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VISEGRÁD & SZETENDRE
VISEGRÁD & SZETENDRE
Figuritas en el escaparate de una tienda de cachivaches de Szetendre
Viernes 1 de Junio, 2018
Tras desayunar en el apartamento salimos sin pausa hacia los muelles de la empresa Mahart para coger nuestro barco. Eran las 10.30 de la mañana y salimos en ruta hacia Visegrád. No recuerdo el precio, pero había dos opciones: El barco lento, que tarda unas tres horas en llegar a Visegrad, o el rápido, que tarda una hora. Elegimos éste último. No tardó ni en salir ni en llegar a destino. A mí la experiencia de navegar por el Danubio no me pareció nada del otro mundo en primer lugar porque el barco rápido es cerrado: No puedes ir a cubierta a disfrutar de las vistas mientras te da el sol. Es como ir en un autobús por el río. Por otro lado, el curso del Danubio hasta Visegrád no tiene nada de especial.
Tengo que decir que quizá es que yo soy un raro y un maniático porque a la mayoría de los turistas les encanta la experiencia de hacer un pequeño crucero por el curso del río que atraviesa las principales capitales europeas... menos a mí. Y eso que yo no me mareo en barco... Hicimos barquito en Berlín: Ni fú ni fá. El de Londres (donde vivo) que va de Westminster a Greenwich: Ni fú ni fá. Es más: La última vez que lo hice me ví obligado a hacerlo en contra de mi voluntad porque unos amigos que habían venido a visitarme -a pesar de que yo les insistía de que no merecía la pena- se empeñaron, llevándome al barco a rastras y pagándome el pasaje. Esta es la capacidad de convencimiento que tengo. El único crucero que me gusta es el de Londres que enlaza Hampton Court con Richmond, donde el entorno es increíble y además el barco atraviesa una pequeña presa, teniendo que pasar de un nivel a otro nivel del agua por medio de una esclusa.
Pero este barco de Budapest: Otra vez ni fú ni fá. Si por lo menos -aprovechando que es el "barco rápido"- derrapase un poco en la curva del Danubio...
pero ni eso. Tampoco va tan rápido.Prosigamos: La cuestión es que llegamos a Visegrad y desembarcamos en el Muelle número 1. Yo noté que no se bajó mucha gente, a pesar de que el barco iba lleno... Salimos y ahí no había nada: Solo una carretera. Yo estaba sediento y tras caminar un poco, ví que había una especie de cervecera donde fui a comprar agua: Tardaron unos 20 minutos en traer el botellín de agua (que sorprendentemente era de cristal) y otros 20 minutos en cobrarme. Y eso que yo era el único cliente que tenían en eses momento...
Vimos una señal que ponía: "Al Castillo" indicando hacia arriba, así que empezamos a subir... y a subir... y a subir... Pasamos por la muralla inferior con una puerta, pero nada más. Había que seguir subiendo... a 30ºC... Yo ya me había bebido toda el agua de la botella y vi una fuente para rellenarla. Seguíamos subiendo por un monte. Ya no había carretera, si no un camino de cabras que se hacía más estrecho a medida que subíamos... No nos encontramos ni un alma hasta que casí arriba nos encontramos con un paseante que nos dijo que casi estábamos arriba...
Viendo el mapa me dí cuenta que nos equivocamos al llegar a Visegrad y nos bajamos en el primer muelle- Deberíamos haberlo hecho en el segundo que está más cerca del pueblo. Dejo una imágen del mapa. Nosotros nos bajamos donde está la flecha, a la izquierda del mapa y subimos la pequeña montaña que hay en el centro, sobre la cual está el castillo.
Tardamos una hora en subir. Llegamos a la cima y nuestra sorpresa fue mayúscula al comprobar que había un chiringuito, un aparcamiento bastante grande para coches y autobuses junto a una rotonda, mucha gente, una taquilla y una barrera para poder pasar. Nos sentimos como los montañeros que tras hacer el enorme esfuerzo de subir a la Montaña del Aconcagua se encuentran que ésta está rodeada por una verja a la que hay que echar monedas para que se abra y poder pisar la cumbre.
La taquillera te pregunta si quieres entrada sólo al castillo o si quieres ver también el museo de cera. Elegimos sólo castillo. Seguimos subiendo y ya sí ¡por fín! pudimos admirar las fantásticas vistas a lo largo de la curva del Danubio.
[El Castillo Alto de Visegrád fue construído hacia 1250 por el rey Bela IV de Hungría como parte de un sistema defensivo de fortificaciones que lo enlazaba con el Castillo Bajo y otros más que formaban una línea defensiva. Éste en el que nos encontrábamos tiene planta triangular. Visegrád fue ocupado por los Turcos Otomanos en el siglo XVI, incluído este castillo, hasta 1685. No se volvió a ocupar, quedando muy dañado.
Cansados de tanto patear por la montaña para llegar hasta ahí arriba y acalorados por el sofocante calor, Jaimita y yo nos sentamos en un banco de piedra apoyando nuestra espalda en la pared del castillo a la sombra -por supuesto-
- ¿Dónde está la Salus? -pregunté
- Por ahí perdida en alguna estancia del castillo. Ya aparecerá...
Vimos entonces que se abrió la puerta del Museo de Cera y que ¡¡ ella sale de ahí !! Nos vió de inmediato y vino también a la sombra:
- ¡¡Vaya birria de museo!! -dijo
- ¿Qué hacías tú ahí dentro? -preguntó Jaimita
- Echar un mirada al Museo de Cera...
- ¡¡ Pero si no tienes entrada... !! -dije- ¡¡ Te podrían haber echado una bronca húngara !!
- ¿Cómo son las broncas húngaras?
- Como las que Atila, "Azote de Dios", echaba a sus huestes de hunos: ¡¡ Apocalípticas !!
- Bueno... he metido la cabeza para echar una miradita y, como he visto que andaban distraidos con clientes, he aprovechado para que la miradita fuese un poco más larga. Hay figuras de cera de distintos personajes históricos: Guerreros, etc. No merece la pena.
Decidimos dar por finalizada nuestra visita al castillo y bajar al chiringuito situado junto a la rotonda para tomar un tentempié medio-mañanero, beber algo e informarnos sobre el medio de transporte para bajar a Visegrád. Llegamos al chiringo, miré la pizarra que tenía escritos la comida y bebida que tenían únicamente en húngaro. Busqué en el menú la palabra "sandwich", que creo que es internacional, pero no la encontraba. No había más que una sucesión de "palabros" llenos de consonantes impronunciables y vocales con tildes y diéresis, así que no me quedó más remedio que preguntar a la empleada, que se acercó a nosotros en la barra... Fue entonces cuando me quedé impresionado: ¡¡ Era ella !! ¡¡ Mari-Trini !! No cabía duda: Ahí estaba ante mí: resucitada, retatuada, recauchutada y reencarnada en el cuerpo de una mesonera de chiringuito húngaro, pero a mí no me engañaba: la cara de mala leche y el morro torcido la delataban. Claro que me imagino que en versión húngara ya no se llamará Mari-Trini sino "Märí-Trïnïszcz". Se dirigió a mí diciéndome algo en húngaro.
- Sandwich?? -le pregunté
- Ham? -preguntó con el morro a la altura de la oreja izquierda.
- Ham !
Y se puso a preparar la orden. Jaimita vino donde mí:
- Oye, que también queremos unas patatas fritas y unas cervezas y que preguntes acerca de buses a Visegrád.
- (Ssshhh... Mira quien está ahí...) -le dije cuchicheando por lo bajinis.
- (¿Quién?)
- (¡¡Mari-Trini!!)
- (¿¿Mari-Trini??... ¡Pero si está muerta!)
- (¡Que no...! ¡Que está ahí...! ¡Mírala...!)
La miró y entonces, alucinada, levantó la voz:
- ¡¡ Anda...!! ¡¡ Pues es verdad...!!
- (¡¡ Ssshhhh...!! ¡¡Que te va a oir...!!!)
- ¡¡ Pero si no nos entiende...!! ¡¡ Bueno, venga... pregúntale y págale con el dinero del bote !!
Le pagué y le pregunté acerca de los buses como pude por señas. Me miró con gesto de desaprobación como diciendo:"Pero tú ¿qué te has pensado? ¿que yo trabajo en una oficina de información? ¡¡ Yo no soy esa que tú te imaginas !!", lo cual me confirmaba que, ciertamente, ella era esa que yo me imaginaba porque éste es precisamente el título de su canción más famosa.
Cogí las cosas y me fui a la mesa. Comenzamos a buscar una parada de bus que nos llevase a Visegrád, pero no encontramos nada. Pasaron unos 15 minutos y el sandwich no llegaba. La Salus fue a preguntar. Märí-Trïnïszcz le miró con cara de pocos amigos como diciendo: "Pero ¿tú acaso te piensas que yo soy Lewis Hamilton en la Formula-1? ¡¡ Yo no soy esa que tú te creías!!" - ¡ Jesús, Qué mujer !! Regresó a la mesa...
Al cabo de un rato trajeron el sandwich y encontramos un número de teléfono de un taxi. Llamó Jaimita pero como sólo hablaban húngaro y no entendían inglés, le colgaron. Así que decidimos intentar acudir de nuevo a Märí-Trïnïszcz con nuestro teléfono para pedirle que nos hiciese el favor de hablar en húngaro con los del taxi. Esta vez fue Jaimita quien se lo pidió y, torciendo el morro aún más si cabe la miró con cara de reproche como diciendo "¿Y ahora quieres que sea tu telefonista? ¡Deja de molestarme! ¡Yo no soy esa que tú te imaginas!"
Vimos entonces que llegó a la rotonda un taxi y fuimos disparados hacia él, suplicando al taxista que nos llevase a Visegrád. Nos dijo que vale pero que teníamos que esperar unos 20 minutos porque antes de nosotros había unas japonesas que querían lo mismo. Y así fue: Esperamos y regresó. Y decidimos que, en vez de llevarnos a Visegrád, donde deberíamos coger un bus a Szetendre, nos llevase directamente a esta localidad. Nos salió algo más caro, pero no teníamos otra opción ya que habíamos perdido ya mucho tiempo. Desconozco aún si hay transporte público que suba del pueblo al castillo. Me imagino que sí, pero sólo vimos autobuses privados.
El taxista era un tío bastante majo y nos estuvo explicando un poco (en un inglés muy, muy básico) los sitios por los que pasábamos. En unos 20 o 30 minutos estábamos en Szetendre. No estoy del todo seguro pero creo que nos costó unos 10.000 florines (unos 33 € en total).
Szetendre.-
El taxista nos dejó en un pequeño parking situado muy céntrico, que está junto al Danubio. Esta localidad, tocaya de nuestro cántabro Santander, ha sido habitada desde la época de los celtas y posteriormente los romanos. Fue colonizada por los magyares en el siglo IX y conoció la prosperidad bajo el dominio de la vecina Visegrád allá por el siglo XIV. Llegaron a Szetendre varias oleadas de Serbios ortodoxos antes que los turcos y desde entonces siempre ha tenido un cierto aire balcánico. Tras los turcos hubo una oleada de serbios y desde el siglo XIX ha sido centro de atracción de bohemios y artistas hasta hoy.
Es una pequeña ciudad muy fácil de explorar. Realmente casi todo se distribuye a lo largo de un par de calles y una bonita plaza. Es un pueblo pintoresco, con muchas tiendas de souvenirs, galerias de arte y restaurantes, cafeterías, etc...
Comimos algo en un pequeño café que servían comidas con pocas pretensiones pero que sirve para salir al paso y tomamos un café sentados en unas mesitas que tienen en un patio para seguidamente ir a visitar la Catedral de Belgrado y la Colección de Arte Eclesiástico Serbio que están al lado la una del otro y que con la misma entrada puedes ver ambos. El museo estaba muy bien, pero lo que realmente me gustó fue la Catedral que, aunque lo de "Catedral" suena muy rimbombante, en realidad no es más que una pequeña iglesia con un fántástico iconostasis con decoración barroca.
Merodeamos un poco por el pueblo y nos tomamos un helado en una cafetería con aire acondicionado porque hacía un calor bastante agobiante. Estuvimos durante toda nuestra estancia en Hungría por encima de los 30ºC. Las empleadas nos atendieron con caras muy raras. Creo que era porque estaban pensando ya en cerrar. En este pequeño pueblo todo cierra hacia las 6 de la tarde, así que nos dispusimos a regresar a Budapest en tren.
La compra de billetes en la máquina nos pareció complicada. Preguntamos por ayuda a unas chicas húngaras pero ni ellas se enteraban. Al final compramos un billete, pero era el equivocado: Compramos sólo para una zona, cuando Szetendre y Budapest están en distintas zonas. Pero la revisora fue maja y sólo nos cobró la diferencia.
Cuando llegamos a Budapest estaba lloviendo, pero paró al cabo de cinco minutos. Desde la orilla del Danubio de Buda pudimos disfrutar de las mejores vistas que hay del Parlamento, cruzamos el Puente de las Cadenas, pasamos por la Basílica de San Esteban para dar un paseo por la Andrassy Út, que es la calle comercial por excelencia con sus grandes y suntuosos edificios, entre ellos varios teatros, la Ópera (cuya fachada estaba cubierta con andamios).
Buscamos un sitio donde cenar y encontramos uno en la Plaza Jokai, donde está la estación de metro de Octogon. Se notaba que era viernes: Los restaurantes estaban a tope pero encontramos uno con terracita y de precios asequibles. No recuerdo el nombre. La comida estuvo bien , pero sin más.
Y de ahí, tras la cena, cruzamos el barrio judío con gran cantidad de gente por los Ruin Bars que estaban de camino. Esto es zona de copas y hoy es viernes. No tardamos en llegar a nuestro apartamento.
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