Empezamos nuestra ruta por Potes tras aparcar en el aparcamiento de El Ferial, detrás de la Bolera municipal y la antigua iglesia de San Vicente mártir, que es ahora la oficina de Turismo. Vimos muchos edificios así, reconvertidos para darles un uso actual, como el de Correos, que hace esquina en la Plaza de la Serna, o esta frutería en la calle principal.
También encontramos viviendas que van cayendo en el olvido y en el abandono.
Por la calle Independencia llegamos a la Torre del Infantado y a la Plaza del Capitán Palacios, donde los restaurantes, a pesar de lo temprano que era, ya empezaban a montar sus terrazas, sus pizarras… y los olores a salir de las cocinas.
Muy bonita estampa del río desde el Puente de la Cárcel.
Por Doctor Encinas cruzamos hasta el Barrio de la Solana, una preciosidad.
Es una auténtica maravilla perderse por sus callejuelas y pasadizos, a la vez que disfrutar de sus casitas y, cómo no, del espectáculo de la naturaleza.
En Fuente de la Riega, a la que llegamos bajando unas escaleras, aprovechamos para beber agua de su fuentecilla y jugar un rato. Era un día supercaluroso.
Caminando hacia el río, nos encontramos el puente de San Cayetano, que cruza hacia el barrio del Sol.
Nos gustó mucho el ambiente, terracitas tipo chillout… ¡Cualquier sitio es bueno para correr!
Por Virgen del Camino llegamos al Parque de escuelas, donde hay un parque infantil bastante grande con un surtidor de agua. ¡Diversión asegurada!
El parque está justo detrás del Monumento al médico rural, enfrente de la estación de bus.
El día estaba apretando mucho, así que decidimos bajar a pasear por la orilla del río. Bajamos por el Puente de San Cayetano y ¿qué toca ahora? Meterse el niño en el agua a jugar, ¡claro que sí!
Es una zona con poca profundidad; más adelante hay otras donde la gente incluso se baña; la gente y ¡todo el que pueda!
Pasamos debajo del Puente de la Cárcel también y llegamos hasta el Parque de San Raimundo, junto al Ayuntamiento, justo enfrente del puente que lleva al instituto que lleva el nombre del músico local, Jesús de Monasterio. Hay un parque infantil pequeñito, casi testimonial en este punto.
No era la una todavía, pero sabíamos que para comer podía ser difícil encontrar mesa. Y difícil es elegir dónde. Habíamos llamado por la mañana al Asador Llorente, pero nos dijeron que no hacían reservas, así que nos plantamos allí antes de que se llenara y acertamos. Está en la primera planta de un bonito edificio y por dentro es precioso. Comimos en el piso superior y, de nuevo, atención y calidad de diez: borano –una especie de morcilla- con manzana, bacalao con tomate y pierna de cochinillo; nuestro hijó varió y pidió unas croquetas de bacalao.
Por fin probamos el canónigo.¡Qué bueno estaba! Es un postre típico: natillas con soufflé de huevo.
Por la tarde, con un sol de justicia fuimos hasta Vega de Liébana, en concreto, a Tudes. Naturaleza espectacular por cualquier parte.
Hay un mirador un poco antes de llegar a Tudes y unos caballos cruzan alegremente por la carretera.
Nos pareció una pequeña aldea, con su tractor, gallineros, gallinas campando entre las mesas de un merendero… Vimos un bar y una casa rural con una pinta excepcional… La casa de las chimeneas, se llamaba.
Desde aquí caminamos hasta Porcieda, una aldea abandonada, que se ha hecho famosa por haber sido puesta en venta por una alta cantidad de dinero.
Apenas quedan un par de casas y la ermita a la Virgen de las Nieves, cuya festividad siguen celebrando los vecinos con una romería.
Según leímos, la mayoría de vecinos y herederos viven en Tudes, pero acuden allí para trabajar las tierras.
El paseo es sencillo, alrededor de un kilómetro. Recomendamos mucho llegar hasta aquí. ¡No se pasea por un lugar abandonado todos los días!
De vuelta a Tudes creo que estábamos al borde de una lipotimia, entre el calor y la digestión del Asador Llorente…
Nos metimos en el bar del pueblo, fue una agradable sorpresa encontrar en un ambiente rural La taberna del inglés. Es un restaurante de estilos mezclados: gótico, castellano-mudéjar… Un detalle que nos pareció muy bonito es que junto a personajes históricos españoles y británicos, había parejas de gente mayor del pueblo. y un retablo laico con los retratos de toda la gente del pueblo. Arriba, una reconstrucción de una cocina tradicional.
Después de, literalmente, rehidratarnos y remojarnos en el baño,volvimos a Torices y de cabeza a la piscina. ¡Qué fría el agua siempre!
También encontramos viviendas que van cayendo en el olvido y en el abandono.
Por la calle Independencia llegamos a la Torre del Infantado y a la Plaza del Capitán Palacios, donde los restaurantes, a pesar de lo temprano que era, ya empezaban a montar sus terrazas, sus pizarras… y los olores a salir de las cocinas.
Muy bonita estampa del río desde el Puente de la Cárcel.
Por Doctor Encinas cruzamos hasta el Barrio de la Solana, una preciosidad.
Es una auténtica maravilla perderse por sus callejuelas y pasadizos, a la vez que disfrutar de sus casitas y, cómo no, del espectáculo de la naturaleza.
En Fuente de la Riega, a la que llegamos bajando unas escaleras, aprovechamos para beber agua de su fuentecilla y jugar un rato. Era un día supercaluroso.
Caminando hacia el río, nos encontramos el puente de San Cayetano, que cruza hacia el barrio del Sol.
Nos gustó mucho el ambiente, terracitas tipo chillout… ¡Cualquier sitio es bueno para correr!
Por Virgen del Camino llegamos al Parque de escuelas, donde hay un parque infantil bastante grande con un surtidor de agua. ¡Diversión asegurada!
El parque está justo detrás del Monumento al médico rural, enfrente de la estación de bus.
El día estaba apretando mucho, así que decidimos bajar a pasear por la orilla del río. Bajamos por el Puente de San Cayetano y ¿qué toca ahora? Meterse el niño en el agua a jugar, ¡claro que sí!
Es una zona con poca profundidad; más adelante hay otras donde la gente incluso se baña; la gente y ¡todo el que pueda!
Pasamos debajo del Puente de la Cárcel también y llegamos hasta el Parque de San Raimundo, junto al Ayuntamiento, justo enfrente del puente que lleva al instituto que lleva el nombre del músico local, Jesús de Monasterio. Hay un parque infantil pequeñito, casi testimonial en este punto.
No era la una todavía, pero sabíamos que para comer podía ser difícil encontrar mesa. Y difícil es elegir dónde. Habíamos llamado por la mañana al Asador Llorente, pero nos dijeron que no hacían reservas, así que nos plantamos allí antes de que se llenara y acertamos. Está en la primera planta de un bonito edificio y por dentro es precioso. Comimos en el piso superior y, de nuevo, atención y calidad de diez: borano –una especie de morcilla- con manzana, bacalao con tomate y pierna de cochinillo; nuestro hijó varió y pidió unas croquetas de bacalao.
Por fin probamos el canónigo.¡Qué bueno estaba! Es un postre típico: natillas con soufflé de huevo.
Por la tarde, con un sol de justicia fuimos hasta Vega de Liébana, en concreto, a Tudes. Naturaleza espectacular por cualquier parte.
Hay un mirador un poco antes de llegar a Tudes y unos caballos cruzan alegremente por la carretera.
Nos pareció una pequeña aldea, con su tractor, gallineros, gallinas campando entre las mesas de un merendero… Vimos un bar y una casa rural con una pinta excepcional… La casa de las chimeneas, se llamaba.
Desde aquí caminamos hasta Porcieda, una aldea abandonada, que se ha hecho famosa por haber sido puesta en venta por una alta cantidad de dinero.
Apenas quedan un par de casas y la ermita a la Virgen de las Nieves, cuya festividad siguen celebrando los vecinos con una romería.
Según leímos, la mayoría de vecinos y herederos viven en Tudes, pero acuden allí para trabajar las tierras.
El paseo es sencillo, alrededor de un kilómetro. Recomendamos mucho llegar hasta aquí. ¡No se pasea por un lugar abandonado todos los días!
De vuelta a Tudes creo que estábamos al borde de una lipotimia, entre el calor y la digestión del Asador Llorente…
Nos metimos en el bar del pueblo, fue una agradable sorpresa encontrar en un ambiente rural La taberna del inglés. Es un restaurante de estilos mezclados: gótico, castellano-mudéjar… Un detalle que nos pareció muy bonito es que junto a personajes históricos españoles y británicos, había parejas de gente mayor del pueblo. y un retablo laico con los retratos de toda la gente del pueblo. Arriba, una reconstrucción de una cocina tradicional.
Después de, literalmente, rehidratarnos y remojarnos en el baño,volvimos a Torices y de cabeza a la piscina. ¡Qué fría el agua siempre!