Día 7. Troyan, los alrededores de Sofía y el regreso ✏️ Diarios de Viajes de Bulgaria

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Los últimos apuntes religiosos y un pequeño soplo de aire fresco antes del adiós

Troyan

Tras otra noche y demasiadas horas en Veliko Tarnovo, salimos sobre las 9:00 hacia el monasterio de Troyan, marcando ya nuestro último día en el país. 100 minutos más tarde, por un camino fácil, llegamos al tercer monasterio más grande del país. Como comentaba antes, entre el tercero y el cuarto (Transfiguración), hay un abismo, y se nota. Troyan es más pequeño que Rila, pero también atrae turistas (no tantos, pero yo debo decir que visité Rila con menos que gente que en Troyan). Y también es casi tan bonito como aquél. Estuvimos una hora visitando el recinto, donde destacan los frescos exteriores de su iglesia y su pequeña torre. Hay un museo de objetos religiosos, pero lo obviamos por falta de tiempo y de interés, ya que ya habíamos visto el de Rila. Y como en el gran emblema de Bulgaria, también hay monjes deambulando por el monasterio.

Para ir expresamente, no (antes se debe ir a Rila), pero dentro de una ruta por el país, Troyan me parece una parada notable por su encanto. No ocupa más de una hora la visita y realmente es gratificante.

Boyana y Vitosha

Después del buen sabor de boca de Troyan, poco imaginamos aún lo que nos quedaba por ver. Dos horas y cuarto más tarde, llegábamos a la iglesia de Boyana, Patrimonio Mundial de la UNESCO, una pequeña iglesia medieval reconocida por sus murales excelentemente conservados. Para evitar daños, el pase se restringe a grupos de 8 personas durante 10 minutos. Tiempo suficiente para admirarla y, además, preguntar a la señora que controla, la cual también ofrece explicaciones sobre las escenas y los iconos.
Boyana, para mí, ha sido la iglesia que más me ha impresionado del país por su brutal valor pictórico y su antigüedad. Todo aquél que pasé por Sofía, debe entrar a Boyana. La visita, ir y volver al centro no ocupará más de 90 minutos. Está alejada, pero es realmente imprescindible.

Recomendación: Visitarla un día que se venga o se vaya a fuera, o se visiten los alrededores de Sofía.

Eran las 14:15 y aún teníamos algo de tiempo para ir al aeropuerto. Era un tiempo muerto, así que subimos con el coche al monte Vitosha, con el fin de ver vistas de la ciudad. No está bien indicado y, como todos los planos búlgaros, el de allí era malo, así que no llegamos a la cima. Pero bueno, vimos un poco de bosque, gente haciendo excursiones y picnics, además de dar una breve vuelta por el bosque.
Para los viajeros que no tengan tiempo y no se muevan de Sofía, recomendaría subir al monte para alejarse de la ciudad y ver algo de naturaleza búlgara. El monte es bonito y parece ofrecer varias rutas y parajes de interés. Si se va a hacer ruta en coche por el país, ya es más prescindible. Es mejor, por ejemplo, ir a los lagos de Rila, más espectaculares.

Regreso

Con suficiente antelación, llegamos al aeropuerto para dejar el coche. Suerte que llegamos con tiempo, porque para ir de la T2 a la T1 tardamos unos 45 minutos, entre esperar el transfer (lo perdimos en nuestra cara y pasa cada 25-30 minutos), y el atasco que había de coches por incompetencia de la policía.

Luego, llegó la facturación. Volvimos con WizzAir, la cual tiene una política de equipaje muy estricta. Habíamos pagado por la maleta grande de facturación (obviamente, sabíamos que no estaba incluída), pero llevábamos también maletas de cabina y dos mochilitas sueltas. Pensaba que, desde los escándalos de Ryanair, todas las compañías aéreas permitían maleta de mano en cabina + mochilita o bolso. Wizz Air, no. Sólo incluye un bulto, y además uno de tamaño pequeño (mochilita o maletita enana en la que sólo te caben los kleenex).La ruda mujer del mostrador, casi nos hace facturar las maletas de mano, ya que decía que eran más grandes de lo normal (eran del tamaño medio, pero era estándar), pidiéndonos que las pusiéramos en los barrotes. No entraban, pero de no haber los barrotes tal vez cabrían. No obstante, tras una mirada asesina, nos dejó marchar, pero nos advirtió que en la puerta guardáramos todo.
Y así hicimos, comprimimos todo en un sólo bulto cada uno, y entramos libremente, sin tener que pagar más (por suerte, ya que los billetes de avión los había pagado caros). Cuento esto para advertir de las políticas de Wizz Air y tenerlas en cuenta a la hora de comprar vuelos. Porque tal vez os compensa más pagar mayor cantidad por un servicio y condiciones mejores.
Salimos puntuales y el vuelo fue bien, aunque los muy ruínes de Wizz Air inventaron que había turbulencias para que todo el mundo se sentara y, así, poder pasar tranquilamente con el carrito del duty free.

Llegamos a casa, donde llovía con más intensidad de lo que nos había llovido durante una semana en Bulgaria

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