Todo el día en Toronto (I) ✏️ Diarios de Viajes de Canada

---

El Míster y yo nos levantamos a las 6:00 para ver el amanecer tras la CN Tower desde la terraza del apartamento. Pensé que íbamos a estar más cansados, pero las cinco horas que hemos dormido nos han sentado fenomenal y estamos en forma para afrontar un día en el que vamos a patear Toronto a base de bien.



Cuando más tarde se levantan los Chiquillos, desayunamos con la leche, el bizcocho y las galletas que había comprado nuestra hija la tarde anterior con tal propósito y nos ponemos en marcha. El plan para hoy es recorrer el centro, el “Downtown” de Toronto: zona de la CN Tower, Ayuntamientos, Eaton Centre, etc. En el siguiente plano de Toronto he señalado los lugares que visitaremos hoy:



Echamos a andar y en diez minutos estamos frente al Rogers Centre, el estadio que es actual sede del equipo de beisbol de Toronto, los Blue Jays. Se inauguró en 1989 con el nombre de Skydome y se cambió de nombre al ser adquirido por Rogers Communications en 2005 (Rogers es una de las principales compañías de telefonía e internet en Canadá y se ve publicidad y patrocinios suyos por todas partes). Fue el primer estadio deportivo del mundo en contar con un techo totalmente retráctil, que sólo tarda veinte minutos en plegarse del todo. Pasamos por delante del Rogers Centre sin detenernos más que a hacer alguna foto, como la de este grupo escultórico que adorna su fachada representando a unos espectadores que están presenciando un partido imaginario.



Junto al Rogers Centre se encuentra la CN Tower, hito y emblema de Toronto, cuya cúspide puede verse casi desde cualquier punto de la ciudad, sirviendo de referencia orientativa en todo momento. Construida en 1976 en hormigón, mide 562 metros de altura y fue la torre de comunicaciones más alta del mundo hasta 2009.

Actualmente es posible subir a los miradores que hay arriba por 38 CAD (dólares canadienses) por persona, o sea, 25 €, pero la Chiquilla nos aconsejó sustituir esta visita por la subida a otro rascacielos desde cuya azotea hay también un magnífico panorama de Toronto pero con la CN Tower incluida. Desde el mirador de la CN Tower ves Toronto y el lago Ontario, pero no ves la propia torre, lo cual es una pena porque es ésta precisamente la que da carácter al “skyline” de la ciudad. Nos pareció buena recomendación y decidimos subir al otro edificio al final del viaje, cuando estuviéramos de vuelta en Toronto.



A los pies de la CN Tower está el Acuario Ripley’s, al que tampoco entramos porque cuando viajamos por primera vez a una ciudad preferimos vivir el ambiente y sacar una impresión global de ellas que en entrar a museos y exposiciones.

Constantemente vemos por todas partes los típicos autobuses escolares amarillos de las películas americanas, que por lo visto aquí siguen en servicio, no sólo para llevar a los niños al colegio, sino para excursiones de adultos o para lo que se tercie. Por cierto, no llevan cinturones de seguridad



A continuación nos acercamos hacia la zona del puerto, caminando a lo largo de Queens Quay West. Es un puerto deportivo y de ocio, no comercial. Por el camino nos acompaña perseverante la perspectiva de la CN Tower, que parece omnipresente.



En torno al puerto están proliferando los grandes bloques de apartamentos de fachadas acristaladas de suelo a techo con vistas al lago. No quiero ni pensar lo que puede costar un pisito de estos. Como anécdota, nosotros en principio habíamos contratado en Booking un apartamento en uno de estos edificios, allá por marzo, que estaba muy bien de precio. La ubicación era estupenda, tan céntrico y justo al lado del puerto, y además el apartamento tenía una terraza en primera línea del lago. Estábamos muy ilusionados con este alojamiento, pero un mes antes del viaje nos notificaron la cancelación por parte del propietario sin más explicaciones. En Booking nos dijeron que comprendían nuestro disgusto, pero que no podían hacer nada por resarcirnos. Como nos sentó un poco mal esta política de Booking de lavarse las manos, el nuevo alojamiento lo contratamos a través de AirBnb. Pero a esas alturas no quedaba nada bueno+bonito+barato. El precio fue muy similar, pero la situación y las características del nuevo apartamento no eran igual de buenas. En fin…



Es increíble lo enorme que es el lago Ontario. Desde esta orilla no se alcanza a ver la otra en el horizonte. ¡Parece que estamos ante el mar! Pero es “sólo” un lago. Esta sensación de pequeñez ante la inmensidad de la naturaleza me deja sobrecogida.

Tras esta breve incursión en la zona del puerto, nos dirigimos hacia el centro. El “Old Toronto” es un distrito bullicioso donde conviven decenas de imponentes rascacielos con preciosos edificios victorianos, a veces incluso los primeros encaramados sobre los segundos. Podría parecerse a Nueva York si no fuera porque en Toronto se respira una escala más humana y menos impersonal.

Subimos por Yongue Street, una de las arterias principales de la ciudad, que discurre de sur a norte dividiendo Toronto en este y oeste. Con sus 56 km de longitud, Yongue Street ostenta el récord de ser la calle más larga del mundo. ¡Tardarías unas 12 horas en caminar desde su inicio junto al lago Ontario hasta su extremo norte!

Atravesamos el Eaton Centre, uno de los mayores centros comerciales del mundo. Hemos constatado la gran cantidad de centros comerciales que han construido en el “Downtown” de Toronto, colmatando la superficie libre de las manzanas entre rascacielos. Casi todos se elevan hasta la tercera o cuarta planta de los edificios de alrededor, creando una especie de gigantesco patio con cubierta acristalada.

El Eaton Centre está decorado con gaviotas que “vuelan” libres por el gran espacio de la galería.



Estas grandes zonas comerciales cubiertas les vienen fenomenal en invierno, cuando las temperaturas alcanzan los 20º bajo cero y las calles están heladas o nevadas. Además, conectan directamente con el PATH, la gran red de galerías subterráneas que discurre bajo las principales calles del centro como si de una segunda ciudad paralela se tratara. Sumando el total de estas galerías subterráneas, son unos 30 km de longitud. El PATH tiene un uso básicamente comercial, pero también cumple una importante función de accesibilidad, sobre todo en invierno, pues tiene conexiones directas con los principales edificios y las estaciones de metro, de forma que puedes llegar a tu destino prácticamente sin pisar la calle. En Montréal también tienen un PATH.

Desde el Eaton Centre salimos a uno de los puntos neurálgicos de la ciudad, el cruce de las calles Yongue y Dundas, o sea, la Yongue-Dundas Square.



Dado que es la intersección de las dos calles más importantes de Toronto, la Yongue-Dundas Square es el punto más bullicioso de la ciudad e incluso de todo Canadá. Se calcula que más de 100.000 personas la cruzan cada día, por no hablar del tráfico que soporta. En esta intersección hay un paso de peatones en cruz, o “scramble corner”, como ellos lo llaman. Este diseño de paso implica que se detiene absolutamente todo el tráfico rodado en cualquier sentido mientras que los peatones cruzan por las cuatro esquinas y por las dos diagonales a la vez.

Hago un inciso para cotillear sobre los semáforos de Toronto: Aquí no hay muñeco rojo para los peatones, sino una mano abierta, como diciendo ¡alto! Y siempre hay un contador de segundos para que el peatón se haga idea de si le va a dar tiempo a cruzar o ya no.



Desde la Yongue-Dundas Square vamos por Dundas hasta el número 598 de Bay Street, donde está Uncle Tetsu´s. Habíamos leído que hacen unas cheesecakes riquísimas y que los propios torontonianos hacen cola a su puerta para adquirirlas, y como pillaba tan cerca decidimos acercarnos a comprar una. Hay varios tamaños. Nosotros compramos la de 18 cm de diámetro por 10 CAD (unos 6,60 €), que da para cuatro buenas porciones, y la guardamos para el postre de hoy, porque nuestra intención es comer dentro de un rato en alguno de los puestos ambulantes de perritos calientes que hay en la plaza del Ayuntamiento, siguiendo la recomendación de nuestra Chiquilla.



Nos dirigimos, pues, hacia la zona de los Ayuntamientos. Sí, en plural, porque Toronto tiene dos: el viejo, Old City Hall, y el nuevo, City Hall, y están uno al lado del otro. Con la construcción del nuevo se había proyectado la demolición del viejo para levantar rascacielos en su lugar, pero finalmente se retrocedió en la idea ante la firme oposición ciudadana. Y la verdad es que hubiera sido una pena que lo derribaran porque el edificio es precioso.




Hoy en día, el Old City Hall es sede de los Juzgados de Toronto. Se cuenta que el Juzgado nº 33 está embrujado por los dos últimos ajusticiados, quienes, a pesar de no estar absolutamente demostrada su culpabilidad, fueron condenados a la horca. Dicen que se oyen pasos en las galerías y gemidos en las celdas cuando están vacías, e incluso hay jueces que notan inexplicables tirones en la ropa. Por lo visto hay personal de seguridad que no se atreve a entrar en ciertas zonas por la noche…

El Old City Hall da fachada a una gran plaza rectangular donde hay un estanque coronado por tres arcos decorativos y presidido por las famosas letras TORONTO donde nos hacemos fotos todos los turistas.




Y por detrás de las letras se levanta el nuevo City Hall, un complejo de tres edificios: dos torres de planta semicircular y una especie de “ovni” entre medias. Fue construido en 1964 por el arquitecto finlandés Vilji Revell, tras ganar un concurso al que se presentaron nada menos que 520 proyectos.



Entramos a curiosear al “ovni” del City Hall y nos llama la atención, aparte de su arquitectura, este precioso mural de suelo a techo, hecho a base de clavos de diferentes longitudes y colores:



También hay una maqueta de la ciudad de Toronto:



Llegado este momento tenemos hambre. Como he comentado anteriormente, ya habíamos pensado comer unos “hot dogs” de los puestos ambulantes de la plaza de los Ayuntamientos. En todos ellos tienen por fuera unos mostradores con todo tipo de ingredientes que le puedes añadir a tu perrito, desde salsas variadas hasta cebolla, pepinillo, queso, bacon… Nosotros nos decantamos por el furgón azul y nos pedimos cuatro perritos y una ración de patatas que nos cuestan 15 CAD (menos de 10 €). Nos lo comemos sentados en una de las mesas-ajedrez que hay allí al lado. ¡Qué ricos están! Rematamos el festín con la cheesecake de Tetsu´s, que está buena, muy esponjosa, casi se deshace en la boca, aunque para mi gusto le falta intensidad de sabor.



Hemos repuesto fuerzas y continuamos nuestro paseo por el Old Toronto. Nos dirigimos ahora hacia el este y caminamos por King Street hasta encontrarnos ante la Catedral de Saint James.



Como puede apreciarse en la siguiente foto, Toronto es una orgía de cables de tranvía. No he mencionado aún que en esta ciudad los coches comparten calzada con los tranvías, y que estos últimos no tienen prioridad, sino que deben circular como uno más, cediendo el paso al resto de vehículos cuando corresponda.



De Saint James sorprende que no está orientada este-oeste como todas las iglesias, sino norte sur. También nos llaman la atención sus cerchas de madera…



… y que es una iglesia Gay Friendly:



Pero lo que más nos gusta, sin duda, son los ventiladores gigantescos que hay en los pasillos laterales, de más de 2 metros de diámetro y en pleno funcionamiento. Y es que hoy es un día muy caluroso en Toronto, donde además la humedad del ambiente es alta debido a la proximidad del lago Ontario, y a estas primeras horas de la tarde se hace duro caminar al sol. Así que remoloneamos diez o quince minutos al fresquito de los ventiladores antes de reanudar nuestro camino.

Seguimos hacia el este un poco más porque queremos entrar en un Dollarama que hay en Front Street East unas manzanas más adelante. Dollarama es la versión canadiense del “todo a cien” pero a lo grande, como todo aquí. Ahí puedes encontrar de todo. Queremos comprar pilas para el mando del garaje (a ver si hay suerte y el fallo era debido a unas pilas gastadas), porque mañana tenemos que sacar el coche del garaje.

Compramos las pilas. ¡Qué fresquitos están todos los establecimientos en Toronto! ¡Ponen el aire acondicionado a tope en todas partes! Nos dan ganas de quedarnos allí el resto de la tarde, pero no hemos venido hasta aquí para holgazanear, así que volvemos a salir al ardiente agosto y volvemos hacia el oeste por Front Street.

A la altura de St. Lawrence Market nos acercamos para verlo. El edificio fue construido a mediados del siglo XIX y en origen fue Ayuntamiento y cárcel, pero en 1899 se convirtió en un gran mercado cubierto para agricultores. Actualmente hay puestos de todo tipo de alimentos, ¡incluso aceitunas españolas!





¡Qué calor y qué sed! Caminamos hacia el oeste por The Esplanade y entramos en uno de los muchos pubs que hay en este tramo de la calle, a tomar algo fresquito. El lugar se llama The Bier Market y tres cervezas más una sidra nos cuestan 36 CAD (casi 24 €) con las propinas incluidas. Eso sí, todo muy bien presentado, cada variedad en su copa correspondiente. En Canadá la bebida es francamente cara. Menos mal que el agua la ponen gratis en los restaurantes. Si no, hubiera sido nuestra ruina.



Vamos ahora hacia el Berczy Park, una placita donde nos sorprende esta simpática fuente:



Junto al Berczy Park está el Gooderham Building. Para ser más exactos, la trasera del Gooderham Building da hacia la placita. Pero es una trasera muy especial, porque está decorada con un mural trampantojo hiper-realista espectacular:



El Gooderham Building es también conocido como “Flatiron”, en referencia al homólogo de Nueva York y salvando las distancias (dimensionales). Fue construido en 1892 como sede del gran imperio comercial de la familia Gooderham, propietaria de la mayor destilería de Canadá. Es todo de ladrillo rojo y no sólo su fachada trasera es bonita; lo es el edificio entero:



A continuación nos acercamos al distrito financiero de Toronto, donde se concentra la mayor densidad de rascacielos de toda la ciudad. Es la zona de complejos de torres de oficinas como Brookfield Place, el Royal Bank Plaza, etc.



El Brookfield Place es un conjunto de edificios y torres de oficinas que ocupa una manzana entera entre las calles Front, Wellington, Yonge y Bay. En el interior de la manzana, aprovechando la superficie de solar que las torres no ocupan, han construido el consabido centro comercial de cubierta acristalada. Se trata de la Galería Allen Lambert (por cierto, diseñada por Santiago Calatrava), que verdaderamente merece la pena visitar porque tiene una espectacular estructura de arcos de seis plantas de altura que la hacen asemejarse a una etérea catedral de cristal. En su extremo más cercano a Yonge Street, la Galería termina en una especie de placita interior que recuerda a un bosque de palmeras.



Continuamos el paseo por el distrito financiero. En la siguiente manzana, en la esquina de Bay con Wellington, encontramos el Royal Bank Plaza, otro complejo de oficinas con dos rascacielos muy fácilmente reconocibles por el color dorado de sus cristales. A la hora a la que lo estamos viendo, en torno a las seis de la tarde, el sol incide sobre sus fachadas arrancándoles unos preciosos destellos dorados. Por lo visto, el vidrio de las fachadas se fabricó incluyendo en su composición partículas de oro con el fin de conseguir un mayor aislamiento térmico. No sé si habrán conseguido el propósito, pero desde luego los edificios les quedaron muy llamativos.



Muy cerquita de allí, en el TD Centre (siguiente manzana hacia el norte), nos sorprende un oasis verde entre rascacielos. Se llama The Pasture y es un conjunto escultórico de varias vacas descansado en una pradera. Fue instalado en 1985 y supongo que son vaquitas ejecutivas que acaban de terminar una dura jornada laboral en cualquiera de las torres de oficinas de alrededor.



En la misma manzana que el Royal Bank Plaza pero en la esquina diametralmente opuesta, en la intersección de las calles Front y York, se encuentra el Hotel Fairmont Royal York. Este histórico edificio forma parte de una serie de hoteles levantados a finales del siglo XIX y principios del XX por la Canadian Pacific Railway, la poderosa compañía que en los años 1880-85 construyó la primera línea ferroviaria transcanadiense, que atravesaba todo Canadá desde Vancouver hasta Montreal. ¡Más de 4.500 km! Para animar a la gente a viajar en sus trenes, a esta empresa se le ocurrió crear una red de hoteles en las ciudades más significativas del trayecto. Eso sí, sería un turismo de lujo, porque los hoteles Fairmont son todos de alta categoría.

Muchos de ellos se construyeron al estilo de los castillos franceses y son verdaderamente bonitos con sus cubiertas abuhardilladas y sus torreones, como los de Québec y Ottawa, que comentaré en las etapas correspondientes.

El Fairmont Royal York de Toronto no reproduce este estilo “château”, pero en su día fue uno de los hoteles más grandes del mundo, con sus 28 plantas y 10 ascensores, algo impresionante para la época. Su inauguración fue todo un acontecimiento en Toronto, y hoy en día tiene el honor de ser alojamiento de la Reina Isabel II de Inglaterra cuando viaja a la ciudad (Canadá es una monarquía parlamentaria y su reina es Isabel II, aunque sólo desempeña este papel de forma simbólica).



Se acerca el atardecer, así que vamos ya hacia el puerto porque queremos ir a las Islas de Toronto para ver desde allí el “sky-line” de la ciudad con luz y de noche. Las Islas son un lugar de esparcimiento de los torontonianos, ideal para ir de picnic a los merenderos, disfrutar del pequeño parque de atracciones, pasar un día de playa, montar en bici, o simplemente relajarse en las praderas y los jardines. Además, desde allí hay una magnífica vista del “sky-line” de Toronto. Para llegar allí hay que coger uno de los ferrys que salen del puerto. El billete del ferry cuesta 7,87 CAD + impuestos (unos 5,80 € total) y da derecho a la vuelta desde cualquiera de las islas a cualquier hora. Las islas están todas comunicadas entre sí por puentecillos.

En el ferry, camino de las Islas. El trayecto no dura ni quince minutos:



Desembarcamos en la Centre Island y damos un paseo por esta y por las islas adyacentes, tomando fotos de ellas y de la ciudad, que domina el panorama desde lejos:



Sí, hasta las Islas han llegado las famosas sillas Muskoka Chairs que estamos viendo por todas partes y que seguiremos viendo durante todo el viaje. Las hay de auténtica madera de cedro y de plástico reciclado, en tono de madera natural o de colores, y son todo un símbolo en Canadá.

En las Islas, como ya he comentado anteriormente, también hay playas. Y, aunque a estas horas ya quedaba poca gente, suelen estar concurridas, según nos ha asegurado la Chiquilla, que ha hecho uso de ellas durante su estancia en esta ciudad.



Y, una vez más, quedo impresionada por la inmensidad del lago Ontario:



A veces, cuando estamos en un lugar cubierto de césped, me entra la duda de si se podrá pisar. Normalmente me suele dar pena pisarlo por no ajarlo. Por eso me gustó tanto este cartel que vimos en las Islas: ”Por favor, camine por la hierba”.



En una de las Islas hay un segundo aeropuerto de Toronto, que se utiliza exclusivamente para vuelos domésticos o a ciudades cercanas de Estados Unidos. Los aviones, a punto de aterrizar, pasan tan bajos por delante de las Islas, que casi parece que los puedes tocar.



Cada vez está más oscuro, así que cogemos posiciones a la orilla de la Centre Island de frente a Toronto, para ver el anochecer sobre la ciudad. Los protagonistas del espectáculo son la CN Tower y el Rogers Centre.




A todo esto, son las 21:00 horas y ya es noche cerrada. A las 21:15 sale un ferry de vuelta, según los horarios, así que vamos hacia el embarcadero para coger ése, porque si no tendremos que esperar al siguiente, que es a las 21:45. Ya hay bastante cola. A estas horas ya todo el mundo quiere volver, porque en las Islas no hay alumbrado y está todo oscurísimo. Cada vez va llegando más y más gente y la cola se hace inmensa. Pasan las 21:15 y ni se ve venir al ferry desde la orilla de Toronto. No sabemos qué pasa, pero aquello se va llenando de gente y nadie sabe por qué no viene el ferry. Hay muchos niños pequeños; algunos empiezan a llorar porque la espera se hace muy pesada. Y es que, además, hay batallones de mosquitos pululando sobre nuestras cabezas, por lo que todo el mundo anda haciendo aspavientos con las manos para ahuyentarlos.

Por fin vemos llegar el ferry a las 21:45. Parece ser que el de las 21:15, por alguna razón, no ha funcionado hoy. Calculo que habrá más de 300 personas en la cola y espero que quepamos todos en este ferry, porque como tenga que quedarse gente al siguiente, aquí va a morir más de uno comido por los mosquitos.

Afortunadamente cabemos todos y el ferry parte de vuelta a Toronto.

Regresamos al apartamento y de camino entramos en un Domino’s a comprar un par de pizzas para cenar, que nos cuestan 20 CAD.

Al llegar, lo primero que hacemos es probar el mando del garaje, ¡y funciona! Menos mal, porque mañana queremos salir tempranito y no queremos problemas para sacar el coche del garaje.

Nos acostamos sobre las 12:00, cansadísimos. El GPS del reloj del Míster indica que hemos andado unos 17 km hoy. Estamos satisfechos, porque el día nos ha cundido un montón y hemos visto muchas cosas. Mañana abandonamos Toronto para iniciar el tour por carretera que nos llevará a otras ciudades y a varios enclaves de naturaleza por todo el este de Canadá. A la vuelta, al final del viaje, tendremos otro día y medio para ver más cosas de Toronto, pero esta primera toma de contacto nos ha dejado con buen sabor de boca. Toronto es una ciudad de contrastes y llena de vida.

---