Habíamos quedado con Catalina y Luis, para ir a comer a su casa.
Tras adquirir una planta en la calle Florida, hemos comprado unos postres dulces. A las 12:00 habíamos quedado con Luis, en la avenida 9 de Julio, que nos queda a tres cuadras del hotel.
Tras media hora por autopista, hemos llegado a la casa, donde nos esperaban Catalina e hijo.
Un estupendo asado sobre el quincho, iba a ser el objetivo culinario de la jornada.
Poder vivir una jornada en el seno de una familia argentina es algo impagable. La experiencia, el poder sentirte como si fuesen familiares, desmitifica ideas preconcebidas.
La comida a base de varias ensaladas, embutidos, y el plato estrella: parrillada.
Cerveza para refrescar y un muy buen vino.
Finalmente tartas y mate. Todo con una calidad indiscutible.
Y no puedo obviar la compañía de los anfitriones. Su hospitalidad y la sinceridad que han volcado en su invitación.
Regreso a Buenos Aires, que encontramos con bastantes calles cortadas por la existencia del G20.