiempo de almuerzo, y cerrar a primera hora de la tarde, que sería el momento lógico para que muchos turistas visiten los dólmenes después de haber vito el Torcal, por la mañana. Sinceramente, criticamos los horarios de otros países, pero en julio estuvimos en Francia y no encontré ningún sitio turístico que cerrase antes de las 17:00 horas, en verano, claro. En fin, que no me pareció nada bien. Así que nos quedamos sin ver los dólmenes. Ya volveremos en otra ocasión para visitar también la ciudad, que se nos quedó pendiente.
Ya no nos daba tiempo de visitar Antequera, pero no queríamos irnos sin ver los dólmenes. Fuimos hasta el nuevo complejo que han abierto no hace mucho y que, realmente, parece una obra muy interesante, destinada a resaltar unos monumentos que aspiran a convertirse en Patrimonio de la Humanidad. Eran las cuatro y veinte de la tarde, y al llegar, nos encontramos con la desagradable sorpresa (no fuimos los únicos, por cierto) de que ya estaba cerrado. No podíamos creer que en Andalucía, el día 4 de septiembre el horario (de verano) para ver un monumento así sea de 09:00 a 15:30. La entrada es gratuita, pero vuelvo a mi reflexión del Torcal, si la gratuidad conlleva dar a los visitantes un servicio a medias, casi sería mejor que cobrasen una pequeña cantidad que permitiese una atención más amplia, teniendo en cuenta, además, las instalaciones nuevas que han montado, que están en pleno casco urbano y no en una cueva perdida en medio del campo. Incluso hubiera entendido un horario partido, pero no sé qué sentido tiene abrir de 14:00 a 15:30, que es tiempo de almuerzo, y cerrar a primera hora de la tarde, que sería el momento lógico para que muchos turistas visiten los dólmenes después de haber vito el Torcal, por la mañana. Sinceramente, criticamos los horarios de otros países, pero en julio estuvimos en Francia y no encontré ningún sitio turístico que cerrase antes de las 17:00 horas, en verano, claro. En fin, que no me pareció nada bien. Así que nos quedamos sin ver los dólmenes. Ya volveremos en otra ocasión para visitar también la ciudad, que se nos quedó pendiente.
Vistas de Antequera tomadas desde la carretera.
Hasta la vista, Antequera.