Con motivo del puente de diciembre, decidimos realizar una escapada de cuatro días que no nos llevase muy lejos de casa puesto que, de momento, no podemos afrontar distancias demasiado largas debido a problemas familiares. Pensando, pensado… se me ocurrió una zona idónea, a la que nos hemos acostumbrado últimamente y que nunca nos ha decepcionado: la provincia de Cáceres. Como conocíamos Plasencia y Hervás únicamente de paso, la excursión estaba decidida. Solamente hacía falta que el tiempo acompañase. La semana anterior, incluso los dos días previos, hizo un tiempo malísimo, con frío y lluvias torrenciales por la mitad sur peninsular, pero las previsiones apuntaban a que a partir del lunes el tiempo mejoraba por Extremadura, así que retrase un día nuestra salida y todo salió estupendamente bien.
Debido a las pocas horas de luz solar de diciembre y para ajustarnos a los horarios de apertura de algunos lugares, el recorrido no lo hicimos en el orden que voy a mencionar aquí, pero creo conveniente ponerlo según hubiese sido más lógico para aprovechar mejor el tiempo y hacer los menos kilómetros posibles. De todas formas las distancias son cortas y tampoco representa una catástrofe hacer las visitas de otra manera. Nuestro primer destino (eso sí coincide con la realidad) fue Plasencia, que se encuentra a 248 kilómetros de Madrid, unas dos horas y media en un viaje normalmente muy cómodo ya que los kilómetros en coche por carretera convencional no llegan a 15. Se sale por la A-5 (Autovía de Extremadura) hasta Navalmoral de la Mata, donde se toma la EX A-1 hasta la salida 45, pasado Malpartida de Plasencia, y desde allí se toma la carretera autonómica EX 208 hasta enlazar con la N-110, que va a Ávila.
Itinerario desde Madrid sacado de Google Maps.
Posteriormente visitamos la ciudad romana de Cáparra, el pueblo abandonado/restaurado de Granadilla, Hervás y Baños de Montemayor. El itinerario según Google Maps es el siguiente, aunque no fuese así como lo hicimos por las circunstancias que he mencionado antes.
PLASENCIA.
Llegamos sobre la una del mediodía, con lo cual nos dio tiempo de dar una vuelta por la ciudad antes de comer. Rodeamos el recinto amurallado y cuando nos convencimos de que sería imposible encontrar un hueco para dejar el coche, nos alejamos un poco y llegamos a la Estación de Autobuses, donde vimos un aparcamiento gratuito bastante grande y con sitios libres (no demasiados, la verdad). Después subimos caminando por la Avenida de la Vera, un paseo de 10 minutos cuesta arriba, hasta que nos encontramos con la Puerta del Sol, una de las que se conservan abiertas en la Muralla.
Así pudimos ver Plasencia desde el coche, a nuestra llegada:
Un poquito de historia.
Antes de comenzar la visita, voy a contar algo de lo que leí previamente (sobre todo en Wikipedia y la página web municipal) sobre la ciudad, cuyo casco histórico está declarado Bien de Interés Cultural desde 1958.
Aunque por restos encontrados existen indicios de que el lugar estuvo habitado desde mucho antes, la fundación de la ciudad tuvo lugar en 1186 por el rey Alfonso VIII de Castilla, que grabó como lema en su escudo la leyenda latina “UT PLACEAT DEO ET HOMINIBUS “, cuya traducción sería “para agradar a Dios y a los hombres”. En 1189, el Papa Clemente III creó la diócesis de Plasencia.
Estatua ecuestre de Alfonso VIII, obra en bronce de Estanislao García Olivares, situada frente a la Puerta del Sol.
Dada su ubicación fronteriza con tierras musulmanas, durante los primeros años se sucedieron las escaramuzas bélicas, que dieron como resultado la toma de la ciudad por los almohades, si bien los cristianos la reconquistaron en menos de un año. Este riesgo hizo que para mejorar su defensa en 1196 se construyeran murallas y un alcázar (se derribó en 1940 por encontrarse en ruinas). A finales del siglo XIII recibió un fuero, que favorecía la convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos, lo que explica la importancia que alcanzó la judería de la ciudad.
Como curiosidad mencionar que una de las primeras referencias documentadas sobre una corrida de toros se encuentra en las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, con el llamado Toro de Plasencia, que narra la salvación de un hombre por intercesión de la Virgen cuando iba a morir corneado por un toro que se estaba lidiando.
Después de un periodo de relativa importancia, durante el cual tuvo voto en las Cortes de Castilla, la ciudad fue otorgada en señorío por el rey Juan II de Castilla a la familia de los Zúñiga, con lo cual perdió su preciado voto en las Cortes y bastantes beneficios económicos que fueron a parar a los nuevos señores. A lo largo del siglo XV, Plasencia se vio envuelta en buena parte de los acontecimientos que marcaron la historia de Castilla, como la deposición del rey Enrique IV con intervención del Conde de Zúñiga en la Farsa de Ávila durante la cual fue proclamado Rey el infante Alfonso, o la boda de Juana la Beltraneja y Alfonso V de Portugal que se celebró por poderes en 1475 en el Palacio de las Argollas, donde Juana había decidido instalar su corte. Posteriormente, la descontenta nobleza palentina se levantó contra los Zúñiga, causa para la que contaron con el apoyo de los Reyes Católicos. La rebelión triunfó y se repuso el fuero, que fue jurado por el rey Fernando en 1488 en la Catedral. Por consejos médicos, el propio Fernando trasladó su residencia a Plasencia en 1515, año en que murió de camino hacia el Monasterio de Guadalupe.
Entre 1520 y 1522, Plasencia participó en la guerra de las Comunidades de parte del bando comunero. Otro dato interesante es que durante el siglo XVI la mayor parte del territorio extremeño perteneció a la provincia de Salamanca, ya que la constitución de las provincias castellanas en 1502 se hizo de acuerdo a las ciudades que tenían voto en las Cortes, lo que no era el caso de ninguna extremeña. No fue hasta 1653 que Plasencia, Alcántara, Cáceres, Trujillo y Mérida compraron el voto, pudiendo así crearse la primitiva provincia de Extremadura.
Hechos destacados posteriormente fueron la Guerra de la Independencia, en el curso de la cual los franceses ocuparon la ciudad varias veces y produjeron graves destrozos; y también la disputa casi permanente con Cáceres por la capitalidad del norte de Extremadura, llegando incluso Plasencia a constituir un Cantón para apoyar sus reivindicaciones.
A finales del siglo XIX, Plasencia se benefició de una serie de mejoras en sus infraestructuras, como una red de agua potable o alumbrado y alcantarillado público; igualmente, la llegada del ferrocarril facilitó la instalación de industrias que mejoraron su economía, hasta entonces basada casi exclusivamente en la agricultura y la ganadería. Pero fue en la segunda mitad del siglo XX cuando empezó una época de gran desarrollo, que le supuso duplicar su censo, un hecho de gran importancia teniendo en cuenta que el conjunto de la provincia cacereña perdió en dicho periodo casi un cuarto de su población. Actualmente cuenta con más de 40.000 habitantes, cuya fuente de ingresos se reparte entre la industria, la agricultura, la ganadería y el comercio, siendo sus productos más destacados el pimentón de la Vera, las carnes y los embutidos. Asimismo, se está convirtiendo en un importante destino turístico por su importante casco histórico amurallado y su estupenda ubicación para visitar otras zonas próximas de Extremadura tan importantes y bellas como Las Hurdes, la comarca de la Vera, el Valle del Jerte, el Valle del Ambroz, etc.
Nuestra visita de la ciudad.
Lo primero que nos encontramos al llegar al casco histórico fue con las Murallas que lo rodean. Tienen su origen a finales del siglo XII y conservan 21 de las 71 (78 según otras fuentes) torres o cubos originales. El acceso a la ciudad se realizaba por siete puertas: Puerta de Trujillo, Puerta de Coria, Puerta de Berrozanas, Puerta del Sol, Puerta de Talavera (no se conserva), Puerta del Clavero y Postigo del Salvador. La muralla no se puede ver completa, ya que se ha construido sobre ella, pero hay varios tramos muy bien conservados y conviene dar un paseo por el exterior, contemplando las torres, los muros, las puertas y los escudos que están esculpidos en ellas.
La Torre Lucía es uno de los cubos defensivos que mejor se conserva y la muralla desde aquí hasta la Puerta del Sol está muy bien acondicionada y cuenta con coquetos espacios verdes. Según parece, su nombre se debe a que en la parte superior se encendía una hoguera para guiar a las gentes que se dirigían a la ciudad, como si fuese un faro. Desde aquí se puede acceder al adarve en un paseo muy agradable que ofrece vistas interesantes. En esta zona también se encuentran una de las dos Oficinas de Turismo con que cuenta la ciudad y el Centro de Interpretación Medieval. Es mejor consultar el horario porque varía según la época del año y el acceso cierra a la hora de comer. Es gratuito.
La Puerta de Trujillo. En tiempos era la más importante de la ciudad y estaba flanqueada por dos torres. Su aspecto cambió en torno al año 1720, cuando se amplió la capilla allí existente, dedicada a la Virgen de la Salud, dejando los cubos defensivos ocultos. Al igual que las otras puertas principales, conserva la inscripción que reconoce la lealtad al rey y rechaza el señorío de los Zúñiga.
La Puerta de Coria. Por ella se accedía a la primitiva Judería. Tiene una escultura en forma de figura humana que se cree que es el Arcángel San Miguel. Se tapió durante las Guerras Carlistas y se reabrió en 1848.
La Puerta de Berrozanas. Su nombre se debe a que daba acceso a las dehesas de Berrozanas. Estaba flanqueada por dos torres redondas, de las que solo se conserva una original. Tiene el escudo de los Reyes Católicos y una figura del Arcángel San Miguel con la espada y la cruz. Aparece una inscripción con la fecha de su reconstrucción, en 1571.
La Puerta del Sol. Su nombre se refiere a su orientación, con el arco oblicuo hacia la salida del sol para iluminar mejor la calle del Sol, que conduce directamente a la Plaza Mayor. De estilo renacentista, en principio estaba flanqueada por dos torres y su aspecto actual se debe a la remodelación realizada en 1573. Cuenta con el escudo de los Reyes Católicos, flanqueado por los de Plasencia y una hornacina con la imagen de la Virgen de la Estrella.
Iniciamos nuestra visita precisamente aquí, donde nos encontramos un panel informativo con un plano y varias rutas para realizar visitas turísticas en el casco histórico. Sin embargo, el espacio intramuros no es muy grande y se puede recorrer perfectamente en media jornada.
Foto del mapa turístico.
Empezamos el recorrido en la Calle del Sol, comercial y muy animada con tiendas de ropa, perfumes, panaderías, pastelerías, etc. En cinco minutos llegamos a la Plaza Mayor, que estaba repleta de puestos y compradores, ya que era día de mercado (he leído que desde el Medievo se celebra los martes y ese día era lunes, quizás el cambió se debió a que el martes era fiesta). Con tal gentío no era el momento propicio para entretenerse a ver arquitectura ni hacer fotos, así que seguimos por la calle Zapatería hasta llegar a la Plaza de San Nicolás, una de las más bonitas de la ciudad por su aspecto totalmente medieval. Cuando llegamos un coche y una furgoneta estropeaban el hechizo, pero afortunadamente partieron pronto y pudimos disfrutar de esta preciosa plaza tal como pudo haber estado en el siglo XVI, con el atractivo añadido de una bonita fuente de cuya fecha e historia solo he conseguido saber que es anterior al siglo XIX.
En esta plaza nos encontramos con:
La Iglesia de San Nicolás. Aunque fue construida en el siglo XIII en estilo románico, actualmente presenta un aspecto gótico que responde a varias remodelaciones, especialmente la realizada en el siglo XV. En su interior destaca el magnífico sepulcro del Obispo de Coria.
El Palacio del Marqués de Mirabel está considerado como una de las mejores muestras de casas blasonadas de la ciudad. En terrenos que ocupaba anteriormente una parte del barrio judío, fue construido en el siglo XV por los Zúñiga, al principio con fines defensivos para convertirse después en residencia aristocrática. Se encuentra unido a la Iglesia del antiguo Convento de San Vicente Ferrer por una especie de jardín colgante, que cuenta con columnas romanas procedentes de Cáparra y Mérida. De estilo renacentista, tiene un patio neoclásico de dos pisos y en el exterior destaca un balcón plateresco. En medio del edificio hay un pasadizo que se abre a la calle Esparrillas. Uno de los edificios alberga el Museo de Caza del Duque de Arión.
Este espacio entronca perfectamente con la cercana Plaza de San Vicente Ferrer, donde se encuentra el antiguo Convento de Santo Domingo, conocido también como de San Vicente Ferrer ya que los condes de Plasencia lo construyeron por una promesa que hicieron al santo si su hijo recuperaba la salud. Para ello se expropió el terreno que ocupa la sinagoga mayor de la ciudad y las obras se realizaron entre los siglos XV y XVI, aunque la fachada corresponde al siglo XVII, siendo el gótico su estilo predominante. La Iglesia alberga una exposición de Pasos de Semana Santa y el resto del edificio está ocupado por el Parador Nacional de Turismo, cuyo claustro renacentista del siglo XV se puede visitar ya que el acceso a la planta baja es libre. Conviene entrar a ver el edificio, que está bastante bien conservado y acondicionado.
Como ya era la hora de comer, volvimos hacia la Plaza Mayor, esta vez por la Calle Santa Isabel, viendo de paso edificios tan interesantes como la Casa del Cardenal don Bernardino de Carvajal y la Casa de los Monroy, conocida también como Casa de las Dos Torres, que es una de las mansiones señoriales más antiguas de la ciudad pues fue construida a principios del siglo XIV por el Abad de Santander en estilo románico; según se cuenta, aquí estuvo alojado Fernando el Católico. Fue remodelada varias veces y actualmente presenta una fachada neogótica en la que destaca la portada con las figuras de dos leones en alto relieve y una torre con escudos. Como curiosidad, decir que la torre que le falta tuvo que ser demolida a principios del siglo XX por el mal estado en que quedó desde el terremoto que devastó Lisboa en 1755.
Antes de llegar a la Plaza Mayor, en la Plaza de Arsano, pudimos ver la fachada de la Casa de los Carvajal-Girón del siglo XVI, que actualmente es un hotel. Por el camino, pudimos ver en el suelo placas indicando el lugar donde se ubicaban antiguas casas judías.
En torno a la Plaza Mayor había varias terrazas de bares donde ofrecían tapas variadas y el buen tiempo animaba a sentarse al aire libre. Sin embargo, nos apetecía almorzar a cubierto y fuimos hasta la Calle Vidrieras, que sale de los mismos soportales de la Plaza Mayor, donde nos habían aconsejado el restaurante El Fogón de Manu, con menús degustación a 19 euros. Estuvimos mirando la carta, pero no nos convenció del todo, ya que queríamos tomar alguna especialidad extremeña y allí servían cocina no tan regional. En el Bar Español no había sitio, así que entramos en el Rincón Extremeño, también en la calle Vidrieras, ya que el menú regional parecía que estaban bien por 16 euros. Luego resultó que no tenían alguna de las especialidades, pero el camarero fue muy amable y me dejó mezclar menú normal con especial al precio de normal. Tomamos uno de degustación (entrante de ibéricos que nos llegó para los dos, ancas de rana y caldereta de cordero extremeña) y uno normal de 12 euros (patatas revolconas y codorniz estofada). La comida no es que fuese ninguna maravilla, pero con postres y café nos salió por 30 euros, así que considero correcta la relación calidad/precio y sobre todo nos atendieron de forma diligente, lo que se agradece cuando se va de viaje con el tiempo escaso. Cuando salimos de comer, la Plaza Mayor estaba despejada ya que habían desaparecido todos los puestos del mercadillo, con lo cual pudimos echar un vistazo sin demasiadas interferencias.
La Plaza Mayor. Tiene forma rectangular, está porticada y se encuentra en el centro del recinto amurallado. De ella parten de forma radial todas las calles que conducen a las principales plazas y a las diferentes puertas que se abren al exterior. El edificio más importante es el que alberga el ayuntamiento:
La Casa Consistorial, del siglo XVI, de estilo gótico-renacentista y con fachada de doble arcada. En la parte izquierda tiene el escudo de Carlos V y en la Torre del Campanario está uno de los símbolos de la ciudad: el abuelo Mayorga, un autómata del que se tienen referencias desde 1743, cuando se sustituyó la anterior figura por estar estropeada. Era de madera, llevaba un vestido de hoja de lata y un mazo en la mano para golpear la campana. Los franceses derribaron y destruyeron el muñeco en 1811. El que podemos ver ahora data de 1970. La campana data de 1546 y es una de las más antiguas de Europa de uso civil. En un lateral se encuentra la Cárcel antigua, que data del siglo XVII y presenta el escudo de Felipe IV.
Para hacer tiempo hasta que abrieran las Catedrales, decidimos dar una vuelta por la parte que queda a la derecha de la Plaza Mayor, teniendo el Ayuntamiento a nuestra espalda. Entramos por la pequeña calle de los Quesos, donde haciendo esquina con la calle de la Tea se encuentra la Casa de los Toledo Cadena, que data del siglo XV y está considerada una de las más representativas de la arquitectura renacentista del bajo medievo. Destaca su galería corrida con arcadas en el piso superior.
Girando a la izquierda enseguida nos encontramos con la Iglesia de San Martín, románica, del siglo XIII, considerada la parroquia más antigua de Plasencia. Actualmente carece de culto y funciona como sala de exposiciones. Tiene un destacado retablo dorado y policromo de Luis de Morales, que data de 1570. La Plaza donde se ubica tiene bastante encanto.
Siguiendo a la derecha, nos encontramos con el Convento de las Capuchinas (siglo XVI) y, ya en la calle Berrozana, la Casa de los Almaraz, también conocida como Palacio de los Grijalvas, se construyó en el siglo XVII con grandes sillares de granito en estilo herreriano.
A unos pasos, en la calle Sancho Polo, está la llamada Casa de las Infantas, que data del siglo XVII; de estilo neo-renacentista, tiene un curioso mascarón manierista en la portada, y la fachada y los añadidos posteriores le otorgan el aspecto de un antiguo palacio florentino.
Continuando a la derecha, por la calle San Ildefonso, vimos la fachada del Convento de San Ildefonso, construido a principios del siglo XV para baptisterio, en 1417 se cedió a una comunidad de monjas franciscanas, convirtiéndose en convento de clausura en 1582. Desde entonces, ha sufrido bastantes modificaciones para la consolidación de sus muros.
Más adelante, ocupando todo el centro de la Plaza de San Salvador, está la Iglesia de San Salvador, románica del siglo XIII, de cuyo origen solo conserva la cabecera semicircular y parte de la torre de las campanas. Ha sufrido varias remodelaciones, las principales en los siglos XVIII y XX, que han alterado mucho su aspecto primitivo. Sólo a unos pasos, el postigo de San Salvador se abre en la muralla.
Avanzando un poco, llegamos a la Plaza de la Torre Lucía (la Puerta la habíamos visto antes), seguimos por la Puerta del Carro y caminando por la Calle Escuelas llegamos a la Plaza de Santa Ana, con el Colegio de la Compañía de Jesús y el antiguo Convento de Santa Ana, de fachada renacentista, que actualmente se utiliza como Auditorio.
Volvimos a la Plaza Mayor por la Calle del Rey, en la que destacan la Casa de los Quijada Almaraz y, sobre todo, la Casa de las Argollas por su significado histórico, ya que aquí se celebró por poderes la boda entre Juana la Beltraneja y Alfonso V de Portugal. Las argollas representan la jurisdicción propia y especial que poseía la casa, como derecho de asilo, portazgos y jurisdicción civil y criminal en determinados asuntos, otorgada por Alfonso X el Sabio y Sancho IV a Pedro Sanchez de Grimaldo, que por entonces era su propietario. Del edificio primitivo solo se conserva la torre, con el escudo de linaje de los Nieto, que también fueron sus dueños.
Calle del Rey y Casa de las Argollas.
De nuevo en la Plaza Mayor, de espaldas al Ayuntamiento, en esta ocasión seguimos por la calle que sale al fondo a la izquierda, en cuya esquina nos llamó la atención un curioso edificio de un estilo indefinido, parecido a un castillo de cuento de hadas, que podría recordar vagamente alguno de los edificios de Gaudí. Su fachada es colindante a la Iglesia de San Esteban, en la plazuela del mismo nombre, formando un conjunto un tanto particular.
La Iglesia de San Esteban es del siglo XV, con ábside de estilo gótico y retablo mayor plateresco de transición al barroco. Aquí se casó el poeta José María Gabriel y Galán, lo que se conmemora en una placa de azulejos. Frente a una de sus puertas se encuentra el llamado Corral de los Alcaldes, llamado así por ser donde se reunían antiguamente las autoridades de la comunidad.
Muy cerca está el Mercado de Abastos, con columnas pintadas de un llamativo color rojo.
Seguimos por la Calle Santa Clara, con el Monasterio de la Encarnación a la izquierda y, a la derecha, el Convento de Santa Clara, edificio del siglo XV que ha sufrido numerosas remodelaciones y que actualmente es la Casa de la Cultura Municipal, albergando también una de las Oficinas de Turismo.
Mercado de abastos, Monasterio de la Encarnacion y Convento de Santa Clara (fotos verticales).
Desde allí ya se vislumbra, al fondo, la estampa de la Catedral, cuya plaza presenta un aspecto muy atractivo por el conjunto de sus edificios: Catedral Nueva, Catedral Vieja, Palacio Episcopal y Palacio del Deán, a los que se une un bonito jardín con una fuente que hace las veces de mirador.
El Palacio Episcopal se encuentra junto a la Catedral Nueva y es de estilo renacentista. Lo inició en el siglo XV el Obispo Gutierre Álvarez de Toledo, quien también fue el promotor de la Catedral Nueva. Las obras continuaron durante el siglo XVI y en el siglo XVIII se realizaron importantes remodelaciones.
El Palacio del Deán lo construyó en el siglo XVII la familia de los Paniagua, que logró una gran influencia en la ciudad como consecuencia de las recompensas recibidas por sus actuaciones en las Indias, en especial en Perú, donde uno de sus miembros llegó a ser Corregidor de Cuzco. En el edificio destaca un gran balcón de esquina con escudo de estilo neoclásico.
La Casa del Doctor o Arcediano de Trujillo. Aunque no está en la misma Plaza de la Catedral, el edificio se encuentra anexo al de la Casa del Deán, junto con la cual alberga actualmente los Juzgados. Es de estilo gótico y su fachada presenta una galería de arcos escarzanos y ventanas de estilo colonial.
Bonito panorama desde la Catedral con las Casas del Deán y del Arcediano.
Entre unas cosas y otras, el tiempo había pasado rápidamente y ya estaba abierta la Catedral, mejor dicho Catedrales, así que entramos a verlas. El precio del pase general es de cuatro euros, incluyendo audioguía. Sólo está permitido hacer fotos en el claustro. Se entra por la Catedral Vieja, que da paso al claustro, desde el que se accede a la Catedral Nueva. Está cerrada los lunes. Su horario de apertura de martes a domingo, del 1 de abril al 30 de septiembre, es de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00; del 1 de octubre al 31 de marzo, de 11:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00.
La Catedral Vieja supone una transición del románico al gótico, ya que se comenzó en el siglo XIII y se reformó en el siglo XV. La portada es románica con arco de medio punto. Su interior tiene tres naves, cubiertas con bóvedas de crucería. El claustro da paso a la notable Capilla de San Pablo, antigua Sala Capitular, sobre la que se encuentra la Torre del Melón, con una llamativa cúpula octogonal cubierta con escamas de estilo bizantino. Aquí está también el Museo Catedralicio.
El claustro tiene forma irregular y supone otro ejemplo de transición entre el románico y el gótico, con columnas y capiteles románicos, que presentan numerosas esculturas de escenas bíblicas, animales mitológicos, flores, hojas… Los arcos y las bóvedas de crucería apuntan al gótico. Alberga numerosas tumbas de clérigos ilustres. En el centro hay una bonita fuente gótica del siglo XV, adornada con escudos. Desde aquí se accede a la Catedral Nueva.
La Catedral Nueva comenzó a construirse en 1498 y se terminó en 1578. Tiene dos fachadas renacentistas platerescas, obras de Juan de Álava (la principal de 1558) y de Diego de Siloé, la del Enlosado de 1548. El Retablo Mayor es del siglo XVIII y tiene uno de los Coros más bellos de España, gótico, en madera de nogal. No se terminó por falta de presupuesto y como curiosidad señalar que se tuvo que tapiar el muro sur para celebrar los funerales del emperador Carlos V, que murió en el Monasterio de Yuste.
Antes de marcharnos, rodeamos el edificio de la Catedral, dejándola a nuestra derecha, salimos por el Postigo de Santa María y, sin abandonar el recinto amurallado, continuamos a nuestra derecha por una puerta que ya estaba abierta (horario de invierno: 10:00 a 13:00 y 17:00 a 19:00) y entramos en el llamado Enlosado de la Catedral, una terraza que permite contemplar el atractivo conjunto de ambas Catedrales y la parte posterior del Palacio Episcopal.
Ya cayendo la tarde y con casi todo el mapa turístico de Plasencia recorrido, volvimos al aparcamiento, recogimos el coche y fuimos hasta el Parque de los Pinos, en cuyas inmediaciones se encuentra el Acueducto Medieval. Popularmente es conocido como los Arcos de San Antón, su tramo más espectacular está entre el parque y la Torre Lucía. Data de mediados del siglo XVI, se construyó para sustituir a otro anterior de época árabe y su finalidad era traer a la ciudad el agua desde las sierras de Cabezabellosa y el Torno.
Después de dar una vuelta por los alrededores y ver el sol que se ocultaba entre los arcos del acueducto emprendimos viaje hacia nuestro alojamiento de esa noche en Hervás. Pero eso corresponde a la siguiente etapa del diario. Desde Plasencia, lo lógico sería hacer las visitas en el orden que seguiré a continuación si es posible atenerse a los horarios de apertura de cada uno de ellos.
CIUDAD ROMANA DE CÁPARRA.
Para llegar desde Plasencia, de donde dista 21 kilómetros, hay que ir por la N-630 hasta enlazar con la A-66 (Autovía de la Plata) y allí tomar la salida 455, que por la CC-102 lleva al yacimiento de Cáparra. Se tarda unos 25 minutos y está perfectamente indicado, así que no es posible perderse.
Lo que sí que hay que procurar es estar atentos a los horarios de visita, que son los siguientes:
Del 1 de octubre al 31 de mayo: de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00
Del 1 de Junio al 30 de septiembre: de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00
Está cerrado los domingos por la tarde y los lunes todo el día.
El acceso es gratuito.
Del 1 de octubre al 31 de mayo: de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00
Del 1 de Junio al 30 de septiembre: de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00
Está cerrado los domingos por la tarde y los lunes todo el día.
El acceso es gratuito.
Existe un Centro de Interpretación bastante interesante, en el que con maquetas, videos y paneles informativos nos podemos hacer una buena idea del aspecto que pudo tener esta ciudad comercial romana, que alcanzó su apogeo en tiempos del emperador Vespasiano, a finales del siglo I d.C., aprovechando su estratégica situación en la Vía de la Plata, que conectaba Mérida con Astorga. Perdió toda su importancia tras la llegada de los bárbaros y fue abandonada definitivamente con la invasión musulmana.
De origen posiblemente vetón, Cáparra pertenecía a la provincia romana de Lusitania, en el valle del río Alagón. Estaba amurallada y contaba con tres puertas de acceso, una de las cuales se adivina perfectamente contemplando sus basamentos. Para recorrerla, es aconsejable seguir el itinerario que comienza en el Centro de Interpretación y guiarnos por los paneles informativos numerados, cuya primera parada corresponde a una de las tres necrópolis, continuando después con el anfiteatro y la puerta suroeste.
Tras un corto paseo, vislumbramos la joya de Cáparra, su espectacular Arco del siglo I d C. Consta de cuatro arcos de medio punto que se sostienen sobre columnas, dando lugar a una estructura de cuatro frentes que es única en la Península Ibérica.
El Arco es realmente impresionante y solo por verlo merece la pena ir a Cáparra. Está rodeado de restos de lo que debieron ser casas y tiendas, y da paso al foro, espacio abierto que constituía el centro político y religioso de la ciudad, en el que todavía se adivinan la basílica, la curia y tres templos.
Además, pudimos contemplar las termas, la palestra y las tabernas junto a un tramo del enlosado original de la Vía de la Plata, rodeado aún por las piedras que formaron parte de las fachadas de las casas de la ciudad, las domus romanas.
Además, pudimos contemplar las termas, la palestra y las tabernas junto a un tramo del enlosado original de la Vía de la Plata, rodeado aún por las piedras que formaron parte de las fachadas de las casas de la ciudad, las domus romanas.
Aunque no queda demasiado en pie, merece la pena pasarse a echar un vistazo por esta antigua ciudad romana y conocer el Arco. Además el paisaje que la rodea es muy bonito y tampoco hay que pagar nada: he visitado lugares con menos restos y más deteriorados donde hay que pagar una entrada nada barata.
PUEBLO ABANDONADO/RECUPERADO DE GRANADILLA.
Otro lugar que no conviene perderse si se va a Plasencia o sus alrededores es Granadilla, antigua villa amurallada de origen feudal. La villa fue ocupada y desalojada por el Estado en 1960 para construir el Embalse de Gabriel y Galán, aunque realmente nunca, ni siquiera con el embalse lleno, llegó a inundarse. En 1980 fue declarada Conjunto Histórico-Artístico y cuatro años después se incluyó en un Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados de acuerdo al cual se han llevado a cabo trabajos de restauración de la muralla, el castillo y las casas por estudiantes. Estas actuaciones, sin embargo, han generado bastante polémica, ya que antiguos propietarios de las casas, las tierras y los huertos (que todavía existen) reclaman su restitución.
Embalse Gabriel y Galán desde el castillo.
Actualmente está abierta al público y, por lo tanto, se puede visitar, pero hay que tener en cuenta los horarios de apertura, ya que una vez cerrada la verja está prohibido entrar. Hay que calcular llegar al menos 40 minutos antes del cierre para que dé tiempo a hacer un mínimo recorrido, ya que 15 minutos antes empiezan a desalojar el recinto a golpe de campana. El horario de apertura es de martes a domingos (lunes, cerrado), de abril a octubre, de 10:00 a 13:00 y de 16:00 a 20:00 y de noviembre a marzo, de 10:00 a 13:00 y de 16:00 a 18:00. El acceso es gratuito.
Granadilla se encuentra a 42 kilómetros de Plasencia y el camino más corto para acceder es por la N-630, luego la A-66 y de ésta tomar la salida 446 hacia Zarza de Granadilla por la CC-152, donde se toma la CC-154 que lleva a Granadilla. No sé en qué estado se encuentra esta carretera (supongo que bien), pero nosotros, que llegamos desde Aldeanueva del Camino, nos encontramos con un tramo de firme en pésimo estado accediendo por la CC-168. Apenas fueron un par de kilómetros, pero había socavones como cuevas en un mal llamado asfalto. Después, mejoró sustancialmente con el anuncio de obras realizadas para reafirmar la pista.
Si se llega desde Cáparra, realizando la excursión completa desde Plasencia, el itinerario sería el siguiente:
Llegamos sobre las 16:20 y dejamos el coche en el amplio aparcamiento que estaba muy concurrido puesto que era día festivo. Enseguida nos sorprendió la muralla y la torre del castillo, que según he podido leer se ha restaurado permitiéndose ciertas “licencias”, aunque a primera vista ha quedado muy resultón. Pero iré por partes.
Granadilla fue fundada por los musulmanes en el siglo IX, construyendo una alcazaba para proteger sus fronteras de los ataques cristianos, ya que el sitio se encontraba sobre una colina, en un lugar fronterizo y estratégico, cerca de la Vía de la Plata. El rey Fernando II de León conquistó la aldea en 1160, la repobló, le concedió el título de villa y le dotó de murallas, lo que da muestra de la gran importancia que también concedieron los cristianos a esta fortificación. Su nombre original era Granada, que tuvo que cambiar para evitar confusiones cuando los Reyes Católicos conquistaron la Granada andaluza. No obstante, oficialmente el concejo no aceptó utilizar el diminutivo hasta el siglo XIX.
Durante la Edad Media, la villa sufrió muchas vicisitudes, participando activamente en la historia castellana y las luchas de sus nobles, siendo cedida a la Orden de Santiago, recuperada por los reyes y convertida finalmente en disputado señorío. Disfrutó de voto en Cortes y durante mucho tiempo fue el principal núcleo de población de la zona.
Estado actual de las antiguas casas no restauradas y de los huertos.
Nada más llegar a Granadilla, lo que llama la atención es la torre del castillo que se muestra ante nuestros ojos formando parte de la muralla que rodea la villa.
El castillo fue construido en 1473 por el Duque de Alba (García Álvarez de Toledo y Carrillo de Toledo). Consta de un “cuerpo prismático central y cuatro cuerpos semicilíndricos adosados a cada costado”. Al verlo, me recordó algunas fortificaciones francesas. Se puede acceder al interior y subir a las torres, desde las que se obtienen unas vistas excelentes del entorno y del Pantano de Gabriel y Galán, especialmente bonitas al atardecer, con la puesta del sol.
Continuamos después por el adarve de la muralla, sobre el que se puede caminar y recorrer casi todo el recinto amurallado, contemplando unas vistas excelentes del propio pueblo y del pantano.
Desde la muralla también es posible contemplar la Iglesia Parroquial de la Asunción, del siglo XV, si bien no es posible entrar en la misma. Las vistas seguían siendo estupendas.
Desde la muralla también es posible contemplar la Iglesia Parroquial de la Asunción, del siglo XV, si bien no es posible entrar en la misma. Las vistas seguían siendo estupendas.
Finalmente, paseamos por el pueblo, subiendo por la calle restaurada hasta la Plaza Mayor, donde se ubican las casas más notables, como la Casa de las Conchas, la del Ayuntamiento, la del Minarete, la Casa de los Arcos, la Casa Consistorial…
Y entretenidos estábamos en la Plaza Mayor cuando empezamos a escuchar una llamada urgente de campanas que casi nos asustó: faltaban quince minutos para el cierre y avisan de esa manera. La verdad es que el tiempo había transcurrido deprisa porque fue una visita muy entretenida. Cuando nos íbamos ya habían cerrado, pero todavía vimos varios coches que llegaban en esos momentos y no podrían ver nada a excepción de la parte exterior de la torre del castillo y las murallas. Aconsejo ir con tiempo suficiente, atendiendo a los horarios, porque una vez que se llega hasta allí merece bastante la pena entrar y no quedarse con las ganas.
Aquí acaba la primera parte de esta nueva escapada por tierras cacereñas. Continúa en la segunda parte, en la que cuento nuestra visita a Baños de Montemayor (termas romanas) y al precioso pueblo de Hervás, añadiendo dos rutas senderistas cortas pero muy bonitas a la Chorrera de Hervás y al Castañar de Gallegos. El enlace éste: ESCAPADA CACEREÑA (II). HERVAS, CHORRERA Y CASTAÑAR; BAÑOS DE MONTEMAYOR.