Como sólo disponíamos de un día en la Isla de Santiago y al menos queríamos conocerla a grandes rasgos, decidimos contratar un coche con conductor. Nos parecía la opción más cómoda para un único día, evitando así los trámites de alquilar un coche, buscar gasolinera y perdernos unas cuantas veces.
Marcio era nuestro conductor privado para todo el día. Es un caboverdiano culto, divertido y sensato, y su arquitectura corporal parece heredada de los masais. Resultó un privilegio contar con sus conocimientos, pues nos brindó la oportunidad de saber mucho más del país que las retahílas envasadas que suelen contar los conductores o los guías. Yo creo que este chico llegará lejos.
Praia, la capital actual, se asienta en la costa sur de Santiago. Nuestra excursión partía de Praia hacia el interior montañoso de la isla hasta llegar a Tarrafal en el extremo norte. Después regresaremos a Praia por la costa completando una ruta circular.
El coche nuevo e impecable subía las curvas rumbo al interior de la isla. Pequeñas aldeas o casitas aisladas buscan cobijo en los valles quebrados al resguardo de las sierras que se elevan sobre ellos. “Cuando llueve, todo se vuelve verde y se pone precioso, las flores estallan y las aves acuden a darle más vida”, nos explicaba Marcio. Era momento de preguntar a Marcio una de mis dudas: ¿A qué se debe el nombre de Cabo Verde?.......en semejante secarral cuesta imaginárselo………. Resulta que “cabo” significa lugar. Verde era cuando llegaron los primeros navegantes, cuando las islas estaban pobladas de bosques de dragos y otros árboles autóctonos. Mucho ha cambiado el paisaje desde entonces hasta desteñirse su verde. Los bosques fueron arrasados por acción humana para conseguir terrenos para la agricultura y la ganadería.

Papayos y plataneras crecen en torno a las aldeas, otorgándoles cierto verdor. Sin embargo, en la cresta de las montañas ninguna vegetación se atreve a brotar. El conjunto paisajístico, sin resultar despampanante, es bonito y agraciado, especialmente el ambiente rural que impera en muchos recodos.
Sao Domingos, Rui Vaz, Picos, son algunos de los pueblos por los que pasamos antes de llegar a Assomada, la principal población de la sierra. Vistas panorámicas desde la carretera o desde algunos miradores es la recompensa al avance por las curvas que zigzaguean por el escarpado terreno. El Pico da Antonia está presente durante buena parte del recorrido. Con 1394 m, es la cima más alta de Santiago.

En Assomada se celebra un mercado al aire libre. Ropa nueva y usada, fruta, verduras, muebles……….un poco de todo. Las calles están tomadas por montones de puestecillos.
Veo que Marcio se desvía de la carretera principal tras sobrepasar Assomada. Estamos en la pequeña localidad de Boa Entrada y la estrecha carretera desciende para internarse en un fértil valle. Su pretensión es mostrarnos el enorme árbol, el Poilao de Boa Entrada, casi convertido en icono de la isla.
Me percato que nos hemos introducido en uno de esos pequeños valles que antes veíamos desde la carretera. Me encanta el entorno rural que nos rodea, cultivado con plataneras, mangos, papayos....
Valle de Boa Entrada


Retomando la ruta hacia Tarrafal, la carretera vuelve a subir para encumbrar la Serra Malagueta. Constituye un Parque Natural que ofrece numerosas rutas de senderismo. Nosotros sólo la atravesamos en coche, gozando de las panorámicas que integran montaña y costa. El Volcán do Fogo domina las vistas oceánicas hacia el oeste mientras descendemos hacia Tarrafal.

Tarrafal es el pueblo más al norte de Isla Santiago. Encierra una triste historia que nos deja los pelos de punta mientras visitamos el antiguo penal. Era más bien un campo de concentración que funcionó durante la primera mitad del siglo XX. En insalubres celdas encerraban a los presos políticos durante la Guerra Civil española, el nazismo y la dictadura portuguesa. Falta de higiene, comida en mal estado, era un auténtico foco de infección. Lo consideraban un lugar de muerte lenta, en el que pretendían minar las fuerzas físicas y mentales, y sobre todo, la dignidad de los reclusos. Afortunadamente, es cosa del pasado.
La cara amable de Tarrafal la conocíamos a continuación. El presente que vemos con nuestros ojos es el de un lugar de ocio y relajación para turistas, así como de vida sencilla para locales. Las barquitas de colores acababan de llegar a la playa y la gente separaba y limpiaba el pescado recién capturado. Qué playa tan bonita, con algunos cocoteros sobre la arena blanca y el acantilado que la modela en forma de media luna. Los turistas se tumban en la arena. Los lugareños prefieren columpiarse, bañarse o surfear en este espacio compartido entre razas.
Buscamos una terracita muy chula para comer frente al mar, pescado fresco, como no podía ser de otra manera………..a la sombra y con una leve brisa……..en la gloria!
Playa de Tarrafal (Isla Santiago)



Reemprendemos la excursión para seguir por la carretera de adoquines que recorre la costa este. Pueblos muy humildes se salpican de vez en cuando en la costa de lava, como Porto Formoso, Calheta de Sao Miguel, Pedra Badejo. Se ve bastante miseria. Ni siquiera tienen agua corriente en las casas. Los vemos acarreando garrafas que deben rellenar a veces en lugares no muy cercanos.
Finalmente, la carretera se aleja de la costa para regresar a Praia. Yo me quedo con el recuerdo de un valle verde repleto de palmeras y plataneras, rematado al fondo por las montañas serradas. Me podría quedar horas explorándolo.

Quedaba todavía un rato para nuestro vuelo a Sao Vicente cuando llegamos a Praia. Marcio tuvo el detalle de ofrecernos una panorámica de la ciudad en la que apreciábamos la clara división entre los barrios de clase alta, media y baja. También nos acercamos al faro de Ponta Temerosa, donde el farero nos invitó a subir a lo alto para ver la inmensidad del Océano mientras nos contaba algunas anécdotas de tantas horas vividas en este lugar. Por este corredor marítimo navegan los buques entre Europa y América.
Y ya al aeropuerto para nuestro vuelo de Binter a Sao Vicente, extremadamente puntual.