Este día nos tocaba hacer la visita más esperada del viaje, a Mont Saint-Michel, pero antes íbamos a parar en otros dos pueblos muy bonitos, Vitré y Fougères.
Llegamos a VITRÉ, dimos un paseo por sus calles viendo algunas casas típicas y muy curiosas y vimos por fuera su gran castillo medieval.
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Llegamos a VITRÉ, dimos un paseo por sus calles viendo algunas casas típicas y muy curiosas y vimos por fuera su gran castillo medieval.
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Después de unos pocos kilómetros nos encontramos en FOUGÈRES, pueblo con una parte antigua llena de encanto e historia, en la que destaca sobre todo su castillo feudal con su impresionante fortaleza.
Aparcamos en la parte alta, al lado de una iglesia y de unos jardines públicos muy bonitos, desde donde hay un mirador con unas vistas espectaculares de su zona medieval con sus casas de tejados de pizarra, su enorme castillo y una bonita iglesia. Aquí estuvimos un rato largo sacando muchas fotos.
Bajamos en coche a esta zona baja, donde vimos de cerca el precioso castillo rodeado de un foso de agua y dimos un paseo por sus calles. Eran sobre las tres y preguntamos para comer en varios restaurantes, pero ya habían cerrado la hora de servicio de comida. Este es el problema de los horarios franceses, que a la una están comiendo y como vayas un poco tarde te quedas sin comer.
Cogimos el coche y fuimos a un supermercado a comprar algo para comer y paramos en un área de servicio de la carretera a comer.
Pusimos rumbo al MONT SAINT-MICHEL, tercer lugar turístico más visitado de Francia (por detrás de la torre Eiffel y del palacio de Versalles) con cerca de 3,5 millones de visitantes cada año e incluido en la lista del Patrimonio mundial de la Unesco.
Dejamos el coche en un enorme parking de pago, desde donde salen unos autobuses lanzadera gratuitos que te llevan hasta los pies del islote. Mi esposa y nuestros dos hijos montaron en el autobús y yo fui andando para acercarme poco a poco contemplando este lugar tan especial, que en muchas ocasiones había visto en fotografía.
En el camino había un puente mirador muy ancho con bancos para poder sentarse, contemplar una vista excepcional del monte con su abadía en lo alto y sacar unas fotos preciosas.
Había obras porque estaban terminando el nuevo acceso en forma de puente que unirá en el año 2015 el parking y la entrada al monte, por el que fui andando, y que va a sustituir al dique carretera, que desaparecerá totalmente. De esta forma, el Mont Sant Michel volverá a ser una isla rodeada completamente por agua cuando suba la marea.
Atravesamos el antiguo y enorme portón de madera que da la bienvenida a turistas y peregrinos y empezamos a subir por sus estrechas y empinadas calles. Tuvimos mucha suerte de encontrar el monte con poca gente porque habitualmente suele estar masificado de turistas.
Encontramos varios miradores, desde donde se contemplaban impresionantes vistas de la enorme extensión de arena que había al estar la marea baja. En esta zona de Bretaña se producen las mareas más fuertes de toda Europa y una de las mayores de todo el mundo, habiendo enormes diferencias entre la marea baja y la marea alta (hasta 15 metros en periodo de marea viva).
Vimos la abadía por fuera, pero no entramos a su interior. Nos llamó la atención una plataforma que utilizaban los monjes benedictinos como ascensor para subir los alimentos hasta la abadía.
Una vez visto el interior del monte salimos y esperamos un rato en la parada de los autobuses lanzaderas a que anocheciera. La vista nocturna del Mont Saint-Michel de noche es espectacular y muy impactante, incluso más que de día. Montamos en el autobús y yo me baje en la parada del puente mirador para sacar alguna foto de este lugar tan auténtico.
Sobre las 10 pusimos rumbo a nuestro hotel con la intención de parar en algún restaurante que hubiera por la carretera, pero no encontramos ninguno abierto o ya no daban comidas. Cerca de nuestro hotel había un KFC, pero el comedor estaba cerrado y tuvimos que comprar la comida para llevar y comerla en la habitación.
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