Día 13 - Kyoto (transformación en maiko - Fushimi Inari) ✏️ Diarios de Viajes de Japon

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Este día teníamos reservada una sesión de caracterización de Maiko en Kyoto a las 9 de la mañana, por lo que madrugamos para llegar a tiempo.
Como Laura siempre va tarde, la puntualidad no va con ella, llegamos al shinkansen corriendo, ya que salía a las 8:16 el tren. Vi que ya estaba en el andén y me metí corriendo, sin mirar ni el nombre. Una vez dentro me di cuenta de que nos habíamos metido en un Nozomi, que son los trenes más rápidos no incluidos en el JRP. De hecho estaba más lleno de lo normal y por eso nos dimos cuenta de que algo fallaba.
Pasamos un poco de corte por si venían a pedirnos algo, pero como el trayecto solo duraba 10 minutos no tuvimos que pasar por el mal trago.


Nos dirigimos a la oficina de venta de billetes de los autobuses, pero como había un montón de gente en la oficina, los compramos en las máquinas, aunque estaba todo en japonés y nos daba un poco de miedito.
Metimos un billete de 1000¥ y al darle al botón solo nos dio uno y no sacó las vueltas, así que le dimos de nuevo y la máquina nos dio otro más. No sabíamos si es que estas máquinas no daban vueltas o había que hacerlo de otro modo.
En realidad las máquinas suelen tener un botón de devolución de dinero, que hay que pulsar para que te de las vueltas en caso de haber terminado la operación. Como estaba todo en japonés, no teníamos ni idea.

Nos pusimos en la larga cola y a esperar que llegase un bus y después otro hasta que pudiésemos entrar. De nuevo cogimos el bus 100, ya que el estudio está por la zona de Kiyomizu y Gion y llegamos a las 9:00, justo a tiempo.
Caminamos hasta el estudio Shiki, con las calles prácticamente desiertas y llegamos a las 9:15.
Por la zona de la entrada había una pareja de novios haciéndose fotos, aprovechando las horas en las que no hay turistas.


Cuando entramos aquello estaba lleno de gente, pero lleno. Y eso que me habían dicho por email que no abrían hasta las 9. Nos tomaron nota y nos enseñaron el plan que habíamos elegido, inspeccionando a Laura por su tamaño, ya que les había advertido de antemano. Le dieron a elegir entre varios kimonos que tenían previamente seleccionados, en una foto, así que sin problema.
Habíamos elegido el plan de estudio para Laura, ya que no podría salir a la calle por el tipo de kimono que le daban, y para mi el de estudio y calle para poder hacernos fotos fuera, pero como era más caro y la que tenía más ilusión era Laura, decidí hacer el mismo plan que ella.

Nuestro plan valía 5,900¥ sin tasas, fue el más barato que encontré por Internet. Además añadimos al plan el cd con las fotos de la sesión, que de otro modo solo te dan un librito con las incluidas en el plan. En ese momento pensamos que el librito estaba incluido, pero podía no haberlo pedido y haberme llevado solo el CD y las fotos sueltas, aunque esto no nos lo explicaron. En teoría el plan incluye las fotos, pero no el librito, que resultaron ser 890¥.
Seleccionamos además una foto de escenario, para que no fuesen todas muy casposas en plan estudio, que fueron 1000¥ más. Los calcetines tabi son otros 390¥, aunque al menos te los puedes llevar a casa como recuerdo.
Nos ofrecieron hacernos el pelo sin la peluca completa por 2500¥ más, pero a pesar de que las fotos que nos enseñaron eran mucho más bonitas con pelo real, no podíamos permitirnos gastarnos tanto dinero, así que lo rechazamos. Retocaría las pelucas más tarde al editar las fotos.
El total, con las tasas, ascendió a 19.828¥ las dos. Mucho más caro de lo que habíamos planificado y eso que había elegido otro plan más económico. El pago se hace a la salida, por lo que las cuentas reales no las ves hasta que ya no hay vuelta atrás.
La chica que nos atendía era al parecer la única que medio hablaba inglés, pero casi nos comunicábamos por intuición porque su vocabulario era muy limitado.

Nos llevaron a los vestuarios, dejando previamente las zapatillas en un armario junto a la entrada, y subimos unas escaleras super empinadas, donde nos explicaron un poco qué hacer, y nos enseñaron un cartelito explicativo en inglés. Teníamos que dejar nuestra ropa en una taquilla, cuya llave nos ponían enrollada en la muñeca, y ponernos una batita y los calcetines tabi. Nuestras cosas, como cámaras de fotos, móvil etc, teníamos que llevarlo en una cesta.
No permiten hacer fotos durante el proceso, solo al final, cuando estás en la calle.

Una vez listas, bajamos a elegir el kimono y pasamos por la sala de maquillaje. Aquí fue donde empecé a darme cuenta de que aquello era como una cadena de montaje, donde no ponían el mismo cuidado en todas. A Laura le tocó una maquilladora que la dejó estupenda, pero la mía no sólo acabó antes que las que estaban antes de yo llegar, sino que luego vi cosas que me faltaban, como el rabito negro del ojo, que no sobresalía ni una pizca. Las cejas tampoco se preocupó en darles la forma recta característica, por lo que simplemente era yo misma con la cara blanca y un poco de sombra de ojos.
Mi hermana como tiene la cara más redonda, similar a las asiáticas, quedó más parecida a una maiko, además de estar mejor maquillada, le retocaron bien las cejas y le pintaron los ojos con más cuidado.
En esta parte también te ofrecen un extra de pestañas postizas.

De ahí pasamos a la peluquería, donde nos ponían el casco con el pelo. Aquello pesaba una barbaridad y para colmo a mi me quedaba enorme. Me sobraba casco por todas partes y se veía mi pelo por debajo.
Fijándome luego en las fotos, hasta se podían apreciar cuerdas saliendo por debajo, como con trozos sueltos. Me pareció lo más cutre de todo. No deberían ni dar esa opción o tener varias medidas disponibles. A mi hermana se le notaba menos porque le ajustaba bien a la cara y lo podría retocar bien con las imágenes del CD, pero el tema del tamaño hacía una gran diferencia. Quizá tenían varios tamaños, pero claro, si están atendiendo a 20 personas a la vez, cuando se acaban se acaban.
Menos mal que a ella le gustó mucho el resultado, que era la que más ilusión tenía en esta transformación, porque yo en ese momento ya estaba bastante desencantada con la experiencia.


De allí nos llevaron al vestuario y nos pusieron el kimono entre dos personas. Aquello apretaba tanto que me daba miedo no poder respirar y fue entonces cuando entendimos el porqué de esos andares típicos de las geishas. Es imposible andar de otra forma.
Pasamos al estudio, donde un chico hacía fotos y una chica iba marcando las poses, totalmente estudiadas. Sacaban una foto en cada pose y tirando. Ni dos fotos por si en una salías con los ojos cerrados.
Mi hermana pasó primero y cuando me puse yo las fotos las hizo la chica que nos había guiado.
De allí nos llevó al escenario real y nos hizo un par de fotos a cada una, con la pose que habíamos elegido previamente en un book de fotos.
El proceso duró una hora y media. Tras esto nos sacaron por una puerta trasera para que nos hiciéramos fotos durante unos 10 minutos, sin irnos de ahí mismo.
Cuando le estaba haciendo las fotos a Laura me quedé sin batería, ya es mala suerte, por lo que seguí con el móvil y grabé un pequeño vídeo.


A las 11 nos metimos dentro y empezamos el proceso para que nos quitasen todo. Ahí ya estaba aquello más que lleno, con gente esperando su turno por todas partes. Ya mi impresión de cadena de montaje, totalmente impersonal, era completa.
No se cuanto tiempo nos tiramos desmaquillándonos, ya que esto lo teníamos que hacer nosotras mismas, con la ayuda de toallitas y aceite. Hasta me tuve que lavar el flequillo, porque estaba lleno de pringue y totalmente aplastado con la redecilla, parecía el pájaro loco.
Pensamos que lo mejor sería ir a primera hora, pero por comentarios de otros viajeros, me parece que la mejor hora es la última, ya que hay menos gente y es cuando los templos ya están cerrados, por lo que no pierdes tanto tiempo útil.

Mientas esperamos que nos dieran las fotos y pagábamos, una turista inglesa tuvo que pedir ayuda a los que allí estábamos porque no conseguía entender a la recepcionista. Había ido sin reserva y a pesar del mogollón que había la cogieron sin problemas, diciéndole que lo único que el proceso en lugar de ser de 1 hora sería de 2.
Vamos, que cogen a todo el mundo y si se satura más la cosa pues da igual. Me habría gustado saber que trabajan así antes de haber ido. Me habría replanteado todo el tema.
Salimos de allí a las 12 de la mañana.


Fuimos caminando hacia el santuario Yasaka, y a la altura del el Ishibei-koji (un callejón antiguo muy turístico), vimos un mapa donde indicaba las zonas de fumadores, ya que la zona es prácticamente entera de madera, estaba muy limitado. Justo ahí encontramos un redil para que Laura se quitase el mono y continuamos por el callejón.


La mayoría del tiempo iba grabando, aunque sin mirar mucho lo que grababa, ya que no quería perderme en la pantalla, por lo que la mayoría del vídeo del viaje está un poco a lo loco.
Lástima no haber tenido una cámara deportiva enganchada a la mochila y despreocuparme.


Nos perdimos un poco por las calles y llegamos al santuario Yasaka desde la puerta sur, a las 12:35, aunque una de las puertas, justo detrás del tori estaba en obras, tapada con lonas, afeaba un poco la zona.
Al entrar al recinto vimos varios monjes preparando instrumentos musicales y mucho movimiento de gente. Parece ser que este es el templo preferido de las geishas, aunque no vimos ninguna en esta ocasión.


Nos dirigimos hacia el parque Maruyama, el más antiguo de Kyoto y de obligada visita en la época de cerezos, que está junto al santuario.
Nos pasó lo mismo que en Ueno, estaba todo el camino lleno de puestos de comida, por lo que se veía poco del parque y mucho colorido de puestos. Entre estos se veían de vez en cuando bancos para comer. De hecho nuestra intención era ir a comer al parque, pero no esperábamos tantísima gente.
Creo que fue la primera vez que vimos carteles de prohibido hacer fotos en algunos puestos de comida.
El problema de este tipo de puestos es que nunca sabes muy bien lo que vas a comerte, porque está todo en japonés. Tampoco es barato como para ir experimentando a lo loco cuando viajas con presupuesto bajo. Sobre todo cuando vas solo, ya que en caso de no gustarme no se lo podía dar a mi hermana por tener todo gluten.


Nos adentramos más en el parque y vimos una zona en la que tenían esterillas en el suelo, pero no estaba lleno, así que nos encaminamos y de nuevo nos cortó el paso una pareja de novios que se estaban haciendo fotos en el puente y tenían a una persona cortando el acceso para que tuviesen el fondo vacío.
Cruzamos un pequeño río con un paso de piedras, para llegar a las esterillas y vimos que había grupos de gente diseminada que no parecían tener relación entre ellos, incluso algún grupo de turistas.


Como ya era la 1 de la tarde, la hora a la que suelen comer allí, decidimos ponernos en una esquinita del mogollón de esterillas. Nos descalzamos y nos dispusimos a comer nuestro bento de arroz con ternera y setas.
Se me habían roto las zapatillas, por lo que iba con las botas de montaña, mucho más incómodas a la hora de ponerlas y quitarlas, pero al menos tenía calzado de repuesto.


A las 13:20 seguimos adentrándonos más en el parque, pero nos devolvimos porque no veíamos ningún camino para ir al templo Chion-in, que se veía desde ahí. Este es de acceso gratuito, al menos la parte principal, ya que está en obras.
Estaba bastante cerca, a las 13:35 ya estábamos frente a la puerta gigante que da entrada al templo. Gigante es poco, no solo es grande, al estar sobre unas escaleras da la sensación de ser más grande aún.


En las escaleras había montones de grupos de chicos con el mismo traje haciéndose fotos. No sabemos si era un grupo de estudiantes, pero tenían toda la pinta. También había pequeños grupos de chicas, pero estaban apiñaditas a un lado de las escaleras.
Según entrábamos salían más chavales con la misma ropa. No sabemos si había algún tipo de evento o es que es el lugar que utilizan para hacerse las fotos de final o principio de curso.


Subimos hasta el edificio principal, que estaba tapado totalmente y como había unas máquinas de bebidas, mi hermana aprovechó para comprar un café y yo un helado de 250¥. En este momento pensamos que las máquinas no aceptaban las monedas de 50¥ doradas, solo las plateadas. No nos habíamos dado cuenta de que las doradas son de 5¥ y no de 50¥. Pensábamos que unas eran más viejas que otras, pero de la misma cantidad.

El helado era tipo sándwich con oreos, pero apenas se le notaba la galleta. Lo bueno es que no sabía a vainilla corriente, ya que no me hace mucha gracia, así que al final estaba bueno.
Me había quedado con el antojo de uno de estos de máquina el día anterior, por el camino del filósofo, ya que cuando fui a comprarlo la máquina los tenía todos agotados.

Nos sentamos en unos bancos junto a las máquinas y mi hermana se empezó a encontrar mal.
Le había salido una especie de sarpullido en el cuello, no sabemos si por la pintura de maiko, y le dio como un bajón extraño.
Se quedó allí sentada mientras yo exploraba el templo. Entré hasta donde permitían gratuitamente, al interior de uno de los edificios en los que había que descalzarse y no permitían hacer fotos y me regresé al llegar al jardín, que era de pago.


A las 14:15 emprendimos la marcha, miramos un poco la parte que nos quedaba del templo, una zona muy bonita con un puente, aunque no subimos más porque Laura no se encontraba del todo bien.
Cuando salimos estaba todo lleno de autobuses y había equipos de televisión. No sabemos que tipo de evento habría ese día, pero está claro que uno importante.
Nos dirigimos hacia el templo Shōren-in, que lo tenía en mi lista pero no de imprescindibles, ya que tiene un jardín muy bonito. Llegamos a la puerta a las 14:40, pero decidimos no entrar y aprovechar la tarde para ver Fushimi Inari.

Caminamos hasta la parada de bus próxima, donde esperamos un buen rato, ya que los buses pasaban llenos y no abrían las puertas más que para dejar salir gente. Cuando conseguimos subirnos fuimos aplastadas como sardinas y asadas como pollos del calor que hacía ahí. A eso de las 15:20 pudimos sentarnos porque se bajó todo el mundo y al menos pudimos descansar un rato hasta llegar a la estación de tren.
El agobio que pasamos en los buses de Kyoto no tenía nombre y no hacíamos más que alegrarnos por haber elegido Shin-Osaka como base de operaciones.
En la estación de Kyoto cogimos un tren de la Nara line hasta Inari, esta vez en la planta inferior de la estación, ya que no era un shinkansen, pero aún así estaba cerca, ya que el trayecto duraba menos de 7 minutos.


Llegamos a las 16:00 y nada más salir de la estación ya tenías en frente el primer tori que indicaba el camino al santuario.
Lo bueno de este santuario es que no cierra, por eso decidimos ir por la tarde, ya que podríamos tomárnoslo con calma para poder verlo bien e intentar subir a la cima.
Ahí mismo hay un combini, donde mi hermana aprovechó para fumar antes de emprender la marcha.
En el santuario hay máquinas de bebidas, pero según vas subiendo son cada vez más caras y llega un momento en que está todo agotado, por lo que hay que tenerlo en cuenta si no lleváis agua o comida. Mejor comprarla en el combini.


El día se había puesto soleado y hacía mejor temperatura. Los toris rojos anunciaban un lugar especial, con un fondo verde de la vegetación y algunos cerezos en flor que hacían un paisaje precioso.
Echamos nuestra ofrenda y tocamos la campana, como el resto de visitantes, y emprendimos la marcha.
A las 16:15 empezamos la subida de escaleras, en busca del pasillo de toris.


Como en todas partes, había mucha gente, tanto que en algunas zonas había atascos. Incluso había un cartel indicando la dirección a seguir para que hubiese camino de ida y de vuelta y no nos entorperciesemos. Pero claro, había un tapón justo ahí de mucho cuidado, porque éramos más de los que entrábamos por los toris, que además en este tramo, eran más pequeños.


Llegamos al primer santuario a las 16:25 y probamos suerte con las piedras. Parece ser que tienes que pensar en una aproximación a su peso antes de levantar una de las piedras. Pides un deseo y la levantas. Si levantas la piedra más fácilmente de lo que habías imaginado, tu deseo se hará realidad más fácilmente, pero si pesa más de lo que imaginabas, tu deseo será más difícil que se cumpla.
Adivinad lo que pensamos nosotras. Está claro que no tenemos suerte en estas cosas.
A partir de aquí ya no podía hacer fotos con la cámara reflex, por falta de luz, así que me limité a grabar vídeo y hacer alguna con el móvil.


El pasillo de toris ya era uno solo, por lo que teníamos tramos con mucha gente, pero según íbamos subiendo se notaba que la gente disminuía. El camino no era todo cuesta arriba, había veces que subía y otras que bajaba, unas con suelo liso y otras con escaleras. Las escaleras tampoco eran muy altas, así que nuestras rodillas pudieron soportarlo.
Cuando bajábamos ya empezábamos a dudar si íbamos por el camino correcto, pero como tampoco habíamos visto otro, seguíamos avanzando.


A las 16:35 llegamos a la segunda parada con mapa, en la que se podía seguir o regresar a la salida por otro camino. Los toris empezaron a ser más grandes de nuevo y ya se notaba el descenso de gente, podíamos andar sin tener que estar haciendo cola o esquivando cámaras y palos selfie.
Justo al atravesar los toris estaban los baños, que estaban cerrando en ese momento, por lo que nos quedamos sin poder rellenar las botellas de agua. Ya sabéis, los baños cierran a las 16:30, hacer pis y beber agua antes de que sea esa hora.


Había pequeños santuarios con recovecos en espacios libres de toris, entre la vegetación, con escaleras y estrechos pasillos por donde perderse.
A las 16:45 llegamos a un pequeño lago. Las hojas de los árboles caían como si fuese otoño y con el atardecer se veía de lo más bonito. A partir de aquí ya empezaron a inclinarse más las escaleras.


Intenté grabar los toris sin gente, en un momento que paramos a descansar, pero era imposible. Hasta un español me dijo que era cuestión de paciencia y esperar que se despejase, pero podías estar ahí la vida esperando, así que continuamos.
También nos encontramos algún que otro gato, que siempre tenía gente alrededor, aunque son un poco pasotillas.
A las 16:55 llegamos a otro mapa, en el que ponía que estábamos casi en el mismo punto que en el anterior.


A las 17:35 llegamos a una zona con un pequeño mirador donde nos paramos a descansar, mi hermana se sentó un rato y yo hice un timelapse. En realidad dos, porque en uno de ellos un grupo de asiáticos de origen desconocido se plantaron delante de mi cámara y ahí se quedaron, como si no hubiese otro sitio donde pararse. Y los que se acercaron a observar el trípode pulpo ya ni os cuento. Como si no hubiesen visto un trípode en su vida.


A los 5 minutos continuamos nuestro camino, ya que mi hermana decía que podía hacer otro tramo más. Este tramo, al ir por el borde de la montaña, tenía más luz y el sol se filtraba entre los toris.
A las 17:40 llegamos a otro mapa, casi una hora después del último, donde todo el mundo lo miraba incrédulo, ya que apenas se había movido 1cm. Les escuchabas lanzar juramentos en todos los idiomas y gestos de que este mapa está mal, señalando por donde creían que estábamos en realidad.
En este momento fue en el que pensamos que no podríamos llegar a la cima.

Era una especie de mirador, desde donde se veía todo Kyoto, con algún banco para sentarse, que estaban ocupados, también había casetas suponemos que de tiendas ya cerradas y pequeños altares.
Aunque ya estaba a punto de ocultarse el sol, mi hermana vio en alguna parte que quedaban 15 minutos hasta la cima y decidimos intentarlo.
Había una bifurcación en el camino, así que nos decidimos por el de la derecha.
En este camino ya íbamos casi solas, por lo que aunque estábamos cansadas nos daba más ánimo continuar, ya que así era todo mucho más bonito. Nos paramos a hacernos algunas fotos y continuamos.


A las 17:52 llegamos a otra zona de altares, bastante grande y con recovecos donde había algunas estatua de zorros y algún gato rondando con pocas ganas de mimos. Había una tienda cerrada junto al camino y unas máquinas de bebidas en las que ya no quedaba nada y las tenían con una cruz de cinta adhesiva grande.
Cuando íbamos a continuar, el camino era de bajada y mientras aprovechábamos para hacernos fotos llegaron dos chicos españoles que nos pidieron que les hiciéramos una juntos y nos hicieron también una a nosotras.


Seguimos caminando comentando que tal nos había ido en el viaje y contándonos sus experiencias con los vuelos de código compartido y que ellos ya no los cogían nunca por el mismo problema que tuvimos. Creo que nos contaron que viajaban con los de emirates, porque el servicio era impecable y les costó más o menos lo mismo que a nosotras.


Lo que era cuesta abajo se convirtió de nuevo en cuesta arriba y a las 18:10 llegamos a otro espacio con altares y una tienda. En la máquina de bebidas ya todo superaba los 200¥ y creo que ni estaba encendida.
A las 18:12 llegamos a la cima. Ya ni nos lo creíamos, porque no habíamos vuelto a ver un mapa, pero había carteles que indicaban que era la cima de la montaña y los españoles nos lo confirmaron, que ya estaban allí haciendo fotos.


Había un altar grande, con carteles donde se leía en inglés que no nos sentásemos en los escalones por respeto al Dios. Dimos una vueltecita por el lugar y a las 18:16 emprendimos el camino de regreso, pero por el otro lado, es decir, daríamos la vuelta completa a la montaña. Esta vez, al ser el camino por la parte contraría a la puesta de sol, estaba cada vez más oscuro y empezaba a refrescar. Como casi todo era cuesta abajo, íbamos más deprisa, ya que nos íbamos dejando caer.


A las 18:20 empezamos a ver lámparas y luces en los faroles de piedra, justo a tiempo porque apenas podía ya grabar de lo oscuro que estaba y no sabíamos si nos íbamos a quedar totalmente a oscuras antes de llegar. Ya echábamos de menos haber llevado una linterna.
Apenas nos cruzábamos con nadie y caminar entre los toris y esta parte más boscosa, a la luz de los farolitos, era increíble.
No nos paramos a hacer fotos porque podíamos quedarnos en medio del bosque a oscuras totalmente solas y andábamos deprisa, por lo que me limité a ir grabando según andaba.
El camino era más tipo rampa, con pocos escalones.

A las 18:20 empezamos a subir de nuevo y ya dirigiéndonos hacia el este, por lo que había un poco más de luz. Pasábamos de subidas suaves a bajadas empinadas y subidas de nuevo pronunciadas. Pasamos por altares escondidos entre las rocas con pequeñas cascadas y caídas de agua. Tiendas ya cerradas y bifurcaciones confusas, ya que había accesos a otros pequeños altares entre la vegetación, que iban cuesta abajo, pero el camino de salida era cuesta arriba. Al menos por aquí la mayoría de las subidas eran con rampa y no con escaleras.


Llegamos a unas máquinas a 150¥, pero no quedaban bebidas. Necesitábamos algo de beber, por lo que estábamos mirando todas las que veíamos.
Por este camino había menos toris, estaban más espaciados, pudiéndose ver más el bosque.
A las 18:30 llegamos a la zona de altares donde está la estatua del zorro boca abajo.
Terminamos de subir, llegando al mirador por el que ya habíamos pasado antes. Aquí aún había gente, algunos turistas estaban sentados sobre la roca comiendo algo y hasta había algún niño rondando.


A las 18:40 ya no había luz y mi cámara me indicaba erróneamente que no había quitado la tapa del objetivo. Nos íbamos guiando por las luces que había de vez en cuando y prestando mucha atención a donde pisábamos.
A las 18:50 por fin dimos con una máquina con bebidas. Como no había agua y estaba casi todo agotado, cogimos algo que tenía pinta de acuarius a 180¥.
El sabor de la bebida era igual al de las chuches que tenían forma de aspirina grande, que venían en paquetes de varias envueltas en un rollito. Muy curioso.


Por este punto empezamos a bajar por un camino que no recordábamos haber subido, pero como había varias bifurcaciones, era probable que hubiésemos ido por otra distinta a por la que subimos. De hecho a las 19:00 cruzamos un puente que seguro no habíamos visto en la subida. Dos minutos más tarde llegamos a los edificios, ya mejor iluminados, de la entrada.

A las 19:10 llegamos al tori de inicio, junto a la estación.
Como teníamos que ir al otro andén, buscamos el ascensor para evitar las escaleras y a las 19:22 llegó el tren hacia Kyoto. A las 19:45 cogimos el shinkansen a Osaka. Nos fuimos directas a casa porque estábamos molidas. A las 21:30 ya habíamos cenado y estaba descargando fotos y vídeos.
Ilusa de mí había llevado el portátil pensando editar vídeos y fotos, pero llegaba tan cansada que me era imposible.

Nos alegramos de haber dejado Fushimi Inari para un día distinto a Nara, porque de haberlo hecho el mismo día, seguramente no habríamos podido hacer la subida completa y es una de las cosas que más me ha gustado del viaje hasta el momento.
Es uno de los sitios que no dejaría fuera de mi lista en próximos viajes a Japón. Repetiría una y otra vez.

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