Nos levantamos en Klein Aub con los primeros rayos de sol, lo cual en África significa que ya es tarde. Los niños remoloneando un poco e intentan resistirse al toque de la corneta. Quinto levanta tira de la manta... necesitamos llegar lo antes posible a Sesriem e intentar recuperar las horas perdidas: estamos a más de 2 horas de donde debiamos dormir anoche.
Gunter prepara un desayuno sencillo con unas ricas magdalenas y un café que, según mi señora, es delicioso. Yo solo tomo leche y magdalenas, como los niños. Damos un breve paseo por la finca y nos enseña una curiosidad más: un horno solar para cocinar carne. Parece muy ingenioso, además de natural. Aquí lo que sobra es sol.
Aunque parezca el último rincón del mundo, a mí me da la impresión de que el negocio de Gunter va a funcionar, entre otras cosas porque no tiene competencia: hay 50 km al siguiente pueblo. Además está situado estratégicamente a mitad de camino entre la Windhoek y Solitaire o Sesriem, en una ruta bastante frecuentada por los turistas que se dirigen al parque del Namib.
Nos despedimos de Gunter y volvemos al camino polvoriento. A pocos kilómetros aparece el cruce que lleva hacia Solitaire. Nos llaman la atención algunos nidos enormes sobre postes y árboles, que a veces llegan incluso a tronchar las ramas. Aunque parezcan nidos para cigüeñas, sus autores son colonias de pájaros pequeños.
Nos cruzamos con un carro con algún problema cargado de niños y adolescentes. Nos paramos con ellos un momento a ver si se les puede ayudar que me da la impresión de que su único problema es que van tranquilos. Nos piden agua, algo bastante habitual cada vez que te paras con alguien en una carretera de Namibia. No siempre es que tengan sed, a veces simplemente es por interactuar contigo.
Continuamos por la pista hasta una zona un poco más curvada por la intersección de varios riachuelos siempre secos, y allí nos cruzamos con numerosos animales entre ellos un par de familias de Orix, antílope del tamaño de un ciervo y que se caracteriza por ser uno de los animales más resistentes y de éxito en terreno seco. Los Orix son el más grande de los antílopes de terreno árido, capaces de pasar días enteros sin beber gracias a su piel y a su capacidad para extraer el agua de la hierba que comen.
También nos cruzamos con un par de chacales de lomo negro. La vegetación es de clima semidesértico destacan aparte de las acacias y arbustos los quivers trees una especie de aloe con forma de árbol. También se observan árboles tipo de botella y varios tipos de euphorbias.
A veces se cruzan en nuestro camino extensas familias de gacelas o pintadas, una especie de perdiz vestida de traje sevillanas. Ya en el llano, divisamos algunas parejas de avestruces, aunque muy poco amigas de los extraños. Todo nos sorprende y cada dos por tres nos paramos a hacer una foto.
Así llegamos hasta Solitaire, un curioso pueblo con una gasolinera y varios coches abandonados dispuestos a modo de museo o exposición. Ningún turista se resiste a parar a hacer esta foto.
Parque Nacional de Namib-Naukluft
Entramos en el parque más grande de Africa el Namib-Naukluft, tiene una superficie de 49.768 kilómetros cuadrados, más grande que toda Extremadura o que Holanda... o que Suiza. ¡Muy grande!
El desierto del Namib se dice que es el más antiguo del mundo y tiene las dunas más altas, pudiendo superar los 300 y 400 m. Suelen ser de color naranja ya que sus granos proceden del río Orange, en Sudáfrica. Su viaje puede comenzar en las montañas de Drakensberg y continúa hasta la frontera con Angola, donde se encuentra el río Epupa, la primera corriente de agua dulce permanente en su camino. El viaje puede durar miles de años, pero el grano de arena tampoco parece que tenga mucha prisa.
en.wikipedia.org/ ...ional_Park
es.wikipedia.org/ ..._del_Namib
Continuamos por el bello paisaje del Namib, cada vez más seco y pedregoso. Primero aparecen montañas fruto de fuerzas extremas que retuercen sus capas y, al poco tiempo, las primeras dunas a lo lejos.
Llegamos a Sesriem y pagamos las tasas de entrada al parque en el puesto de control. A la derecha queda nuestro camping, donde se suponía que debíamos dormir anoche: básico, pero con un emplazamiento envidiable.
Continuamos por la carretera asfaltada que nos va a llevar a Sossusvlei, el valle se va estrechando, siempre flanqueados por altas dunas, que parecen querer echarse encima del camino. De vez en cuando vemos algún avestruz o oryx en la lejanía. En medio del llano pedregoso y ardiente, vagando como alma en pena. Aquí no hay ni hierba. Como no esten chupando piedras.
Al final de los 70 km hay un parking y la arena invade la senda. Decidimos pagar para que nos lleven los últimos 5 km. Aunque el todoterreno es capaz de atravesar esa zona de arena no quiero arriesgarme con los niños. Además habría que desinflar las ruedas y luego volverlas a inflar, con lo cual perderíamos más tiempo… y tiempo es lo que no tenemos. No somos granos de arena.
En arena hay que bajar la presión de las ruedas a 1,5 y luego para carretera hay que volver a subirla a 2,2. Es un proceso que se tarda rato y por eso tampoco hemos querido asumirlo. Nos cambiamos zapatillas por botas y nos dirigimos al todoterreno del parque, que sale de forma casi inmediata. Nos hemos juntado con otros 4 españoles que van también al Deadvlei.
Me cuentan que han llegado tarde al valle, porque esta mañana hicieron la excursión de las dunas en globo. Unas vistas increíbles. 400€ por cabeza.... no podemos permitirnoslo.
El trayecto se hace rápido en 5 minutos y nos dejan en el aparcamiento de los todoterreno. El guía nos dice que llevemos agua suficiente y que sigamos las señales, pero no es fácil porque hay un laberinto de pisadas y ningún cartel, ni calavera sobre un palo.
Llevamos agua abundante para sofocar el calor, pero no demasiada así que bebemos con contención.
Comenzamos a subir una duna que yo calculo que no tendría menos de 250 metros. El grupo se dispersa a lo largo de la dorsal, en cabeza de la expedición van los dos niños y yo les sigo, junto a la pareja más joven. Llevar en cabeza de la expedición un guía de 7 años, nunca ha sido buena idea.
El pequeño sube como si no le costase, se nota que ha fijado su objetivo en escalar la duna, pero a medias de subida, me doy cuenta de que estamos haciendo el tonto, que hemos pillado la senda de los que subieron las dunas más altas a principio de mañana.
El enano se resiste a dejar la cabeza de la expedición, pese a mis explicaciones. Así que le digo que tire para abajo, que es una orden y que cuando llegue abajo, si no está, no le espero. Una expedición de aventura, no es realmente de aventura si vuelve con todos sus miembros. “Si te pica una víbora no pienso subir a por ti.”
Nos deslizamos por una de sus laderas, para llegar a la zona del Dead Vlei. Hincamos las botas a cada salto por la arena, pero bajamos los tres como locos, entre risas. De fondo, se oye la voz de la madre diciendo que bajemos con cuidado. Conforme nos deslizábamos voy pensando que esta arena blanda es la preferida por las víboras para cazar.
El DeadVlei es un valle salado con grises árboles muertos que contrastan con el blanco suelo en un paraje rodeado por altas dunas. La más destacada de la zona es Big Daddy, una duna de color naranja de 325 m, la más alta de toda esta zona. El lago está como a un kilómetro del aparcamiento, siempre que no te pierdas como nosotros.
Es una de las imágenes más icónicas del Namib, quizás la fotografía más repetida de Namibia. El antiguo lago salado se extiende bajo nuestros pies. En el emergen como fantasmas antiguos troncos de árbol secos y de color oscuro que contrastan con el blanco del lago. Todo rodeado por altas dunas de color naranja. El sol está su cenit y castiga con dureza. Advierto a los niños de que no beban demasiado o nos quedaremos sin agua para la vuelta.
El enano se ha empeñado en subir a Big Daddy, él sólo. Intento razonar con él de que la montaña es más alta de lo que parece y que además hace demasiado calor con lo cual es difícil de subir incluso para un adulto a estas horas. No parece muy convencido, pero ante el argumento de porque te lo dice papá y por el artículo 155, acaba cediendo. En el valle solo se nos oye a nosotros.
Está a unos 50 metros, vuelve con paso firme hacia mí, para intentar convencerme de que lo deje subir la enorme duna. Conforme se acerca, me hace gracia el contraste de su cuerpo menudo con la enorme montaña: menudo desafío ha escogido. Se me escapa una sonrisa de satisfacción paterna. Pienso para mí: “Llegará lejos: es inteligente, tiene la audacia de emprender grandes retos, determinación para llevar la empresa a cabo y la constancia necesaria para no rendirse en el primer obstáculo.”
Pero hoy el obstáculo es su padre, todavía demasiado alto para saltarlo: “No puedes subir esa duna a estas horas, es la más alta de Sossuvlei, tiene más de 300 metros de altura, tardarías dos horas en subirla, con este sol y sin agua te deshidratarías y para colmo has escogido la cara equivocada. Las dunas nunca se deben subir por la cara por donde cae la arena, pues está blanda y suelta.”
Eva Elvira, mi hija, se lo pasa pipa haciendo fotos a los árboles embrujados. Tiene una vena artística que me encanta. Bueno eso y que no le da por subir dunas de 300 metros.
Sobre las 13h iniciamos la vuelta. Son apenas 20 minutos, pero en la arena se avanza despacio y ya casi no nos queda agua. Llegamos bajo un calor castigador y nos dejamos caer rendidos en una mesa.
Una familia de Orix pasan junto a nosotros, pero ni les hacemos caso. Están perfectamente adaptados al sol, pero incluso para ellos es absurdo no buscar la sombra a estas horas.
En el aparcamiento hay otros 4 turistas que viene de bajar Big Daddy. Una de ellas es española y lleva varios meses viajando por la región sur de África. Nos ha hecho fotos subiendo las dunas, cuando ellos estaban en lo alto. Si me lees, porfa, mándame las fotos.
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Me ha llegado una foto graciosas hace unos días: soy yo con los niños subiendo las dunas de Deadvlei. Me las ha mandado Patricia del blog Takemeallaround (de quien os hablaba sobre estas líneas): www.instagram.com/takemeallaround www.facebook.com/takemeallaround Ella no nos conocía cuando hizo la foto. La conocimos luego en el parking de los 4x4 de Sossusvlei. |
A las 13:30, nos recoge el coche iniciamos un safari por las dunas. El conductor se nota que es muy hábil y experimentado. Es llamativo que algunas dunas no son de los mismos colores que hemos visto en Dead Valley. Hay amarillas o blancas, incluso alguna gris o negra. El camino es muy arenoso y tenemos que parar a ayudar a unos españoles que se han quedado atascados con el todoterreno en una zona de arena blanda.
Me miran mal, porque en vez de ayudarles, priorizo el sacar la foto de la escena para la posteridad. No se pueden quejar: nuestro conductor les saca el vehículo del hoyo en el que se han metido.
Cuando llegamos de nuevo al parking el sol cae de pleno. Allí se quedan, nuestros compañeros y otros coches que han hecho la ruta y que tuvieron que deshinchar las ruedas. Ahora las bombas eléctricas de los coches están inflándolas.
Camino de vuelta observamos la belleza de las dunas y el efecto de los espejismos en la llanura. De vez en cuando nos cruzamos con algún Oryx o una pareja de avestruces perdidas. Uno no sabe muy bien que hacen estos bichos en medio de la nada. Los machos de color negro deben estar pasándolo muy bien. La vida en el Namib es muy dura y aquí solo resisten animales muy bien adaptados.
Me llama la atención los pliegues de las montañas de formas y colores muy llamativos: forma de cráter, otras de mesa y o acantilados.
Llegamos a Sesriem a medio día. A la izquierda quedan las últimas dunas y una manada de oryx que se protegen del sol bajo unos árboles. Este debía ser nuestro alojamiento de anoche: el camping de Sesriem: justo debajo de esos árboles.
Salimos del parque: vuelven a comprobar los papeles y continuamos por la carretera de tierra.
Observamos los caprichos geológicos de las montañas. De vez en cuando nos cruzamos con grandes animales: caballos, burros, cebras, gacelas, oryx e incluso algunos ñus.
Sí para los animales la vida es difícil, para las plantas es aún más extrema. Los a los árboles y las y las hierbas son muy resistentes. Es llamativo veces ver una montaña de color oscuro, cubierta de plantas de color blanco da la sensación de un paisaje florido aunque realmente no lo es simplemente el color de las ramas sin hojas.