Montes Ródope ✏️ Diarios de Viajes de Bulgaria7º día: de BANSKO a DEVIN. Este trayecto también nos planteaba dudas que no hemos sido capaces de resolver. Creíamos que sería posible tomar uno de los autobuses que van hasta Gotse Delchev, enlazar allí con otro a Dospat y, finalmente, encontrar...Diario: En Bulgaria: buscar y no encontrar.⭐ Puntos: 5 (13 Votos) Etapas: 8 Localización: Bulgaria7º día: de BANSKO a DEVIN Este trayecto también nos planteaba dudas que no hemos sido capaces de resolver. Creíamos que sería posible tomar uno de los autobuses que van hasta Gotse Delchev, enlazar allí con otro a Dospat y, finalmente, encontrar algún medio de transporte que cruzara esa zona de los Ródope hasta Devin. Pero nadie nos ha confirmado que tal cosa sea posible, por lo que al final decidimos asegurarnos dando un largo rodeo por Plovdiv. Sabemos que hay un pintoresco ferrocarril de vía estrecha (el único que queda en servicio en Bulgaria) que sale de Bansko 3 veces al día y atraviesa las montañas antes de enlazar con la vía principal Sofia-Plovdiv; pero el trayecto completo dura 7 horas y sólo de pensar en ello nos entra una pereza invencible. También sabemos que el primer autobús de Bansko a Plovdiv sale a las 6h50', y allá que nos vamos hasta la desolada estación, cruzando la ciudad desierta y en obras. El viaje (14 BGN) dura algo más de 3 horas; cuando llegamos a la Estación Yug (Sur) comprobamos que no hace falta cruzar las vías hasta la Estación Rodopi; desde Yug también podemos continuar a Devin, pero la próxima furgoneta no sale hasta las 13h (7 BGN). Por suerte hay una cantina más o menos decente y también se guardan equipajes; salimos a estirar las piernas, pero el centro de la ciudad está lejos y ya tendremos tiempo de verlo de aquí a unos días; ahora nos conformamos con un corto paseo y de paso compramos semillas de tomates y pepinos locales, para los huertos de la familia. La carretera 866 pasa por grandiosos paisajes de montaña, pero vamos tan incómodos en la furgoneta que no podemos ver gran cosa, salvo que estamos bordeando los enormes embalses del río Vacha. En poco más de dos horas llegamos a Devin; estamos agotados por el viaje pero por suerte la ciudad es pequeña y pronto localizamos nuestro hotel, donde recogemos el DNI que nos han enviado desde Rila Son más de las 15h, salimos a reconocer el terreno y encontramos un sitio en el parque donde podemos comer una ensalada y unas kyufte (hamburguesas de cerdo). Nos damos cuenta de que Devin es una sencilla población de montaña en la que se han incrustado un puñado de hoteles "de lujo" (para el estándar búlgaro, supongo). Las aguas termales que le han dado fama surgen en realidad a 12 km valle arriba y llegan aquí mediante un canal artificial que desemboca en el Vacha. La pequeña ciudad compagina bien su apacible existencia con la irregular afluencia de turistas; como en cualquier pueblo, las mujeres se sientan a las puertas de sus casas para pasar el rato charlando, tejiendo, desgranando vainas o con cualquier otra ocupación que les caiga a mano. Por lo demás, pronto agotamos las opciones de informarnos sobre los atractivos de Devin. No hay oficina de turismo (está en Smolyan, a 45 km ); en nuestro hotel no tienen un miserable plano, ni un folleto... Cuando les enseñamos uno que traemos de Sofia, en el que aparece el "famoso" Ecotrail de Devin, nos miran con cara de pensar que aquello está en Marte. En fin, mañana será otro día; una señal indica el camino a las piscinas, a unos 4 km, pero sin saber lo que podemos encontrar allí preferimos pasar la tarde en el spa del hotel. Alojamiento, comidas y spa Pasamos las dos noches en el Hotel Persenk (59€ por noche, con desayuno), de 5* y bien situado en el centro de Devin. Este sí que podemos recomendarlo sin problema; es un alojamiento moderno y cómodo y el spa es de los que se merecen ese nombre sobradamente. Ofrece una piscina termal de 25 metros, otra casi igual de grande con chorros y aparatos de ejercicios, sauna y baño turco, sala de relajación, masajes, etc. Para cenar encontramos una mejana cerca del río, muy recomendable también. Es una caseta rústica, alargada, con un sencillo comedor en el interior y mesas "en reservado" que están fuera, bajo el porche. Como la carta sólo está en búlgaro y no hay fotos, pedimos algunas cosas al azar; así aprendemos y vamos conociendo el recetario. El vino es bueno, los precios baratos y el ambiente muy alegre. Tras investigar un poco he descubierto que este local se llama Starata varba ("El viejo sauce"). 8º día: alrededores de DEVIN (Yagodina y Trigrad) Mientras desayunamos en el hotel tratamos de planear una ruta por los puntos de interés de la zona. Como no hemos encontrado ni mapas ni folletos aquí en Devin, contamos sólo con lo poco que explica la guía LP y lo que hemos visto en la web oficial de turismo "bulgariatravel". Nos fijamos en las cuevas de Trigrad y Yagodina y en un cañón al que llaman "Garganta del Diablo". Pero sabemos que no podemos contar con transportes públicos, casi inexistentes en esta región, de manera que habrá que recurrir a los taxis. Metemos en las mochilas un "kit de supervivencia" (ropa de abrigo, comida y agua) y partimos rumbo a la aventura. En cualquier otro país haríamos lo más obvio: negociar con un único taxista todas las visitas que queremos hacer; aquí en cambio creemos que hay pocas posibilidades, el carácter hosco y poco emprendedor de la gente parece contrario a ese tipo de acuerdos. Salimos a la plaza que hay junto al puente y abordamos a un taxista que confirma totalmente nuestro pronóstico; tras un breve rifirrafe negociador (él en búlgaro y yo en mi ruso macarrónico) acepta llevarnos a Yagodina por 20 BGN y ya no quiere saber más del asunto. Las carreteras de esta región montañosa son un desafío para los nervios... Para los de cualquiera que no sea de aquí, ya que los nativos pasan impertérritos por estrechamientos angustiosos y negocian las curvas más cerradas sin pestañear, sin reducir marcha y casi siempre por el centro de la calzada. Con todo, llegamos vivos a la Cueva de Yagodina y el bravo taxista da media vuelta y parte sin mirar atrás. Esta cueva es un sitio turístico y su entrada está jalonada por los típicos tenderetes de recuerdos. Sacamos las entradas en ventanilla (7 BGN); las visitas son guiadas y salen cada hora, faltan 15 minutos para la próxima y ya estamos esperando unas 12 o 14 personas, con lo cual la salida está garantizada. Por fin llega el guía, le abren la pesada puerta y entramos todos tras él. Nos hemos puesto las chaquetas de forro polar como advierten todas las guías, y la verdad es que no estorban, el frío se deja notar a los pocos minutos de entrar en la cueva. La visita se hace atravesando la montaña por un sendero de más de 1 km, que se recorre en una media hora al paso regular del guía, quien va dando una breves explicaciones en búlgaro. El recorrido está bien iluminado y es cómodo de seguir, no hay riesgo de tropezar o resbalar; la verdad es que la cueva puede considerarse una maravilla tanto por la obra humana (sendero, iluminación y ventilación) como por su belleza natural, pero se supone que la gente viene por esta última. Por supuesto que hay muchas estalactitas, estalagmitas y superficies de roca con texturas y colores variados, producto de la sedimentación. Otra curiosidad son las "perlas de cueva", bolitas formadas por la precipitación de sales de calcio; pero después de media hora ya nos parece todo un poco lo mismo, es una cueva más y le falta la espectacularidad de las inmensas cámaras de otras cuevas que hemos visto. Por cierto que los búlgaros se refieren a las cuevas con la palabra peshtera, la misma que usan los rumanos, lo cual me resulta curioso ya que se trata de idiomas muy diferentes. Salimos por otra puerta bastante alejada de la que usamos para entrar y allí nos indican el acceso a otra cueva situada más arriba, siguiendo un sendero. Nosotros no entendemos muy bien lo que es, pero al parecer a todo el grupo le pica la curiosidad y acabamos todos pagando la entrada de 2 BGN a una señora muy seria, desgreñada y con gafas, que monta guardia en una precaria garita de madera. Resulta ser una arqueóloga, paleontóloga o ambas cosas a la vez, y la cueva en realidad es un abrigo utilizado por lejanos ancestros. Al parecer la Universidad de Smolyan, una rama de la Hilendarski de Plovdiv, lleva mucho tiempo realizando excavaciones en este abrigo, y sus hallazgos se mantienen bien etiquetados y expuestos para las visitas. Lo malo es que a nosotros no nos apasiona la Prehistoria, y lo peor es que la arqueóloga de guardia habla inglés y nos anuncia que nos largará todo el rollo de los neolíticos en cuanto termine con el resto del grupo Lo cual nos fastidia doblemente, porque contábamos con abordar a alguno de ellos cuando vuelvan a sus coches para pedirles que nos acerquen al cruce de Yagodina, o más allá si van en dirección a Trigrad. No importa, al salir nos ponemos en marcha y disfrutamos del aire fresco, aunque bastante húmedo, y de los aromas de estas bonitas montañas. Pasado el cruce de Yagodina nos para el coche de una pareja joven; al principio no tenemos muy claro que nos entiendan, pero por fuerza debe ser así ya que el hombre habla español. Se llaman Kosta y Gergana, viven en Varna y están de gira por la región, buscando paisajes y pueblos tranquilos; mañana nos los volveremos a encontrar casualmente en Plovdiv. Nos dejan a la entrada de la Cueva de Trigrad, pero ellos no van a visitarla y siguen adelante; nosotros lo pensamos un rato y también decidimos no entrar. Por lo que hemos leído, esta cueva alberga una cascada muy alta pero que no está iluminada, de hecho los visitantes se quejan de que no se ve gran cosa. Nos ponemos en marcha de nuevo en la carretera por la que hemos llegado, para echar un vistazo a la famosa Garganta del Diablo (Dyavolskoto Gurlo). Se trata de un cañón formado por las aguas del río Trigrad, que se abren paso entre imponentes paredes de una roca que parece mármol (y además de parecerlo lo es). El paisaje está muy bien, pero la calzada es estrecha y a la larga nos resulta incómodo tener que apartarnos cada vez que pasa un coche. Caminamos despacio un par de horas hasta que por fin el valle se ensancha un poco; por allí encontramos una fuente y nos sentamos a descansar. Va siendo hora de volver a Devin, pero probamos a hacer autostop un rato y no nos para nadie. Seguimos caminando hasta que vemos un pueblo al que lleva un corto desvío. Sobre las casas destaca el minarete de una pequeña mezquita, eso nos recuerda lo que hemos leído acerca de los pomacos, una minoría de religión musulmana y origen incierto que sigue habitando en esta remota región. En el cruce hay una mejana, nos pensamos si entrar a comer pero mientras tanto volvemos a hacer autostop y enseguida se detiene un coche que va a Devin. También son una pareja búlgara, pero de edad madura, y hablan muy bien inglés porque residen en Pennsylvania. Llegamos a Devin y volvemos a comer en Starata varba, la mejana que descubrimos ayer; ya es un poco tarde pero por suerte la cocina no cierra. Ojalá copiáramos esa buena costumbre en todos los países; sería mucho más práctico, al menos para los viajeros. Pasamos por el hotel a dejar nuestras mochilas y a continuación tomamos un taxi (4 BGN) para ir al Spa Struilitsa, en las afueras de la pequeña ciudad. Al llegar al sitio en cuestión vemos que hay un par de piscinas y un bar-restaurante, en cuya planta inferior seguramente está el spa. Nada de esto nos interesa y por lo demás todo parece vacío de público... pero mira por dónde en el parking encontramos señalado el camino a un lugar que estamos buscando sin que nadie nos haya dado razón: el "famoso ecotrail de Devin", que en realidad se llama Eco path Struilitsa-Kaleto-Lakata. En 2 minutos llegamos a la entrada (es gratis) y comenzamos a recorrer el sendero, que atraviesa unos espacios de alto valor ecológico en torno al río Devinska. Para que se pueda caminar junto a las paredes de roca han puesto pasarelas, ligeras pero sólidamente montadas, suspendidas sobre las aguas del río. No nos cruzamos con nadie y estamos disfrutando mucho del paseo; el problema es que, aunque sabemos que el recorrido es circular, no estamos seguros de su longitud y tememos que se nos haga de noche antes de terminarlo. Por eso al cabo de una hora damos media vuelta y regresamos. En el bar del spa ya están recogiendo para cerrar, pero conseguimos que llamen a un taxi para volver a Devin. Son las 20h cuando entramos en nuestro hotel, aún falta una hora hasta que cierren el spa, así que la aprovechamos para darnos un baño y relajarnos. Luego, para cambiar de aires, entramos a cenar en el restaurante de un hotel próximo, llamado Devin Spa; no es nada especial, ni tampoco vemos una gran animación en el pueblo cuando salimos a dar un paseo nocturno. Nos tomamos un refresco en la terraza que hay a las puertas del ayuntamiento y ya no nos queda nada más que hacer. Mañana saldremos para Plovdiv. Índice del Diario: En Bulgaria: buscar y no encontrar.
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