Los Pirineos siempre han sido una de nuestras zonas favoritas para hacer senderismo. Con ello no descubro nada nuevo, ya lo sé. No en vano, es una de los lugares de montaña más bellos no sólo de la geografía española sino también europea. Después de visitar el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, teníamos muchas ganas de recorrer el Valle de Tena, en el Pirineo Central oscense, y preparamos un itinerario que incluía un poco de turismo en automóvil y algunas de las marchas a pie más recomendadas en foros y guías turísticas.
Hicimos esta ruta a principios de agosto y elegimos como base la estación de El Formigal porque en esta época los precios de los hoteles eran muy económicos considerando relación calidad/precio en comparación con los de los pueblos de los alrededores, Sallent de Gallego, por ejemplo. Nuestra intención era movernos mucho y como estaríamos en el hotel sólo el tiempo imprescindible, no nos importó que en esa época hubiera poco ambiente. Lo importante era su buena situación para hacer las excursiones que teníamos programadas. Además, incluía media pensión a muy buen precio y como dejaban cenar hasta bastante tarde, nos convenía para aprovechar al máximo las horas de luz y si perdíamos alguna cena no pasaba nada. Como pensábamos comer de bocata casi todos los días, venía bien tomar una cena caliente y después de varias horas de caminata no siempre apetece buscar un restaurante y a veces tampoco acabas muy presentable.
Como decía, nos alojamos en EL FORMIGAL, importante centro turístico para deportes de invierno, con pistas de esquí. La urbanización está situada a 1.550 m. de altitud y cuenta con hoteles, chalets, apartamentos, restaurantes y zona comercial. En verano, siempre hay tiendas abiertas y no faltan los turistas, pero hay poca ocupación hotelera y buena parte de los apartamentos están vacíos, pero está bien como base para moverse por los alrededores.
Nuestro hotel era el EGUZKI LORE, muy bonito, acogedor y con buena gastronomía; la cena incluida en la media pensión estaba realmente bien (los puerros en vinagreta, exquisitos).
Hicimos esta ruta a principios de agosto y elegimos como base la estación de El Formigal porque en esta época los precios de los hoteles eran muy económicos considerando relación calidad/precio en comparación con los de los pueblos de los alrededores, Sallent de Gallego, por ejemplo. Nuestra intención era movernos mucho y como estaríamos en el hotel sólo el tiempo imprescindible, no nos importó que en esa época hubiera poco ambiente. Lo importante era su buena situación para hacer las excursiones que teníamos programadas. Además, incluía media pensión a muy buen precio y como dejaban cenar hasta bastante tarde, nos convenía para aprovechar al máximo las horas de luz y si perdíamos alguna cena no pasaba nada. Como pensábamos comer de bocata casi todos los días, venía bien tomar una cena caliente y después de varias horas de caminata no siempre apetece buscar un restaurante y a veces tampoco acabas muy presentable.
Como decía, nos alojamos en EL FORMIGAL, importante centro turístico para deportes de invierno, con pistas de esquí. La urbanización está situada a 1.550 m. de altitud y cuenta con hoteles, chalets, apartamentos, restaurantes y zona comercial. En verano, siempre hay tiendas abiertas y no faltan los turistas, pero hay poca ocupación hotelera y buena parte de los apartamentos están vacíos, pero está bien como base para moverse por los alrededores.
Nuestro hotel era el EGUZKI LORE, muy bonito, acogedor y con buena gastronomía; la cena incluida en la media pensión estaba realmente bien (los puerros en vinagreta, exquisitos).
Lo primero es conseguir unos folletos que tienen en los hoteles y en las oficinas de turismo, en los que vienen las excursiones a pie que se pueden realizar por la zona con itinerarios, duración y dificultad. No viene mal informarse previamente por Internet para llevar ya una idea de las rutas y, desde luego, conocer el estado del tiempo antes de emprender cualquier caminata por la montaña y su evolución a lo largo del día. La meteorología puede cambiar bruscamente y ocasionar un susto como todos sabemos muy bien.
Aparte de visitar Sallent de Gállego, la zona del Balneario de Panticosa y los pueblecitos de la zona (Bubal, Saqués, Piedrafita, Escarrilla, Sandiniés o Tramacastilla –qué ajoarriero más rico tomé aquí-), que cada cual puede ver dedicando el tiempo que desee pues son lugares pequeños pero de bella arquitectura rural y enclavados en parajes preciosos realmente, me centraré en las excursiones concretas que hicimos y que recomiendo muy sinceramente.
Para empezar, un pequeño aperitivo, al que se accede en un agradable paseo de diez minutos desde el centro de Sallent de Gállego, perfectamente señalizado.
Para empezar, un pequeño aperitivo, al que se accede en un agradable paseo de diez minutos desde el centro de Sallent de Gállego, perfectamente señalizado.
La Cascada de El Salto en Sallent de Gállego:
MIRADOR DEL VALLE E IBONES DE SABOCOS Y LOS ASNOS (Salida: Telecabina de Panticosa).
Esta excursión, en principio, es sencilla y se puede hacer tranquilamente en una mañana. Si sólo se va a los ibones lleva en torno a 1 hora, pero si se sube a los miradores y se baja a los ibones hay que contar otra hora más de caminata y lo que cada uno quiera entretenerse. Si el día es bueno y gusta caminar, merece la pena alargarla. Los paisajes son impresionantes.
Ya junto al telecabina de Panticosa, dejamos el coche en el aparcamiento y en uno de los bares pedimos que nos preparasen unos bocadillos. Después subimos en el telecabina hasta el área de Petrosos, a 1900 m. y empezamos la marcha propiamente dicha. También se puede subir andando, pero lleva mucho más tiempo y no nos merecía la pena, somos partidarios de guardar las fuerzas para los lugares en que no hay automóviles, remontes y demás.
La ruta está perfectamente señalizada y es preciosa, sobre todo si el día está claro y hay buena visibilidad. Nada más bajar del telecabina, hay un indicador hacia el Mirador de Panticosa, apenas a tres minutos andando. El panorama es espléndido. Al fondo, sobresale el maravilloso Midi D’Osseau, ya en territorio francés. Tengo debilidad por este pico y no me canso de mirarlo y fotografiarlo en cualquier perspectiva. Había una nubecilla encima pero no mermaba para nada su encanto.
Iniciamos una ascensión pronunciada pero corta, en la que ya vimos el Ibón de los Asnos: ¡qué bonito es!
En vez de continuar hacia el Ibón de Sabocos, seguimos ascendiendo en busca del soberbio Mirador de los Valles, lo que nos llevó unos 55 minutos. El Mirador nos recibió con esta panorámica espectacular, permitiéndonos contemplar todos los pueblos del Valle de Tena, el Balneario de Panticosa, la zona de Bujaruelo, el macizo de Vignemale y todo un mar de picos y cumbres, algunos de más de 3.000 metros.
Te sientes como un pájaro sobre un árbol colgando en un precipicio. Es en estos momentos cuando más te alegras de tener esta afición por el senderismo. Estas vistas recompensan cualquier esfuerzo.
Hay que quedarse un rato contemplando el panorama y disfrutando de él. Aquí vemos la salida del valle y el embalse de Búbal:
Volvimos hacia el Ibón de Sabocos y bajamos a la orilla, justo enfrente vimos caballos pastando.
Nos sentamos en la hierba y comimos nuestros bocatas en un escenario realmente idílico. Abajo no había nadie, estábamos solos, y el sendero quedaba muy alto para ver el paso de otros excursionistas. Fue una gozada comer aquí, sin prisas, lejos de todo ajetreo, saboreando el silencio, los colores de la montaña iluminada por el sol que el agua refleja y el viento fresco en la cara.
Después regresamos por el mismo camino.
ESCAPADITA A FRANCIA. LE PETIT TRAIN D’ARTOUSTE Y LE COL DE L’AUBISQUE.
Para variar, una excursión en coche.
Desde nuestro alojamiento en El Formigal, seguimos hacia el norte y cubrimos rápidamente los escasos kilómetros que nos separaban de la frontera, pasamos el Portalet y entramos en territorio francés. La distancia a recorrer era corta, apenas 20 Km., pero la carretera no cundía con tantas curvas. Ni falta que hacía: los paisajes estaban tan bonitos iluminados con el sol radiante de la jornada que apetecía ir despacio para disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor.
Habíamos oído hablar de “Le Petit Train d’Artouste”, que cuenta con uno de los itinerarios turísticos más elevados de Europa (2.000 metros de altitud). Tenemos intención de dedicarle una semana completa de vacaciones en alguna ocasión al Parque Nacional de los Pirinéos occidentales franceses, pero pensamos que el pequeño tren minero era un buen pretexto para dar una vueltecita por la zona. Se trata de una pequeña línea férrea con un trazado de 10 Kilómetros, que en unos 60 minutos discurre por la ladera de las montañas en un recorrido zigzageante entre rocas y bloques de granito salpicados de líquenes verdes, divisando altos picos y lagos.
Habíamos oído hablar de “Le Petit Train d’Artouste”, que cuenta con uno de los itinerarios turísticos más elevados de Europa (2.000 metros de altitud). Tenemos intención de dedicarle una semana completa de vacaciones en alguna ocasión al Parque Nacional de los Pirinéos occidentales franceses, pero pensamos que el pequeño tren minero era un buen pretexto para dar una vueltecita por la zona. Se trata de una pequeña línea férrea con un trazado de 10 Kilómetros, que en unos 60 minutos discurre por la ladera de las montañas en un recorrido zigzageante entre rocas y bloques de granito salpicados de líquenes verdes, divisando altos picos y lagos.
Este es el trenecito acercándose a la estación:
Su origen se remonta a 1924 cuando se proyectó la construcción de la presa sobre el lago de Artouste que facilitase la reserva de agua y las canalizaciones subterráneas que comunicaran los lagos de gran altitud con las centrales eléctricas del valle de Osseau. Para transportar a los trabajadores desde el valle se construyó un teleférico que asciende a la estación de Sagget desde el lago de Fabrèges, y este tren que va desde la estación de Sagget hasta el lago de Artouste. Ambos se dedicaron posteriormente a fines turísticos, si bien el teleférico se sustituyó por un telecabina.
El fondo del valle y la barrera de picos que casi parecen cerrarlo:
El tren funciona desde finales de mayo hasta principios de octubre y hay que tener en cuenta que la excursión completa dura al menos unas cuatro horas, teniendo en cuenta las esperas. Dependiendo la época los trenes salen cada media hora o cada hora, pero cuidado porque en temporada alta suele haber mucha gente e igual no se puede acceder al horario más inmediato, pero la espera se puede aprovechar para dar un agradable paseo por los alrededores observando al tiempo un panorama espectacular con el fondo del valle y el lago Fabrèges, presidido por la imponente y bellísima mole del Midi d’Osseau.
Un inciso para recomendar comprar refrescos y bocadillos en otro sitio ya que en la estación es todo carísimo. Aquí está la estación, al fondo el Mirador del Midi, muy recomendable acercarse si da tiempo:
Otras vistas de la zona:
El recorrido en el trenecito fue agradable, pero no sé, me esperaba algo diferente. Más que nada es una atracción turística un tanto masificada, aunque los paisajes son muy bonitos y se pasa un buen rato. Si se va con niños, seguro que les encantará, aunque el precio sube un poco: el combinado telecabina y tren, 27 euros (adultos).
Llevábamos bocadillos y los tomamos en el lago Artouste, que, naturalmente, estaba muy, muy concurrido. Tuvimos que andar bastante para encontrar un sitio a la sombra donde sentarnos. También es cierto que estábamos en agosto y aquel día espléndido invitaba a la gente que estaba de vacaciones por la zona a una excursión de ese tipo.
Llevábamos bocadillos y los tomamos en el lago Artouste, que, naturalmente, estaba muy, muy concurrido. Tuvimos que andar bastante para encontrar un sitio a la sombra donde sentarnos. También es cierto que estábamos en agosto y aquel día espléndido invitaba a la gente que estaba de vacaciones por la zona a una excursión de ese tipo.
Ya de vuelta, decidimos alargar la ruta 37 Km. y acercarnos al mítico Col d’Aubisque, cima tradicional del Tour de Francia, como bien demuestran las bicicletas que te saludan en la cima. Como buenos aficionados al ciclismo, disfrutamos de lo lindo:
A última hora de la tarde, empezó a bajar la niebla, pero aún pudimos ver estas bellas estampas del valle y las montañas.
LOS IBONES AZULES (ruta a pie).
Esta ruta es bastante más seria que la de Sabocos, no es que sea de gran dificultad, pero sí es larga y tiene tramos bastante duros, con lo cual hay que estar acostumbrado a caminar por la montaña, llevar calzado apropiado, bocadillos y cantimplora. Naturalmente, estamos hablando de un día de verano, con sol y calor. La distancia a recorrer está en torno a los 12 Km, la duración ida y vuelta unas 6 horas, dependiendo del nivel y el paso de cada cual y el desnivel que se ha de salvar es de unos 800 metros (de ascenso a la ida, y de descenso a la vuelta).
Hay que acercarse hasta el Balneario de Panticosa y dejar el coche en un aparcamiento. Ya con el equipo, llegamos a la Casa de Piedra (refugio de la Federación Aragonesa de Montañismo), desde donde sale la marcha propiamente dicha, tomando el sendero marcado como GR11. La primera parte es una ascensión en zig-zag por un camino con muchas piedras. Llegamos al llamado Mirador de la Reina, aunque poco más arriba aún se obtiene una vista más bonita de la zona del Balneario de Panticosa:
Hay que acercarse hasta el Balneario de Panticosa y dejar el coche en un aparcamiento. Ya con el equipo, llegamos a la Casa de Piedra (refugio de la Federación Aragonesa de Montañismo), desde donde sale la marcha propiamente dicha, tomando el sendero marcado como GR11. La primera parte es una ascensión en zig-zag por un camino con muchas piedras. Llegamos al llamado Mirador de la Reina, aunque poco más arriba aún se obtiene una vista más bonita de la zona del Balneario de Panticosa:
Los tramos de subida son duros, pero la recompensa no tarda en llegar en forma de preciosas cascadas que vienen muy bien para descansar, refrescarse y disfrutar contemplándolas y jugueteando con el agua.
Ahí ya pudimos ver la cuesta del Fraile que nos aguardaba, ¡ufff!
Hacía bastante calor y la subida a pleno sol por una zona desnuda de árboles y con el suelo tan pedregoso, se nos hizo larga y dura. Por fin llegamos a los embalses de Bachimaña, primero el bajo (2.170 m.), y luego el superior (2.207), con un islote en el centro. Habíamos pasado la parte más dura y nos dimos un breve respiro, aprovechando para contemplar el panorama y sacar algunas fotos.
Hay quien finaliza la excursión aquí, pero lo suyo es llegar a los Ibones Azules, así que continuamos la marcha, dejando el embalse de Bachimaña a la derecha.
Llega un momento en que el sendero se pierde entre charcas y neveros. Gusta pisar la nieve helada en pleno verano, pero hay que encontrar un lugar de paso según se puede.
Encontramos un lugar ideal para tomar nuestros bocatas, junto a las aguas cristalinas que bajan de la montaña y bajo la sombra de un árbol (menuda suerte porque la verdad es que no había demasiados). ¿Qué más podíamos pedir? En la distancia oímos el bramido de una gran cascada que se precipitaba desde los Ibones Azules,sobre una alfombra de nieve helada:
Dejamos la cascada para después. Queríamos llegar cuanto antes a nuestro objetivo. Ya no quedaba mucho trecho. La subida volvía a ser dura, pero nos aguardaban los ibones azules. En lo alto se contemplaban unas espléndidas perspectivas.
Este es el ibón azul bajo:
Y esta es la zona de los neveros en la que habíamos comido a vista de pájaro, desde el Ibón azul bajo; al fondo se ve también el embalse de Bachimaña:
Cuando te encuentras aquí arriba y puedes echar un trago de agua fresca de tu cantimplora mientras contemplas la naturaleza en todo su esplendor, te olvidas de los sudores que te ha costado llegar. Pero no podíamos relajarnos demasiado: quedaba toda la vuelta. Tres horas casi, la mayor parte cuesta abajo. Menos fatigoso, pero con tantas piedras, las rodillas sufren, jeje. Menos mal que las vistas de las cascadas que forma el agua de los ibones que se precipita por los barrancos iba alegrando nuestra andadura.
Por fin teníamos tiempo de acercarnos a la gran cascada que vimos de lejos al subir. Ya no había gente, estábamos solos y era una auténtica gozada. Las fotos no le hacen justicia al chorro majestuoso que caía de las alturas a la poza, en un remake del anuncio de “los limones del Caribe” en pleno Pirineo, jaja, si no lo veo, no lo creo. Lástima de bañito, pero el agua estaba helada, poniendo cada cosa en su lugar.
Al final, tras un retorno que se hizo un poco largo y pesado por la pronunciada bajada que deja las rodillas machacadas, llegó el momento de tomarse una cervecita en la Casa de Piedra, donde iniciamos la marcha por la mañana. Luego aún nos dio tiempo a ver unas preciosas cascadas que hay frente al balneario.
LOS IBONES DE ANAYET (ruta a pie).
Duración: unas cuatro horas ida y vuelta, más el tiempo que se quiera estar arriba).
Dificultad: media (hay algún tramo duro por la subida continuada pero sin peligro alguno, al menos en verano).
Desnivel: 600 metros.
Dificultad: media (hay algún tramo duro por la subida continuada pero sin peligro alguno, al menos en verano).
Desnivel: 600 metros.
Esta excursión sale de muy cerca de nuestro hotel de El Formigal. Sólo tuvimos que acercarnos con el coche un par de kilómetros dirección Francia hasta el lugar llamado “Corral de las Mulas”. Hay que dejar el coche en el aparcamiento que está junto a la carretera porque la pista que sube hasta el telesilla (cerrado en verano) está cortada por una cadena, lo cual es un latazo porque te obliga a caminar más de media hora extra por una pista asfaltada y menuda cuesta... Por fin, dejamos a un lado los remontes y tomamos el sendero GR11 por la parte de la derecha. En nuestro camino nos fuimos cruzando con un arroyo que iba formando preciosas cascaditas.
Iniciamos el ascenso del Barranco de Culibillas, por el cual fuimos ganando altura:
De frente parece que el final de la ascensión está justo ahí, pero cuando crees que lo alcanzas, te das cuenta de que no es cierto, que hay otro tramo, y luego otro, y así se van sucediendo cada vez más empinados y duros (o eso piensas cuando te empieza a fallar el fuelle, jeje). Menos mal que a nuestra espalda dejamos unos imponentes panoramas que te paras a contemplar y así de paso también descansas.
Unas dos horas después alcanzamos, por fin, la explanada junto a la que se encuentra el Pico y el Ibón mayor de Anayet a una altitud de 2.227 metros. El paisaje es espléndido y te recompensa con creces del esfuerzo de la subida. Curiosamente, el primero que aparece es un ibón pequeño y el omnipresente Midi D'Osseau, coronando el panorama:
Una vez allí no puedes si no maravillarte con el paisaje de roca y agua que te rodea. La imagen que va surgiendo ante ti según te acercas a la ladera vertical que baja al valle es sobrecogedora:
Había pocos senderistas y sentimos el silencio, roto solo por el gemido del viento y el correr del agua. Se puede pasear por las orillas de los ibones y acercarse al precipicio desde el que se observa el verdor inmenso del valle, el llamado Canal Roya y la guinda del Midi D’Osseau.
Sacamos nuestros bocatas y nos sentamos junto al curso de agua que se derramaba en torrente varios cientos de metros en una hermosa cascada a nuestros pies. Tumbarse en semejante pradera es un auténtico placer para la vista y los sentidos.
Lo ideal hubiera sido bajar al valle y completar la marcha subiendo a Canfranc, por donde también se accede a Anayet. La duración hubiese sido similar y la dificultad parecida, pero no habíamos previsto el asunto del coche para el regreso y por carretera hay muchos kilómetros, así que, por si no encontrábamos un taxi al llegar que nos devolviera a nuestro hotel, preferimos asegurar y volver por donde habíamos venido. Antes paseamos por las orillas de los Ibones y divisé a uno (mi marido, jeje) que se sentía pequeño frente a la naturaleza, pero también feliz por tener la suerte de estar allí y poder contemplarlo.
Cada vez había más nubes y a cada paso más negras y amenazantes. Por fortuna, empezó a gotear cuando ya estábamos en la pista asfaltada que lleva desde la carretera al remonte. A paso ligero, todavía pudimos deleitarnos con las pequeñas cascadas que corrían a nuestro lado y descubriendo glaciares muy al fondo:
Preciosa marcha, la recomiendo de verdad.
Espero que os hayan gustado estas sugerencias de rutas en el Valle de Tena. De todas formas estoy segura de que disfrutaréis de vuestra estancia en el valle sea cual sea el itinerario elegido. Es una zona realmente preciosa tanto en verano como en invierno.