La idea original del viaje era aprovechar el buen tiempo para descansar y pasear por la playa, pero el miércoles cuando llegamos estaba lloviendo, y el jueves amaneció bastante gris.
Tras dar un paseo cerca del puerto, donde se agolpaban cientos de pescadores, y dar un paseo por la arena, decidimos ir a pasar la mañana a Oporto (sobre 1 hora en coche).
Al no tener planeado visitar Oporto no sabíamos como organizarnos, así que decidimos hacer una ruta turística en autobús. La ciudad me sorprendió muchísimo, no me la imaginaba en absoluto con esa sensación de abandono, de decadencia, que por otra parte, la confiere cierto encanto. Me alegro de haber visitado Oporto, aunque de manera fugaz, es un destino al que me gustaría volver y dedicarle un par de días a perderme por el casco histórico y disfrutar de sus monumentos.
La visita nos llevó por los lugares más emblemáticos de la ciudad, donde pudimos apreciar su abandono, no sólo en el centro histórico, sino incluso en zonas residenciales, donde había antiguas mansiones abandonadas que parecían casas de películas de terror. Me sorprendió mucho la decoración de las fachadas en azulejo, me pareció muy original, tanto en las viviendas como en las iglesias.
Comimos en un restaurante junto al río, y probamos las croquetas de bacalao, el bacalao frito y el revuelto de bacalao (las croquetas algo secas, lo demás muy bueno). Empezaba a hacer buen tiempo, y volvimos a descansar a la playa.
Más tarde visitamos Águeda (nos habían dicho que era muy bonito, pero la verdad es que nos decepcionó a todos), y los Palheiros de Costa Nova, construídas siguiendo el estilo de las antiguas casetas de pescadores de la zona.