El plan del día era primero una excursión en lancha rápida a las islas Uros y Taquile, y después visitar las chullpas de Sillustani en taxi. La excursión en lancha rápida es algo más cara que las normales pero te ahorras dos horas de barco, que vienen muy bien si se quiere aprovechar el día para visitar Sillustani como nosotros. Nos la habían gestionado directamente desde el hotel y nos costaba $30 por persona, incluyendo traslados, entradas, guía y comida en Taquile. En el foro habíamos leído que se podía comprar la excursión normal en el puerto por unos S/30 por persona, a lo que habría que sumar las entradas (S/5 para las Uros y S/8 para Taquile). Aunque la opción de lancha rápida era más cara, nos venían muy bien esas dos horas para poder ver las chullpas: la excursión normal llega al puerto sobre las 17:30, demasiado tarde para poder llegar a Sillustani antes de que anochezca.
A las 7:30 ya estábamos en el puerto. La empresa que organizaba la excursión se llamaba Jumbo Travel y nos montaron en un barco grandecito que en poco más de 15 minutos nos dejaba en la primera de las islas Uros que visitaríamos. Hay mucho escrito en el foro sobre el carácter extremadamente turístico de estas islas, y nosotros habíamos dudado mucho de si merecía la pena ir o no. A pesar de que éramos conscientes de que seguramente nos parecería una turistada, queríamos disfrutar del lago y de sus paisajes, así que decidimos seguir adelante.
Titicaca: islas Uros
Cuando el barco se iba acercando a las islas vimos que había muchísimas pero todas con la misma estructura y más o menos del mismo tamaño, con 4 ó 5 casitas, una torre de observación, y un barco especialmente grande donde se dan paseos a los turistas. A cada barco (o cada agencia de viajes) se le asigna una isla, y así los beneficios se reparten. A nosotros nos desembarcaron en la isla que nos tocó ese día y lo primero que vimos fue a las 3 ó 4 señoras con trajes típicos dándonos la bienvenida cantando y dando palmas (algo bastante artificial). Nos contaron un poco la historia de los uros (aunque en realidad ya no quedan uros en las islas, son aymaras) y de cómo construyen las islas con los tallos de totora que crecen en el lago. Luego nos ofrecieron un paseo en el “Mercedes Benz”, que era el barco grande de esa isla, por S/10 por persona. Yo había leído que lo del barco es una payasada pero pensé que igual se tenían mejores vistas del lago y de las islas, y nos montamos. Fue un error: no merece la pena para nada, es un paseo a ritmo de tortuga (iban dos abuelos remando) que prácticamente no se aleja nada de la isla de la que sale.
Titicaca: islas Uros
Al volver, nos sentaron a todos alrededor de una de las señoras, que nos explicó cómo se trabaja la totora y nos contó que subsisten a base del turismo, y que todo lo que venden es artesanal (cosa que dudo). Te invitan a que entres a una de las casas, y te puedes poner algo de ropa suya para hacerte una foto. Nosotros declinamos amablemente y nos dedicamos a subirnos a la torre para pasar un poco el rato mientras los demás compraban.
Titicaca: islas Uros
Cuando terminamos, nos montaron de nuevo en el barco y las señoras se despidieron con otra canción (no sé si el “vamos a la playa, o-uo-uo” fue al llegar o al irnos…), y nos llevaron a la segunda isla Uros que visitaríamos, aunque en lugar de una familia esta tenía una cafetería. Allí tuvimos la oportunidad de llevarnos un souvenir en forma de sello del Titicaca para el pasaporte (S/1). En total pasamos algo más de hora y media en las islas Uros, y aunque es cierto que se han convertido en una especie de circo turístico, a mí las vistas del lago y de las propias islas me gustaron mucho. No me pareció más turístico que mucho de lo que vimos a lo largo del viaje: la señora o los niños con la llama a cuestas para que te hagas la foto, el centro textil que vimos en Chinchero donde también nos disfrazaron y cantaron, los niños que veríamos bailando a las 7 de la mañana en Yanque… Creo que en el momento que se decide visitar Perú y uno acepta que es un destino altamente turístico, cabe esperar este tipo de cosas. ¿Prescindible? Sí, sin duda. ¿Bonito? También. ¿Merece la pena? Eso ya es cada uno, pero a mí no me importó pasar un día en el lago, no sólo por las Uros sino también por Taquile.
Titicaca: islas Uros
El trayecto desde las Uros hasta Taquile duró hora y media, así que hasta las 11 no llegamos. El sol estaba pegando fuerte y ya se empezaba a caldear un poco el día, porque a primera hora hacía bastante frío. A esa altitud era imprescindible untarse bien de crema, las gafas de sol y una gorra. Al llegar a Taquile tuvimos que subir andando desde el puerto hasta la plaza y se notaba mucho la altitud, nos cansábamos bastante. Para ayudar con eso se puede coger un poco de muña que crece por el camino, frotarla y olerla. Es una especie de menta que se usa contra el mal de altura. En total pasamos 3 horas en Taquile (hasta las 2 de la tarde), y tuvimos tiempo de ver un poco la plaza y los alrededores, comer en casa de una familia local, y volver a otro puerto distinto al de llegada para coger el barco de vuelta.
Titicaca: isla Taquile
Mientras que en las Uros la gente vive por y para el turismo, en Taquile nos pareció que iban más a su bola. Conservan tradiciones ancestrales, como los tejidos y la vestimenta, y aunque algunos intentan venderte sus productos, muchos todavía viven de la agricultura. Es muy distinto a las Uros. Las vistas del lago son espectaculares, y los arcos que hay por todas partes en la isla son de lo más fotogénico. La comida que teníamos incluida con la familia local estuvo sorprendentemente buena: nos dieron una sopa de quinua de primero y una trucha a la plancha con muchísimo sabor de segundo. Al terminar de comer, nos hicieron una demostración de cómo tratan la lana para tejer (aunque toda la parte de cómo lavar sin jabón ya la habíamos visto en Chinchero: usan una planta que, al rallar el tallo, produce mucha espuma y hace las veces de jabón, tanto para la lana como para lavarse ellos el pelo), cómo tejen, y hasta nos hicieron un bailecito regional. Otra turistada, pero es lo que tiene ir en grupo. Al terminar estábamos cerca del puerto donde cogeríamos el barco de vuelta, y desde allí arriba pudimos ver la isla de Amantaní, bastance cerca de Taquile, donde algunos turistas van a pasar la noche con familias locales a modo de turismo sostenible:
Titicaca: isla Taquile con Amantaní al fondo
Titicaca: flor cantuta, típica del lago
Con esto nos despedimos de Taquile. El camino de vuelta hasta Puno fue otra hora y media, que pasamos dormidos pues estábamos muy cansados (entre el madrugón y la altitud…). Llegamos a Puno a eso de las 15:30, como estaba previsto, y allí nos esperaba un taxista (gestionado también por el hotel) con el que habíamos acordado la visita a Sillustani por S/80. En el barco habíamos coincidido con una pareja de canadienses que se alojaban en nuestro hotel y les ofrecimos hacer la visita a las chullpas con nosotros para compatir gastos, así que al final nos salió a S/20 por persona. Tardamos casi una hora en llegar a la entrada de las chullpas y ya casi se estaba haciendo de noche. Es un buen momento para ir porque el atardecer da una luz muy bonita a las piedras, pero lo malo es que no se tiene mucho tiempo. Pagamos las entradas de las chullpas (S/10 por persona) y recorrimos andando el camino que lleva hasta la necrópolis. Las chullpas son torres funerarias preincas (pueblo colla) donde se enterraba a las familias nobles. Son cilindros de hasta 12 metros de altura con una única entrada en el suelo que se sellaba después del enterramiento. Una de las primeras que se ven al entrar al recinto, y una de las más famosas, es la del lagarto, pero más adelante hay varias mejor conservadas, que con la luz del atardecer estaban especialmente bonitas:
Chullpas de Sillustani
Terminada la visita volvimos al taxi, que nos esperaba en el parking, para que nos llevara de vuelta al hotel tras un largo día. Esa noche cenamos en uno de los restaurantes recomendados en tripadvisor, un italiano llamado Pizza e Pasta, donde cenamos unos estupendos calzones con chicha morada por S/50. Muy recomendable! Al día siguiente tocaba madrugar otra vez (qué raro!) porque a primera hora nos recogía el bus que nos llevaría hasta el valle del Colca, la siguiente parada de nuestro viaje.