El bus a Rasht no es VIP, pero resulta cómodo. Tenemos un viaje de 3 horas por delante. Por supuesto, cuando llegamos a la Terminal tenemos la horda de taxistas que quieren llevarnos a cualquier sitio. Menos mal que voy con Nazanin: estos momentos no me gustan nada. Como Nazanin es tan generosa, enseguida se encarga de localizar otros dos turistas despistados a los que rescata de los taxistas siempre hambrientos. Les ofrecemos acercarles a su hostel en nuestro taxi. Al principio, no entienden. Tal vez desconfían de Nazanin, ya que han tenido alguna mala experiencia por CouchSurfing. Todo se aclara cuando les digo que en su naturaleza está escrita la amabilidad con todos los extranjeros, que yo me hago cargo de la carrera.
Así llegamos a la casa de Arad, que me recibe con veinte besos y un abrazo intenso, a pesar de su pequeño cuerpo. Cuando llegamos me sorprende que no tuviera a ningún amiguete en su casa… no problem, para la madrugada le viene un folla-amigo desde Karaj (la ciudad de Nazanin).
Como le conozco… le comento que es buen plan salir a dar un paseo y cenar en la calle. Ya que tenemos una invitada, no quiero quedarme en casa todo el rato (a pesar del milagro que es el cooler de Arad).
Así que nos vamos a pasear por esta preciosa ciudad. La verdad es que no recordaba que fuera tan bonita: con tantos parques, tantos árboles en las avenidas, un centro con tantísima gente disfrutando de la tarde, tantas y tantas magnolias (tengo que volver cuando estén en flor, sí o sí)…
Por supuesto, la compañía de Nazanin y de Arad me hace tan feliz….
Terminamos la noche cenando otro kebap, especial de Rasht. A mí, es que todos me parecen lo mismo… pero ellos lo disfrutan como niños.
A la vuelta para casa, andando y paseando por varios parques, me da la mala idea de cambiarme otra vez el color del pelo al pasar por una tienda para profesionales. Arad me comenta que él ha trabajado ayudando a Sirin en el salón de belleza y se presta voluntario. En resumen, que media hora después ya tenemos un producto para quitar el color rojizo de mi pelo y un champú especial que colorea (de manera no permanente, esta vez he aprendido) el color de mi sacrificado cabello. Ha tocado violeta amatista.
Ya en casa, dejamos que Nazanin vaya a descansar, pues el proceso se alarga más de dos horas. He de decir que no me fío demasiado de las artes de Arad, pero ya enfrascado en el desaguisado, no puedo hacer nada más que llegar hasta el final.
Pues el resultado me ha gustado, la verdad. Incluso hemos despertado a Nazanin, pobrecilla, para que se eche unas risas. Me ha tocado dormir con ella, ya que a las 3 am ha llegado el follamigo de Arad y necesitaban sitio para ellos. Menos mal que me he dormido en un suspiro y no he oído nada….
Hoy, 14 de agosto, he madrugado junto a Nazanin. Como es mi segunda vez en casa de Arad, ya le conozco y le he comentado a la cría que debemos ir por nuestra cuenta a la mañana, que Arad no se levantará antes de las 2 pm. Así que para las 8:00 ya estábamos en la calle. El plan es tomar un taxi que nos lleve al mar caspio. Hemos elegido un complejo turístico (entiéndase, al estilo iraní) llamado exactamente Sohele Kaspian.
A la hora que hemos llegado, 8:30 no había nadie. Una gozada. Porque chicos y chicas no pueden compartir el mismo sitio en la playa. Por desgracia, Nazanin no se atreve a meterse en el agua, lo que no me impide hacerlo a mí, claro. El agüita calentita, no cubre apenas, si bien, está indicado que es un sitio muy peligroso, ya que a veces la profundidad en un punto concreto es sorprendentemente grande, como si alguien hubiera hecho un agujero en la arena.
Hemos tomado cien mil fotos, hemos disfrutado como enanos hemos montado en la barca de un señor que andaba por el lugar, incluso hemos podido avanzar por la orilla abrazados, sin hiyab,… no tanto por un sentimiento de cariño como por un acto de rebeldía.
Como no hemos desayunado para no despertar a Arad y su amiguete, aprovechamos para tomar un desayuno contundente en uno de los centros comerciales de la zona cuando la playa ya se empieza a animar con unas diez personas. Suficiente para que alguien nos llame la atención o avise a la policía. Entiendo que puedas creer que exagero. Los 45 días que llevo en el país y las experiencias vividas me permiten afirmar que no exagero.
Nos volvemos después a casa de Arad, con el desayuno de las 14:00 para los cuatro. El plan de la tarde es ir a montar en caballo (en mi vida lo he hecho) ya que Arad lo echa en falta porque no tiene recursos para hacerlo. Es una sorpresa que le hemos preparado Nazanin y yo.
Jooo… el cansancio y el calor nos han vencido… y bueno, unos planes nuevos de Arad. Así que hacia las siete nos hemos ido al centro de compras. Quería comprarle unos pendientes a Nazanin, que ha perdido uno de los suyos. Al final, para evitar celos impropios, le he comprado a Arad otro par para él.
Seguido, todos contentos, a cenar a un italiano (primera vez que lo hago), donde no tienen rissoto ni salsa pesto… pero bueno, es Irán.
El plan cambió porque Arad quiere dar una sorpresa a Nazanin y nos lleva, junto a otra amiga suya (sí, seis en el taxi) a las afueras de la ciudad, a una lonja donde se celebra una fiesta al estilo iraní: con speaker, gente que sale a cantar y todo el mundo bailando. Por supuesto, todo prohibido. Se sentía una sensación de libertad, hasta que alguien ha dado la voz de alarma: la policía. Todo ha sido quitar las luces laser, apagar la música, movimiento de mujeres y hombres para sentarse separados,… vamos un esperpento. Aunque hemos esperado media hora a ver si la cosa volvía al inicio, no ha sido así y nos hemos marchado.
El nuevo plan improvisado, ir a la playa (unos 20 km más lejos que la de la mañana). Es un sitio donde hay montados chiringuitos, al estilo iraní: plataformas de mecanotubo y unas alfombras a lo largo de toda la playa (en la arena). Aunque no las he contado, había más de cien. Allí nos hemos sentado con unas mierdillas que hemos llevado para que salga más barato. Ya sabes, el botellón a la iraní (con cocacola y sprite).
A las tres nos hemos vuelto para casita, que ya era hora. Como Arad tenía wifi y mi ordenador la recuerda, aprovecho para escribir esta parte. Hoy es nuestra última noche en Rasht. No puedo hablar del plan de mañana porque dependo de Nazanin, pero en principio es probable que tomemos un bus VIP a Tehran o Karaj.
Así llegamos a la casa de Arad, que me recibe con veinte besos y un abrazo intenso, a pesar de su pequeño cuerpo. Cuando llegamos me sorprende que no tuviera a ningún amiguete en su casa… no problem, para la madrugada le viene un folla-amigo desde Karaj (la ciudad de Nazanin).
Como le conozco… le comento que es buen plan salir a dar un paseo y cenar en la calle. Ya que tenemos una invitada, no quiero quedarme en casa todo el rato (a pesar del milagro que es el cooler de Arad).
Así que nos vamos a pasear por esta preciosa ciudad. La verdad es que no recordaba que fuera tan bonita: con tantos parques, tantos árboles en las avenidas, un centro con tantísima gente disfrutando de la tarde, tantas y tantas magnolias (tengo que volver cuando estén en flor, sí o sí)…
Por supuesto, la compañía de Nazanin y de Arad me hace tan feliz….
Terminamos la noche cenando otro kebap, especial de Rasht. A mí, es que todos me parecen lo mismo… pero ellos lo disfrutan como niños.
A la vuelta para casa, andando y paseando por varios parques, me da la mala idea de cambiarme otra vez el color del pelo al pasar por una tienda para profesionales. Arad me comenta que él ha trabajado ayudando a Sirin en el salón de belleza y se presta voluntario. En resumen, que media hora después ya tenemos un producto para quitar el color rojizo de mi pelo y un champú especial que colorea (de manera no permanente, esta vez he aprendido) el color de mi sacrificado cabello. Ha tocado violeta amatista.
Ya en casa, dejamos que Nazanin vaya a descansar, pues el proceso se alarga más de dos horas. He de decir que no me fío demasiado de las artes de Arad, pero ya enfrascado en el desaguisado, no puedo hacer nada más que llegar hasta el final.
Pues el resultado me ha gustado, la verdad. Incluso hemos despertado a Nazanin, pobrecilla, para que se eche unas risas. Me ha tocado dormir con ella, ya que a las 3 am ha llegado el follamigo de Arad y necesitaban sitio para ellos. Menos mal que me he dormido en un suspiro y no he oído nada….
Hoy, 14 de agosto, he madrugado junto a Nazanin. Como es mi segunda vez en casa de Arad, ya le conozco y le he comentado a la cría que debemos ir por nuestra cuenta a la mañana, que Arad no se levantará antes de las 2 pm. Así que para las 8:00 ya estábamos en la calle. El plan es tomar un taxi que nos lleve al mar caspio. Hemos elegido un complejo turístico (entiéndase, al estilo iraní) llamado exactamente Sohele Kaspian.
A la hora que hemos llegado, 8:30 no había nadie. Una gozada. Porque chicos y chicas no pueden compartir el mismo sitio en la playa. Por desgracia, Nazanin no se atreve a meterse en el agua, lo que no me impide hacerlo a mí, claro. El agüita calentita, no cubre apenas, si bien, está indicado que es un sitio muy peligroso, ya que a veces la profundidad en un punto concreto es sorprendentemente grande, como si alguien hubiera hecho un agujero en la arena.
Hemos tomado cien mil fotos, hemos disfrutado como enanos hemos montado en la barca de un señor que andaba por el lugar, incluso hemos podido avanzar por la orilla abrazados, sin hiyab,… no tanto por un sentimiento de cariño como por un acto de rebeldía.
Como no hemos desayunado para no despertar a Arad y su amiguete, aprovechamos para tomar un desayuno contundente en uno de los centros comerciales de la zona cuando la playa ya se empieza a animar con unas diez personas. Suficiente para que alguien nos llame la atención o avise a la policía. Entiendo que puedas creer que exagero. Los 45 días que llevo en el país y las experiencias vividas me permiten afirmar que no exagero.
Nos volvemos después a casa de Arad, con el desayuno de las 14:00 para los cuatro. El plan de la tarde es ir a montar en caballo (en mi vida lo he hecho) ya que Arad lo echa en falta porque no tiene recursos para hacerlo. Es una sorpresa que le hemos preparado Nazanin y yo.
Jooo… el cansancio y el calor nos han vencido… y bueno, unos planes nuevos de Arad. Así que hacia las siete nos hemos ido al centro de compras. Quería comprarle unos pendientes a Nazanin, que ha perdido uno de los suyos. Al final, para evitar celos impropios, le he comprado a Arad otro par para él.
Seguido, todos contentos, a cenar a un italiano (primera vez que lo hago), donde no tienen rissoto ni salsa pesto… pero bueno, es Irán.
El plan cambió porque Arad quiere dar una sorpresa a Nazanin y nos lleva, junto a otra amiga suya (sí, seis en el taxi) a las afueras de la ciudad, a una lonja donde se celebra una fiesta al estilo iraní: con speaker, gente que sale a cantar y todo el mundo bailando. Por supuesto, todo prohibido. Se sentía una sensación de libertad, hasta que alguien ha dado la voz de alarma: la policía. Todo ha sido quitar las luces laser, apagar la música, movimiento de mujeres y hombres para sentarse separados,… vamos un esperpento. Aunque hemos esperado media hora a ver si la cosa volvía al inicio, no ha sido así y nos hemos marchado.
El nuevo plan improvisado, ir a la playa (unos 20 km más lejos que la de la mañana). Es un sitio donde hay montados chiringuitos, al estilo iraní: plataformas de mecanotubo y unas alfombras a lo largo de toda la playa (en la arena). Aunque no las he contado, había más de cien. Allí nos hemos sentado con unas mierdillas que hemos llevado para que salga más barato. Ya sabes, el botellón a la iraní (con cocacola y sprite).
A las tres nos hemos vuelto para casita, que ya era hora. Como Arad tenía wifi y mi ordenador la recuerda, aprovecho para escribir esta parte. Hoy es nuestra última noche en Rasht. No puedo hablar del plan de mañana porque dependo de Nazanin, pero en principio es probable que tomemos un bus VIP a Tehran o Karaj.