13 de diciembre de 2015
Tres de la mañana. Una de esas horas que dudas siquiera que existan hasta que las sufres en tus propias carnes. Somos testigos de que existe cuando el móvil empieza a sonar sin descanso hasta que encendemos las luces y nos ponemos en pie. Tras quitarnos las legañas y dejar la llave de la habitación en el mueble del vestíbulo, son las 3:20 cuando esperamos ya en la parada de bus a escasos metros del hotel esperando nuestro transporte. Sin embargo no hay rastro de las líneas 24 y N73 que se ajustan a nuestro itinerario. Finalmente llega uno de ellos 11 minutos más tarde de lo previsto, en lo que afortunadamente no es un fatídico retraso gracias a planificar con cierto margen de error. Pese a las prohibitivas horas sigue viéndose mucha gente caminando por el West End a nuestro paso.
No son horas
Llegamos a la Estación de Victoria a cuatro minutos de que salga nuestro autocar de National Express y teniendo que rodear la estación de metro ya que está cerrada y no podemos atravesarla por dentro. Pese a ello llegamos a tiempo a la Victoria Coach Station donde nuestro chófer para esta noche está a punto de empezar a revisar billetes e introducir maletas en el compartimento de carga. Mientras lo hace, llega al andén junto a nosotros un autocar procedente de Frankfurt del que se apean pasajeros más cerca de ser zombies que de recuperar la consciencia.
Ya a bordo del autocar de National Express aprovechamos la conexión a Internet (más estable cuando el coche está parado que en marcha) para comprobar el correo y las redes sociales antes de que el motor arranque para llevarnos a Gatwick. Pese a los incómodos respaldos alguno de los viajeros que nos acompañan no ha tenido problemas en conciliar el sueño y nos obsequia con sus ronquidos a modo de música ambiente durante varios minutos.
Son alrededor de las 6:00 cuando llegamos al mismo andén de autobús en Gatwick en el que comenzamos nuestro periplo hace ya siete días. Pese a la temprana hora el interior de la terminal presenta ya muchísima gente esperando su turno para facturar el equipaje. En el caso de easyJet el proceso se realiza mediante kioscos automáticos y con la única ayuda humana de un par de empleados que acuden al auxilio de aquellos turistas que tienen un serio problema operando con sistemas informáticos. Tras decir adiós por unas horas a nuestra bolsa de deporte superamos los controles de seguridad y alcanzamos el Starbucks del vestíbulo de puertas de embarque. Aquí, durante una hora y aprovechando la conexión a Internet del aeropuerto, disfrutamos de nuestro último café de la franquicia hasta nuevo aviso, ya que el único local en Mallorca se encuentra dentro del aeropuerto y solo abre durante la temporada alta.
La espera en Gatwick
El acceso al avión se cumple puntualmente, revisando la tarjeta de embarque y documento de identidad en un mostrador previo a la sala de espera, lo cual permite que la entrada a la cabina sea luego mucho más ágil. Al autobús municipal y el autocar de National Express que llevamos ya acumulados esta mañana falta añadir una jardinera que nos transportará los últimos metros que quedan hasta el aparato que nos devolverá a casa. Ya a bordo y con el cinturón de seguridad abrochado, descubro que existe un posible compañero de vuelo todavía peor que un bebé que no se sienta cómodo: un par de colegas haciendo gala de todo su cuñadismo en forma de comentarios de toda índole que cuestionan tu fe en la humanidad.
Tal y como ocurrió en el vuelo de ida, el horario de despegue no se cumplirá debido a problemas de congestión aérea. No será hasta 30 minutos tras lo previsto cuando el avión eche a rodar y tome aire para recorrer las algo más de dos horas que nos separan de Palma de Mallorca. Cuando el avión aterriza y salimos al exterior del avión, entendemos por qué les motiva tanto a los ingleses visitar la isla. Tras seis días de luz tenue o directamente nula por estar permanentemente cubiertos por nubes bajas el impacto del sol del mediterráneo incluso en un día nublado como el de hoy es notable. Hemos vuelto. Londres ya es historia.
Y aquí termina un nuevo diario que no ha sido el primero ni espero sea el último. Como siempre, espero que si alguien termina entre estos párrafos haya conseguido algo a cambio, ya sea información útil para su propio viaje o simplemente saciar su curiosidad. Es turno de ir pensando en el siguiente.