Cuñaba es una parroquia del concejo de Peñamellera Baja, en Asturias, que tiene como límite con Cantabria el río Deva. Está muy cerca del Desfiladero de la Hermida, en Cillorigo de Liébana; aunque pertenece a Asturias, investigando sobre Liébana, encontramos un par de rutas por esta zona y nos las apuntamos.
CUÑABA-DESFILADERO DE LA HERMIDA (4 km aproximadamente)
Atravesando el Desfiladero de La Hermida, por la N-621 conducimos por una carretera estrecha señalizada hacia Cuñaba y San Esteban, entre los puntos kilométricos 167 y 168. Tomamos el desvío a la derecha. Las vistas mientras vamos subiendo al pueblo son impresionantes.
En unos 3,5 km estamos ya en la pequeña plaza del pueblo que tiene un lavadero con unas antiguas pilas. Enfrente hay un pequeño parque infantil. Por la derecha del Bar Sánchez empieza la ruta, marcada con señales amarillas y blancas.
Durante el trayecto las moles montañosas se imponen sobre nosotros. En buena parte el camino es de bajada (y luego de subida, claro).
Una vez pasado el cementerio, del que apenas queda la verja y la cruz, nos adentramos hasta un camino boscoso; tras pasar esta cabaña, empieza un camino en bajada y en zigzag, que nos permite ver las paredes verticales y oír el fluir del río Deva.
El sendero termina en la N-621, pero no llegamos a terminarlo, pensando en que nos tocaba la subida y ya nuestras piernas notaban el cansancio de ir frenando al bajar.
Tras un refresco en el Bar Sánchez y contemplar una escena diaria entre sus vecinos, retrocedimos por la misma carretera que nos trajo, con unas vistas de infarto de las paredes rocosas y Cuñaba abajo.
ÁREA RECREATIVA DE SAN ESTEBAN DE CUÑABA (2 km aproximadamente)
De vuelta a los puntos kilométricos 167-168, en la bifurcación tomamos ahora dirección hacia San Esteban de Cuñaba. Nos esperaba el plato fuerte del día. Esta visita es absolutamente recomendable.
A la llegada al pueblo hay un merendero, con una fuente, un castaño centenario (no es solo un árbol, para el pueblo es su amigo y allí le rinden homenaje) y una pequeña cascada, un escenario casi mágico, inundado de un verde que parece casi irreal. Comimos en las mesas de madera los bocatas que llevábamos y subimos hasta el aparcamiento en el que empieza el sendero a Tresviso-ruta del Pasá del Picayo.
Creo que el lugar transmite parte de su historia: una inundación devastó el lugar en los años 80. Los vecinos volvieron a levantar sus casas con sus manos.
Tras otra cuesta, llegamos al mirador de San Esteban. La postal, bellísima. Guardamos un recuerdo muy entrañable y las vistas sobre el pueblo y la sierra Nedrina realmente dejan sin habla. En el sureste tenemos la Sierra Cocón con los picos del Picayo.
Después caminamos hasta el área recreativa, siguiendo el río Robicones con el arco de roca que hay en el Desfiladero de la Hermida en un lateral del camino. Hay un árbol hueco, donde, por supuesto, se metió nuestro hijo.
Hay algo mágico aquí, muy difícil de explicar con palabras.
Con la sensación de que el viaje ya había valido la pena, volvimos a Torices, no sin parar antes en la iglesia románica de Sta. Mª de Lebeña, con su campanario y bello cementerio, enmarcada en el mismo escenario rocoso del Desfiladero.
CUÑABA-DESFILADERO DE LA HERMIDA (4 km aproximadamente)
Atravesando el Desfiladero de La Hermida, por la N-621 conducimos por una carretera estrecha señalizada hacia Cuñaba y San Esteban, entre los puntos kilométricos 167 y 168. Tomamos el desvío a la derecha. Las vistas mientras vamos subiendo al pueblo son impresionantes.
En unos 3,5 km estamos ya en la pequeña plaza del pueblo que tiene un lavadero con unas antiguas pilas. Enfrente hay un pequeño parque infantil. Por la derecha del Bar Sánchez empieza la ruta, marcada con señales amarillas y blancas.
Durante el trayecto las moles montañosas se imponen sobre nosotros. En buena parte el camino es de bajada (y luego de subida, claro).
Una vez pasado el cementerio, del que apenas queda la verja y la cruz, nos adentramos hasta un camino boscoso; tras pasar esta cabaña, empieza un camino en bajada y en zigzag, que nos permite ver las paredes verticales y oír el fluir del río Deva.
El sendero termina en la N-621, pero no llegamos a terminarlo, pensando en que nos tocaba la subida y ya nuestras piernas notaban el cansancio de ir frenando al bajar.
Tras un refresco en el Bar Sánchez y contemplar una escena diaria entre sus vecinos, retrocedimos por la misma carretera que nos trajo, con unas vistas de infarto de las paredes rocosas y Cuñaba abajo.
ÁREA RECREATIVA DE SAN ESTEBAN DE CUÑABA (2 km aproximadamente)
De vuelta a los puntos kilométricos 167-168, en la bifurcación tomamos ahora dirección hacia San Esteban de Cuñaba. Nos esperaba el plato fuerte del día. Esta visita es absolutamente recomendable.
A la llegada al pueblo hay un merendero, con una fuente, un castaño centenario (no es solo un árbol, para el pueblo es su amigo y allí le rinden homenaje) y una pequeña cascada, un escenario casi mágico, inundado de un verde que parece casi irreal. Comimos en las mesas de madera los bocatas que llevábamos y subimos hasta el aparcamiento en el que empieza el sendero a Tresviso-ruta del Pasá del Picayo.
Creo que el lugar transmite parte de su historia: una inundación devastó el lugar en los años 80. Los vecinos volvieron a levantar sus casas con sus manos.
Tras otra cuesta, llegamos al mirador de San Esteban. La postal, bellísima. Guardamos un recuerdo muy entrañable y las vistas sobre el pueblo y la sierra Nedrina realmente dejan sin habla. En el sureste tenemos la Sierra Cocón con los picos del Picayo.
Después caminamos hasta el área recreativa, siguiendo el río Robicones con el arco de roca que hay en el Desfiladero de la Hermida en un lateral del camino. Hay un árbol hueco, donde, por supuesto, se metió nuestro hijo.
Hay algo mágico aquí, muy difícil de explicar con palabras.
Con la sensación de que el viaje ya había valido la pena, volvimos a Torices, no sin parar antes en la iglesia románica de Sta. Mª de Lebeña, con su campanario y bello cementerio, enmarcada en el mismo escenario rocoso del Desfiladero.