Estuvimos en Almería hace casi treinta años y lo que recordamos de entonces es una visita rápida a la Alcazaba, que nos gustó pese a que por aquella época estaba en plena restauración, así como un pequeño recorrido por la ciudad, donde nos pareció que había mucho que mejorar. Volvimos algún tiempo después y, aunque solo fue de paso, notamos una evolución bastante positiva en la capital. Alguna que otra década después, nos apetecía ver todo aquello de nuevo. Y, la verdad, considerándolo en perspectiva y como simples turistas, lo encontramos bastante cambiado, mucho más moderno, limpio y ordenado, aunque seguramente quedará todavía quedará una buena tarea por delante, como en casi todos sitios.
Situación de Almería en el mapa peninsular.
Almería fue fundada por Abderramán III en el año 955, en el lugar donde estuvieron antes asentamientos íberos y romanos. Durante la dominación musulmana alcanzó una importancia capital debido a su puerto, el más importante del Califato de Córdoba en el periodo omeya, cuyo máximo esplendor se alcanzó en el siglo XI.
En 1489 fue reconquistada por los cristianos e incorporada al Reino de Castilla. Siguieron siglos de decadencia durante los cuales las plagas, las epidemias y los terremotos diezmaron la población. A finales del siglo XIX se produjo una recuperación económica basada en la explotación minera y la industria del mármol. A finales del siglo XX se produjo un gran desarrollo agrícola y comercial como consecuencia de la utilización de los invernaderos para los cultivos (los llamados “plásticos”), así como del turismo, especialmente el de playa. Su población actual bordea los 200.000 habitantes. Tampoco hay que olvidar la importancia que ha tenido la industria del cine para Almería, tanto la capital como la provincia. Además de las películas del oeste rodadas en el desierto de Tabernas, también se rodaron algunas escenas en la propia capital, hasta el punto de que existe una llamada “ruta del cine”, con sus correspondientes indicadores, donde se mencionan films tan famosos como Lawrence de Arabia, el Viento y el León, Mando Perdido, Patton, Indiana Jones y la Última Cruzada, etc. Resulta curioso contemplar las fotografías de los escenarios tal como aparecen en las películas y los lugares reales al como son en la actualidad, algunos muy cambiados e incluso con edificios que ya no existen. El recorrido resulta interesante y entretenido.
Durante el mes de agosto había bastantes ofertas en los alojamientos de la capital, así que aprovechamos la del AC Hotel Almería, situado en la Plaza de las Flores, 5, en pleno centro de Almería, a unos pasos del Ayuntamiento y la Catedral y a unos minutos caminando de todos los lugares de interés turístico. Es un hotel de cuatro estrellas, moderno, elegante y funcional, y con una pequeña piscina en la azotea, que realmente se agradecía con el calor que tuvimos esos días. El precio de una noche en habitación doble sin desayuno fue de 50 euros, lo cual suponía una buenísima relación calidad/precio. El inconveniente era que el parking del hotel, en proporción, salía casi más caro que la habitación, así que, al final, decidimos dejar el coche ya en las zonas no tan céntricas, en torno al final de la calle Murcia, donde el aparcamiento ya es gratis, eso sí, a unos 20 minutos andando del hotel, lo que tampoco constituyó un problema mayor para nosotros porque para una noche de alojamiento sólo llevábamos una pequeña mochila, estamos acostumbrados a caminar mucho y allí, después de aparcarlo ya no volvimos a utilizar el coche hasta que nos marchamos. Y, además, pudimos ver algunas cosillas de esta zona.
Sin embargo, antes de eso, nada más entrar en Almería, a primera hora de la mañana, nos pusimos a buscar la Alcazaba y casi sin saber cómo ni por qué nos metimos en un laberinto de callejuelas estrechas y empinadísimas, que nos llevó sin pretenderlo al Cerro de San Cristóbal, desde el que se tienen unas vistas espléndidas del puerto, de la Alcazaba y de la muralla califal, de Jairán, que desciende hacia el norte a través del barranco de la Hoya, subiendo después hasta el propio Cerro, donde existen restos de la primera fortificación construida por los cristianos durante el asedio de 1147.
La Alcazaba vista desde el Cerro de San Cristóbal.
Y el Cerro de San Cristóbal visto desde la Alcazaba.
Algunos lienzos de las murallas árabes datan del siglo XI y junto al Centro de Interpretación también puede contemplarse una fábrica de salazones romana.
En lo alto del cerro, sirviendo de mirador, se encuentra el monumento al Sagrado Corazón, construido en 1930 en mármol de Macael. El lugar estaba un tanto descuidado e incluso algo sucio, pero las vistas eran realmente espléndidas. Y como se puede llegar cómodamente en coche sin problemas de aparcamiento, recomiendo ir a verlo; caminando, no tanto.
Después, retornamos al centro y después de dar varias vueltas tuvimos que aparcar en zona azul, cerca de la Catedral, dando gracias por haber encontrado un hueco. Ya a pie, nos dirigimos a buscar la Alcazaba, atravesando callejuelas angostas, con casas de dos plantas y fachadas pintadas de alegres colores, algunas adornadas con macetas y flores, hasta que, al fin, distinguimos sus inconfundibles muros, asomando por encima del enjambre de casas.
La Alcazaba.
Horarios: del 1 de enero al 31 de marzo y del 16 de septiembre al 31 de diciembre, de martes a sábado, de 09:00 a 18:00. Del 1 de abril al 30 de junio, de 09:00 a 21:00. Del 1 de julio al 15 de septiembre, de 09:00 a 15:00 y de 19:00 a 22:00.
Todas las fechas: domingos y festivos de 09:00 a 15:00. Cierra todos los lunes.
La entrada es gratuita y el recorrido completo suele durar alrededor de una hora y media.
Puerta que da acceso a la Alcazaba.
Esta fortaleza árabe, sede del gobierno de la taifa de Almería, se empezó a construir por orden de Abderramán III en el año 955 y se terminó en el siglo XI con Hayrán. En su origen tenía dos recintos separados por el Muro de la Vela: un campamento militar, que también brindaba refugio a la población si se producían asedios y el palacio de Almotacín, residencia de los gobernantes, provisto de mezquita, baños, aljibes y comercios, que hoy en día aparece como un jardín. La tercera zona que hoy podemos contemplar corresponde al castillo cristiano construido por orden de los Reyes Católicos en la parte más occidental y elevada.
Vista de la parte alta hacia el castillo cristiano desde la Torre de la Vela.
Esta disposición se contempla muy bien desde el mirador del Cerro de San Cristóbal, al que me he referido antes.
En la ocasión anterior que visitamos la Alcazaba (a finales de los años 80) se estaban realizando trabajos de restauración en los recintos y ahora, ya viéndolos terminados, nos pareció que todo ha quedado bastante bonito, lo cual no quiere decir que se conserve demasiado de las construcciones originales y menos aún del aspecto que debían presentar entonces las que fueron estancias residenciales más destacadas. Aunque merece la pena visitarlo, que nadie espere encontrarse con algo parecido a la Alhambra o a los Reales Alcázares de Sevilla. Y también hay que recordar que salvo en los jardines hay pocas sombres, y en verano, bajo un sol de justicia, el calor puede resultar muy intenso. Fue nuestro caso, aunque nos ayudó (y mucho) hacer la visita por la mañana temprano. El atardecer también puede ser un buen momento en época estival.
Plano de la Alcazaba. Es recomendable seguir el itinerario propuesto, respetando la numeración pues es la mejor forma de no saltarse lugares y comprender lo que se está viendo mediante la lectura de los correspondientes paneles informativos.
La parte original que mejor se conserva, sin que haya sufrido restauraciones modernas, es la muralla norte, localizada entre el Baluarte del Saliente y el Muro de la Vela, defendiendo el barranco de la Hoya, junto con la muralla de Jairán. Tiene tres metros de anchura y cinco metros de altura.
Muralla norte y Muro de la Vela.
Muralla de Jairán, al fondo el Cerro de San Cristóbal.
También se mantiene en pie el Palacio de al-Mutasin, con sus estancias, fuentes y jardines.
La mezquita fue convertida en Iglesia cristiana.
Los jardines ocupan la zona donde en origen se encontraba la zona residencial, con calles, casas y tiendas, y un sistema de abastecimiento de agua con un aljibe, un pozo y una fuente.
El castillo que hay dentro de la Alcazaba fue mandado construir por los Reyes Católicos, como una manifestación de la supremacía cristiana una vez que fue reconquistada la ciudad. Se comenzó a construir en 1490 y se terminó en 1534.
Desde las almenas y torreones se contempla casi toda la ciudad, el puerto y los campos circundantes. Sin duda, las vistas panorámicas que abarcan los cuatro puntos cardinales se convierten en uno de los máximos alicientes de la visita a la Alcazaba.
La ciudad.
Volvimos caminando hasta la Plaza de la Catedral, donde no faltaba un cartel de la “ruta del cine”, pues aquí se rodó una escena de Patton, si bien el lugar ha cambiado sustancialmente.
Catedral de la Encarnación.
Se trata de un edificio bastante original, ya que fue concebida como catedral-fortaleza, pues además del templo para servicios religiosos contaba con torreones y almenas para proteger a la población de los ataques de los piratas berberiscos. Diseñada (se supone) por de Diego de Siloe, se construyó entre 1524 y 1562, en estilo de transición entre el gótico tardío y el renacimiento, incluyendo también elementos barrocos posteriores. Así, la nave es gótica, las capillas barrocas y renacentista el claustro, que era el patio de armas de la fortaleza. Solamente pudimos verla por fuera porque no nos coincidió el horario de apertura y la visita es de pago.
Otra iglesia destacada es la de San Juan Evangelista, erigida en el siglo XVII sobre la antigua mezquita mayor, de la que conserva el mihrab con decoración almohade del siglo XII. Muy cerca se encuentra la Plaza de la Constitución o Plaza Vieja con el Ayuntamiento, de finales del siglo XIX. Luego, fuimos caminando hasta el Paseo Marítimo, con idea de comer algún pescado rico. Sin embargo, no tuvimos mucha suerte pues no vimos demasiados restaurantes que nos convencieran por allí, así que terminamos tomando unas tapas en un bar de la Avenida de Almería, baratísimas por cierto. Hacía bastante calor y agradecimos tomar la comida con aire acondicionado. En esta avenida, como parte del ajardinamiento del Parque de Nicolás Salmerón, hay varios ejemplares de árboles singulares por su tamaño, como un ficus plantado en el siglo XIX. Dimos una vuelta por el centro, donde nos tropezamos con muy pocos bichos vivientes, lo que no resultaba extraño ni mucho menos ya que el sol hacía estragos. vimos los edificios modernistas de la Puerta de Purchena, antigua Puerta Pechina, con sus edificios modernistas de finales del siglo XIX, entre los que sobresale la conocida como Casa de las Mariposas. Muy cerca de allí se encuentran también los antiguos refugios de la Guerra Civil, que se pueden visitar. No tardamos en regresar al hotel porque el agobio era muy considerable y la piscina sumamente tentadora.
Por la noche, fue otra canción y empezamos a ver la gente que había permanecido desaparecida hasta que se ocultó el sol. Las terrazas del centro estaban en plena ebullición, sobre todo en torno a la calle Real, donde las terrazas ocupaban buena parte de las aceras. Lástima que al final no tuviésemos demasiada suerte con nuestra elección. Nos sentamos en la mesa de un restaurante que ofrecía buenos pescados, justamente lo que más nos apetecía. Nos mostraron varios pescados en una bandeja, insistimos en que eran muy grandes, pero no sé cómo al final nos convencieron de que no era para tanto, lo justo para dos personas una vez cocinado. Lo hicieron a la espalda con unos ajitos; en fin, no estaba mal (tampoco para tirar cohetes), pero nos sobró una barbaridad y con un par de tapas, una cerveza y dos copas de vino la cuenta ascendió a ¡90 euros! Y es que el kilo del pescado (no sé qué nombre le dieron) lo cobraban a 65 euros . Fue culpa nuestra porque entre dimes y diretes se nos olvidó preguntar el precio del pececito y mira que sabemos que lo que no figura en la carta tiene un peligro… En fin, una tomadura de pelo y la clavada del viaje. Así que ¡ojo con el pescado al peso! Hay que preguntar por el precio antes de encargarlo.
Resumen de nuestra visita nocturna por el centro de Almería.
A la mañana siguiente, según nos íbamos, vimos el Cable Inglés, un cargadero de mineral de principios del siglo XX, considerado como un notable ejemplo de construcción en hierro y que ha sido restaurando no hace mucho tiempo.
Antes de seguir nuestro itinerario decidimos acercarnos a la cercana Agua Dulce, recordando el pueblecito de pescadores que conocimos antaño. ¡Ufff! Nos encontramos con edificios de muchas plantas casi encima de la playa, apartamentos, hoteles, centros comerciales… Ni nos bajamos del coche y salimos escopetados de allí. No era eso lo que andábamos buscando, así que dimos la vuelta y nos dirigimos hacia el Cabo de Gata.