Dejamos Tenerife tras una semana de alertas por lluvias y vientos el lunes 26 y nos dirijimos a Santiago de Compostela. Embarcamos bajo un cielo plomizo y gris en el Boeing 737-800 de Ryanair abarrotado de pasajeros. Despegamos puntuales (17:15) y tuvimos un plácido vuelo, a pesar del tiempo, acompañados por un precioso atardecer que tiñó el cielo de rojo y violeta, y por la Luna prácticamente llena, contemplándonos.

Aterrizamos en el Aeropuerto de Lavacolla a las 21:30 sin novedad, aunque con la pista mojada, con el viento y la lluvia, el piloto no pudo evitar rebotar y dar unos saltitos interesantes al tocar el suelo... sin duda para hacer el aterrizaje más divertido
Ya de noche, Galicia nos recibía con unos 11 grados de temperatura, una ligera llovizna y los brazos abiertos. Como no llevábamos maletas facturadas, recorrimos los pocos metros que sepraban el avión de la terminal y nos adentramos en el edificio. Como os decía antes, siguiendo la señalización, atravesamos el aeropuerto (no es muy grande, aquí información: www.aena.es/ ...ntiago/es/) y llegamos a la salida, donde estaba a punto de salir uno de los autobuses lanzadera. Llevan en su interior una zona con una estructura para depositar las maletas, para mayor comodidad en el trayecto. Dos billetes, 6 euros (3 euros/persona). Salen desde el aeropuerto en horario ininterrumpido de 7:00 a 1:00, cada 30 minutos. Nos sentamos y nos dispusimos a empezar a disfrutar de nuestras primeras horas en nuestro destino.
No encontramos mucho tráfico, sin duda por la hora, y llegamos a Plaza de Galicia en unos 20 minutos. Recogimos nuestras maletas y nos dirijimos a nuestro hostal. Está literalmente al lado de la plaza, en la Porta Mamoa, que da inicio a la Rúa das Orfas, una de las principales calles del casco histórico de Santiago. Aquí tenéis un plano estupendo de la ciudad: www.santiagoturismo.com/ ...compostela
Llegamos al hostal. Desde Tenerife había llamado para asegurar la reserva y preguntar por el check-in, ya que al ser un negocio familiar, no sabía hasta qué hora estaban disponibles. Don Manuel, el dueño, nos atendió con gran familiaridad y amabilidad. Allí estaba cuando llegamos. Nos explicó la típica información propio de los procedimientos, etcétera y nos acompañó a nuestra habitación. Se trata de un hostal familiar, situado en una 3ª planta de un edificio antiguo (que no viejo, ojo). Está notablemente reformado, resulta acogedor y cálido, decorado con muy buen gusto. Las habitaciones son pequeñitas, pero sufiecientes. Disponen de minibar, wi-fi gratis y televisión de plasma (aunque pequeña). Están nuevas y con una limpieza excelente (y somos muy exigentes en ese sentido). Más información, fotos, etcétera: www.mapoula.com/
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Una vez instalados y como nos rugían las tripas (¿hambre y gastronomía gallega al alcance?, ¡vamos pa'llá!), nos aventuramos en nuestro primer paseo por Santiago. Preguntamos al dueño dónde podíamos cenar y nos recomendó un local justo enfrente al hostal, en la misma calle Entremurallas, que es donde está el Mapoula. Se llama "Pulpotapería La Tasquita Tasquiña". También tiene entrada desde la Plaza de Galicia. Cenamos estupendamente una ración de pulpo a feira, una de lacón a feira, media rosca (un bocadillo de pan rústico en forma de roscón de reyes, circular con el agujero en medio) con jamón ibérico y queso brie, y una botella de un riquísimo Albariño por 38 euros.
Con las barrigas llenas y un pelín achispados por el vino, empezamos a callejear por Santiago. Tomamos la Rúa das Orfas y llegamos al primer rinconcito pintoresco, la Praza do Toural. No llovía, pero las calles andaban mojadas, lo cual le da a la ciudad ese aire tan especial. Apenas gente por las calles pero un ambiente mágico por el propio diseño de las callejuelas, los edificios medievales, la iluminación, la lluvia... Santiago de noche es preciosa. Sin saber la impresión que nos iba a causar, tomamos al azar la rúa do Vilar, una de las calles históricas e indispensables de la ciudad. La impresión es llegar por aquí hasta la Plaza das Praterías y encontrarte de repente la imponente mole de la Catedral, iluminada y solitaria. Tienes que levantar la vista, sobrecogerte y maravillarte a la vez. Sin duda, esta calle es mi lugar preferido para llegar al corazón de Santiago, que es la Plaza del Obradoiro. Para hacer más especial la experiencia, continuamos hasta dicha plaza... ¡Y estábamos solos!. Serían las 23:00 aproximadamente y disfrutamos de la plaza en solitario, mi mujer y yo, y nadie más. Oscuridad y luz. Si te colocas de frente mirando a su fachada, las moles orgullosas de la Catedral, el colegio de San Xerome (a la dcha. de la fachada de la Catedral), el Pazo de Rajoy (a tu espalda), y el Hostal dos Reis Católicos (a la izda.) te devuelven la mirada con sus más de mil años de historia, arte, ingenio arquitectónico, espiritualidad... Impresionante. Recomendable estar en la plaza de noche y de día, porque tienen matices distintos.

Es una lástima que el andamiaje reste mucho a la pose solemne de la Catedral. Se halla en restauración, y según nos comentaron, continuará así hasta el año 2020 (quieren restaurar todo el conjunto), así que tenedlo en cuenta. Una pena. Aún así, se observa su majestuosidad y su belleza, aunque en las fotos no salga favorecida

Regresamos al hostal para descansar y comprobamos que en las calles principales (rúas Nova, do Franco y do Vilar) había muchos locales abiertos para comer, aún cuando al ser lunes, no había mucho ambiente por las calles. Santiago es muy tranquila y la gente se resguarda de la climatología de la mejor forma posible: en una tasquita o taberna, saboreando los placeres de la buena mesa.
La primera impresión de la ciudad nos dejó maravillados. Al día siguiente teníamos planeado patear a fondo la misma. Con un día y medio es suficiente para conocer lo esencial. Por supuesto que para profundizar (ver museos, visitar a conciencia la Catedral, etcétera) es conveniente detenerse un poco más.